Nosotros no nos mataremos con pistolas
Sinopsis de la película
Mientras el pueblo se prepara para celebrar su fiesta mayor, Blanca se esmera en que la primera paella que hace en su vida le quede perfecta. Ha conseguido reunir a sus amigos de toda la vida después de años sin verse. Todos están en la treintena y sienten que la juventud se les escapa, atrapados en la precariedad laboral, el desencanto y un continuo volver a empezar. La paella se alarga hasta el anochecer, entre revelaciones de secretos, reproches y equívocos. Pero ahora más que nunca, los cinco amigos se necesitarán unos a otros para salir adelante.
Detalles de la película
- Titulo Original: Nosotros no nos mataremos con pistolas
- Año: 2022
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
5.5
49 valoraciones en total
Nosotros no nos mataremos con pistolas no cuenta con un punto de partida original o que pueda llamar la atención. Lo de usar las fiestas de pueblo para juntarse con amigos que hace tiempo que no ves e intentar reflexionar sobre el motivo de ese distanciamiento (o sobre la vida, en general) es algo mil veces visto y sobreexplotado hasta la médula. Se me vienen a la cabeza películas como la fantástica Primos o el filón que encontraron en ello las marcas de cerveza para sus anuncios veraniegos. Los pueblos, el verano y sus fiestas mayores son tres elementos que hacen feliz a mucha gente, y así lo suelen reflejar las producciones que se sitúan en este contexto. La película que nos ocupa hoy tiene todos estos ingredientes, pero sorprendentemente se sale de la norma. No es la típica película de verano, aunque lo parezca si nos fijamos en el póster o en su sinopsis.
Lo que aparentemente será una reunión plácida y reconfortante, se va enrareciendo a medida que se van presentando a los personajes que forman este grupo de amigos. Esto no solo servirá como presentación, también como declaración de intenciones por parte de la directora María Ripoll. Esto no es un anuncio de Estrella Damm, esto es una película que tiene la intención de hablar de forma verosímil sobre la falsedad que existe en este tipo de reencuentros, sobre la hipocresía y, en general, el dolor que conlleva mantener o intentar arreglar ciertas relaciones. Es una feel good movie que cuando parece que va a tener algún momento feel good, lo corta de raíz para darte una bofetada de realidad. Tiene más de The Invitation o Tape que de Primos o Villaviciosa de al lado. Hay humor, pero más basado en las hiperbólicas situaciones que suceden durante el devenir de los hechos que por ser comedia como tal. Si tuviese que catalogar a esta película en algún género, sería el del thriller dramático cargado de comedia negra.
El guion de Antonio Escámez y Víctor Sánchez Rodríguez está lleno de ironía y mala leche, pero junto con la dirección de María Ripoll son capaces de dialogar con el espectador de forma profunda y poco habitual sobre la tristeza de perder un ser querido, tanto a nivel individual como grupal. Ninguno de los protagonistas cae bien, algunos hasta son bastante estúpidos, pero es que en ningún caso es casualidad. Esta decisión hace que empatizar con ellos sea casi misión imposible, pero aún así entiendes la situación de cada uno y porque se comportan así. Lo que hace interesante al conjunto es que en ningún caso se blanquea o justifican las acciones de los personajes, dejando claro que estamos ante un grupo de amigos tóxico. Ellos se ven como el típico grupo de amigos que todo el pueblo conoce por ser los raros cuando en realidad son los pijos modernillos que no aguanta nadie.
A pesar de las buenas sensaciones, no puedo ignorar una conclusión totalmente precipitada en sus últimos 20 minutos que hacen que todo el trabajo hecho anteriormente pierda algo de fuerza. Entiendo la intención de María Ripoll a la hora de elegir esta forma tan drástica de finalizar todas las subtramas, y es un buena idea que necesitaba más tiempo para ser desarrollada correctamente. El uso de la música a veces funciona, a veces no, y es una lástima porque el tracklist de Orxata Sound System está lleno de temazos. Al final, estos últimos minutos te dejan una sensación de que la película podía haber llegado a más.
