Los amantes del Pont-Neuf
Sinopsis de la película
En torno al Pont Neuf, pese a su nombre, el puente más antiguo de París, se desarrolla una fascinante historia de amor entre dos vagabundos: Alex y Michelle. Él es un frustrado artista de circo a causa de su adicción al alcohol, y ella es una pintora que ha sufrido una dolorosa ruptura sentimental y, además, se está quedando ciega. Entre ellos nace un sentimiento cada vez más fuerte de mutua dependencia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Les amants du Pont-Neuf
- Año: 1991
- Duración: 125
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Opinión de la crítica
Película
7.4
34 valoraciones en total
En una ocasión, se organizó un cineforum en el cine Christine de Paris, donde asistieron algunas de las personalidades más relevantes que ha dado la Humanidad. El film que se proyectaba, Los Amantes de Pont-Neuf, suscitó tantas y tan intensas emociones, que el cine-forum no se llevó a cabo. Los asistentes salieron de la sala, uno a uno, en silencio, interiorizando todo aquello que habían sentido a lo largo de los 125 minutos de metraje. Al cruzar la puerta de salida, empezaron a tener la imperiosa necesidad de expresar sus impresiones más inmediatas:
Marc Chagall: Amigos míos, el arte es sobretodo un estado del alma, y el alma de Leos Carax está loca de amor.
Alejandro Dumas: El arte necesita o soledad, o miseria, o pasión, pero el film de Carax está cargado de las tres: dos míseras almas en pena cuyos caminos se cruzan en un puente en construcción. Uno busca el amor y la otra, huye de él .
Kant: Y yo que creía que la belleza artística no consistía en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa… Pero tras ver Los Amantes de Pont-Neuf y ver reunidas tal amalgama de cosas feas, me pregunto por qué tengo la sensación de haber presenciado algo tan bello… .
Goethe: Pues muy sencillo Immanuel: si yo pinto mi perro exactamente como es, naturalmente tendré dos perros, pero no una obra de arte, pero Carax logra pintar dos personajes como Alex y Michele, absolutamente únicos e irreconocibles. No conozco a un vagabundo como Alex, y tampoco a una pintora bohemia como Michelle .
George Bernard Shaw: Pues yo creo que los espejos se emplean para verse la cara, para ver el deambular errático de Alex y Michelle en medio del asfalto parisino teñido de negro y luces de neón, pero el arte se emplea para verse el alma, para escarbar en aquello profundo e inexplicable que los mueve en su paseo nocturno .
Hipócrates de Quios: La vida es breve, como lo es la de Alex y Michelle, el arte, largo como lo es la huella que deja el film de Carax, la ocasión, fugaz como lo es el danzar de los amantes bajo una explosión de colores o la decisión de saltar a las profundidades del río Sena y elegir entre la muerte y pasar el resto de sus vidas juntos en La Havre. Y todo, en una fracción de segundo .
Helen Rowland: Las locuras que más se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad, a buen seguro, Alex no tiene nada que lamentar .
Pablo Neruda: En un solo beso de Alex, Michelle descubre todo lo que ha callado, en una sola carrera por la playa, desnudos y alegres como críos, con la flauta de Alex apuntando al cielo, Michelle descubre todo lo que les queda por recorrer .
En ese preciso instante, Nietzsche, el último en salir de la sala, se acerca meditativo al grupo de contertulianos.
Friedrich Nietzsche: (sin mirarlos) En el amor siempre hay algo de locura, más en la locura siempre hay algo de razón, pero nunca imaginé que en Los Amantes de Pont-Neuf existiera tanto amor, tanta locura, y tanta sinrazón .
Goethe: Pero amigo Nietzsche, la locura de Alex no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma .
Friedrich Nietzsche: ¿Y a no permitir que Michelle pueda volver a ver, lo llamas razón? ¿A arriesgar su vida arrastrándola al río junto a él, lo llamas razón?
