El creyente
Sinopsis de la película
Para superar su drogodependencia, Thomas, un joven de 22 años, se une a una comunidad religiosa aislada en el monte en la que los jóvenes se rehabilitan a través del recogimiento espiritual. Thomas habrá de pelear con sus demonios interiores, con su rechazo inicial y con la presencia de Sybille, de la que comienza a enamorarse.
Detalles de la película
- Titulo Original: La prière (The Prayer)
- Año: 2018
- Duración: 107
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Opinión de la crítica
Película
5.5
40 valoraciones en total
Del mismo modo que casi un siglo después tanto el Festival de Cannes como el de Venecia, con la compañía de la larga temporada de premios estadounidenses iniciada en Toronto, siguen marcando el menú de grandes películas que los cinéfilos seguimos y ansiamos degustar a lo largo del año, el otrora venerable Festival de Berlín está quedando relegado a un segundo plano mediático. Su historia y prestigio son intachables, pero podemos contar fácilmente una década en la que apenas ha dejado un puñado de títulos realmente relevantes. O si acaso, notable que hayan recibido difusión y hayan logrado vida más allá del festival. Situación que no es óbice para que este medio prosiga infatigable en su empeño de cubrir cada competidora de sus secciones oficiales o paralelas que vayan llegando a nuestras pantallas. Que en el caso de nuestro país, con la excepción de las películas merecedoras de los galardones más importantes, se pueden retrasar más de un año. Tal es el caso del filme analizado en esta crítica, que se presentó en la capital teutona hace dieciséis meses. Se trata de El creyente, obra de Cédric Kahn reconocida en la Berlinale con el premio a Mejor Actor. Una de las pocas películas que recibió reseñas positivas en aquella criticada edición del festival. Acudimos por tanto a cubrir el estreno con escepticismo pero también con optimismo. Y aún sin ser contrariado ni enfurecido por lo que me encontré, es arduo recomendar una película tan correcta como anodina. Una película honesta y compacta pero también simple y ajena a la sorpresa o a la indagación en sus elementos de interés. Una medianía en la que su reparto no es motivo suficiente para rescatarla.
Crónica del descenso a los infiernos que padecen quienes han tenido el infortunio de asomarse al mundo de las drogas. Convertidos en adictos, la mirada de Cedric Kahn se centra en drogadictos que, siendo conscientes de su deriva, intentan remediar su catástrofe personal a través de la reclusión en un centro apartado de casi todo.
Con la única compañía de iguales, dedicados a tareas manuales, y una religiosidad a la que se aferran como la última esperanza de reconducir una vida cuya continuidad anda en juego, se atisba la derrota impresa en la mirada de estos personajes.
El protagonista es un joven que descubrirá en sus meses de reclusión el compromiso, la amistad y otras pasiones vitales, de las que su corta existencia no ha andado muy sobrada. Anthony Bajon, premiado en Berlín por esta interpretación, borda un papel con el que llegas a interrogante acerca de las sensaciones y pensamientos que pueden albergar estos enfermos ante lo laberintico de su situación.
La historia también encuentra lugar para asomarse al fracaso, abriendo camino a las dudas y los pasos en falso, en un ejercicio final de cierto buenismo que no llego a creerme del todo
Cédric Kahn tiene una carrera como cineasta bastante reducida, pese a que comenzó a dirigir hace casi 30 años. Hasta la fecha únicamente he visto 3 de sus películas, curiosamente sus últimos proyectos, y en el caso de Vida salvaje ( 2014 ) que no se estrenó en los cines españoles después de formar parte de la sección oficial del festival de cine de San Sebastián.
En esta ocasión la película se presentó en la Berlinale y fue premiada con el Oso de plata al mejor actor para el joven Anthony Bajon, que interpreta a Thomas que ingresa en una comunidad cristiana de desintoxicación de adiciones a las drogas o el alcohol, situada una zona montañosa rodeada de nieve, rodada en el departamento montañoso francés de Isére situada en los Alpes. El joven intérprete, que fue candidato al César 2019 en la categoría de actor revelación, es el gran protagonista del proyecto, y el resto de personajes giran a su alrededor, aunque en algunos casos tienen alguna escena clave en la trama.
El planteamiento inicial no es novedoso, y en algunos momentos me recordó a Identidad robada ( 2018 ) , aunque la película protagonizada por Lucas Hedges aborda un tema diferente.
