Los falsificadores
Sinopsis de la película
Berlín, 1936. Sorowitsch (Karl Markovics), el rey de los falsificadores de moneda, es un judío sin escrúpulos que cree que la manera más rápida de ganar dinero es fabricar dinero y no le preocupa en absoluto lo que está sucediendo a su alrededor, ni siquiera la situación de los judíos. Sin embargo, cuando estalla la guerra, es arrestado y llevado a un campo de concentración nazi, donde se ve obligado a trabajar con otros falsificadores. Su misión: fabricar libras esterlinas y dólares americanos. A cambio, sus condiciones de vida son mejores que las de los demás prisioneros. Sin embargo, esta situación les plantea a algunos un grave dilema moral: cooperar con sus verdugos equivale prolongar la guerra y facilitar la victoria de la Alemania nazi.
Detalles de la película
- Titulo Original: Die Fälscher (The Counterfeiters)
- Año: 2007
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
7.2
96 valoraciones en total
Los falsificadores es una más que correcta coproducción austriacogermana que cuenta, basado en hechos auténticos, las andanzas de un gran dibujante en la Alemania de los años cuarenta que es captado por los nazis con el objetivo de falsificar la Libra y el Dólar, y así hundir las economías británica y norteamericana. En el campo de concentración en el que se encuentra trabajará en la persecución de la copia de ambos billetes con la ayuda de otro grupo de presos con mayores privilegios que el resto de concentrados.
No deja de ser una película más sobre el Holocausto judío, con algunos de los clichés ya vistos en otras ocasiones, pero el autor cuenta lo acontecido con solvencia y amenidad, además de beneficiarse el conjunto de una buena dirección de actores.
El genocidio judío a manos de la Alemania nazi ha sido contado de múltiples formas y desde diferentes puntos de vista. Sin duda la óptica que aquí se nos ofrece es original dentro del amplio panorama de films de este tipo, y la forma de contarla es lo suficientemente correcta como para mantenga un aceptable nivel de interés.
En cualquier caso, no puedo evitar sentir tras su visionado un grado de decepción, ya que si bien no hay grandes peros, tampoco encuentro apenas virtudes. En ningún momento emociona, y en general le falta alma, las interpretaciones no me impresionan, el tono oscuro del film no lo favorece, y en suma, la historia está muy por encima de su plasmación en imagenes, que tan solo es correcta.
Se deja ver, y punto, recordaré el episodio histórico que narra, pero seguramente olvidaré la película.
Lo siento, puede que exagere al ponerle un 10. Pero es la única puntuación que mis sentimientos me impulsan a darle.
Acabo de verla en el primer verdadero cine del que disponemos en mi pueblo desde hace muchos años. Ocho salas recién inauguradas, que me abren las puertas a ese paraíso que todos los cinéfilos conocemos a la perfección. Ocho salas de sueños, de suspiros, de risas, de lágrimas furtivas, de tensión… Qué os voy a contar que no sepáis.
Tal vez el hecho de que me haya estrenado en el cine de mi pueblo con esta película, haya tenido algo que ver en las emociones que se revuelven todavía por mi estómago. Es lo que tiene ser capaz aún de disfrutar de estas pequeñas cosas. Y siempre estaré agradecida por este día. Por ese cine en el que todo huele a nuevo.
Creo que iba con la predisposición de ánimo idónea. Simplemente, con la intención de dejarme llevar sin resistencia, sin quisquillosas objeciones de crítica exigente. Dispuesta a dar mi aplauso, si el producto que me ofrecían era capaz de regalarme una hora y media de pura y vibrante energía. Y a fe que lo ha logrado. Como también mi madre y mi padre, que me han acompañado, han sentido la misma vibración. Ha sido plena unanimidad.
Qué puede ofrecernos de novedoso otra historia sobre el holocausto, se preguntarán algunos. Algo que no se haya contado ya.
Pues nada más, y nada menos, que otra historia como mínimo tan desgarradora como otras. Dura, cruel, tensa, tristísima, penosa, hermosa, heroica.
La hazaña de sobrevivir a base de astucia, habilidad y arte (y, sobre todo, a base de suerte) cuando millones de personas a tu alrededor están cayendo como moscas.
El dolor de la dignidad humana pisoteada, de la brutal pérdida de seres amados.
El terror de ser el siguiente.