Y que conste que yo no soy, en absoluto, tu amigo…
Goethe: (tembloroso): Tranquilícese sr. Friedrich, no era mi intención contrariarle.
Nietzsche le propina un fuerte puñetazo a Goethe, que cae inconsciente en la acera del nº 4 de la Rue Christine, a escasos metros del Pont-Neuf. Los carabineros se acercan para dispersar a los intelectuales. Suenan las ambulancias. Nietzsche se escabulle entre la multitud y cruza hacia la otra acera. De pronto, junto al Hotel Relais Christine, Nietzsche presencia cómo un cochero castiga brutalmente a latigazos su caballo. Nietzsche se acerca conmocionado al carruaje y se abraza fuertemente al caballo. Todo el mundo queda atónito ante tan sublime instante. La secuencia resulta del todo emotiva. Los intelectuales empiezan a aplaudir desde el otro lado de la calle. Los carabineros intentan sin éxito calmar la euforia. Goethe, sentado en el suelo y aun sangrando por la nariz, se une a los aplausos. Ahora el que recibe los latigazos es Nietzsche, que resiste, abrazado al caballo.
La escena resulta intensa, loca, absurda, imprevisible y conmovedora. Como lo ha sido la obra maestra de Carax. Como lo es y siempre será, el Séptimo Arte.
Los amantes del Pont-Neuf es un drama visceral con pretensiones de realismo sucio donde dos mendigos alcohólicos se conocen en una situación extrema y huyendo de un amor trágico anterior, una Juliette Binoche andrajosa y tuerta, y un Denis Lavant pies negros que no parecen conocer más vida que esa, en Los amantes del Pont-Neuf lo pasional es exacerbado por el egoísmo del amante masculino, que se superpone a la voluntad de hacer feliz a la otra persona, mientras que la amante femenina prefiere optar por la ocultación, bien para no hacer infeliz a la otra persona, bien por una actitud más de juego, menos seria, menos amour fou.
A pesar de los años la capacidad de impacto de la película se sostiene con el paso del tiempo, va ganado enteros, y lo provocador de por sí del argumento y la multitud de detalles lo convierten en un film diferente, sudoroso, subversivo, en vena.
En Los amantes del Pont-Neuf, Lo increible (que se pongan a hacer esquí acuático en mitad de la noche, por ejemplo) se hace creíble en medio de otras muchas escenas memorables: el delirium tremens alcohólico-romántico bajo los fuegos de artificio, las carreras de libertad por la playa (con, ojo, la nada gratuita silueta de Lavant empalmado) o incluso esa primera escena con el túnel y el coche a punto de atropellar al protagonista que, sin ninguna duda, inspiró el videoclip de Rabbit In Your Headlights de Jonathan Glazer para UNKLE. Pero también es subversivo el crear la apariencia de que todo va por un camino negrísimo y tristísimo y, en los momentos menos esperados, endulzarlo con momentos que son puro vodevil. Además, y por supuesto, creando personajes con sus bellezas y sus miserias con los que se busca que el espectador simpatice sin juicios morales.
Como curiosidad añadir que en la edición en dvd, se incluye un interesantísimo documental que cuenta las numerosas tribulaciones que pasó Carax para finalizar su película y que, de extenderla un poco más, se habría anticipado a la que recientemente se hizo sobre el proyecto de Don Quijote de Terry Gilliam: problemas presupuestarios continuos, productores que se piraron dejándolos tirados y, sobre todo, la épica de, a falta de permisos municipales, cómo se tuvo que reconstruir todo el Pont-Neuf y aledaños en un gigantesco decorado (el más caro de la historia del cine francés) en un pequeño pueblo perdido de la comarca de Lamargue y cómo afectó eso a la vida de la villa. Las entrevistas finales a los paisanos, una vez el decorado se finalizó, no tienen desperdicio: ¿alguna vez estuvieron en el verdadero Pont-Neuf? Si estuvieron, ¿me podría indicar en qué dirección quedaría la torre Eiffel? .
