Nacida ayer
Sinopsis de la película
Billie Dawn es la novia de Harry Brock, un mafioso millonario mafioso, desea convertirse en un miembro respetable de la alta sociedad y está dispuesto a lo que sea con tal de conseguirlo. El problema es que se siente avergonzado de los malos modales de su novia Billie y de su falta de elegancia y sofisticación. Ésta es la razón por la que contrata a un joven y atractivo periodista para que le dé a Billie un curso de buenas maneras. Gracias a la paciencia y al cariño de su mentor, la chica experimenta una maravillosa transformación.
Detalles de la película
- Titulo Original: Born Yesterday
- Año: 1950
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
7.1
83 valoraciones en total
Cuenta la historia de una rubia miope, ingenua y cariñosa (Hollyday), chica de un gángster (Crawford) quien espabilara tras ser culturizada por un atractivo intelectual (Holden), quien insiste particularmente en el tema de la democracia (¡qué viva América!). La chica tomará conciencia de su estúpida condición, hará frente al gángster y, por supuesto, continuará su ejemplar romance con su profesor…
Una especie de cuento de hadas, adaptación de un original teatral de Garson Kanin, no es exactamente una gran comedia, pero sí un ejemplo solvente de hacer comedia inteligente, elegante, fina en diálogos, ritmo y situaciones, y dónde al espectador no se le trata como un bobo voyeurístico sino como un ser racional (lo que acaba siendo la redimida y pizpireta Hollyday). Luis Mandoki realizó un remake en los 80 con Melanie Griffith.
Una comedia que estuvo mucho tiempo en Broadway, fue precursora de la excelente My fair lady del mismo director y tuvo una floja remake en 1993. Presenta elementos típicos del cine norteamericano:
1. el comerciante enriquecido y mafioso, Harry, (Broderick Crawford), con una mujer rubia pero inculta, Billie, (Judy Holliday), que hay que educar.
2. la violencia física.
3. el elogio de los precursores de la nación y la constitución.
4. el contenido ético de los documentos fundacionales.
Una correcta y simpática actuación de William Holden, algunas escenas memorables de Judy Holliday, la dirección siempre eficaz de George Cukor y las visitas a los monumentos de Washington dan cierto brillo a una comicidad basada en, como diría Aristóteles, hombres inferiores .
Esta es la clase de película que me deja absorto, fascinado, sintiendo que he estado ante una perfecta demostración de arte… y me quedo deseando lo imposible: que todo el equipo que la realizó, estuviera a mi lado para darle el más caluroso abrazo, pues, su trabajo pareciera el resultado de una conjugación del espíritu creativo del universo, ya que, ¡hasta sus dobladores! lucen con insuperable talento… inspirados… ingeniosos… mágicos.
>, es una obra maestra.
Todo comienza con una obra teatral, magistralmente escrita por Garson Kanin (el mismo de Adams Rib , ¡otra obra memorable!), aderezada con exquisitos, brillantes y punzantes diálogos, que nos hacen reír, reflexionar y comprender cosas de absoluta relevancia para la vida en sociedad. Además –y es también su aporte-, cada situación es planeada con suma lucidez logrando que, cualquier movimiento, gesto o ademán, tengan un elocuente significado y nos aporten ingeniosos detalles de la personalidad y el sentir de cada uno de sus personajes.
Con maestría, el director George Cukor, logra crear un perfecto ambiente cinematográfico en un gran set, estilo suite hotelera, que funciona eficientemente, y así, aquella obra recibida con eternas colas en las taquillas de Broadway y con intensos aplausos de quienes tuvieron el privilegio de ver en persona la genial interpretación de Judy Holliday (¡quien alcanzó el impresionante récord de 1.642 representaciones!), se convierte con ella misma y con un impagable Broderick Crawford, en una inolvidable sátira que no deja títere con cabeza en aquella sociedad donde su plausible constitución y demás respetados textos que proclaman los derechos inalienables de Todos los ciudadanos, se los pasa por la faja buena parte de la clase gobernante que, aliada con los poderO$o$, defiende mediante patrañas sus intereses personalistas. Todo lo malo que nos rodea es engendrado por el egoísmo –dirá con sabiduría el periodista-instructor Paul Verrall-, y cuando el egoísmo es una fuerza organizada, se llama fascismo.
