No creas que voy a gritar
Sinopsis de la película
Un hombre de 45 años vive aislado en un pueblo alsaciano de montaña. Solo, tras la ruptura de la relación que un día le llevó hasta allí, su única salida es el visionado continuado de películas de todas las épocas (de Eastwood a Bonello, de Carpenter a Von Sternberg). Su grito de desesperación, su mensaje de náufrago, se muestra a través de esos filmes que deglute de forma compulsiva a razón de tres, cuatro o cinco por noche. Cine compuesto por fragmentos de otros, el Cine como salvación y condena, como objeto romántico definitivo. Frank Beauvais compone un impresionante collage de imágenes, un catálogo imperdible para quienes hayan conocido de cerca la soledad y hayan huido de ella a través del Cine.
Detalles de la película
- Titulo Original: Ne croyez surtout pas que je hurle aka
- Año: 2019
- Duración: 75
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Opinión de la crítica
6.6
30 valoraciones en total
*Espejo de temas universales
En No creas que voy a gritar, se ponen de manifiesto de una manera muy oportuna e inteligente y a través de una serie de imágenes de películas existentes, una serie de temas, que ayudado por una locución en off del personaje protagonista, nos hacen reflexionar a los espectadores.
Algunos de estos temas son el abuso de poder de los políticos, el problema del terrorismo del que todo el mundo se lamenta pero nadie hace nada, o incluso la armonía que produce la naturaleza en el espíritu de quien la disfruta, frente al caos y ritmo frenético de una ciudad tan grande como París.
La incomunicación, el aislamiento y el autismo social, son los tres pilares que sustentan la situación bajo la que se encuentra el protagonista de este documental ficcionado y la manera que tiene de gestionarlos. También muestra cuestiones como la superficialidad de los seres humanos cuando habla de que los vecinos del pueblo donde vive le espían a través de sus cortinas o cuando defiende que son personas que tratan siempre de mostrar que sus vidas son perfectas, cuando todos saben que es todo lo contrario.
El protagonista de esta película tratas otros temas algo más delicados como padecer el Síndrome de Estocolmo o la depresión de su padre y años más tarde la suya. Con esto nos hace pensar en la fragilidad del alma humana y en el daño que puede hacernos vivir en una sociedad tan competitiva, donde ahora con el uso de las redes sociales la privacidad no existe y parece que eres débil cuando no estás bien.
*Fluidez, ritmo y reflexión narrativa
A lo largo de No creas que voy a gritar la locución que nos acompaña durante toda la película se desnuda por completo y nos deja frases tan potentes como si el aburrimiento penetrase en mi soledad sería demasiado real para seguir apreciándola o el aislamiento y la autosuficiencia son cosas de sabios. Ambas nos recuerdan que la soledad no siempre es algo malo, sino que puede ser una buena manera de conocerse más a uno mismo o incluso de respirar y aparcar todo el estrés del día a día.
Sin embargo, por momentos nos recuerda que la soledad muy prolongada en el tiempo puede causar problemas de autoestima o confianza y malestar con frases como el nido se convierte en nicho y el refugio en prisión, todas ellas darán que pensar a los espectadores. A pesar del estatismo en el que se encuentra sumido el protagonista, este documental tiene un ritmo bastante ágil no solo en la sucesión de imágenes, sino también en como narra su historia: en tiempo presente. El director utiliza el presente para dar mayor sensación de acompañamiento al protagonista aunque nunca lleguemos a poder verlo, y nos transmite cercanía e inmediatez.
*Homenaje al séptimo arte y la autoterapia
Sin duda alguna, esta pieza audiovisual es en su totalidad una especie de homenaje cinematográfico, un cine compuesto de más cine, ya que compone su narrativa con un sinfín de fragmentos de películas ya existentes. Las imágenes que apoyan a la locución del personaje están inteligentemente elegidas y relacionadas en base a lo que cuenta en ese momento su emisor. Son tantas las imágenes que se pueden ver en el film, que el propio personaje reconoce que sufre una especie de Bulimia Fílmica que le impide levantarse del sofá y dejar de ver una película tras otra.
Son muchas las películas que se muestran a lo largo de la hora y quince que dura el film. Entre ellas hay cine norteamericano, cine francés e incluso cine soviético. Además, en relación con los orígenes del cine, el protagonista hace una interesante apreciación sobre sus propios gustos cinematográficos y compara la sociedad soviética con la americana en base a su cine y dice que prefiere los personajes soviéticos que los otros porque ellos sueñan y producen mientras que los otros solo consumen sin parar.
