Menú degustación
Sinopsis de la película
Hace un año, inmediatamente antes de su ruptura, Marc y Rachel consiguen reservar mesa en uno de los mejores restaurantes del mundo. En ese paradisíaco rincón de la Costa Brava conocen sibaritas de todo el mundo. Juntos comparten una extraordinaria experiencia sensorial. Será una velada inolvidable.
Detalles de la película
- Titulo Original: Menú degustació
- Año: 2013
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
Película
4.5
99 valoraciones en total
En términos puramente gastronómicos, la película me parece imbebible, incomestible, indigerible, infumable y esencialmente purgativa.
No me cabe en la cabeza que Roger Gual, que es un señor que ha demostrado saber hacer muy buen cine, haya terminado haciendo esto. Y todavía menos me explico qué hace aquí gente como Stephen Rea o Fionnula Flanagan, a quienes se les presupone un criterio completamente incompatible con este tipo de engendros.
La verdad es que lo mejor fue la experiencia gastronómica que acompañó al visionado de la película.
La película es agradable de ver, divertida a veces, original en la trama, con unos personajes con historias variopintas que amenizan, con unos platos exquisitos que forman parte del menú degustación real del Restaurante El Celler de Can Roca realizados con el asesoramiento de Ferran Adrià y que te hacen salivar sólo con verlos o cuando oyes las materias que los componen.
La vertiente cómica de los actores convence y hace sacar una sonrisa, Marta Torné, joven bellísima e ingenua parlanchina medio boba que no para de meter la pata con los japos pero a la que se la tiene aprecio, la anciana inglesa que viene a cenar y cumplir la tradición con las cenizas de su difunto esposo y que tiene en estima a la cocinera, como si fuese una hija, el maître solucionador y calmado, además de atractivo, que aporta soluciones simples, la pareja divorciada cuyo reencuentro produce varias situaciones cómicas, aunque es difícil verles como pareja, pues él es físicamente casi un metro más bajito que ella… (sin duda Jan Cornet lleva alzas al lado de Claudia Bassols, pero deberían ser mayores para, por lo menos, igualarles y evitar el ridículo), el amante de la divorciada que quiere declararse a su chica y que gracias al camarero nos regala un divertido panorama…
La parte negativa de la película sucede a partir de los postres, en ese momento en la historia de la peli se produce una complicación que provoca que no tengan postres y el giro que da el argumento de la peli inventando una historia increíble con un naufragio, la intención de una pandilla de adinerados snobs que no saben más que poner velitas en la arena y danzar al son de la música en la playa mientras tienen intención de ayudar y, el colmo final, que aparezca el chalado rockero friki popular por ser marido de una cantante de la movida y estar ahora de moda en programas del corazón, el rizo se riza aún más cuando en las imágenes se ve al grupo rockero, tipo Nancys Rubias, pero sin cantar, incluso emborronan la imagen: mientras ellos saltan y cantan en la playa se incorpora como canción Mi gran noche interpretada por Raphael, con una inconexión imagen-sonido/letra donde ves los saltos y la boca del rockero anoréxico por un lado y por otro en el tiempo la canción de Raphael. Qué desastre!.
Cuestión aparte es la del idioma: está rodada en catalán, castellano e inglés, utilizando en exceso este último, inmiscuyendo al personal del restaurante en el pedanterismo que respiran la mayoría de comensales. Es normal que el relaciones públicas del restaurante o el maître sepan hablar inglés, pero resulta excesivo que todo el mundo tenga profundas conversaciones y reflexiones en ese idioma o que incluso respondan en inglés cuando alguien se dirige a ellos en catalán o castellano.
Diría bravo por la película, entretenida al menos, hasta los últimos 15 minutos, donde la historia se trunca por lo inverosímil, la pazguata respuesta de los pedantes ricos comensales y la incorporación del friki televisivo.
En un idílico paraje mediterráneo se encuentra el mejor restaurante del mundo. Un triste hombrecillo llega a él después de haberse peleado durante media hora con su GPS, pero el cabreo y la desesperación han estado más que justificadas. Más aún si finalmente se ha conseguido llegar a la línea de meta. Resulta que el patético señorito reservó mesa hace dos o tres años (ya no lo recuerda) y durante todo este tiempo, aunque no lo diga abiertamente, ha estado aguardando, impaciente, el momento. Ahora que está ahí, nada ni nadie va a privarle del goce supremo que le han prometido. De modo que, ahora sí, se relaja y saborea el momento. Cierra los ojos, piensa en recuerdos felices y sincroniza su respiración con la sedante cadencia de las olas del mar. De repente, una camarera destroza su nirvana particular: ¿Señor? ¿Me permite? El grisáceo cliente está indignado. El acto reflejo le invita a descargar toda la ira acumulada sobre la joven impertinente, pero a última ahora se reprime, porque supervisando toda la escena se encuentra, ni más ni menos, que la chef del mejor restaurante del mundo.
Además, tan grosera intromisión parece estar motivada por una especie de ofrenda de bienvenida. La camarera sostiene una bandeja en la que puede apreciarse… ¿una hoja de cactus? Y encima de la ¿hoja de cactus? hay una especie de… ¿sustancia gelatinosa? incolora. El cliente hace un esfuerzo sobrehumano para sonreír, alargar el brazo y aceptar el regalo. Antes de metérselo en la boca pregunta, con un hilito de voz, ¿Qué estoy a punto de comer? (porque el ¿Con qué están ustedes a punto de envenenarme? opina él que está fuera de lugar). Reducción de margarita servida en hoja de cactus, responde la jefa del local, con un tono que implícitamente añade la coletilla de Elemental… En un acto de encomiable valentía, el joven cadáver en potencia injiere la sustancia. Pasan unos segundos eternos, presididos por un tensísimo silencio, y todos los sentidos parecen conservar su vigor. No hay que temer por la supervivencia. Es más, las papilas gustativas dan síntomas de haber empezado una fiesta de proporciones épicas. Cocinera y comensal intercambian entonces una mirada de complicidad, tras la cual ella afirma Así me gusta hacer las cosas… sencillas.