La relación que se desenvuelve entre el instructor y su alumna Billie Dawn, la consigue Cukor con una sobriedad ejemplar, mostrando con detalles de mucha altura, claro intelecto y refinamiento socio-político, la manera como se va convirtiendo a una típica rubia tonta (como nacida ayer), en un ser pensante, autocrítico y con grandes anhelos de equipararse al maestro. ¡Cuánto puede la fe en el otro, la consagración y la clara conciencia, queda aquí demostrado a plenitud, para complacencia nuestra y para bien de nuestra carcomida sociedad!
Y retumba todavía en mi mente la valiente frase de Thomas Jefferson, plasmada en la cúpula de su monumento en Washington: He jurado ante el altar de Dios, hostilidad eterna contra toda forma de tiranía sobre la mente del hombre.
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Antes de realizar la impecable versión cinematográfica de Bernard Shaw Pigmalión, bajo el título de My Fair Lady, en forma de musical, George Cukor se había acercado ya al mito de Pigmalión con esta película, tomando como punto de partida una obra de Garson Kanin. El sustrato teatral, la elegancia de las tablas, el gusto por el refinamiento intelectual subyacen en su cine sin menoscabar el lenguaje de un cine popular. La clave para conseguir una comedia redonda, el viejo zorro, George Cukor lo sabía my bien, era un buen argumento, diálogos con chispa, unos actores adecuados con química, y por supuesto, el ritmo adecuado. No en vano, ya había dirigido unas cuantas obras magistrales que figuran en la historia del género y que todos conocemos.
El cineasta, airea la película al exterior ofreciéndonos unos excelentes planos de la ciudad de Washington y sus instituciones políticas y gubernamentales, muy importante para el devenir de los conocimientos culturales y la ética de los protagonistas, que condicionan la obra, otorgándole, además de situaciones muy jocosas, un valor dramático excepcional. Los personajes, gracias un buen plantel de actores, nos transmiten con naturalidad esa cercanía en el devenir de los acontecimientos. En el caso de Nacida ayer puede hablarse de una comedia didáctica – en el mejor sentido de la palabra, ya que el término padece una creciente devaluación –, moralizante en tanto en cuanto ensalza las virtudes del aprendizaje y la educación, poniendo en solfa la corrupción institucional y la crisis de los valores democráticos.
El personaje de Billie Dawn (Judi Holliday), comprometida con un industrial corrupto de modales gansteriles Harry Brock (Broderick Crawford), quien se vale del periodista Paul Verrall (William Holden) para que refine a su futura esposa ha pasado a formar parte de la galería de caracteres emblemáticos del celuloide, imitado en alguna película y homenajeado en otras. Los mejores momentos del film, por tanto, se deben a las escenas que muestran la convivencia entre Billie y Harry en toda su vulgaridad, insultándose, gritándose entre ellos en un lujoso hotel donde se alojan, a la que Cukor dinamiza en la puesta en escena y dota de sentido en la desorientación de los personajes, con absoluto control del tiempo narrativo. Una inolvidable y recomendable comedia.
Eligen a un periodista como paradigma de cultura (porque se sabe los nombres de los 50 estados de carrerilla), cuando todos sabemos de sobra que el 82.73% de las personas de este colectivo, no alcanzan la ya de por sí baja y vulgar media en cultura general de cualquier territorio, a parte de no hablar bien, escribir mal, y lo que es peor, no saber leer ni escuchar.
Y como paradigma de analfabetismo eligen a una rubia, un botijo tanto física como psicológicamenter por el que resulta poco creíble que puedan perder la cabeza ni el tosco y ambicioso Crawford (grandísimo actor de interpretaciones similares a las de Victor McLagen) ni el fino y correcto Holden, pero en fin…
En esta fuente de inspiración de My Fair Lady, Granujas de Medio Pelo o Pretty Woman, queda bien demostrado que si te calzas unas gafas de pasta dejarás automáticamente de decir mondarinas, cocretas o candelabro.
Esta comedia contiene uno de los misterios más serios del cine: el porqué estas 3 acciones quedan siempre bien en el séptimo arte:
dar fuego a alguien,
pinchar un vinilo de jazz con una copa en la mano y
jugar a las cartas.
La partida que juega el matrimonio es colosal. Del mismo modo resultan hipnotizantes los finales de El Apartamento y Viridiana, o la majestuosa partida de mus de El Crack, sin olvidar los clásicos piques de pócker de infinidad de películas.