Los canallas
Sinopsis de la película
Marco Silvestri, capitán de un carguero, recibe una llamada para que vaya inmediatamente a París. Su hermana Sandra está desesperada: su marido se ha suicidado, la empresa familiar está al borde de la quiebra y su hija ha sido internada en un centro psiquiátrico. Sandra acusa al poderoso empresario Edouard Laporte de ser el responsable de la situación. Decidido a encontrar el punto débil de este hombre para poder vengarse de él, Marco se muda al edificio donde vive Raphaelle, la amante de Laporte.
Detalles de la película
- Titulo Original: Les Salauds
- Año: 2013
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
6
84 valoraciones en total
Hablar (o leer o escribir) sobre esta película es más interesante que verla, ya que tiene como pecado original – como gran manchón indeleble que la afea – unas ganas atroces por velar los vínculos entre los personajes, dejando al espectador perplejo y desorientado, obligándole a atar cabos por su cuenta y en un absurdo contrarreloj, sin posibilidad de contrastar nada, con el riesgo de perderse entre tanto meandro, con tanta pertinaz sequía de claridad expositiva, con tanta carencia de datos y tanta patada chiflada y por doquier a las convenciones y la certidumbre.
Si te dieran una guía explicativa previa a la proyección, quizás fuese más fácil seguir la sinuosidad de la trama, ya que se hace casi imposible recomponer con las pocas y arrítmicas pruebas un relato mínimamente coherente y forjar un interés mediano sobre lo que pasa. La información es entrecortada y arbitraria su exposición, despreciando toda explicación o ayuda para el espectador, perdiéndose pronto todo interés en lo que ocurre.
Se vislumbra talento en la dirección y una férrea tenacidad en el guión – es decir, la opacidad es voluntaria y la turbiedad un anhelado logro del andamiaje. Pero cuando has perdido la disposición y cada requiebro solo ahonda en la perplejidad y la desgana, has tirado la toalla y sólo aspiras a que termine la tortura para abandonar la proyección… entonces solo queda cosechar un fracaso sin paliativos.
Y es una pena, porque al menos hay dos escenas magistrales en la cinta que demuestran la malversación del ingenio: un accidente de coche que refleja los efectos perversos y nocivos del consumo y abuso de sustancias estupefacientes, así como el aquelarre tétrico y atroz que culmina la obra, donde se muestra el meollo del cogollo narrativo con una fuerza, un empaque, una turbiedad sádica y una hipnótica y obsesiva fascinación que merecerían formar parte, por su impronta y calidad, de una mejor película, para poder saborearlas y alabarlas en toda su justa y seductora medida.
Pero el resultado final es un fracaso sin paliativos: aburre al espectador, al ceder a la tentación de la complejidad abusiva y el enredo insostenible de la intriga. Una bravuconada pretenciosa y huera. Del todo prescindible.
Les Salauds es un film sombrío, una especie de thriller, denso y críptico.
Marc, un capitán de barco (Vincent Landon), recibe una llamada familiar y viaja de regreso a París, su cuñado se ha suicidado, la empresa familiar está en bancarrota y su sobrina ha desaparecido en medio de sospechas de asuntos turbios de índole sexual.
Su hermana sospecha de Laporte, un poderoso empresario, Marc se muda a un departamento en un edificio, justo arriba donde vive Raphaelle (Chiara Mastroianni), la amante de Laporte. Marc está decidido a llegar a las últimas consecuencias.
El nuevo film de Claire Denis (Beau Travail, 35 Rhums), es un constante descenso a los infiernos de cada uno de los personajes, mostrando las miserias más viles pero no de forma sensacionalista, Denis prefiere ahondar en los sentimientos, en sus relaciones. Planos muy cerrados, cuerpos desnudos, violencia, sangre, sexo, intriga, muerte. Un film incómodo y conmovedor por igual.
Dentro de la filmografía de Claire Denis, dos temas se imponen de forma clara: el pos colonialismo, que también ha derivado hacia la emigración de los africanos a Europa (Chocolat, White Material, Beau Travail, Sen fout al mort) y los límites de la carne (Trouble Everyday, Jai pas sommeil), que ha derivado también hacia los vínculos que de ahí surgen (Nénette et Boni, 35 ruhms). Les Saladus sin duda encaja en la segunda categoría, aportándole un peculiar giro de tuerca al tema.
