Los Andersson en Grecia
Sinopsis de la película
Suecia. Para los Andersson es una tradición familiar pasar las vacaciones de verano en una caravana no muy lejos de su casa. Al padre, Rudolph, un asesor fiscal muy trabajador, le satisface esta tradición (barata y simple), pero sabe muy bien que su esposa y sus tres hijos no la soportan. Cuando su jefe le propone asistir a un congreso en Grecia, en verano, acompañado de los suyos y con todos los gastos pagados, la familia recibe encantada el plan. Pero, a última hora, el jefe cancela el viaje, y como Rudolph no se siente con fuerzas para hacer frente a la decepción de su familia, buscará el dinero necesario para que las vacaciones en Grecia se hagan realidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Sune i Grekland - All Inclusive aka
- Año: 2012
- Duración:
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Opinión de la crítica
3.5
24 valoraciones en total
Cuando encuentras una película que ya por anticipado calculas que va a ser mala, el tostón de la semana pues la crítica la despedaza con un apenas caritativo 2,9 y las reseñas leídas sobre ella la hunden aún más en la miseria, una de dos o has encontrado un diamante puro no entendido por nadie, la joya del Nilo que nadie ha sabido valorar -la llevas clara si crees que ése es el caso- o, lo más probable, es la vergüenza en persona hecha cine, despropósito sin gracia ni ocurrencia a la vista que indigna llegue a estreno de la gran pantalla.
Pero, en ese caso, siempre me consuelo imaginando como machacarla, como sentenciarla intensamente, ideando frases/sentencias/todo un comentario donde quedarme a gusto, desahogar mi frustración cabreada y mi tiempo perdido y, así, recuperar la esperanza en el maravilloso mundo del Séptimo arte.
Incluso diría que es divertido e inspirador, entretenido y gratificante descuartizar una película de tan bajo nivel. ¡El atractivo irresistible del lado oscuro!
El problema es que en esta ocasión estoy seca y estéril, muerta de ideas y sonámbula de creación alguna.
¡Si al menos fuera la peor entre las peores!…, tendría un pase por ser la ganadora de algo pero…, ¡es que ni éso!
¿Qué vas a encontrar? Una pésima, patética copia de cine familiar que se va de vacaciones, situaciones insulsas, tristes y absurdas que no logran despertar nada en ti, ni alegría ni lloro, ni sonrisa ni tristeza, ¡ni siquiera un deseoso aburrimiento!, sólo una aliviada ignorancia que te deja tan desolada y aplanada que no merece la pena el esfuerzo de pensar.
Incluso cualquier comparación con cine familiar norteamericano, español, italiano, francés…, es degradante e injusto para la inmerecida víctima escogida.
¡Los suecos se han lucido bien esta vez!
Recoge la mesa, quita el mantel y tíralo a la basura porque esta comida festiva ha sido un completo desastre con unos comensales dignos y fáciles de olvidar.
Gracias sabia memoria por tu oportuna y ventajosa fugacidad, nunca fue tan bien hallada ni tan bien recibida.
http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
‘Los Andersson en Grecia’ recuerda inevitablemente a ese típico episodio de ‘Los Simpsons’, en el que la familia se va de vacaciones a algún país exótico y se lía de todas las formas posibles. Sin embargo, hay que matizar: Tiene exactamente la misma gracia que cualquiera de los episodios de las últimas temporadas de la familia amarilla, es decir, poca o ninguna.
Como iba diciendo, ‘Los Andersson…’ es la típica comedia familiar en la que el padre de familia es el hazme-reir y la decepción constante del resto de la misma. Para cambiar esta triste idea que su familia tiene de él, decide un día llevarlos de vacaciones a Grecia, pagando el viaje de su bolsillo, mientras que su esposa e hijos creen que van gracias a un viaje de empresa con todos los gastos pagados.