Una vez presentados a los personajes el director podía haber optado por hacer una película convencional o abordarla de manera más áspera y cercana al cine independiente. La decisión es coherente con su manera de rodar, y sobre todo con intentar acercarse al realismo, pero con el paso de los minutos, pese a que hay algunos giros ( uno interesante y otro que no me convence ), la película se estanca, y mantiene el interés por el gran trabajo interpretativo del protagonista y por una banda sonora potente sin excederse compuesta a seis manos.
La belleza natural del lugar en donde se desarrolla la historia y una acertada fotografía, sobre todo en las escenas más oscuras son los aspectos destacados, aunque como punto negativo es que se abusa de las imágenes cercanas a los personajes y de la cámara en movimiento, sobre todo en las escenas de exteriores.
Los tres personajes secundarios más importantes son el español Alex Brendemühl, que interpreta a Marco, uno de los encargados en el centro de desintoxicación, Louise Grinberg, una chica que vive en el pueblo más cercano llamada Sybille que se hace amiga del protagonista, y Damien Chapelle como Marco, uno de los jóvenes internos en la comunidad religiosa.
Una película que funciona mejor por su aspecto formal que por en interés de la historia, y que gustará a los que disfrutan con historias en donde los adolescentes son los protagonistas, pero en un ámbito del cine independiente europeo.
LO MEJOR: La música. La actuación de Anthony Bajon.
LO PEOR: Demasiado plana y previsible.
Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
Espléndido trabajo el del joven actor francés Anthony Bajon cuya interpretación ha sido reconocida con el merecidísimo premio a Mejor Actor en el pasado Festival de Berlín. La fuerza de El creyente (No me cansaré de quejarme de las traducciones de los títulos: ¿por qué no se ha llamado el rezo
o la oración que es realmente el nombre que le ha puesto su director?) se encuentra en su protagonista. El argumento, interesante, no llega a emocionarme del todo y eso que hay motivos para hacerlo: jóvenes drogopendientes que a través del recogimiento espiritual tratan de salir del pozo en el que han caído. A pesar de sus peros el resultado es bueno. ¡Toma nota!
Cédric Kahn escribe y dirige esta película totalmente inspirada en la Comunidad del Cenacolo. Esta comunidad fue fundada en el 1983 por la Madre Elvira. Actualmente, sus casas se encuentran alrededor del mundo y ayudan a salir de las drogas y de cualquier situación de adicción o fracaso personal a miles de jóvenes cada año. Su éxito está basado únicamente en el Amor (fraternal y espiritual). En la Cenacolo no hay medicamentos ni médicos y los superiores son aquellos que llevan más tiempo en el camino de la comunidad.
Este ha sido el impactante escenario que ha escogido el controvertido cineasta para plantear su siguiente largometraje. Y sin querer poner maldad en ello, al menos eso esperamos, Kahn (Feux Rouges) hace su propia interpretación del retrato.
Cinematográficamente la cinta cautiva por muchos motivos. Primero por Anthony Bajon, que se ha merecido el premio a mejor actor en el Festival de Berlín y su nominación en los Premios César. Del mismo modo, Yves Cape también atrapa con su trabajo fotográfico en el que retrata, de manera costumbrista, cada paisaje, la rutina de la casa, etc. El director también pone interés en plasmar la desgracia de vivir en un mundo deshumanizado y en cómo las adicciones destrozan vidas y familias. Y ante ello, plantea la importancia de la amistad y de una comunidad para salir de estas situaciones.
Sin embargo, el enfoque de esta idea deja que desear. Pese a retratar concienzudamente todas las costumbres de la casa (como los testimonios, las obras de teatro, la fiesta de verano, la comunidad de chicas y la mucha compasión humana), el director olvida tintar la película con la profunda alegría que sienten sus miembros o con la esperanza del esfuerzo personal que realizan.
En cambio, pone el acento en lo que uno se priva al entrar en la comunidad como el sexo o la libertad. En este sentido, por ejemplo, cuando en la trama se plantea una vocación espiritual, esta se enfoca desde la renuncia y no desde la ganancia. La severidad de la benefactora o la vaga explicación de su elección final deja a los espectadores un regusto desesperanzado sobre el método Cenacolo.
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