Matar a la bestia
Sinopsis de la película
Emilia, de 17 años, llega al albergue de su tía Inés en la frontera entre Argentina y Brasil, en busca de su hermano perdido hace mucho tiempo. En esta exuberante jungla, donde abundan los mitos y leyendas locales, una peligrosa bestia que se cree que es el espíritu de un hombre malvado que toma la forma de diferentes animales, parece estar deambulando. En un viaje en pleno despertar sexual, Emilia tendrá que enfrentarse a su pasado para matar a la bestia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Matar a la bestia
- Año: 2021
- Duración: 79
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Opinión de la crítica
Película
5.1
57 valoraciones en total
A cierto poblado selvático y fronterizo, dónde la proximidad del Ecuador impone un clima húmedo y tórrido, llega Emilia, la adolescente de 17 años que necesita encontrar a su hermano. Desde hace unos días, una atmósfera de creciente paranoia colma los pensamientos de sus habitantes, atemorizados porque una bestia incierta, que parece sacada de un cuento de Horacio Quiroga, amenaza la integridad de las mujeres. Hay sobrados motivos para pensar que esto último es una tautología de algo más, pues parece que esta bestia sólo ataca a mujeres, las mancilla, y eso despierta la reacción de la iglesia local, que quiere organizar una partida para cazar a este extraño ser y santificar el territorio mientras impone la sospecha y ciertas normas a los habitantes.
Porque Emilia no sólo va a buscar a su hermano, también huye, rehúye de algo que ha ido dejando de lado y que durante la narración se irá desplegando. En esa oposición que hay entre la joven bonaerense y esa naturaleza sensual surge una sexualidad tan floreciente como indefinida, algo perturbador no ha sido nombrado y parece que está relacionado con la madre de ella, es decir, con el pasado, que ella debe desnudar.
Matar a la bestia es una propuesta dónde los detalles cobran crucial importancia, hay que estar atento para captar paralelismos y alusiones. Por ejemplo, hemos de fijarnos que el poblado dónde se localiza la acción es fronterizo y Emilia está precisamente en la frontera de la edad adulta, que no parece despertarle demasiada dicha, al contrario, hay algo de incertidumbre en la forma que Emilia mira a otras personas. Se nota cierta identificación entre ese conflicto colectivo de la misteriosa bestia que aterra a los pobladores de la frontera y los temores que ella carga en su interior, que entre otros que ella confiesa, están los cuerpos ajenos y los besos. Emilia parece que ya ha estado con hombres y sin embargo observa a las mujeres con una intensidad que oculta algo más, un paso que ella no se atreve a dar. Tanto en el conflicto intimo como en el problema colectivo los hechos resultan inciertos, no hay pruebas sólidas, la sexualidad de ella es ambigua como ambigua es el hipotético aspecto de la bestia, impera una atmósfera tensa, que algo perturbador podría desvelarse.
Junto a esos hábiles y sutiles paralelismos, la densa atmósfera silvestre viene retratada por la que sin duda es una de las principales lanzas de batalla de la cinta, que es la potente y meticulosa fotografía de Constanza Sandoval, que retrata los paisajes perfilando cada hoja de cada árbol en imponentes panorámicas, de forma que logra sumergirte en la experiencia sensorial que rodea a los personajes. Un lenguaje sensual para un mundo sensual. En muchas ocasiones, a la ambigüedad narrativa también hay que añadirle la dificultad impuesta en ciertas escenas, pensadas como cuadros vivientes a lo Nuri Bilge Ceylan, dónde el ritmo está ralentizado a tal nivel que pondrá a prueba a los más impacientes, sin embargo, en mi caso, su potencia visual logró captar mi atención. No es mentira que en algunos momentos flota cierta amenaza que el relato se le va a ir de las manos a la directora y que los logros pueden quedar dilapidados, no obstante ese momento nunca llega y lo único que deja cierto poso de insatisfacción es el tercer cuarto, que sólo el desenlace, sin duda coherente, logra despejar.
No es un título para cualquiera, ahora bien si alguien piensa que se siente cómodo frente a las obras del tailandés Apichatpong Werasetakul, con la consabida mezcla de elementos fantásticos y la radical narración audiovisual, entonces Matar a la bestia es una experiencia que sin duda gozará.
Aún con un diseño sonoro logrado y una fotografía hipnótica, Matar a la bestia es una película regular. Realmente la película brilla en aspectos técnicos, pero se deshace en los aspectos narrativos.