Más allá de las montañas
Sinopsis de la película
China, a finales de 1999. Tao, una joven de Fenyang, es cortejada por sus dos amigos de la infancia, Zang y Lianzi. Zang, propietario de una estación de gasolina, está destinado a un futuro prometedor, mientras que Liang trabaja en una mina de carbón. Su corazón está dividido entre los dos hombres, y debe tomar una decisión que sellará su destino y el de su futuro hijo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Shan he gu ren (Mountains May Depart)
- Año: 2015
- Duración: 131
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Opinión de la crítica
Película
6.5
73 valoraciones en total
Tao (Tao Zhao) es una chica que vive en la ciudad china de Fenyang. Liangzi ( Jing Dong Liang) y Zhang (Yi Zhang) son dos amigos que están enamorados de ella. El primero es humilde y trabaja en la mina, mientras que el segundo ha hecho fortuna y es cada vez más rico. Obviamente, Tao decide casarse con Zhang. Liangzi, con el corazón roto, decide abandonar la ciudad. Tao y Zhang tienen un hijo, al que ponen de nombre Dollar (Zijian Dong). Pero las cosas no son como Tao imaginaba, y la pareja termina separándose y, de común acuerdo, deciden que Dollar se vaya a vivir con su padre, para que tenga más medios y vaya a mejores colegios. Inevitablemente, el futuro de Dollar se verá determinado por la situación de sus padres.
Se trata de la última película de Jia Zhang-Ke, el director de Naturaleza muerta y Un toque de violencia. Con su peculiar estilo, el director chino realiza este melodrama en tres actos. El primero transcurre en 1999, con el cambio del milenio, el segundo en 2014 y el tercero en 2025. Pasado, presente y futuro en las vidas de los personajes de esta película llena de emociones que transcurren en los habituales escenarios de las películas de Zhang-Ke, ciudades frías, paisajes desolados, minas, arena, obras y zonas nada pintorescas.
La película se inicia con el Go west de los Pet Shop Boys y un grupo de chicos y chicas bailando. No hay títulos iniciales. Estos aparecen a los 50 minutos, cuando ha acabado la primera historia (la del pasado) y comienza la segunda (la del presente). Ahí aparecen los créditos iniciales, de manera sorprendente, en uno de los habituales toques peculiares de este director.
Los tres actos de la película, bien delimitados, hacen que veamos con claridad el contraste ocasionado por el paso del tiempo. Este es el principal asunto que trata la película, el paso del tiempo y las consecuencias que tienen en el futuro las decisiones del presente. También se pone énfasis en la importancia del factor económico, tanto en las personas individualmente como en la sociedad en general. El dinero determina demasiadas cosas, desgraciadamente. El detalle de poner de nombre a su hijo Dólar, ya es suficientemente significativo.
Zhang-Ke también da un toque respecto al problema de la comunicación, algo que va creciendo a medida que pasa el tiempo. En el tercer capítulo, en el año 2025, el padre y el hijo hablan más a través de la tablet que con sus propias palabras, y cada uno lo hace en un idioma. El hijo ya no sabe hablar chino y apenas recuerda a su madre.
El ritmo es lento, como uno espera del cine asiático, pero la película no es tediosa en absoluto. Es el ritmo que corresponde. Incluso diría que quizá le habría venido mejor algo más de pausa, hay situaciones que se resuelven con excesiva celeridad, y subtramas que desaparecen sin saber por qué. El director apela a las emociones del espectador y la película tiene un tono triste y melancólico, incluso en la primera parte de la misma, en la que casi todo son risas, alegría y optimismo.
El contraste entre la alegría y la tristeza viene marcado por las dos canciones que suenan varias veces en la película: Por un lado Go west, y por otro Take care, una vieja canción en cantonés interpretada por Sally Yeh que es pura melancolía. Fuera de las canciones, hay escenas en las que suena música de piano y poco más.
Si la primera parte es alegría, optimismo y toma de decisiones, la segunda es puro dolor. Es el presente. Oscuro, sombrío, doloroso. Las personas queridas se van, están lejos. Los reencuentros no son como los imaginábamos. Como dicen en la película, Nadie está en tu vida para siempre.