El férreo autocontrol para no enloquecer, para no tirarlo todo por la borda tras tanto esfuerzo.
Una silenciosa rebeldía que, bajo cuerda, consiga sabotear a los verdugos, estirar la cuerda lo suficiente corriendo el riesgo de que se rompa en cualquier momento. Sabiendo que es muchísimo lo que está en juego. La vida de unos pocos, incluso la balanza que podría decidir de qué lado estará la victoria.
Nada nuevo que contar, ni de un modo original. Pero una historia única. ¿Acaso cada historia no lo es? Cada matiz de la encomiable fotografía, cada gesto de los grandes actores, la espléndida ambientación, el sencillo pero impactante guión, unos efectos sonoros dignos de ser desplegados en la sala del cine, y una banda sonora de ensueño, a ritmo de nostálgico tango argentino y de alguna pieza de ópera, ofrecen el cóctel de una pequeña maravilla dramática que se ha hecho para sentirla y vivirla. Para dejarse llevar y emocionarse, sin más. Para dar algún salto en el asiento cuando oímos el temido disparo. Para apartar inevitablemente los ojos de la pantalla ante la crudeza. Para notar el corazón acelerado.
Qué queréis, yo todavía soy así de ingenua.
Astor Piazzolla compuso uno de los mejores tangos de todos los tiempos. Hoy he llegado a casa y nada más cruzar el umbral de la puerta, he dejado que me embriagara la tristísima música de Adiós Nonino, el tango que Astor compuso a la memoria de su padre fallecido. Ahí estaba yo, en silencio y casi a oscuras, callado y escuchando un viejo bandoneón que me llevaba a otros sitios, a otros lugares que San Telmo me dejó observar.
Y todo esto viene para explicar que no puedo ser imparcial cuando la banda sonora se compone de tangos, cuando un gramófono saca del vinilo las notas compuestas por tangeros. Los falsificadores puede caer en los manidos clichés del Holocausto judío, pero quedan aderezados de una manera tan bella por los tangos que se lo perdono.
A pesar de ciertos fallos de guión, Ruzowitzky ha conseguido un gran trabajo que queda sostenido sobretodo por una impecable dirección de actores en los que su actor protagonista, Karl Markovics, se desenvuelve con una impecable labor interpretativa, y por una forma mimada de tratar los planos y encuadres.
Con una acertada fotografía y un equilibrado ritmo y duración, Los falsificadores se me antoja como una de esas películas frescas, dotadas de una vitalidad extra. De un tema tan explotado como este, consiguen aportar sustancia a pozos que creíamos secos.
Piazzolla, en una carta imaginaria escrita a Gardel, le decía:
Aquí se ha corrido la bola de que tus discos ensayan de noche, por eso cada día cantás mejor
Piazzolla me ensaya todas las noches.
Y Ford. Y Wyler. Y Lubitsch, Chaplin, Wilder, Mankiewicz, Hawks…
Recuerdo las palabras de mi profesor de Historia en la Universidad, toda una eminencia. Decía que durante el genocidio nazi, los ciudadanos alemanes sabían que pasaba en los campos de concentración, que incluso los propios amigos de los judíos lo sabían y no hacían nada para evitarlo.
Pues bien, esta película cuenta la historia de unos judíos encerrados en un campo de concentración, pero a diferencia del resto, este grupo de judíos goza de unos privilegios que ya quisiera el resto.
Salomón Sorowitsch, conocido como Solly, es el falsificador con más prestigio de Alemania, y él y otros judío son reclutados para llevar a cabo La Operación Bernhard, donde tendrán que falsificar en producción masiva, pasaportes, documentos, papeles bancarios, pero sobretodo la libra y posteriormente el dólar.
Este grupo, no sólo eran alemanes o polacos que sabían que pasaba en los campos de concentración, eran judíos que favorecían el curso de la guerra a favor de los nazis y no hacían nada para evitarlo mientras pudieran mantener su estatus, sus duchas con agua y no con gas, sus camas acolchadas y no el suelo pedregoso, su mesa de ping pon y no las torturas, en fin, la vida y no la muerte.
Esta película te hace comprender a los que callaron, a los que llamaron cobardes, y este es un punto de vista que no recuerdo haber visto en el cine, y por ello considero a Los falsificadores una película valiente. No sé hasta que punto es merecedora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa, pero sin duda es una buena película.