Lion Standing In The Wind
Sinopsis de la película
Koichiro Shimada es enviado a un centro de investigación en Kenia por el hospital en el que trabaja en Japón. Al ver la situación desesperada en la que se encuentran allí, decide trabajar como médico tratando a los heridos en los frecuentes enfrentamientos que se producen en el país, no sin que tener que enfrentarse a sus colegas debido a ello. Un día, Koichiro trata a un niño soldado cuyas heridas mentales son mucho más profundas que las físicas. Ese encuentro cambiará el destino del médico
Detalles de la película
- Titulo Original: Kaze ni tatsu raion aka
- Año: 2015
- Duración: 139
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No quiero resultar engreído al vivir en el presente. Como las cataratas cayendo, cortando el cielo, no quiero vivir una vida en un solo lugar.
Como la blanca nieve del Kilimanjaro y el cielo azul que lo sostiene, quiero convertirme en un leon que se mantiene contra el viento… .
El objeto de estas líneas fue un doctor y cirujano llamado Koichiro Shimada que se trasladó desde la Universidad de Medicina de Nagasaki a Kenia a poner en práctica sus conocimientos durante los años de la 1.ª Guerra de Sudán, sin embargo su historia está inevitablemente ligada a la de los versos que le dedicó el cantautor y escritor Masashi Sada, toda una leyenda del folk en tierras japonesas, y que acabaron en su canción Kaze ni Tatsu Raion , presentada en 1.987. Una de las más bellas baladas que se han compuesto encontró, gracias a la insistencia del actor Takao Osawa (quien quedó fascinado con ella en su época de estudiante), una adaptación literaria.
Adaptación que estaría firmada por el propio Sada inspirado en la correspondencia que Shimada escribía a su mujer desde Kenia, y la cual se publicó en 2.013. Todo esto derivaría en una hazaña liderada por Sada y Osawa, quien se encaprichó hasta tal punto que no sólo decidió encarnar al doctor, sino además marchó a tierras africanas para filmar un documental y usarlo como presentación de un enorme proyecto cinematográfico. Y el que acabó colocánose tras la cámara fue el prolífico Takashi Miike, nada menos, quien poco antes llevó a la gran pantalla el manga Kami-sama no Iu Tori y ya había colaborado con el actor en Los Protectores .
Y esto constituye una prueba más de la inmensa versatilidad de este director que lo que es a mí (y aun llevando muchas de sus obras vistas) nunca dejará de sorprenderme. Sin embargo esta historia no empieza en territorio africano, sino en una asolada Tohoku días después del gran terremoto de 2.011 que devastó la costa Este de Japón, para después viajar en una elipsis de dos décadas a la árida Kenia, dicho recurso será una de las claves del guión adaptado de Hiroshi Saito ( Going by the Book , Secret ), que distribuye la vida de Shimada a lo largo de idas y venidas en el tiempo narradas por diversos personajes muy cercanos a él.
La narración resulta ser la recolección de esas historias por alguien que parece buscar desesperadamente al doctor o simplemente saber de él, de ahí que el espectador adquiera el punto de vista de ese receptor al que conoceremos indirecta y sutilmente. Una vez en Kenia, seremos arrastrados al infierno particular de esos entregados médicos y cirujanos para salvar a los nativos, los cuales participan en una absurda guerra de la que nunca somos testigos, y es aquí donde puedo decir, con conocimiento de causa, que nunca el nipón se mostró tan serio, sensible y sobre todo conmovedor.
Esta es la forma en la que decide plantear su biografía, quizás para plasmar de la manera más fiel el texto de Sada o los emotivos versos de su canción, aunque arriesgarse en tierras extranjeras es una de sus obsesiones, este Miike es imposible de hallar en otro recoveco de su filmografía, tal vez aproximándose ligeramente a lo hecho en The Bird People in China , pero incluso aquélla contenía trazos de su particular sello. Ahora Sydney Pollack, Robert Redford, Keisuke Kinoshita, Edward Zwick, incluso Clint Eastwood y Jean-Jacques Annaud podrían ser algunas de las inspiraciones en su estilo y contenido, recordando también los duros dramas bélicos centrados en la medicina de Yasuzo Masumura.
Eso sí, ninguno de aquéllos se abandonaría al sobrecargado sentimentalismo por el cual opta el director (si figurase en los créditos Yukiko Mishima me lo creería), quien se empeña en entregarnos una sobria y gran epopeya en tributo no sólo a la figura mitificada de Shimada, sino a los sacrificados médicos que se aventuran a lugares remotos para preservar la vida de otros. Vocación filantrópica, espíritu de lucha y coraje, amor por la vida, demoledora crítica a las guerras sin sentido, todo ello lo proyecta el film y su protagonista, recto, dedicado y valiente, un hombre a quien merecería la pena conocer.
Y la manera en que lo conocemos, mediante los recuerdos de quienes estuvieron a su lado, eleva el nivel de melodrama en un guión que cuenta con un hándicap: centrarse de repente en la vida de Takako Akishima, novia de Shimada que en lugar de viajar con él a Kenia se quedó en Nagasaki, lo cual hace que la narración se rompa y pierda ritmo además del curioso y desafortunado detalle de que la correspondencia que alimentó la novela no se menciona ni por un momento. Lo que cuenta para Miike es la huella del recuerdo, la manera de establecer el propio camino existencial y cómo afectan las pequeñas decisiones a engendrar actos grandiosos.
Pero si con algo cuenta éste, aparte de un buen elenco donde tenemos a caras tan conocidas como las de Yoko Maki, Hajime Yamazaki, Masato Hagiwara, el inglés Nick Reding, su eterno colaborador Renji Ishibashi y todos los pequeños actores africanos que aparecen, es con una factura técnica impecable, sobresaliendo especialmente la música de Koji Endo y las cálidas y evocadoras tonalidades conseguidas por Nobuyasu Kita. Todo ello hizo ganar a esta superproducción unos resultados más que beneficiosos en taquilla, si bien el paso del tiempo parece haberla hecho desaparecer de la memoria colectiva (y eso que sólo hace seis años de su estreno…).
Sí que acumula algún fallo que otro con respecto a la narrativa, algo de lo que no se libra el cineasta, y quizás a espectadores como un servidor le sobrepase la carga sentimental. Pero merece la pena conocer la historia del gran Koichiro (y si es a través de la novela mejor).
Sólo puedo decir que llevo ya casi cincuenta películas del sr. Miike y ésta (la 48.ª, diría yo) ha conseguido lo que ninguna otra había conseguido: hacerme soltar unas cuantas lágrimas al final…