Hay que reconocerlo, no es la premisa más original del mundo. Hemos visto esta idea mil y una veces desarrollada de otras mil y una formas, pero hay que decirlo, también nos hemos reído muchas de esas veces. En otras palabras, no es una gran idea pero tampoco tiene necesariamente porqué ser una mala idea, siempre que esta sea expuesta y desarrollada de forma ingeniosa y con chispa, de forma que la comedia funcione. Y aquí es donde reside el problema de la película, o al menos el más gordo de ellos: No tiene gracia.
El humor de la película se basa una serie de gags que siguen un patrón común: Los distintos miembros de la familia envueltos en diversas situaciones comprometidas o haciendo chistes que no hacen gracia a nadie. Esto último me hizo especial gracia, aunque en sentido figurado. Me explico: No es que los chistes que hacen no hagan gracia a los espectadores, sino que cuando los personajes hacen los chistes delante de otra gente, nadie se ríe, produciendo más vergüenza ajena que otra cosa. Esto me hace preguntarme, ¿Qué llevó a la guionista a pensar que esos mismos chistes harían gracia al espectador? Yo personalmente no lo entiendo.
Además, la mayoría de las bromas y chistes son demasiado infantiles, repitiendo muchos gags relacionados con golpes y caídas que en su mayoría resultan muy forzados con el contexto en que tienen lugar. Lo infantil de su humor me lleva a comentar el tono de la película, el cual es en su mayor parte igualmente infantil e inofensivo, salpicado con un par de tramas más adultas (las crisis matrimoniales de las parejas protagonistas) para llegar a un espectro de público más amplio. Sin embargo, teniendo en cuenta la forma tan ridícula que tiene la película de tratar dichas tramas, podrían habérselas ahorrado perfectamente.
La trama que mejor funciona (y en realidad la única) es la del chico protagonista, que gracias a su carisma y a lo entrañable de sus pretensiones, llega a alcanzar algún que otro momento inspirado con cierta gracia. Sin embargo, conforme avanza la trama lo entrañable se convierte en ñoño y previsible, al igual que todo el conjunto a medida que llega el final.
En definitiva, ‘Los Andersson en Grecia’ es un quiero y no puedo, en el que prácticamente todo carece de interés y de gracia, al menos para un público mínimamente exigente. Por tanto, queda una comedia familiar que podrá ser disfrutada por dos clases de público: El estrictamente infantil, y el público adulto que sepa lo que va a ver, es decir, dejando el cerebro en casa.
Lo decía la presentación española de aquel mítico programa en el que un por aquel entonces desconocido Takeshi Kitano se partía el ojete, junto a sus maltratados esbirros, a costa de de los huesos crujidos y las articulaciones desgarradas de buena parte de la población japonesa: A los africanos les gustaba el humor negro, a los guardiaciviles les iba el verde… a los asiáticos, ni falta hace recordarlo, les tiraba más el humor amarillo. Elemental. La lista se podría alargar hasta el infinito y más allá, porque por mucho que a la globalización le cueste admitirlo, todavía le queda mucho trabajo por hacer. En otras palabras, y a pesar de los pocos gags universales (el tropiezo, el pedo y pocos más), la amplísima mayoría de chistes tienen un efecto limitado al de las fronteras que los han visto nacer. O sea, los franceses (sobre todo los franceses) siguen teniendo su propio humor, y los británicos, y los islandeses, y los españoles, por supuesto. Lo de los suecos, por lo que se va a ver, obedece a la norma general de divergencia, pero desde un nivel mucho más extraño, inclasificable, incomprensible… ¿sueco?