Escrita y dirigida por Leos Carax. El presupuesto inicial se amplió para construir una réplica del Pont-Neuf en un lago próximo a Montpeller. Ganó tres premios europeos de cine (actriz, fotografía y edición) y el Sant Jordi a la mejor actriz extranjera. Fue nominada al BAFTA y al CFCA al mejor film en lengua no inglesa y a dos Cesar (actriz y diseño de producción).
La acción principal tiene lugar en París a lo largo de varios meses del verano/otoño de 1991, para continuar 2/3 años más tarde. Narra la historia de amor de dos sin techo : Alex (Denis Lavant), antiguo actor circense, adicto al alcohol y a los sedantes, y Michele (Juliette Binoche), de 24 años, pintora, hija de una familia de clase media, arrojada a la calle por un desengaño amoroso y la angustia de una ceguera progresiva. La película desarrolla un relato de amor alocado entre dos personas solitarias, desarraigadas y derrotadas por la vida, que viven en el Pont-Neuf, cerrado al tráfico por obras. París acoge, una vez más, una historia romántica, que en esta ocasión habla de exclusión social y miseria. Un autocar que recibe información de las patrullas municipales de vigilancia nocturna recoge a los sin techo y los conduce a un albergue donde tienen alojamiento hasta la mañana siguiente. Es ésta la imagen oscura i oculta de toda gran ciudad europea moderna. La narración enmarca la historia en un juego multicolor de fuegos artificiales, imágenes recortadas, juxtapuestas y rapidísimas del desfile militar del primer día del año (21-IX-1991) de la celebración del II Centenario de la República, el baile visto a través del movimiento de piernas y pies de una sala abarrotada, el esquí acuático luminoso sobre el Sena, etc. Destaca la afición al fuego del autor, cuya presencia se multiplica de modo sorprendente: fuegos artificiales, número circense de Alex simulando arrojar fuego por la boca, hornillo de café, vela, incendio intencionado de una furgoneta, etc.
La música ocupa una posición preminente en la obra, que comienza y se cierra con Los amantes . Incluye fragmentos vibrantes de celo, vibráfono, percusión, violines y orquesta. La fotografía luce las galas del mejor estilo de Carax, con travellings largos, escenas nocturnas excelentes, luces urbanas de atardecer y alba de gran lirismo, oleaje del mar que se rompe largamente en espuma blanca a los pies de un acantilado nevado. El guión renuncia a la descripción miserabilista en beneficio del relato de un amor apasionado, sincero y alocado (ajeno a todo lo que le rodea y afecta), que exalta con convicción. La interpretación de la Binoche es sobresaliente y sobrecogedora. La dirección construye, tras 3 años de preparación, una obra emocionante, que combina imágenes incómodas (afeamiento de Michele, heridas de Alex, vestimenta zarrapastrosa) con un arrebato de belleza visual y sonora.
Película impregnada del estilo singular del autor, aficionado a asociar amor y locura y a exhibir sus obsesiones por el fuego y la mar.
Fascinante historia de amor al límite, con la ciudad de París como escenario de lujo, especialmente su puente más antiguo (llamado curiosamente Pont-Neuf, Puente Nuevo).
Dos almas perdidas que se encuentran. Pobreza y desesperación. Belleza. Imperfección. Pasados tormentosos. Presentes dificultosos. Es una historia desgarradora que atrapa y no te suelta. Gran guión, interesante narración, sugerente estilo formal… Y una magnífica Juliette Binoche.
Y, de noche, un poco de surrealismo. Junto al bordillo y una botella gigante, los dos enamorados, ebrios, pequeños, insignificantes, pero juntos. Tirados en el suelo, pero riendo. El uno con el otro. Y el otro con el uno.
