No mires para abajo
Sinopsis de la película
Eloy es un adolescente de diecinueve años que trabaja junto a sus padres. Su trabajo consiste en repartir lápidas y figuras ornamentales en las sepulturas que atiende el negocio familiar en el cementerio de la ciudad. Al morir su padre, Eloy ve acelerar el tiempo que lo llevará a madurar en un mundo hostil y ajeno. En el camino conoce a Beatriz, una joven andaluza, que mediante el aprendizaje de ciertas prácticas sexuales le permitirá acceder a zonas desconocidas de su espíritu y de la realidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: No mires para abajo
- Año: 2008
- Duración: 87
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Opinión de la crítica
Película
5.3
42 valoraciones en total
La reciente película del cineasta argentino Eliseo Subiela, No mires para abajo, siempre fiel a su tradicional estética de la imagen y a sus temas siempre colmados de casuística, propone en esta historia narrada en primera persona: Los esquemas sobre la amistad, el amor y el desarrollo de esa devoción entre una joven pareja Eloy (Leandro Stivelman) y Elvira (Antonella Costa).
Esta historia cargada del más inteligente erotismo que haya visto en el cine latinoamericano hasta los presentes días, me permite aproximarme una vez más a dos temas en el cine de Subiela. Eros (El lado oscuro del corazón) y la muerte (No te mueras sin decirme a donde vas). Entonces, tres conceptos salidos de los mismos diálogos de los personajes (la más sincera caracterización de dos jóvenes, con la ausencia de gestos falsificados), invitan (a mi juicio) a la siguiente lectura del filme:
1.- Cuando Eloy sentencia Nos muertos no necesitan leer para enterarse de las cosas. Aquí Subiela confronta la relación del joven con su padre fallecido (El espíritu de papá viene las noches a casa) y ofrece una lectura de las relaciones padre e hijo, desde la perspectiva de la necesidad de sentir al ser adorado y la sabiduría de la vida. Su metáfora esclarece el sentido propio de aquellos seres ya desparecidos (La escena de la bicicleta y los señores pegados a la pared con sus tics).
2.- El diálogo de Elvira cuando sentencia que No quiero ver a Dios después de muerta, quiero verlo aquí en la vida.¡Vamos a buscarlo!. Y es la primera escena de amor que sublima esta idea y confiere a la historia la ausencia de la metáfora para aproximarnos al goce los cuerpos. Ya en esta escena, vino a mi memoria el diálogo en la La hija del caníbal, de Antonio Serrano, cuando Lucía (Cecilia Roth) al ser amada por un joven, piensa: El cielo si es que existe, debería ser un instante de sexo detenido.
3.- Cuando se asevera que las debilidades podría compararse a las formas defectuosas de andar. Con metáforas visuales, introduce ese andar por la vida en todos sus senderos. Aunque sea en el cuerpo de Elvira, donde arriba de sus nalgas se lee el tatuaje: Comienza una nueva vida, en un acto en que la pareja se untan de aceite antes de comenzar el sutil juego de hacer el amor, siempre dirigido por ella.
Podríamos sentenciar que esta película, lleva al Subiela de siempre. Un cine para disfrutar de su plasticidad de la imagen y su música, pero también para pensar un poco, sobre lo que parece ya no interesar al ser humano. Y no olvidar el consejo del papá de Eloy: En la vida siempre estarás diciendo adiós. ¡Qué eso no te impida amar!.
Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla,Colombia)
La nueva película del argentino Eliseo Subiela nos acerca al mundo del sexo tántrico a través de la relación iniciatica de un joven y su maestra en las artes amatorias. Lo hace recreándose en la fina línea que separa la vida de la muerte, el orgasmo del vacío absoluto. La relación Eros-Tanatos configura el eje primordial del film y dota a este de un aura filosófica, casi mística, con la que el director consigue recrear una atmósfera cercana al realismo mágico típicamente sudamericano.
No obstante, y siendo una película definida como erótica en la que unas tres cuartas partes del metraje consisten en una pareja manteniendo relaciones sexuales, la historia aburre y no consigue levantar el vuelo en ningún momento. Declaraba Eliseo Subiela que había pretendido hacer un film anti-pornográfico, y a fe que lo consiguió. A pesar de los esfuerzos de la actriz protagonista, la falta de pasión de las escenas eróticas es muy evidente. Todo en ellas es demasiado aséptico, y queda reducido a un pequeño surtido de posturitas que parecen preparadas para ser fotografiadas para un tratado sobre el kamasutra. Eso sí, filmadas de manera que no se vea más de lo que podría ser considerado políticamente correcto, hay que ser atrevidos pero hasta un cierto límite.
Así pues, el verdadero sentido de la película queda desvirtuado por la falta de osadía para hacer un film auténticamene erótico. Y detrás de eso, poca cosa queda, porque las subtramas que acompañan a la historia principal, son tan flojas como prescindibles. Recuerdos de infancia del chico protagonista, encuentros sonámbulos con su vecina, algún diálogo ocurrente con su hermano … Muy poco para sostener una propuesta mínimamente interesante. El ritmo lento y sosegado de la filmación, acaban volviéndose en su contra y termina por pasar factura, pues lo peor que le puede pasar a un cinta de este tipo es que el espectador acabe bostezando antes de haber llegado al clímax.