Nosotros no nos mataremos con pistolas en ningún caso es una buena opción si lo que buscáis es la típica película veraniega con la que salir con una sonrisa de oreja a oreja de la sala de cine. Pero si entráis, encontraréis algo mucho más interesante que eso.
Una de las sorpresas del año.
Reinventa el genero de la reunión de amigos.
Dolorosa, divertida, amarga, tierna, directa al alma.
Con diálogos brillantes y un guion redondo.
Con una gallina y una Lorena López robando escenas a un elenco en estado de gracia.
Fotografía hipnótica, sucia y con aires de western emocional que nos atrapa en su atmósfera de calor y angustia vital.
Recuerda al mejor cine de los años 80. Y de los 70.
María Ripoll firma su mejor película.
10/10
Durante las últimas décadas y en distintos países, de vez en cuando aparece una película cuya intención es la de hacer un retrato generacional de los jóvenes o de la gente de mediana edad. Que pretende tomar una fotografía en forma de largometraje de como la sociedad del momento influye en la vida de los protagonistas en cuestión y afecta a todos los ámbitos. Se me ocurren películas que pueden ir desde la excelente Reality bites en los noventa, pasando por otras propuestas más desconocidas por el gran público como Mientras seamos jóvenes de Noah Baumbach, y que acabarían con la película que nos atañe Nosotros no nos mataremos con pistolas que es la opción española a todo ello.
La cinta, que llegará a los cines españoles el 17 de Junio, nos narra la historia de este grupo de amigos, distanciados por el tiempo y la vida que vuelven a reunirse en casa de Blanca para comer y ponerse al día de todo lo que han ido haciendo durante el periodo que ha transcurrido desde la última vez que estuvieron todos juntos.
El largometraje dirigido por Maria Ripoll va escalando en sus ideas con paso lento pero firme. Y, aunque comienza siendo una comedia al uso, va a ir quitándose la careta poco a poco para hablarnos de lo que realmente quiere hablarnos, que no es otra cosa que el dolor y la pérdida y como algunos actos traumáticos son capaces de separar a las personas.
Esta combinación de comedia y drama está perfectamente equilibrada mientras explora las relaciones interpersonales de sus personajes. A los que dan vida un elenco de actores jóvenes donde destacan tanto Ingrid García Jonsson como Elena Martin, que son claramente el alma de todo ello. Y es que, en el momento que la cinta pasa ese punto donde sus personajes comienzan a sincerarse y a hablar entre ellos de hechos ocurridos en el pasado, ya no hay marcha atrás. La cinta se eleva y se convierte en algo completamente distinto, mucho más potente dramáticamente e interesante en las reflexiones que lanza. El uso de los flashbacks está introducido de forma muy inteligente para que nosotros conectemos mejor con los hechos que debemos descubrir como espectadores. Y la forma en que se nos muestran las diferencias relacionales de esos momentos pasados a los actuales también ayuda a todo ello.
Debo decir, eso sí, que no nos encontramos ante una película pesimista. A pesar de los temas que trata la película mantiene el foco en ser una visión vitalista de la vida y una celebración de la misma. Manteniéndose en el terreno del canto a la vida por encima de todas las cosas y narrándonos esos pequeños momentos cotidianos en la vida de todo el mundo que nos mantienen pegados al suelo.
En definitiva, Nosotros no nos mataremos con pistolas es una de esas películas que nos hablan de nosotros mismos. De como el día a día, los problemas, las crisis y los eventos traumáticos pueden transformarnos y hacernos olvidar a los seres queridos que tenemos más cerca. Es muy divertida en algunos momentos, muy dura en otros y, en general, una película muy valiente y atrevida. Ojalá hubiese más propuestas como esta más a menudo.
