Oscura inocencia
Sinopsis de la película
En 1981, Brian tenía ocho años y estaba sentado en el banquillo durante un partido de la liga juvenil de béisbol. Cinco horas después despierta en el sótano de su casa con una hemorragia nasal y sin recuerdos. Brian moja la cama y tiene pesadillas, también inventa: fue abducido por extraterrestres. Y pasa el tiempo, Brian llega a la adolescencia, torpe, acomplejado y entregado a la causa OVNI, también Neil, su compañero de infancia, se ha hecho mayor. Neil es la antítesis de Brian, él es sexy, jugador estrella y experto en juegos con hombres adultos con los que nunca se compromete. Mientras Brian encuentra en Avalyn Friesen, una discapacitada obsesionada con sus experiencias en la tercera fase, la posibilidad de asumir sus experiencias inhibidas, Neil huye a nueva York a rozar el lado peligroso.
Detalles de la película
- Titulo Original: Mysterious Skin
- Año: 2004
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
7.1
67 valoraciones en total
Gregg Araki es al cine norteamericano lo que Dennis Cooper a su literatura: la plasmación directa y nada idealizada de la sexualidad de unos jóvenes gays cuya desinhibición y promiscuidad a menudo está acompañada por una mentalidad nihilista y un vacío existencial (vacío del que, por otra parte, no son conscientes o lo son de forma vaga). Para estos muchachos es infinitamente más sencillo conseguir sexo que amor y la desaforada entrega al primero en realidad parece una consecuencia de la ausencia del segundo (carencia que no les preocupa gran cosa). Suele haber una contradicción muy llamativa entre la promiscuidad y el infantilismo de estos chicos al vivir su sexualidad y su inmadurez sentimental. La sensación de infelicidad que recibe el lector/espectador (este macarrón al menos) suele ser infinita, desoladora, pese a que ni Araki ni Cooper pretendan seguramente tal cosa sino más bien todo lo contrario, exaltar el sexo vivido en libertad y sin trabas. Pero el efecto de sus obras a mí me desconsuela: se complacen en presentar la sexualidad homosexual en el campo de lo sórdido, lo patológico, lo insatisfecho, en el consabido ámbito de los urinarios públicos, las drogas, la prostitución, las mamadas con desconocidos en sus coches y las violaciones brutales. Lo más positivo de todo esto es que los personajes viven sus instintos con naturalidad, sin prejuicios ni angustias existenciales o religiosas: aquí no aparecen los típicos criptohomosexuales atormentados y reprimidos, que llevan su sexualidad como un secreto, un problema o un estigma. La ausencia de escrúpulos religiosos también es muy llamativa: el mundo literario y cinematográfico al que aludo es un universo en el que (por lo que yo conozco) Dios está ausente. A mí ambos autores (Araki y Cooper) me gustan mucho (al autor del libro en el que se basa esta peli, Scott Heim, no lo conozco), pero entiendo que no todo el mundo los disfrutará. Desde luego, a quienes les gusten las historias románticas y bonitas, deben abstenerse y quienes se escandalizan al ver besarse a dos hombres no deben ni intentar meter el dvd en su televisor: se electrocutarán inmediatamente.
Dos niños sometidos a vejaciones sexuales por parte de su entrenador de béisbol canalizan esa traumática experiencia a través de reacciones conductuales diametralmente opuestas. El sustrato argumental no es nuevo. Pelis tan heterogéneas como Celebración, Mystic river o Happiness lo han tratado con anterioridad. ¿Será capaz Araki de ofrecernos una alternativa acorde a tan acreditadas referencias?
Pues sí y no. Me explico.
La propuesta de Araki no tiene nada de convencional. Su espíritu indie se hace patente a las primeras de cambio y ello repercute en una manufactura narrativa y audiovisual quizás no del todo innovadora pero sí audaz e inusitada. Casi me atrevería a afirmar que desde el punto de vista estrictamente formal (fotografía, montaje, flashbacks, banda sonora, voz en off…) el trabajo de Araki resulta irreprochable. El problema surge cuando el tono escogido para desarrollar una historia tan espinosa como ésta adolece de ciertos requisitos básicos para que el espectador experimente algo más allá de la repugnancia o el vacío existencial. Porque no nos engañemos, Oscura inocencia es una peli dura, durísima, pero por mucho que rastreemos en ella no encontraremos la carga dramática de Celebración, ni la profunda emotividad de Mystic river ni la insondable tristeza de Happiness.
Y es una verdadera pena porque creo, sinceramente, que Araki podría haber sacado mucho mejor partido de las secuencias sexuales más brutales y escatológicas si se hubiera dignado a establecer con el espectador una coartada emocional más consistente. Lo lamento profundamente, pero la piel de Neil McCormick (soberbio Gordon-Levitt, por cierto) está demasiado curtida para que mi tierno corazoncito se apiade de él.
Disortando sobre la edad de la inocencia, y sobre cuanto se la hecha de menos, ahora que por fin e irremediablemente se es adulto, volvió mi subconsciente a pulular sobre este filme oscuro, negro, decadente. Mysterious Skin es la obra maestra que consagra a Araki como uno de los grandes del cine indie americano, y como un enfant terrible que preña cada plano de una carga insoportable de violencia, sexo y violencia sexual. Bajo la batuta de Araki, la película arranca con un flashback sobrecogedor no apto para todos los públicos, y termina con una escena dulcemente emocional que marca el final de una busqueda, la emprendida por los personajes de Corbett y sobre todo Gordon-Levitt (el mejor actor indie joven del momento junto con Ryan Goslin y Paul Dano), inmenso animal herido que esconde sus rasguños, sus debilidades bajo la dejadez sexual que marca el inicio de su camino a la perdición.
La abducción, como un elemento fantástico, es un papel principal en la narración de Mysterious Skin. Ya lo realizaba en Nowhere con ese largo alienígena armado con un desintegrador, pero estaba todo parece más serio, con menos licencias al sarcasmo socarrón y al humor surrealista.
Existen lugares comunes como esa pantalla en blanco de esos cines al aire libre que ya aparecía en Maldita generación, pero pese a su capa más superficial: drama sobre unos abusos a menores y la memoria perdida, aparecen otras capas más a lo Araki. Frases como «Me he follado a todos los tíos de esta mierda de pueblo… dos veces…», situaciones tan cómico como trágicas y malabarismos continuos en los pasos que dan sus protagonistas.
El tema de la pederastia aparece invertido: mientras uno de los niños conserva la experiencia positiva de los abusos a los que fue sometido (le atraía sexualmente el entrador que abusa de él y acaba siendo un chapero en su adolescencia) al otro le supone un trauma en todos los sentidos (físico y mental). Las escenas peliagudas están rodadas con planos subjetivos como si fuese a nosotros de quiénes abusase el entrenador porque Mysterious Skin utiliza la abducción como un elemento metacinematográfico y vía de escape de sus protagonistas. Todos estamos durante unos segundos dentro de esas torturadas pieles al otro lado de la pantalla.
Araki se supera en esta película dejándo al espectador anímicamente por los suelos: una historia dura que raspa como el papel de lija.
Desde luego un film que no deja indiferente al espectador. Joseph Gordon-Levitt hace el papel de su vida, esta vez se luce y no deja de brillar con un personaje con el que cuesta empatizar. El novel Brady Corbett con una actuación para nada desdeñable.
No te la pierdas, puede que la odies o puede que la ames, o simplemente te sumas en un bajón psicológico, pero desde luego, te sorprenderá para bien o para mal.