Dice Eliseo Subiela, el director de No mires para abajo, que esta es la película que le hubiera gustado ver en su adolescencia. Y seguramente gran parte de los problemas de este film, al que hay que reconocer sus grandes dosis pedagógicas, están precisamente en que Subiela ha realizado una película temporalmente desubicada. Pretender educar sexualmente al público en la era de la ciber.información se antoja como una empresa atrevida pero con pocas posibilidades de salir exitoso, y hacerlo con la historia de una pareja que le pone nombre de persona a sus órganos genitales es tantear demasiado el ridículo para acabar irremediablemente cayendo en él.
La película tampoco funciona como historia de amor, que al fin y al cabo no es otra cosa, pues, y a pesar de todas las posturas y numeritos eróticos, la pareja protagonista no transmite ningún tipo de magia ni pasión y los esfuerzos de Subiela por darle a la cinta un tono poético impregnado de surrealismo desembocan en pobres resultados. Solo algún aislado pasaje, como el abrazo al ciprés en las alturas, dejan ver algún poso de inspiración en el director argentino. Escaso bagaje para una película que ni a estas alturas puede escandalizar a nadie, ni su historia de amor tiene la suficiente fuerza para llegar a provocar demasiadas emociones a un público que ni con 81 impulsos acaba de quedar satisfecho.
Lo mejor: los diálogos entre los dos hermanos.
Lo peor: su apariencia de película pasada de moda.
En la línea de aquella película japonesa titulada El imperio de los sentidos (Japón 1976), pero cayendo en el aburrimiento y la hartura, a pesar de que también expone abundantes escenas de sexo, es decir, no resulta un filme tan sensual como la mencionada película de Nagisa Oshima. Sin embargo, como todas las de Eliseo Subiela, sí que es rica en poesía:
No quiero ver a Dios después de muerta,
quiero verlo acá en la vida.
Vamos a buscarlo.
En la vida estarás siempre diciendo adios. Que eso no te impida amar.
El argumento versa sobre un sonámbulo que una noche andando dormido por encima de las casas cae en la cama de una joven mujer como él. A partir de ahí se enamoran y ella empieza a enseñarle a hacer con maestría el amor sexual a una mujer, a ir caricia a caricia con paciencia y detenimiento, a hacer un ritmo suave de mete-saca controlando la eyaculación hasta más allá del cincuenta vaivén. Así pues, la película es todo un muestrario de bellísimas escenas carnales, sexuales y amorosas entre un hombre y una mujer.
Para mi gusto si la protagonista en vez de haber sido la actriz italoargentina Antonella Costa, hubiese sido otra de cualquier lugar pero con cuerpo de cautivador color ébano, similar en estética, brillo e imantación al de la pornoestrella India , estoy seguro que este filme habría impactado en el mundo entero, incluso clavándose en la historia del cine como un hito inolvidable que se ve y vuelve a ver repetidamente a lo largo de los siglos desde mil leguas a la redonda.
En fin, como en su día dijo el magnífico actor mexicano Mario Moreno Cantinflas :
«Yo amo, tu amas, el ama, nosotros amamos, vosotros amáis, ellos aman. Ojalá no fuese conjugación sino realidad.»
Fej Delvahe
Recuerdo El lado oscuro del corazón , de Subiela, como una película llena de simbolismos que me cautivó desde el primer momento, con aquella trama sustentada por los potentes pilares que configuraban la poesía de Benedetti y de Oliverio Girondo. Recuerdo aquella película surrealista a la que el rostro de Dario Grandinetti dotaba de realidad, intentando junto a Nacha Guevara salir de la niebla, vivir, verse, oírse, tocarse, sentirse, dolerse, ser como decía Unamuno.
De la segunda parte casi no recuerdo nada. Posiblemente a Ariadna Gil hundiéndose en la niebla y arrastrando sin remedio a un Grandinetti mediocre, fatuo.
Pensé que segundas partes nunca fueron buena, y me resigné a que una vez la sabiduría popular diese en el clavo.
Debo decir que hay otro refrán que siempre se cumple: No hay dos sin tres.
De No mires para abajo no recuerdo ni las tetas de la actriz, y no será porque no las enseña veces. Una burda película sobre el proceso de iniciación al sexo tántrico por parte de una guru de Barcelona a un púber argentino. Esta película es soporífera como el sexo tántrico, con la contención como fin, sin dar rienda suelta a una alegría: un buen dialogo, una buena fotografía, siguiendo la falsa premisa de que la contención nos dará energía, pues no, a mí me da sueño.
Leí el otro día que actores y actrices conocidos se negaron a interpretar la película por su carga sexual, no los crítico pero creo que mintieron. Esta película no tiene carga sexual, carga sexual tiene Jenna Jameson jugando con un vibrador, Micky Rourke sosteniendo con los dos brazos a Kim Basinger bajo un chorro de agua, o la mirada de Marlon Brandon en Un tranvía llamado deseo. Creo que rechazaron la película porque no hay por donde agarrarla.
Cuando Sting dijo que él hacía el amor durante 9 horas, se desencadenaron un alubión de comentarios. Al final tuvo que aclarar, para desengaño de muchas, que ese tiempo era contando desde que invitaba a su pareja a cenar, la convencia para que se acostará con él y finalmente correrse. Con esta película no acabe ni de cenar.