*Conclusión
No creas que voy a gritar es, en definitiva, el grito sordo de desesperación de un hombre por escapar de una vida aparentemente ausente de emociones y satisfacciones en la que, bajo una voz repleta de inquietudes y reflexiones, hace que irremediablemente el espectador se identifique con él en algún momento de su vida.
Tal vez la única pega sea la monotonía en la repetición de las imágenes durante todo el film, así como la incómoda catarsis que provocan algunos de los temas que trata. De igual modo es un documental de interesante visionado para todo aquel que le guste filosofar en alto y por supuesto refugiarse en el cine.
Escrito por Irene Merino Torres
Cuando estoy triste suelo ver películas dramáticas. De adolescente solía recurrir a Réquiem por un sueño (2000). Solía decir que era porque ver a gente que tenía más razones para estar depre que yo me hacía sentir mejor. Ahora siento que las utilizo como catarsis, una forma efectiva de descongestionarme emocionalmente, y aún así… ¿y si en vez de ayudarme lo que hacen es hundirme más en la miseria? Esta pregunta ronda sobre el documental No creas que voy a gritar (Ne croyez surtout pas que je hurle), una especie de diario oral ilustrado con imágenes de cientos de películas en el que su autor, Frank Beauvais, cuenta cómo tras una ruptura sentimental acabó aislado del mundo y confinado en su casa viendo películas durante todo el día.
Esto no va sobre el reciente confinamiento por el que todos hemos pasado, pero aquellos que lo aprovechamos para zampar películas y series como jamás habíamos podido hacer en la vida adulta nos sentiremos muy identificados con la experiencia de Beauvais. El cine pasa de ser una vía de escape y una forma de aprendizaje y de aproximación a otras culturas a convertirse en una profunda madriguera que le conduce a una espiral de letargo físico y emocional. Difícilmente pueden identificarse a qué títulos pertenecen las numerosas imágenes que ilustran el film, pues están completamente descontextualizadas, la mayoría son breves planos detalle que complementan los pensamientos y la narración del propio Beauvais, cuyo tono de voz quizás sea demasiado monocorde, pero no especialmente molesto.
En 75 minutos, Frank Beauvais cuenta un relato personalísimo sobre un estado depresivo en el que las películas ejercen tanto de tabla de salvación como de guillotina. Su cinefilia y melancolía son canalizadas de forma tremendamente original y clarividente en No creas que voy a gritar, un testimonio vital y fílmico sobre el desamor, la soledad, la tristeza, la apatía, la enajenación y el amor al Séptimo Arte con el que nos veremos íntimamente identificados todos los lunáticos cuya visión de la vida y del mundo se construye y enmienda a través de las películas.
Cada verano desde hace años, y este año con mayor motivo por la práctica total ausencia de oferta festivalera durante los meses de reclusión, los cinéfilos recibimos con gusto el aluvión de cine de autor europeo que nos azota desde el sofá gracias al Atlántida. Agradecido en tanto, en algunos casos, ocasión única de descubrir títulos que quedan en la sombra una vez finaliza. Títulos como este que nos ocupa, presentado en la sección Forum de la Berlinale de 2019 rodeada de elevado entusiasmo crítico. Su presencia en el festival online de Filmin, lamentablemente, se vio reducida a muy pocos días, de modo que pasó desapercibida bajo el radar de muchos espectadores que lo siguieron. Sin embargo, gracias a la Cineteca de Madrid pudimos disfrutarla en pantalla grande durante una semana. Hablo de la personal película No creas que voy a gritar, de Frank Beauvais. Un proyecto diferente, personal y reconocible que es probable que pase desapercibido para la mayoría de la humanidad, pero al que el que escribe estas líneas acudió con poco disimulado entusiasmo, convencido de que las reseñas positivas no eran fortuitas. Servidor ha abierto la mente a propuestas más arriesgadas del cine de autor, y desde entonces se ha visto recompensado por títulos que han nutrido mi cinefilia. Y no puedo más que hacer uso de este altavoz virtual para instaros a que veáis esta película cuando surja la ocasión y esté a vuestra disposición. Un angustioso ejercicio de tormento e introspección cinéfila un tanto ensimismado pero de encomiable desempeño formal y cuidada coherencia y riqueza en su discurso y maneras.