Y luego llega la tercera parte, el futuro. Para mi, la peor de las tres. No terminé de entender las cosas que pasan, y no me creí casi nada de lo que vi. Y es una pena, porque hasta entonces me estaba gustando mucho. Tampoco me gustaron los diálogos de esa parte, ni las interpretaciones, ni las caracterizaciones (grotesca la del padre). Eso si, los minutos finales son poéticos y muy bonitos.
A pesar de esa última parte no tan buena, me gustó la película. Zhang-Ke es, definitivamente, uno de los directores asiáticos más interesantes de la actualidad. La película hace pensar, hace sentir, y a diferencia de la mayoría de los melodramas, lo hace con elegancia y buen gusto.
Quizá el problema es que algunos esperábamos otra Un toque de violencia y ésta es muy distinta. Tal vez Zhang-Ke ha sido demasiado ambicioso en su proyecto de intentar plasmar en película demasiados sentimientos, demasiados años de vida, demasiado amplio el catálogo de renovaciones que las personas sufrimos en 25 años de existencia en los que estamos en continua metamorfosis.
Es una película triste, y la tristeza es bonita. Como la escena final, triste, bella, apabullante.
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La vida da muchas vueltas, y, por lo visto, todas son malas. Las películas pueden ser buenas, y, visto lo visto, tener partes malas o regulares que, a pesar de todo, no terminan de empeorar el conjunto.
Debo decir, antes de empezar, que no soy el espectador ideal para los triángulos amorosos algo dramáticos, ni aunque estén contados con sobriedad, ni aunque escondan grandes o pequeñas críticas a la Sociedad o a la Economía, ni aunque estén llenos de poesía y de imágenes que muestran más de lo que hay en apariencia. No soy fan de esta clase de cintas porque me cuesta creer que la felicidad dependa de otra persona que no sea uno mismo y porque, aunque entienda que haya gente que viva de esa forma y hasta le cueste superar ciertas vivencias… dos hostias os daba.
— Primera parte:
En el año 1999, tres amigos, que lo son desde la infancia (aparentemente), no son tan amigos a nuestros ojos. Después de escuchar a Pet Shop Boys y esa canción suya que todavía se puede oír en un montón de campos de fútbol, uno se cuestiona ciertas cosas a lo largo de 45 minutos: ¿la amistad entre hombres y mujeres existe? Se ve que sólo hasta que uno de los dos quiere tener algo más. ¿Si la amistad se rompe así de fácil, era amistad? Lo importante es poder tener gente con quien salir a tomar algo. ¿El amor se mide por el nivel de los regalos que se dan? En un principio sí, pero luego el tiempo dirá qué valor nuevo le das. ¿Y qué pasa con el dinero? ¿Será que el dinero no da la felicidad, pero te puedes comprar una familia con él?
Más tarde, según avanzaba esta primera parte, varias dudas nuevas se pasearon de nuevo por mi mente, a saber: tres amigos, ¿dónde?, pero, ¿por qué? Nadie te obliga, madre mía, aquí el que no corre vuela, leches, bailar en la discoteca es lo más, que me cambien el título de la película por El dinero mueve montañas.
Ah, pero seamos pacientes, que también puede ser una crítica a la occidentalización de China o al capitalismo salvaje y a las ansias de pillar dinero a toda costa en la vida. Hay que esperar todavía dos partes más para saberlo con certeza.
— Segunda parte:
Acaba el drama, empieza el melodrama, ¿o será al revés? Es al revés. Las cosas cambian y los personajes también, poco a poco. Los tres amigos, que no lo parecían y que, de hecho, se querían cepillar —en plan romántico— a la amiga que equilibraba el triángulo, más que otra cosa, han hecho sus vidas y a lo tonto han pasado 15 años desde que les dejamos en la primera parte.
Esta parte, la más destacada y la mejor de las tres, nos permite apreciar más a fondo a cada personaje y su entorno, las nuevas consecuencias de sus actos pasados y sobre todo del paso del tiempo y de lo que ha estado pasando en su país, donde el capitalismo sigue en aumento, al igual que la corrupción.