Twitter: @QuiqueMartin27, colaborador de Mundoplustv
Nosotros no nos mataremos con pistolas tenía muchos componentes para ser un retrato generacional preciso y sugerente pero, lamentablemente, el guion se desorienta y acaba perdido en lo que parece un anuncio de verano.
La reunión de un grupo de amigos treintañeros origina una serie de conversaciones acerca de la frustración, la incertidumbre, las relaciones personales, la precariedad laboral o el desencanto (cabe mencionar también que se trata el tema del suicidio). Sin embargo, los diálogos, que tenían mucho potencial, se diluyen en un ejercicio nostálgico que no aporta ni un atisbo de esperanza.
De este modo, aunque la fotografía y los intérpretes elevan el conjunto, el exceso de clichés acaba ahogando las posibilidades que tenía el film.
http://www.contraste.info
Pervive algo del aroma mediterráneo pese a unos nuevos protagonistas -por el reparto, que no personajes- a los que parece poseerles el costerismo levantino siempre que la improvisación -la de Elena Martín y Lorena López, sólo en petit comité- le da pábulo a tics y localismos lingüísticos que conectan momentáneamente con la identidad -desde el punto de vista cultural y autóctono- con el montaje teatral de Victor Sánchez Rodríguez, del que recuerdo haber disfrutado hace años (aunque no tantos como para reemplazar integramente al reparto) en el reducto de creatividad independiente de la Sala Ultramar: uno de los numerosos puntos neurálgicos en el turismo cultural de la capital del Turia.
Así que no omitiré cuánto se habría incrementado mi picorcillo endorfínico al ver en la pantalla grande a parte de aquel reparto. O como mínimo a unos memorables Lara Salvador, Silvia Valero y Bruno Tamarit retomando, puede que por una última vez, rencillas interpersonales de una pandilla de amigos a los que la brecha (aún sin cicatrizar) de la distancia y varios años de separación ha agravado: y no hay paellas, fuego ni verbena popular -bueno, aquí suena eso de la Orxata Sound System en reemplazo a otros soniquetes más populares aunque menos eclécticos- que sirvan para suturar el distanciamiento entre ellos.
Pero la parte buena es que el corazón nostálgico y del reencuentro prevalece incólume en nuevas caras que logran fagocitarse con una troupe disfuncional de treintañeros aquejados de disconformidad, falsas apariencias y una infelicidad crónica que es inherente a la exhumación de su juventud.
Desde luego sí se antoja placébico (completando a un resuelto reparto formado por Ingrid García-Jonsson, Elena Martín, Joe Manjón y Carlos Troya) redescubrir -siempre es un placer descubrirla, y más en el cine- a una Marina agridulce, complaciente y preñadísima que es abordada por Lorena López -reincidente de la magnífica obra, mejor si cabe, de Sánchez Rodríguez, A este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió, que pide a gritos una adaptación al cine-.
Mención aparte para un sorprendente e insólito (salvo que me la haya perdido en papeles similares) volantazo de una Elena Martin frivolizada y bruja que hace lo que encomiablemente puede actuando de forma aleatoria en castellano, con deje catalán y valenciano costero.
Dicho así, no suena a que la traslación al lenguaje de la pantalla del Premio Max a la Mejor Autoría Revelación en 2016 de pie, sin embargo, al encargo más personal, y por lo tanto más relevante de los trabajos que ha firmado María Ripoll desde Tu vida en 65.
Pero resulta que lo es.
Si tienes la fortuna -a efectos comparativos- o la desgracia -por habértela perdido- de no haber disfrutado de la obra de base puede ser simultáneamente una relectura cinematográfica que, sin superar a la original, es también paradójicamente una de las futuribles satisfacciones del año.
Nosotros no nos mataremos con pistolas (2022, María Ripoll) es un soplo de aire fresco -y en espíritu (o parcialmente) levantino- para la cartelera estival.
No es lo mismo que verlo en el teatro -sobre todo musicalmente hablando- pero menos da una piedra o una paella preparada por Ingrid García-Jonsson.