Unas fotos en la ciudad de Sylvia
Sinopsis de la película
Antes de realizar En la Ciudad de Sylvia , José Luís Guerín pasó gran cantidad de tiempo filmando y trabajando con una serie de apuntes que ahora ven la luz bajo el título de Unas Fotos en la Ciudad de Sylvia . Esta película posee total independencia narrativa con respecto a la ya mencionada En la Ciudad de Sylvia. En ningún caso Unas fotos en la Ciudad de Sylvia deben verse como un esbozo, está hecha a partir de fotografías en blanco y negro, mudas, en ese caso lo que cuenta es la pequeña elipsis que hay entre una fotografía y otra… Entre una foto y otra hay un tiempo que se fuga, un misterio que se escapa…. Esas limitaciones autoimpuestas requerían de un enunciado en primera persona que actuara como vía o conductor. En este sentido esas notas son mucho más narrativas que En la Ciudad de Sylvia (Extracto de la entrevista realizada a José Luís Guerín en el nº 5 de Cahiers du Cinéma, edición española).
Detalles de la película
- Titulo Original: Unas fotos en la ciudad de Sylvia
- Año: 2007
- Duración: 67
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Opinión de la crítica
6.7
78 valoraciones en total
Abierta, libre, esquiva… todo adjetivo se queda corto para describir esta ambigüa, novedosa , experimental y viva película que se escapa a toda interpetación única y cerrada, como las mujeres escaoan a todo intento del personaje de quedar enceradas en un retrato. Reflexión sobre el paso del tiempo, sobre el mundo del arte y el mundo de la vida, este filme único en la historia del cine es incapaz de agotar la imaginación del amante de las imágenes.
Cuando el narrador de la película, un cineasta con proyectos en la cabeza, llega a Estrasburgo tras la estela del héroe romántico por excelencia (el joven Werther), recuerda a un amor de veintidós años atrás, Sylvia, y se pregunta si la verá por la calle, si podrá reconocerla.
Sigue a mujeres que podrían ser Sylvia y las fotografía furtivamente.
La película es un mudo diario de viaje, escritura cinematográfica en primera persona, resultado del montaje dinámico de fotos digitales acumuladas durante meses de hotel en hotel.
El texto narrador, frases cortas, se presenta en intertítulos o sobreimpresionado en las imágenes.
Cercados los hospitales donde Sylvia, casi seguro enfermera, podría estar trabajando, el narrador documenta los vestigios de Goethe: lápidas y estatuas, placas conmemorativas y grabados de época, con ecos del amor goethiano por Charlotte.
Las fotos seriadas son apuntes de un solitario que observa a las mujeres mientras aguardan en la parada del tranvía, pasan en bicicleta o caminan por las calles peatonales.
¿Será Sylvia esa que viene? ¿Será aquella otra? Incertidumbre irresoluble. Entre tanto, docenas y docenas de rostros femeninos escrutados a fondo.
El anhelo va magnificando el encuentro buscado y el cineasta empieza a relacionarlo con un amor predestinado y absoluto, como el de Dante y Beatriz, que se reconocieron en su primer contacto, junto al Ponte Vecchio florentino.
De vuelta a casa, el correo postal trae el relato de su amigo M. Marías, La visión: un hombre no puede olvidar a la mujer vista unos segundos en un andén del metro de Alonso Martínez. Un instante para siempre, porque el hombre ha madurado, se ha casado y fundado una familia, y ha envejecido sin olvidar el rostro de su probable amor inmortal, que había estado al alcance.
Mientras el cineasta narrador inicia un cuaderno ‘Miquelrius’, para trabajar sobre ese cuento, y subraya páginas de Vita nuova, se llega hasta la estación de Alonso Martínez, a fotografiar más mujeres. No es maniobra del todo estéril y conduce a, entre otras ciudades europeas, Florencia, de allí a Avignon, tras el rastro centenario de Laura y Petrarca, derivando a una expectativa más y más radical que enaltece la figura huidiza de Sylvia y la elabora como íntimo arquetipo de la Amada Inmortal, si bien la acumulación de mujeres fotografiadas de espaldas en las calles de distintas ciudades europeas se acaba volviendo reiterativa, en lugar de ayudar al ‘crescendo’.
En este interesante experimento, que explora sendas cinematográficas poco trilladas, y funciona como un molde donde vaciar y fundir En la ciudad de Sylvia, resuenan:
-Las performances de Sophie Calle, en especial la ‘Suite Venetienne’, con el exhaustivo seguimiento a un hombre por Venecia.
-Inevitablemente, La jetée (Marker, 1961), por la foto fija, aunque difiera el tratamiento de las imágenes, así como el tono de la narración.
-Las novelas de Sebald con atento y erudito narrador itinerante.
Una muy feliz resonancia ha unido textos e imágenes que sirven para certificar un estado de cosas del cine presente. Si en el artículo El desierto crece… se anunciaba, quizás, el advenimiento de un posible cine del futuro (acogido bajo la figura esperanzadora del cine-niño), hete aquí que este parece haber hecho su aparición de inmediato, como respondiendo a un llamamiento. Y no solo en términos fílmicos, donde la filiación infantil se adentra en la historia del cine hasta casi sus comienzos, sino más concretamente en lo que a la crítica cinematográfica y su papel performativo se refiere. En lo que a este país y su cine concierne, podríamos decir que el nuevo filme de José Luis Guerin es, precisamente, el Niño que esperábamos. O mejor y más exactamente: que él es el Padre de todos los niños del cine español.
Pero, ¿por qué estas aseveraciones familiares? Por eso justamente, por el aire de familia que rodea un momento del actual cine español que la crítica, en su función topológica y cartográfica, viene esbozando. Como es sabido, si de algo sirve la crítica, además de evanescente mediación entre la obra y el público, es para trazar mapas, para poner en conexión lugares distantes (películas) y conformar regiones y comunidades. Por ello, no solo el texto que referimos arriba parece dirigir su atención a la gestación del nuevo cine. En el número 37 de Cahiers du cinéma. España, Carlos Losilla firma un artículo titulado El gesto, alrededor de un buen número de nuevas y jóvenes propuestas del cine ibérico (Villaronga, De Orbe, Trapé, Villamediana, etc.), donde podemos leer: Son películas estrictamente contemporáneas, conmovedoramente dubitativas, cuya belleza reside en ese gesto infantil del que estamos siendo testigos privilegiados. Nadie nos quitará esa emoción, la de vivir un cierto cine en presente, en ese tiempo que es el nuestro. Cine en presente, sí, pero como el mismo autor nos dice más abajo, en su entrevista a Guerin, uno que está entre la nostalgia del cine que admira y las posibilidades del cine futuro.
En esta dicotomía se dirimen las posibilidades de existencia del cine. Ello (re)produce, tanto en los propios creadores como en los recreadores (críticos y espectadores), un común estado de ánimo. Si nos atenemos a lo que de tales estados nos decía la fenomenología, habremos de convenir que existe una afinidad entre las obras y las palabras que aquí reunimos. Más aún: la palabra germana que define el estado de ánimo (stimmung) denota igualmente la afinación de un instrumento musical. Por ello podemos decir que películas y textos parecen estar afinados, tocando en el mismo tono. Entonados.