Los placeres ocultos
Sinopsis de la película
Eduardo, un importante ejecutivo, se enamora de Miguel, un atractivo joven de los barrios bajos. Turbios personajes como Rosa, una mujer casada que engaña a su marido con los chicos del barrio, las prostitutas, los chulos, los navajeros, los chantajistas serán determinantes en el destino de los protagonistas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Los placeres ocultos
- Año: 1977
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
Película
6.1
60 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Amparo Climent
- Ana Farra
- Ángel Pardo
- Antonio Betancourt
- Antonio Corencia
- Antonio Fernández
- Antonio Gamero
- Antonio Iranzo
- Antonio Ramis
- Antonio Vico
- Beatriz Rossat
- Carmen Luján
- Carmen Platero
- Charo López
- Fabián Conde
- Félix Rotaeta
- Germán Cobos
- Josele Román
- Paco España
- Pilar Vela
- Queta Claver
- Rafael Vaquero
- Simón Andreu
- Tony Fuentes
Eloy de la Iglesia y la homosexualidad. Un asunto redundante y conflictivo en su cine. Seres delicados y de buena posición que sufren por mancebos irredentos. Una sociedad que mira con malos ojos y una España cerril y atrasada a pesar de sus profusos desnudos post mortem franquista.
Simón Andreu, Queta Claver y Charo López más varios retoños de juventud enhiesta y arrabalera.
Los andurriales del extrarradio madrileño. Aluvión de inmigración en páramo desolado.
Tragedia o tierna belleza. Puerto Hurraco o las amistades peligrosas. Toretes o Dorian Grays. La navaja, el polvo dominguero y la pobreza numerosa frente al estudio del banquero de familia bien que juega al tenis, se broncea y va de caza insomne para apaciguar sus calores maduros.
Es basta y primitiva, bastante previsible, pero me ha sorprendido gratamente en determinadas escenas dialogadas y bien resueltas, más sutiles y civilizadas de lo esperado.
Es en su parte final donde más falla, como si se viera en la desagradable obligación de rellenar el formulario oficial de las narraciones con problemas de fondo, y de base.
Lo que tendía hacia un irreal e hiperbólico paraíso de a tres, perfecta y casi casta conjunción de intereses entre el mecenas redimido y los jóvenes buenos, se desvía penosamente hacia un engorroso, lamentable y ridículo choque de trenes, como si fuéramos Shakespeare en lodazal, entre la pérfida infiel, el cachorro descamisado y el galán que a todos/as trae loco de deseo, amor y lo que se tercie. Chico pundonoroso, afectivo, apuesto, responsable y entregado, además de un poco golfo (lo justo para no ser demasiado soso y aspirar a lo perfecto), que calza y se viste como pocos se han visto.
De la Iglesia vuelve a ser truculento y borrascoso, lo mismo que charlador y compasivo. En el espectador está la responsabilidad de decidir hacia qué lado se inclina la balanza, si morbo estrepitoso con violencia gruesa o delicadas querencias de imposibles cariños. La mezcla de ambos espectros es su obra.
A mí me gana, lo prefiero a otros, a muchos, por su sincera e idealizada exposición, por sus ganas de expresarse y mostrarse. Solo le pediría un poco más de contención y rigor. Es mucho exigir, difícil tarea, lo sé. Por eso siento que todos le perdonamos tanta sal y desafuero.
Vista con perspectiva histórica sorprende que una película como esta pudiera hacerse tan solo dos años después de la muerte del general Franco. La verdad es que no se trata de una buena película, ni siquiera de una película correcta o decente. Eloy de la Iglesia era un director bastante flojo, incapaz de realizar una planificación convincente, de un mal gusto atroz (y no por retratar ambientes sórdidos, que hay están Passolinni o Fassbinder convirtiendo en oro la supuesta escoria social), y una forma de hacer cine que de tan chapucera que es puede llegar a resultar (siendo benévolos) transgresora.
¿Por que entonces una película como esta da mil vueltas a todo el grueso de la producción nacional actual ,si, se trata de una obra tan descaradamente mala, incongruente y desestructurada?
En primer lugar esta es una cinta valiente, que nace más de la rabia que de la inspiración, que despliega su discurso visceral con un convencimiento y una falta de prejuicios que hoy aparte de resultar políticamente incorrecto sería atacado como moralmente reaccionario. Pero analizada desde una perspectiva sociológica su aportación es impagable, de una libertad quizás coyuntural, pero que en estos momentos ya no existe, y, su retrato de la España de la época resulta demoledor, al igual que su reivindicación (bastante relativa y tremendista) del hecho homosexual aparece cuanto menos soprendente visto su año de producción.
Por todo ello, desde una perspectiva sociológica, historiscista o, simplemente morbosa, la visión de Los placeres ocultos es más que recomendable y sirve como reivindicación del gran personaje que fué Eloy de la Iglesia, un mal director de cine, pero sin duda una persona valiente, coherente con sus ideas y sin pelos en la lengua. Por cierto, el papel de la fabulosa Charo López en esta cinta es de los que marcan época. Como de costumbre solo ella justificaría la visión de tan bizarra y curiosa película.
