Napoleon Dynamite
Sinopsis de la película
Esta es la historia de Napoleon Dynamite (Jon Heder), un joven que vive en la zona rural de Idaho con su abuela y su hermano de 31 años, y a quien su doble condición de bailarín y ninja le ayudan a triunfar sobre la adversidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Napoleon Dynamite
- Año: 2004
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
Película
6.1
76 valoraciones en total
Napoleon Dynamite no es una mala película, sirve para pasar un buen rato, reír a ratos y disfrutar de un humor diferente al cliché americano. Tiene algunos momentos interesantes y graciosos, como el absurdo tío Rico grabándose a si mismo con el lanzamiento del balón, cuando Napoleon trata de saltar la reja, o bien cuando tío Rico le tira un pedazo de carne en la cara a Napoleon. Los dos mejores momentos son cuando tío Rico manda a los hermanos a comprarse pañales o la absurda maquina para viajar en el tiempo.
En el fondo algo gracioso y diferente, el problema? ciertos grupos han tratado de darle mayor significancia de la que tiene, tratan de subir esta película a la categoría de culto. Y definitivamente no le da para tanto….simplemente no le pida más de lo que es. Sirve para pasar un buen rato y punto.
Sólo por esa mitiquísima escena que, por mi parte, pasará a los anales de la historia de la comedia freak y extravagante, merece verse Napoleon Dynamite . Creo que hacía tiempo, tiempo y tiempo que no hallaba un momento tan bien concebido, tan bien situado y tan apropiado como para dejar boquiabierto al espectador.
Jon Heder es un auténtico crack, ya no sólo por el baile, sino porque borda minuto tras minuto, gesto tras gesto y mueca tras mueca un personaje tras el que, este enorme actor, convierte lo difícil en fácil.
Napoleon Dynamite es, además, una comedia freak que habla sobre un tipo, uno de esos entrañables freaks, que intenta continuar adelante como uno más, y muestra de ello son algunas de las discusiones con su tío, Rico, o ciertas relaciones que va sobrellevando con el acierto necesario como para no ser tomado por lo que es, un tío tan excéntrico y raro como el que más.
Si la comedia marciana de Wes Anderson alcanzaba su cumbre en Life aquatic , Jared Hess acierta plenamente haciendo de su cinta una sucesión de hilaridad continua que bien podría recordar a cualquier trabajo de Anderson, no fijando el gag como eje de su material, sino a sus mismísimos personajes, y todo aquello que narra y va aconteciendo para que el espectador pueda sacar sus propias conclusiones.
Además, y aunque suene chungo, cada uno de nosotros tenemos una pequeña parte de Napoleon Dynamite ahí dentro, una parte de una persona que, por extravagante que parezca, por patadas al aire que de tras ser vapuleado por un abusón, por expresión atolondrada que posea, por andares destartalados que tenga, busca y busca dar un paso más para encontrar su pequeño lugar en un mundo que no parece hecho a su medida, y eso es lo que buscamos todos nosotros en el fondo, creo yo. ¿O es que alguien opina que el mundo está hecho a su medida?
Y por ello resulta entrañable y genial.
Asómense a la historia de Napoleon Dynamite, el perdedor desubicado de gafas de búho y despiste perpetuo, que vive en su propio microcosmos de soledad y confusión, repudiado por todos sus compañeros de clase, mientras el caos sobrevuela sobre su estrambótica familia de freaks y las chicas no lo quieren ni siquiera para reírse de él. Napoleon, el hombre sombra, con su cabeza llena de ideas extrañas, sin amigos ni besos, atravesando la adolescencia de fracaso en fracaso, sin enterarse de nada.
Pero si tenemos en cuenta que en esta historia no existe la lógica, y todo se desarrolla digamos al revés, nos toparemos con una de las mejores comedias sobre adolescentes descerebrados de los últimos 30 años, y poco a poco iremos viendo que Napoleon no es en realidad imbécil, si no tan solo diferente. Desde luego su mollera no funciona de manera convencional, y no puede decirse que el desenlace de sus peripecias atienda a demasiados méritos personales, pero no importa cuando nos hemos reído tanto por el camino con una sonrisa liviana entre la perplejidad y la sorpresa.