— Tercera parte:
No sabría decir si esta parte es mejor o peor que la primera, lo que está claro es que el desequilibrio y la irregularidad son una constante durante las dos horas de metraje. Aun así, esta parte al menos no necesita de una sinopsis que nos diga qué ha pasado antes para darlo por hecho cuando ocurre lo que tiene que ocurrir. Eso sí, de nuevo el mensaje queda claro y su reiteración no hace más que, eso, reiterarse y ser repetitiva. Roza la moraleja y la moralina y nos aleja de la historia de los tres amigos protagonistas.
— Final:
Y de repente se da una escena final sencilla y hasta fuera de lugar, y te vas a casa con buen sabor de boca y a la vez algo triste o melancólico por todo lo visto. Luego lo piensas un poco más y dices: la vida da muchas vueltas, y es posible que todas sean malas, pero es lo que hay y se hace frente como se pueda.
… En fin, no toméis el cine como referente para aprender de la vida o para calibrarla, o acabará por dejaros secuelas bastante negativas y sin ganas de vivir… A mí, por ejemplo, ahora mismo me apetecen unas empanadillas chinas.
Mountains may depart narra veinticinco años en la vida de tres amigos, una mujer y dos hombres, cuyas rutas tomarán caminos distintos a partir de un hecho a priori moderadamente banal, pero a la postre trascendente. Lo que inicialmente es un triángulo amoroso jovial, despreocupado, que recuerda vagamente al de Banda Aparte de Jean-Luc Godard, se torna violento e inmanejable cuando aparecen los celos y el ansia de posesión. A partir de aquí, se construye un drama fluido, precioso, moralmente interesantísimo. Ideas a propósito del determinismo, la libertad (emocional pero también económica), la evolución/involución tecnológica o el anhelo de las raíces son tratados de forma tan sensata como inteligente mediante un trazo sencillo, sin saturar en exceso la trama propuesta.
Asimismo, la inclusión de pequeños momentos explosivos de catarsis lúdica, a veces abiertamente cómica, contribuye a que una obra de calado densísimo en su trascendencia personal como es esta, sea ligera en sus formas. Un suspiro de cine total, con una de las escenas de apertura más euforizantes y preciosas que recuerdo haber visto últimamente en una sala. Cabe destacar que se aloja en los primeros minutos de Mountains May Depart la que seguramente sea una de las imágenes más bellas de todo el Festival de San Sebastián 2015 para quien esto firma: un gran plano general picado en el que los tres protagonistas en plena juventud se disponen formando un triángulo, como el que forman sentimentalmente, en paralelo a una orilla de la playa mientras se disparan fuegos artificiales. Esta imagen, una metáfora brillante de la eclosión dramática de la película, vale como apertura de un camino donde la sincronía entre lo formal y lo narrativo es verdaderamente irreprochable.
A través de un esquema de melodrama clásico, el chino Jia Zhang Ke nos propone en Más allá de las montañas un recorrido por la historia reciente de su país. Melodrama en tres actos y en tres tiempos con la novedosa particularidad de que uno de ellos, el último, está todavía por escribir. El viaje se inicia en la Noche de Fin de Año- y de siglo- de 1999 y concluye en 2025 y nos cuenta la intrahistoria de tres amigos de la infancia, una mujer y dos hombres componiendo un triángulo inestable condenado a romperse por uno de sus vértices. Un viaje sentimental y emocional sin billete de vuelta. Porque vivir es renunciar y el amor no es amor si no viene también con su carga de dolor a cuestas, ese parece ser el mensaje. De fondo, las profundas transformaciones vividas, y aún por vivir, por la sociedad china en ese tiempo con el país virando desde los cimientos de la tradición a algo más peligroso por obra y gracia del capitalismo más salvaje ( Go west ). La película se muestra sumamente crítica con aquellos que olvidan su pasado y sus orígenes que quizá por ello acaban siendo retratados como personajes ridículos y casi de opereta.