Cuando la vi por primera vez me pareció estar ante el retrato más auténtico del momento, reflejado en una película… Es descarnada y dura, difícil como los tiempos que se vivían. Hay mucha verdad al reflejar los miedos y las dudas, hay mucha sinceridad en lo que se contaba y también mucha miseria oculta, que a través de ella salía a la luz por primera vez, en el final de aquellos convulsos años setenta.
Al ver y al pensar Los placeres ocultos , creo que no sólo hay que tener en cuenta el mérito de ser un largometraje que habla abiertamente de la homosexualidad en España, en un momento evidentemente propicio -tras la dictadura franquista, y con las ansias de libertad de los años de la Transición a la democracia- sino que, además, y sobre todo, es un film valiente, sincero, que aborda el tema sin tapujos, maniqueísmos ni autocensuras, y que se constituye como un drama social de gran fuerza, tanto en la dramaturgia y en el guión como en el documento histórico. No hay, pese al contexto histórico ya mencionado, lugar a triunfalismos ni a falsas ilusiones: De la Iglesia viene a decir, desde un punto de vista un tanto desengañado, que los homosexuales en España son y seguirán siendo unos marginados, igual que antes.
Por otro lado, es una obra coherente dentro de la filmografía de su director, en unos años en los que, a menudo, y desde una lucidez social que aún sorprende, su cine entiende las relaciones amorosas y/o sexuales como relaciones de poder: Nadie oyó gritar (1973), Juego de amor prohibido (1975), La otra alcoba (1976), El diputado (1979), son ejemplos de ello. Evidentemente la imposibilidad de que la relación entre el personaje de Simón Andreu y el de Tony Fuentes llegue a lo sexual hace que se derive en una gran amistad, pero aquí hay también una fuerte cuestión social, de manera que la relación entre el director de banco y el chico de barrio pobre se entiende desde la lucha de clases, desde la idea de que el rico es el que ejerce el poder de su clase sobre el pobre. Esta relación de poder era ya muy visible en una obra previa como La otra alcoba , película que se cita aquí a través de la proyección de un cine, y una cita con la que De la Iglesia se concede un sorprendente autohomenaje. Así, se puede decir que el personaje de Amparo Muñoz en La otra alcoba se repite en el personaje de Simón Andreu del film que me ocupa ahora.
Con todo, el director de banco interpretado por Andreu es un personaje más simpático, más vulnerable, que trata de formar una familia vicaria con Miguel (Tony Fuentes) y su novia Carmen (Beatriz Rossat), pese a que la presión del ambiente social (personajes como el de Charo López, o el de Ángel Pardo, perfecto en su papel de chapero de barrio) acabe malogrando esta extraña familia, un poco como en la posterior El diputado . Si Los placeres ocultos es una película tan viva hoy día es por cómo se plantean de una forma tan viva y directa contradicciones profundamente humanas, seguramente irresolubles, y que superan el tema estricto de la homosexualidad. De ahí el gran valor de esta cinta.
Eduardo un burgués homosexual de entre 40 y 45 años, de buen aspecto, que de vez en cuando busca muchachos jóvenes con quién pasar la noche, a algunos solo para una vez, y los que le gustan un poco más, les consigue un trabajo bien remunerado, cuando conoce a Miguel, cree que este es igual a otros tantos que ha conocido, al poco tiempo se entera que no, pero decide tratar de conquistarlo hasta que se va dando cuenta que no conseguirá nada sexual con él, y decide confesar todo y proponerle mantener una sincera amistad, Miguel acepta, le presenta a su novia, ésta también termina aceptando a Eduardo, hasta que todo cambia, y la vana ilusión de una supuesta familia que Eduardo soñaba tener, se desvanece.
Lo mejor de la película además de ser una de las primeras después del fin de la dictadura en tratar el tema de la homosexualidad, es que lo hace de forma clara, sin ocultar ningún aspecto, pero tampoco regodeándose en el morbo, ni en lo sórdido, la película muestra de forma realista la vida de un homosexual burgués declarado en la década del 70s, como para su familia es algo sabido pero nunca comentado.
También el tipo de relaciones a las que aspiraban la mayoría de los homosexuales, que eran solo a simples encuentros casuales, la forma en que se aprovechaban los jóvenes prostitutos sacándoles dinero y a veces chantajeando a sus clientes, burgueses con una doble vida.
Lo mejor es que si bien como dije se centra en la homosexualidad, Eloy de la Iglesia nos muestra una España en transición no solo política, sino también social y sexual, una sociedad que se debatía entre la libertad y los viejos prejuicios, por un lado una mujer siendo infiel a su marido de forma casi obvia, y por el otro una muchacha que tiene que dejar a su novio solo porque su padre se lo dice.
Además tiene la virtud de ser una de las películas más contenidas de su director, este no muestra el desborde en el que solía caer, al contrario, la historia mantiene cierta sobriedad de principio a fin.
Destacar que si bien se podría decir que es una historia social, no es para nada aburrida, al contrario, logra mantener el interés durante toda su duración.