Y es que entre los diferentes personajes que aparecen, se observa que los afectos son algo ambiguo o directamente inexistentes. El personaje de Michael Subor está unido por el hábito al personaje de su esposa, el que interpreta Chiara Mastroianni. El personaje de Lindon escogió alejarse de una familia, a la cual, en vista de los extraños y turbios acontecimientos, se ve obligado a vengar. El personaje de la hermana de éste no está verdaderamente unida a su hija y, no obstante, ante las cosas que a ésta le suceden, siempre reacciona de forma agresiva, como si fuera lo que más le importa. Es el vínculo de la sangre, aquí mostrado como algo irracional y visceral, lo que les mueve y les empuja a actuar contra la sensatez. Una lógica, que, como en el resto de obras de Denis, no tiene inclinación a realizar guiños al gusto mayoritario. Si bien en el filme se contemplan todos los extremos de estos lazos de la sangre, desde el más luminoso (como el de Laporte hacia su hijo Joseph) hasta el más ponzoñoso (el del personaje del suicida hacia su hija, la encarnada por Lola Creton), lo que predomina es una visión oscura del conjunto, la de una sociedad conducida por principios irracionales que llevan al absurdo y al desastre. Como bien se ve en el desenlace. No podría ser de otra forma en esta directora que, gracias a un tono descarnado con el que envuelve una narración rica en acontecimientos ya de por sí retorcidos, se ha afianzado como una de las personalidades más singulares del cine europeo, especialmente contraindicada a los paladares delicados.
¿Se puede calificar de zafia provocadora a Claire Denis? Habrá quien piense que sí, pero yo creo que, de no guiarse por prejuicios pasivos, en absoluto es así. Ya he comentado que su mirada está matizada y los hechos más truculentos nada tienen de manierismo: surgen como consecuencia de un punto de vista pesimista pero honesto. Su preferencia por las elipsis bruscas y por mostrar más que por decir, sumada a nula inclinación por la complacencia, son un voto de confianza en la inteligencia del espectador pero no la hacen un plato fácil y no creo que desactiven sus hechuras de gran cine. Veo en esta película la influencia de Pasolini en esos plano fijos que rasgan como navajas o en la crudeza del montaje y la de Bresson en esos planos detalles de manos que ocasionan disparos y violentos volantazos. Y supongo que alguien que conozca a fondo la obra del marqués de Sade podrá establecer vínculos claros entre ambos. Sabe, además, conjuntar con una homogeneidad insuperable la envolvente música de Staples con las grandes imágenes de Agnés Godard.
Esas, entre otras cualidades, me hacen pensar en ella como una autora al nivel de escritores como ahora Bataille o Genet, un seguro de calidad, alguien que nada tiene que ver con los publicistas encubiertos que a veces nos presentan bajo la etiqueta de grandes directores. Pero, ay, sus personajes no son agradables. Los cabrones referenciados en el título no son precisamente simpáticos. No lo veo como algo necesario. Pretender empatía hacia personajes así puede tener consecuencias desastrosas. Y si no, que se lo pregunten a Lars von Trier.
Siempre he creído que las personas tímidas son las que no lo reconocen abiertamente. Si lo hacen, no son tímidas: son orgullosas. Del mismo modo, pero por el contrario, el verdadero suicida es aquel que no avisa de cuánto se irá al otro barrio. El que insiste una y otra vez en que se va a suicidar, nunca acaba por hacerlo. En el mundo del cine, parece ocurrir algo semejante a esa timidez: un director te puede reconocer su incapacidad en su trabajo si le dejas tan solo unos minutos de intervención. Asegura la directora Claire Denis, en una entrevista, que le cuesta explicar cómo cristalizan en ella las ideas que llevan tiempo en su cabeza, y más aún ordenarlas. Para más detalle, afirma que al concebir Los canallas se encontraba en un momento vacío de su vida. Cuando uno escucha estas palabras, se pregunta si la francesa está justificándose a sí misma, en el peor sentido de la expresión, por la soberana chapuza que ha perpetrado en su última película, que no deja de ser tan solo un relieve más de los severos problemas que esta realizadora demuestra al asimilar esa cosa abstracta, caprichosa y carente de valor, entiéndase la ironía, llamada ‘narración’.