Los dos personajes, muy convencidos de las tonterías que sueltan, asienten… y el espectador todavía reacio a tragarse las milongas de la cocina más vanguardista tiene todo el permiso -y el derecho- a partirse de la risa. De hecho, esta invitación tanto a la seriedad como a la carcajada es lo que ha caracterizado, desde la imprescindible Smoking Room (cáustico tratado, de autoría compartida con J.D. Wallovits, sobre las ratoneras del día a día), la filmografía de Roger Gual. Tanto en su debut como en la también muy rescatable Remake, el cineasta barcelonés evidenció una más que bienvenida mala leche hacia todos los supuestos valores (¡qué concepto más depreciado!) de unas estructuras (económicas, amorosas, sociales, laborales, familiares…) tan repulsivas como -qué rabia- fáciles de amar.
Juraba el maestro Billy Wilder que hacía aquellas películas que le pedía el cuerpo. Lo curioso es que sus entrañas iban a contracorriente. En momentos de máxima felicidad, el espíritu artístico le arrastraba hacia el drama y cuando más triste se sentía, necesitaba empaparse de comedia. Esta misma ley compensatoria es la que parece aplicarse, a rajatabla, Roger Gual, pues no parece casual el que sus dos primeras películas, que vieron la luz en momentos de bonanza económica en nuestro país (¿se acuerdan?), nos incitaran a tirar piedras (y dardos, y puñales… valía cualquier arma arrojadiza contundente), por simple y saludable necesidad biológica, hacia todo lo establecido, hacia todo lo que supuestamente tenía que aceptarse y acatarse sin otra excusa válida más allá de la existencia del sistema.
Siete años después de Remake, ha quedado claro que España ha dejado de ir bien. Cada noticia que se lee al respecto invita al deseo de, por lo menos, una muerte rápida e indolora. Para que todo termine de una vez. En el mejor de lo casos (y recuperando la voluntad de contrarrestar las malas vibraciones), invita a querer refugiarse en las pocas alegrías que incluso ahora siguen brotando de nuestra tierra. A calentar fogones se ha dicho. A recuperar el recuerdo de El Bulli (antiguo mejor restaurante del mundo) y a empaparse del savoir faire del Celler de can Roca (que ahora ocupa el trono cedido por Ferran Adrià), dos de los únicos puntales que, batallitas deportivas aparte, ha ayudado a que ese concepto tan repugnante como lo es el de la marca España no haya naufragado del todo. Menú degustación es una comedia romántica culinaria hecha en (y parece que también por… y también para) uno de los pocos sitios que inducen a olvidarse de los problemas que día a día nos amargan la existencia.
Punto 1: Lo siento pero la alta cocina no me interesa. Quizá sea un ignorante pero me parece una forma como cualquier otra de sacarle el dinero a ricachones que no saben en que gastarse el dinero, así que una película con este eje central no es una buena forma de empezar.
Punto 2: Esto no es estrictamente culpa de la película pero ver a actores como Santi Millán o Vicenta NDongo con voces que no son las suyas y no les pegan me molesta, tanto costaba que ellos mismos se doblaran al castellano om es que se salia de presupuesto, bueno como mínimo respetan la voces originales de los actores anglosajones que ya es raro con la cultura de doblaje de este país.
Punto 3: Debo ser muy maniático pero acabar la película con una aparición especial de Las Nancys Rubias y su insufrible líder Mario Vaquerizo es superior a mi. Por cierto esto no es spoiler ya que están anunciados en los créditos iniciales así que no creo estropear nada, ya sabéis: Con la colaboración especial de ……………………..
Punto 4: Las historias planteadas son tan nimias y sosas que la verdad yo las hubiera cocinado un poco mas en el horneado del guión ya están muy crudas por no decir que no interesan.
Punto 5: Venga no todo serán palos a la película, algunas cosa buena tiene común reparto con grandes actrices y actores donde ningún ego sobresale e incluso Marta Torné esta francamente divertida, poco mas la verdad pero suficiente para no catearla pese a los 4 puntos anteriores.
Aconsejo ver la película en Versión Original aunque no se sepa catalán, es preferible entender sólo la mitad, que verla doblada. Ya me pasó con la serie pulseras rojas , era imposible verla doblada, parecía irreal. Pero en la serie al ser toda en catalán era más difícil de seguir para una madrileña como yo. La película es más sencilla de seguir si se sabe inglés, ya que prácticamente la mitad del diálogo es en este idioma.
La película me pareció muy original, por el tema de los idiomas, por el buen nivel de inglés de los españoles y porque esas historias de pequeñas historias, en la que personajes que no tienen nada que ver unos con otros, interaccionan, incluso se relacionan, se cuentas sus secretos, me gustan mucho.
Gusta mucho también el ambiente mediterráneo, como de anuncio de televisión, y el ambiente cosmopolita, intercultural. La inclusión de esos japoneses tan serios mezclados con la chica graciosa, le dan una nota muy exótica y muy divertida.
También tengo debilidad por Stephen Rea.
En resumen, no es una obra de arte, pero es una película muy agradable de ver.
Eso sí, háganme caso, en catalán, se lo dice una madrileña.