Los amores imaginarios
Sinopsis de la película
En Montreal, tres amigos íntimos se ven involucrados en un triángulo amoroso. Marie (Monia Chokri) y Francis (Xavier Dolan) conocen un día a Nick (Niels Schneider), un chico recién llegado del campo. Pronto empieza a surgir entre ellos un vínculo sentimental.
Detalles de la película
- Titulo Original: Les amours imaginaires (Heartbeats)
- Año: 2010
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
6.7
98 valoraciones en total
Cuando te dicen que hay un guionista, director y actor canadiense de 21 años que cuenta ya con dos largometrajes a sus espaldas, y que ambos han sido seleccionados dos años consecutivos a secciones paralelas del Festival de Cannes, sencillamente no te lo crees. Pero tras ver su segundo largometraje, Les amours imaginaires, uno comprueba de qué forma tales hechos pueden convertirse en realidad.
Definiendo la película de una forma muy básica, se puede decir que es una mezcla –o más bien un mejunje – entre el cine de Wong Kar Wai, la esencia de Jules et Jim y la banda sonora de Kill Bill. Suena extraño pero ciertamente lo es.
Parece que la única pretensión de la película no es la de desarrollar el ménage à trois bisexual que se plantea desde el inicio, sino más bien la de afrontarlo a través de su minuciosa estética. Eso sí, ésta es de lo más modernista, siendo de todas formas demasiado chic, quedándose la cinta en todo momento como un mero escaparate publicitario, y en ningún caso proponiendo naturalidad ni seriedad, algo que muchos aún esperamos del cine.
Es muy fácil atacar a Los Amores Imaginarios, ya que no se trata de una película para todos los públicos. Su verdadero argumento, así como los temas que realmente abarca, se encuentran debajo de unas cautivadoras, estudiadas y estilizadas imágenes, de manera que cualquiera que sólo quiera ver eso, verá una película vacía, que no cuenta nada particularmente evidente, y que hace como una masturbación visual con su cámara.
Pero Los Amores Imaginarios ha sido, para mi, una cautivadora experiencia, una emotiva visión de dos enamorados, dos enamorados del amor, de la belleza, de lo que imaginan que podría ser, pero ciegos ante la realidad, ciegos ante el rechazo, ciegos ante el juego evidente de la seducción, pero enamorados al fin y al cabo.
El joven cineasta Xavier Dolan-Tadros deslumbra con una lúdica y luminosa puesta en escena que en realidad esconde el peso y el fracaso de los inadaptados, de los insatisfechos y de los soñadores que aman por encima de todo. Su retrato de personajes, y la manera en que los tres actores los encarnan (incluido él mismo) apoyan la tesis de una película que siendo deslumbrantemente bella también es realmente triste.
Pero para ver esto, hay que querer. Los Amores Imaginarios no sigue una narrativa tradicional y no da la historia masticada al público, sino que esconde, en sus pequeños detalles, la auténtica verdad de su historia: el poder destructor de la belleza.
Estoy de acuerdo en que es una mezcla de películas que cautivaron en su día a esta joven promesa del cine. Xavier se ha basado en los amores platónicos, sin duda nos acerca al ridículo que hemos sufrido muchos por un amor imposible o idealizado. Este filme me ha enamorado, ha conseguido mi plena atención en la foto y en los planos que he ido analizando uno por uno. Cada una de las imágenes y escenas están muy trabajadas, es una obra de arte, por lo menos desde mi humilde opinión.
Bravo por el trabajo de este joven artista.
La segunda película del jovencísimo director francocanadiense Xavier Doland (que en inglés se conoció como Heartbeats) despliega los sentimientos encontrados que circulan por el delirio amoroso en un marco estético que no escatima detalles personales.
Marie y Francis son dos jóvenes francocanadienses (él gay y ella hétero) que viven holgadamente en una sociedad que no muestra más conflictos que las relaciones interpersonales familiares, amistosas o sentimentales. Esta dupla tiene entre sí, una amistad de almas gemelas, compartiendo refinadas aficiones intelectuales y una alta dosis de frivolidad que incluye la adhesión apasionada a la moda vintage, particularmente en la ropa, pero también en la poesía y las películas: precisamente Los amores imaginarios se inicia con una cita de Alfred de Musset, uno de los máximos referentes de la lírica amorosa del siglo XIX: No hay más verdad en el mundo que el delirio amoroso.