Algunas voces amigas que simpatizan con su cine me aseguran que Claire Denis no es una directora convencional, que su fuente de inspiración está más ligada a la vertiente experimental y que sus grandes bazas son la composición de atmósferas y el trabajo de fotografía, con tendencia a la transgresión y la hipnosis. Esto es, a mi juicio, una interpretación contradictoria: el auge del cine experimental, a nivel técnico, se produjo principalmente en la década de los sesenta, donde los principales soportes de filmación eran VHS y 16 mm. Pese a ser producciones epilépticas, rodadas en la clandestinidad y con muy poco presupuesto, en ellas lucían no solo una libertad creativa absoluta sino también una reflexión por las formas, los contornos, las luces de colores creando emociones. Tenían un gran sentir artístico.
Contrario a esto, Denis introduce en Los canallas el soporte digital por primera vez en su filmografía, un recurso que tiene que ver más con el control de sus productores y las limitaciones económicas que con el objetivo de servir a un fin plástico. Que su pulsión creadora sea más cercana a lo experimental no justifica la sensación de dejadez constante durante toda la película, con diálogos horriblemente escritos, situaciones turbias y grotescas que carecen de hilo conductor o justificador, una trama que se sigue a trompicones –si es que puede llegar a seguirse- en un avanzar hacia ninguna parte. La línea argumental está tan mal ensamblada que los parámetros mínimos concebidos en un film –los lazos de unión entre personajes, su parentesco o relación- ni siquiera se entienden en esta cinta. El espectador, más perdido que un gato en un matadero, acaba por desconectar de semejante inconexión y empieza a preguntarse qué es lo que pretende Claire Denis con su cine, qué espera conseguir o a qué tipo de público va destinado.
Conocido en ella son sus espasmos dramáticos injustificados, su limitación explicativa y sus finales inconclusos que dejan mil preguntas por resolver. En el caso de Los canallas, todas esas preguntas se reducen a una sola: el por qué de todo esto. El resultado es una película que dejaría algún tipo de poso si se llegara a entender, que presenta una especie de trama criminal y una conspiración donde la premura en los sucesos y la incapacidad de establecer nexos de unión entre las partes –calamitoso montaje, que a estas alturas ya se da por sentado- impiden por completo seguir el orden del relato. O lo que es peor aún: que no solo no satisfaga ni emocione ni interese en sus casi 100 minutos de metraje, sino que simplemente irrite. Profunda y soberanamente.
Crítica para http://www.cinemaldito.com
@WeisGuerrero @CineMaldito
La francesa Claire Denis, de reconocido prestigio, que aunque empezó vetusta en esto de los largometrajes desde Chocolat (no la de Juliette Binoche y Johnny Depp) en 1988 lleva una carrera muy ajetreada, crea de forma notable una atmósfera de tensión e intriga que se queda precisamente en eso, en atmósfera. El guión es enrevesado y, la verdad, debo tener un problema en algún lóbulo de mi cerebro porque no he entendido parte de la trama, hay veces que no tiene ni pies ni cabeza, aunque debe tenerlo si hay gente a la que le ha gustado. Yo, perdóneme, no se lo encuentro. Me ha parecido que tiene un ritmo inconstante a medio camino entre el drama y el thriller con un final raro que no sé yo qué conclusiones sacar. Los actores están bien, así, sin más. Así que bueno, poco más puedo decir porque la verdad es que he desconectado bastante. No me ha llamado la atención ninguno de ellos en particular. El montaje unido a la fotografía con predominio de tomas oscuras hace esfuerzos ímprobos por mantener esa atmósfera negra, casi perversa, de intriga y thriller, pero el guión es tan indeterminado, o al menos a mí me lo parece, que no funciona. Así que ruego que me perdone por esta escueta valoración pero poco más puedo sacar de esta película. ¡Ah, sí! Banda sonora inquietante y muy interesante de Tindersticks.