Merece un aplauso el que en una película de semejante temática no se mencione el sexo, o se haga un chiste sexual, ni siquiera una sola vez, Napoleon se enamora, claro que sí, pero esto que aquí se nos presenta más bien parece el enamoramiento de un ángel que cualquier otra cosa, distanciándose completamente desde el primer momento de todas las comedias sobre púberes con picores rodadas hasta la fecha.
Y la diferencia vencerá en Napoleon Dynamite mediante resortes que ni siquiera significan un alegato a favor de los perdedores que pueblan los institutos, utilizando el absurdo como estandarte, si no que se va más allá y Hared Hess realiza con todos ellos un acto de conmovedora justicia poética, dándoles un nombre y una dignidad que los redime tanto de las situaciones difíciles a las que tienen que enfrentarse en su día a día como del mal enfoque cinematográfico al que siempre se han visto sometidos.
Sí, la realidad es otra, pero si quieren entrar en esta película y disfrutarla olvídense de ella, si no pueden hacerlo siempre pueden acudir a American Pie, aunque podría decirse que la distorsión de las cosas será parecida pero a la inversa. Ante las posibilidades que me ofrece el cine, yo me quedo con las desventuras de Napoleon, al menos, desde dentro de su fantasía fluye algo de lo que hoy en día muy pocas películas pueden ofrecer: honestidad.
La mascota que habita en este hogar americano se llama Tina y se encuentra en un prado tras una alambrada. Tina observa desde su posición las aventuras y desventuras de Napoleón y su familia.
Es inenarrable el desfile de personajes originales que plasma la película al igual que cada situación y frase.
El protagonista ya tiene un nombre bien de loco: Napoleón. El otro día viendo El Calzonazos, Paco Martínez Soria, hacía referencia a un tipo de locos que se relacionaban con la frase: ¿Pero loco como a lo Napoleón? y se metía la mano bajo su chaqueta como imitándolos. Pues el chico que nos ocupa se llama así y de apellido Dynamite. Toda una bomba de relojería, como cada frase y detalle. Pero él no está loco. Es un visionario y muy seguro de sí mismo. Mira dentro de su corazón y sólo quiere que todos consigan sus sueños.
Si conectas con este tipo de humor friki, la disfrutarás muchísimo, incluso con ternura hacia cada uno de los personajes pero… hay que reconocer que si esto no sucediera, podría convertirse en el infierno más próximo en la tierra.
Grandes momentazos podemos encontrar como La máquina del tiempo (unos cables pelaos, una hojalata unida a ellos y con diversos textos con pegatinas, extrañados de que no funcione mientras el tío asevera: Eso ya os lo habría dicho yo ), la conversación con Pedro sobre las elecciones ( Si necesitas alguna de mis habilidades puedo hacer lo que quieras ¿Por quién vas a votar? ¡¡Pues por Pedro Sánchez!! ¡¿Por quién crees?! ), sus recreos jugando con la pelota voladora (Summer? juegas conmigo?).. y su fabuloso baile. ¡Cómo se menea Napoleón!
Ainsss Napoleón, tan friki pero tan lógico y cabal. Una manera más de ver el mundo de adolescentes de instituto en norteamérica, pero en original y por qué no decirlo, con un par, porque hay que tener un par para ir a un productor y decir: Mira, mira, que te voy a contar una idea que se me ha ocurrido . Y a renglón seguido, con cara medio seria soltar todo de forma natural.
Banda sonora especial… ¡qué recuerdos de moza!
La genial secuencia de los títulos, como muestra del catering del comedor, ya da una idea de lo que nos vamos a encontrar en esta cinta: un plato tan extraño como cotidiano, acostumbrados a él, pero nunca del todo, diferente al resto y parecido a todos los demás.
En los 86 minutos que dura Naopoleon Dynamite van desfilando por la pantalla una ejército de freaks, geeks, nerds y demás anglicismos modernos, en el escenario de un típico instituto americano, con sus típicas taquillas, sus típicas animadoras rubias, y su típico baile de fin de curso, pero en él todo es tan convencional como diferente, sólo que quizás esta vez los protagonistas no sean los de siempre, sino que el ojo de la cámara se posa sobre aquel chico de la última fila que dibuja unicornios en clase.