Los protagonistas tienen una insatisfecha vida sentimental por separado, que comprende fugaces amores de alcoba, cuya frustración pareciera devenir de que la atracción no pasa más allá de lo físico. A lo largo de la historia, los veremos a cada uno por su lado intercambiando besos y caricias sin excesivo convencimiento con sus parejas ocasionales. Pero el desencadenante que moverá el conflicto de la película será la aparición de un Nicolás, un efebo de irresistible seducción que parece compartir con ellos los mismos gustos intelectuales, desde la poesía romántica al cine de Audrey Hepburn. Y sucede lo previsible: al reunir lo que en ellos funcionaba por separado (la atracción física y espiritual), Marie y Francis se enamoran de Nicolás y aunque no lo admitan abiertamente, la irrupción de este personaje desencadena un delirio amoroso en cada uno de ellos y se desata la competencia por la atracción del objeto de deseo. Los sentimientos encontrados se suceden en la tensión de un triángulo que va desde la idealización a la histeria y el desencanto.
Xavier Dolan, el joven director y actor de su película (donde interpreta a Francis), entrelaza la ficción con su vida real al modo en que lo hacen los blogs, entretejiendo una estética personal que no descuida detalles, logrando un producto nada clásico y muy ecléctico, donde la banda sonora junta temas de Dalida (diva popular de los sesenta) para en algún momento de intimidad, deslizar una suite de Bach que se deja oír en ambientes confortables rodeados de pinturas, esculturas y libros.
El conflicto principal de los dos amigos enamorados de un tercero que no se define por ninguno, está enmarcado por otros relatos con estilo documental, donde diferentes jóvenes anónimos confiesan sus conflictivas experiencias sentimentales, que van desde la inseguridad de género hasta la paradójica certeza de que la distancia física y la lejanía de lo imposible son acicates decisivos de los grandes fuegos que se vuelven demasiado suaves o directamente desaparecen en la cotidianeidad.
Con su segunda película, Xavier Dolan se confirma como director queer con un estilo singular. Dolan cuida mucho la estética de sus criaturas, y en esta ocasión se repite la duda de Jai tué ma mère: hay escenas en las que Dolan parece más interesado en realizar un experimento sinestésico de luces, colores y música, olvidando que el cine, dentro de sus posibilidades poéticas, también es narrativa. Uno se pregunta en ciertos momentos de Les amours imaginaires por qué Dolan no recicló su talento rodando spots publicitarios o videoclips: los cuerpos a cámara lenta de los tres amantes, bamboleándose por la calle, con el humo de sus cigarrillos enturbiando poco a poco la escena, contoneándose en fiestas pijas en las que suena el Bang Bang italiano de Dalida y los hits rarillos de The Knife, tienen belleza, impacto visual, pero también parte del efectismo y la superficialidad de cierto cine intelectualoide, más preocupado en alimentar el cómo que el qué.
Sin el contexto duro de Jai tué ma mère, Les amours imaginaires es más rosa, más frívola, más vanal, más festiva, también más redonda: este fresco de amores imposibles recupera parte de la esencia de los mejores triángulos imperfectos, desde el Jules et Jim de Truffaut hasta los Soñadores de Bertolucci. Y aunque Dolan sigue incapaz de explicar una trama en línea recta, sí logra un final cerrado (o abierto, según se quiera, en todo caso un final con todas sus letras). Esta vez los alardes pop del cineasta gafapastas encuentran una historia igual de chillona, en continuo movimiento, divertida y trágica. El tono engreido pero certero de Dolan casa mejor con esta historia de amores imposibles que con la anterior trama de maltrato familiar. La obra de un director precoz que desconcierta y que, sobre todo, promete. Hay que verla, ya sea para amarla o para odiarla.
Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities http://cachecine.blogspot.com