Una prueba de ello la encontramos en una de las últimas ediciones de los Premios Guldbagge, que para entendernos, son su equivalente a los prestigiosísimos Goya. A diferencia de los nuestros, ahí la voz no está monopolizada por los académicos (que sin lugar a dudas saben mucho más de cine que el resto de mortales), sino que está compartida por el Gran Público, que no sabe tanto, pero al fin y al cabo es el que pasa por taquilla (¿verdad?) y ya sólo por esto debe respetársele. En éstas que el año pasado, los organizadores de los Guldbagge preguntaron a los suecos y suecas qué película de aquella temporada había sido su favorita. Los encuestados, en su infinita sabiduría, se decidieron, por el siempre incuestionable recuento de mayorías, por el por aquel entonces último trabajo de Hannes Holm, adaptación de un libro de Anders Jacobsson, sobre las trifulcas vividas en el extranjero por parte de una familia, sueca, sueca, durante unas vacaciones de verano.
Está claro que en esta gran (por el tamaño, no por otra cosa) ecuación, el factor humor juega un papel fundamental. Para ser más exactos, es la incógnita principal, con lo que, ay madre, se desconoce su valor final. Para entendernos, Los Andersson en Grecia se presenta como la comedia que supuestamente es. Lo que pretende es hacer reír al respetable, y lo que hizo éste último (el sueco, entiéndase) fue entregarle el Premio del Público a la Mejor Película. Volvemos a la pregunta del millón. ¿El humor de la propuesta fue realmente captado, o se trató de un -colosal- caso de cachondeo socarrón colectivo? Recuerden el programa aquel de Slumdog Millionaire, en el que el comodín del público podía dar como ganadora absoluta la respuesta más absurda (a la pregunta más absurda, cabe añadir), sólo por ver si colaba y, en caso afirmativo, echarse unas buenas risas. Como cuando se preguntó ¿Qué es Paz Padilla? y salió, por más de un 95%, la opción de Un morlock. (Risas por lo bajini). Somos unos miserables, sí.
Entonces, mis queridos y queridas suec@s, ¿Qué película de toda nuestra producción les ha gustado más en lo que va de año? ¡La C! ¡La C! La de los patanes en el país arruinado aquel, ¡Los Andersson en Grecia! ¡Ya verás, ya! Es un escenario más que plausible… más que nada porque es el único que obedece a una explicación mínimamente racional (dentro de la nebulosa de irracionalidad que suele guiar la mayoría de nuestras decisiones). No olvidar: somos unos miserables (españoles, franceses, islandeses y sí, suecos también), mucho más a la hora de votar amparados por el anonimato, fíjense sino en las nuevas Maravilla del Mundo, en los jugadores que van al All-Star Game de la NBA, o directamente en la práctica totalidad de políticos que se inflan a nuestra costa. La filosofía de vida es, por supuesto, pésima, porque ni todas las risas del mundo compensan el verse en la -puta- calle y comprobar cómo el payaso aquel que debería haber hecho algo al respecto, es el que ahora se ríe, a carcajada limpia, de nosotros. En – fin…
… volviendo a la cruda realidad, las risas se apagaron de sopetón cuando el proyector se encendió y aquella comedia con la corona del Premio del Público empezó a rodar. En aquel pase de prensa de Barcelona éramos, por cierto, cuatro. No cuatro gatos, sino cuatro en su literalidad más hiriente. En defensa de un sector que a cada día que pasa la merece menos, decir que aquella era la segunda proyección para la crítica especializada, que en la primera la asistencia había sido un pelín mayor, y que alguno de los supervivientes de aquel suceso se había tomado la molestia de esperarnos a nosotros, los cuatro gatos, para advertirnos de que aquello que estábamos a punto de presenciar no era una película, sino una invitación al matadero: Os lo digo, ¡no entréis! ¡La vimos la semana pasa y no vale nada! ¡Nada! ¡Es humor sueco! ¡Humor sueco! Y como sucedió muchas veces antes en la historia de la humanidad (y seguro volverá a suceder), los cuatro nos reímos (porque la escena del profeta predicando en el desierto era ciertamente para mearse), hasta que la sonrisa se transformó en atisbo de desconcierto, para poco después mutar en mueca de puro terror.