Les Hautes Solitudes
Sinopsis de la película
Película muda vagamente basada en El Anticristo de Friedrich Nietzsche y además un retrato de la actriz Jean Seberg. Fue grabada en el apartamento de Seberg en París, con Nico y Tina Aumont. Planos de caras de las actrices en un granoso blanco y negro se suceden, expresando sufrimiento y soledad, mezclado con algún momento de alegría.
Detalles de la película
- Titulo Original: Les Hautes Solitudes
- Año: 1974
- Duración: 80
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Opinión de la crítica
Película
7.3
29 valoraciones en total
Les hautes solitudes es un film experimental, y por tanto no es para todos los públicos. Es un film mudo y sin banda sonora, tampoco tiene una narrativa convencional. Garrel quiere experimentar sobre si la cara es el espejo del alma, para ello cuenta con la excelente interpretación de Jean Seberg.
Les hautes solitudes nos recuerda a La pasión de Juana de Arco de Dreyer. Pero al contrario del misticismo y redención de Juana de Arco, Jean Seberg no consigue trascender, se repite su historia constantemente, solo logra alguna leve sonrisa ante tanto sufrimiento y melancolía.
La interpretación de Seberg y la cámara de Garrel hipnotizan al espectador, le llevan al ritmo impuesto. Las miradas hacia los espectadores de Seberg nos invita a que le ayudemos, a que empatizemos con ella, pero no podemos, su cara nos conmueve pero no podemos descifrar su dolor, su sufrimiento es un misterio, una corriente submarina . Esta sola al igual que el resto de personajes del film.
Dos alicientes para ver les hautes solitudes, por un lado ver el cine mas underground de Garrel y por otro observar de primera mano el sufrimiento real que padecía Jean Seberg. Se suicidó en 1979 debido a no poder soportar mas sus nervios.
Leí hace tiempo, en inglés, a Jean-Luc Godard decir:
«There are five or six films in the history of the cinema which one wants to review simply by saying It is the most beautiful of films, because there can be no higher praise to say of them. It is the most beautiful of films is to say everything».
Hay en este trabajo mudo de Philippe Garrel una belleza única, un algo vivo que no he encontrado en ninguna película que haya visto hasta ahora. Como si el cineasta hubiese encapsulado la emoción pura en una unidad física transportable y de libre reproducción, como si cada visionado reviviese a Jean Seberg con el único cometido de dejarse observar por nosotros, permitiéndonos atravesar sus ojos vidriosos rumbo a la esencia de su melancolía.
Hay en ella una escena con la sonrisa más triste del mundo y la mueca de tristeza más hermosa de la historia en tan solo unos segundos de diferencia, una serie de gestos encadenados que lo sepultan a uno con la fuerza de una ola. Como si por un rato la vida fuese una ficción y el artificio de Garrel una realidad y cada mirada, cada pequeño detalle filmado, no fuesen sino una verdad absoluta. Si alguna película ha estado cerca de hacerme llorar, esa ha sido «Les Hautes Solitudes», un hecho que –preveo– me resultará siempre difícil de explicar.
En definitiva, hay algo en cada secuencia que lo invita a uno a volver y a dejarla ir al mismo tiempo, a analizar y dejar fluir, a pensar y respirar la magia de un cine que se mueve con la misma elegancia en el mundo de las ideas con que desfila por el de los sentidos y que hace de la aparente ausencia de narración su propia y compleja narrativa, tal vez para ambas partes la más complicada de todas: decir todo haciendo creer que no estás diciendo nada. Reinventar el lenguaje.
Y en el fondo, da igual todo esto, porque Godard tenía razón. A veces, basta con siete sencillas palabras: It is the most beautiful of films.