De las tres partes en las que se divide el film, sin duda es la segunda la que resulta más interesante y emotiva. Es muy significativo que el título de la película no aparezca sobreimpresionado hasta que no empieza este segundo capítulo, algo que inevitablemente relega al anterior a la categoría de mero prólogo. Tampoco tiene la intensidad de este núcleo central el posterior desenlace, en el que uno llega a sentirse tan desconcertado como se siente su joven protagonista.
No cabe duda de que la propuesta de Zhang Ke es ambiciosa. Ambicioso es querer condensar la historia de un país en 131 minutos de película. Utilizar tres formatos diferentes de imagen para ilustrar las distintas épocas de la historia, hacer avanzar la narración a base de elipsis imposibles, o situar su epílogo en el futuro para así teorizar sobre lo que puede pasarnos cuando el destino nos alcance, son recursos que tampoco deberían mermar la capacidad de fascinación de esta bella película. Más bien al contrario.
Jia Zhangke presentó en 2015 en la sección oficial del Festival de Cannes Mountains May Depart (Más allá de las montañas) dos años después de haberse llevado el premio al mejor guion por esa excelente y mordaz crítica a China que es Un toque de violencia. Injustamente, en esta ocasión, se fue de vacío en el palmarés. Meses más tarde se estrenó en la sección Perlas del Festival de San Sebastián (donde tuve ocasión de verla por primera vez) recibiendo la acogida que se merecía.
Zhangke divide la historia en tres partes (una en 1999, otra en 2014 y la última en 2025) para contarnos la historia de una mujer que está dividida entre el amor de dos hombres, y cómo su elección altera su vida a lo largo de los años. Cada una de ellas está rodada con un formato diferente (4:3, 1:85 y 2:35 respectivamente) haciendo referencia a los distintos cambios que se van dando con el paso del tiempo.
Más allá de las montañas es una película totalmente libre en su estructura narrativa, y eso es lo que le hace ser una de las experiencias cinematográficas más estimulantes en años. También una de las más ambiciosas. Zhangke crea un melodrama emocionante y conmovedor, plagado de momentos memorables. Como cierta escena en la que suena por primera vez la canción Take Care de Sally Yeh, una en una fiesta, otra que por no hacer spoilers no entraré en detalles, que solo diré que es la más desgarradora de toda la película, o como las que abren y cierran el film.
Durante las dos primeras partes, seguimos a Tao, interpretada por una inconmensurable Zhao Tao, que ofrece una de las mejores interpretaciones que se han visto en una pantalla en mucho tiempo. Compone un personaje muy humano, fuerte y vulnerable al mismo tiempo. Una actuación que sin duda merece muchos más reconocimientos que los que se le han otorgado.
En la tercera parte (que sucede en Australia y está rodada en inglés), la película da un giro completo, en el que se nos presenta a un nuevo protagonista. Este cambio puede parecer en principio desconcertante, pero resulta el broche de oro para concluir la historia. Es posible que sea el que tenga más detalles de los que no se ven a simple vista. Zhangke, como viene siendo habitual en sus películas, aprovecha este último acto para hacer una crítica al capitalismo y todo lo que eso conlleva (globalización, pérdida de raíces y de identidad, etc).
Si a todo lo que ha sido contado anteriormente (de manera magistral), le añades este tercer bloque, nos queda una película totalmente insólita, única y redonda, que solo un genio sería capaz de dar a luz. Además, posee una secuencia final simplemente maravillosa, que le deja a uno sin palabras y absolutamente emocionado. Para levantarse y aplaudir hasta que desaparezca el último nombre de los créditos.
Imprescindible destacar el uso de la música, que se utiliza como un recurso narrativo circular con la canción Go West de Pet Shop Boys. El uso (y la elección) de este tema en el film es muy inteligente porque nos describe sutilmente el rumbo de la película, y suena en los momentos más claves, sin resultar en absoluto obvio.
Más allá de las montañas es una película libre, luminosa, viva, que se despoja totalmente de convencionalidades, que evita lugares comunes, y que finalmente, nos deja uno de los mejores melodramas que se han rodado en este siglo. La obra maestra de uno de los directores más interesantes y con más talento en activo.
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