En su tercera película Leos Carax jugó a la ruleta rusa de la gran superproducción y consiguió un sonado fracaso que arruinó su prometedora carrera. El fracaso es explicable: Los amantes del Pont-Neuf es una película romántica excéntrica e incómoda, ya que no permite la identificación de los espectadores con sus protagonistas. Estos mantienen una relación con el público parecida a la de artistas de circo o de teatro de calle, pero no aspiran a resultar simpáticos ni cercanos.
Por otra parte, la película presenta una visión hiriente y destructiva del amor: Alex, el personaje al que interpreta Denis Levant, es un ser desesperado, que trata a toda costa de apropiarse del ser amado (la escena en la que, aprovechando un desmayo de ella, le levanta el parche para ver su ojo oculto es casi una violación), y de conservar su amor por todos los medios, aun a costa de que ella quede disminuida y atrapada en una miseria que podría no estarle destinada, rotos sus restantes vínculos con el mundo, Juliette Binoche interpreta a Michèle, un ser tan frágil y desvalido que parece capaz de amar a todo aquel que se cruza en su camino para protegerla, y de ahí sus decepciones y crisis.
Algunas imágenes de la segunda escena en el albergue de indomiciliados recuerdan a Géricault, y luego, efectivamente, se nos ofrece la cita de La balsa de la medusa, en una visita clandestina al Louvre que tiene lugar más adelante. En esa visita, los personajes van en busca, en realidad, de un autorretrato de Rembrandt, en el que este fue capaz de verse, y representarse, como alguien ajeno, desde fuera, sin ninguna piedad ni subterfugio. Esta referencia puede hacer pensar que también es este el objetivo al que apunta Carax en su película: retratarse a sí mismo (o a una parte de sí mismo) sin piedad ni subterfugios, y ello no sólo a través del personaje de Alex, sino también del de Michèle.
Estas referencias nos recuerdan también el sentido pictórico en la puesta en escena: cineasta del movimiento, Leos Carax crea imágenes llenas de dramatismo, de diagonales, de contrastes extremos y contraluces, o recurre a objetivos largos que permiten aislar los rostros de los protagonistas ante luces o manchas desenfocadas. Podría decirse que el autor no se permite ninguna imagen que sea simplemente funcional para el desarrollo de la narración, es esta, si acaso, la que tiene un carácter funcional, como en un espectáculo de circo o de teatro de calle.
El uso de la música revela una pasión casi tan grande como la de las imágenes: la antigua relación del personaje de Binoche con un violonchelista es evocada a través de dos fragmentos de la sonata para violonchelo solo de Kodaly que se repiten obsesivamente, y que marcan desde el inicio el tono de la película con su lirismo encrespado y su estilización de lo popular, más adelante el personaje paterno al que interpreta Klaus- Michael Grüber (destacado director de escena de teatro y ópera) canta Me he apartado del mundo de Mahler mientras los protagonistas se declaran su amor en clave.
Desbordante y convulsa, espectacular y lunática, Los amantes del Pont Neuf añade un cierto manierismo, propio de quien domina el oficio, a la poética (ya de por sí manierista) de su autor. Esto, en mi opinión, le hace perder parte de la fuerza de sus dos primeras películas: la repetición, más mecánica y mucho menos inspirada, de la escena del baile-carrera al son de la música de David Bowie de Mala sangre, es una muestra de ello.
Decía que Leos Carax se autorretrata como Alex pero también como Michèle. Perder la visión para un pintor, como perder la mano para un artista de circo, es enmudecer: Los amantes del Pont-Neuf supuso, en cierto modo, el suicidio (en un sentido industrial) de su autor (algo que aparece evocado en un episodio de su última película, Holy motors): como si pretendiera ser un moderno Rimbaud que, después de haber hecho a los veintitantos años las películas más brillantes de su generación, desafiara a los burócratas del dinero para llegar a ser más rico y poderoso que ellos, o si no callar.