La tienda en la calle mayor
Sinopsis de la película
Durante la II Guerra Mundial (1939-1945), en una pequeña ciudad eslovaca, el humilde carpintero Anton Brtko (Jozef Króner) intenta llevar una vida apacible. Aunque observa con ironía y desprecio a los seguidores de los nazis, que tratan de imponer su disciplina sobre la comunidad, erigir una absurda pirámide de madera en honor a Hitler y darle un toque ario a las tiendas judías, sin embargo, la presión de su esposa Evelyn (Hana Slivková) y de su cuñado Markus (Frantisek Zvarík), un caudillo fascista local, no le permiten vivir en paz. Cuando Markus le ofrece hacerse cargo, en calidad de ario, de la mercería de la anciana Sra. Lautmann (Ida Kaminská), su vida queda trastocada. Mientras Evelyn se ilusiona con la idea de enriquecerse, Anton intenta que la Sra. Lautmann comprenda que tiene que renunciar a su negocio por ser judía, a pesar de lo cual entre ambos surge una relación de ternura y comprensión mutua. Las situaciones cómicas en la tienda se suceden mientras la fiebre antisemita se va intensificando en el exterior…
Detalles de la película
- Titulo Original: Obchod na Korze (The Shop on Main Street)
- Año: 1965
- Duración: 121
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Opinión de la crítica
7.8
21 valoraciones en total
La barbarie de los nazis contra los judíos ha sido tratada desde infinidad de puntos de vista en todos los formatos narrativos posibles.
En el caso de La tienda de la Calle Mayor estamos ante un mensaje de corte universal, pero sin dejar de lado las raíces regionales que favorecen y engrandecen a la filmografía checoslovaca.
El mensaje que se nos plantea es claro y rotundo: un hombre sumamente piadoso no sabe cómo enfrentarse a la espinosa situación de expropiar de su desvencijada tienda a una anciana por ser judía, y ésta no es capaz de comprender la circunstancia actual (bien por sorda o más bien por la incongruente situación).
Además, al visionar esta película me viene a la mente el famoso cuento El niño con el pijama de rayas, cuyo mensaje, también global, se asemeja bastante al de ésta, por lo que su autor seguramente haya bebido de éste imprescindible film a la hora de plasmar ese breve relato tan aclamado.
A lo largo de la película vemos cómo los nazis acechan a paso agigantado y no puede haber sospechas de un comportamiento compasivo hacia los judíos. De hecho, según dice Markus, el caudillo fascista local y cuñado del protagonista Anton Brtko: …ayudar a un judío es peor que ser uno de ellos…. Con ese percal cualquiera se pone en plan humanitario. Pero Anton es un tipo que no acaba de comprender muy bien del todo la situación que se barrunta y le va a resultar complicado llevar a cabo tan desdichada tarea.
Se trata de un film fundamental, además de por el contundente mensaje que posee y de que para vislumbrar las atrocidades del Holocausto ya está Shoah, porque se trata de una cinta repleta de recursos cinematográficos magistrales, como muestran algunos de sus planos, una acertada banda sonora y su prodigioso final.
Desde la antigua Checoslovaquia (ignoro si desde la actual Eslovaquia o Chequia), La tienda de la Calle Mayor acaba de situarse entre las mejores películas que he visto en mi vida relacionadas con la maldad de la política de exterminio llevada a cabo por los nazis durante la IIªGM. Las calamidades de los hechos son un tema que ha parido grandes películas, algo que se debe por supuesto a que producen en el espectador una tristeza y un desasosiego inevitables. Esta película me ha impresionado tanto como la que más, pero si la coloco en un estante diferente y apartada del resto es por sus brillantes peculiaridades.
En lugar de hacer daño desde el principio, con lo fácil y resultadista que ha sido a menudo, La tienda de la Calle Mayor empieza como película de contenido de humor negro, con mucho cinismo y sin la más mínima pizca de sentido trágico del contexto. Se nos es presentado un hombre vulgar, carpintero para más señas, cuya particular posición apolítica lo hace más atractivo, se trata de un hombre cuya principal problema es aguantar a su mujer, una verdadera losa. Pues bien, empezando así, con ese retrato del sencillo protagonista, es como se consigue que lo que viene después valga más la pena, que se sienta y se sufra más, que emocione más, a través de un drama (más bien tragedia) que todos hemos visto en otros sitios tantas otras veces y que aquí se vuelve original.
La maravillosa relación que se establece entre el arianizador y la abuelita judía es a la vez tierna y cómica, es una imposición de la ley, es una perrería, y a medida que avanza la película y se desatan los hechos, de la misma manera que avanza la construcción de ese lamentable monumento a Hitler, la vida y la muerte entran en juego en esa relación amistosa. Es terrible la sensación de desasosiego que produce esta película en su parte final, es de las cosas más incómodas que he visto nunca. Y si es así, digo yo, será porque está muy bien hecha…
El jodido holocausto es una mancha negra en la historia de la humanidad y en esta película se denuncia tal como fue, lo que sucede en ese pueblo de Eslovaquia sucedió realmente, el que era judío no tenía futuro y su aniquilación era cuestión de tiempo. Ante ello sólo unos pocos valientes hicieron frente, muy pocos ayudaron a su vecino, la vida es la vida. Este cruel dilema se nos plantea a carne viva y lo sufre la conciencia de nuestro carpintero, propietario eventual de una tienda, que padece la dura obligación de tomar una decisión.
Pocas, muy pocas como La tienda de la Calle Mayor . A esto lo llamo cine de calidad.
…pero merece la pena, sobretodo cuando un tema está tratado desde la verdad, con personajes que respiran, sienten y padecen, con una historia que parte de una simplicidad y una sencillez asombrosas pero que se revela durante su último acto estremecedora.
Volvemos a encontrarnos con personas corrientes y molientes en una situación extraordinaria como fue el nazismo (¿o no lo fue tanto?), que pone a prueba la moralidad e integridad de las personas.
Nos muestra el miedo en su faceta más horrorosa cuando está impregnado de vergüenza, el egoísmo, la bendición de la ignorancia,…
En resumen, una pieza de cámara, en apariencia pequeña, que va desgranando poco a poco un arsenal de mensajes que nos hacen reflexionar sobre la condición humana…para mí, más que suficiente…
Pocas veces, muy pocas, se ha llevado brillantemente a las pantallas una reflexión tan certera, provocadora y cercana acerca de la naturaleza del mal, que se sustenta principalmente en la banalidad y el absurdo.
Y es precisamente este filme, del húngaro de nacimiento Kadár, una de esas ocasiones, por la maestría tragicómica con la que aborda un episodio histórico tan estremecedor como la arianización de los comercios judíos en la Eslovaquia fascista de 1942. La película transcurre en su primera parte con un característico aire desenfadado, con abundantes toques de humor absurdo, pero tras ellos se desarrolla la tragedia, anida la barbarie y crece la sinrazón, materializada en una ridícula pirámide de exaltación fascista. Los dos protagonistas del filme, cuya perfecta concepción es clave en el éxito del mismo, son un carpintero despolitizado, que tiene por indeseable cuñado a un jefe fascista local, y una viejecita judía, viuda y sorda, propietaria de un pequeño comercio. Cuando el primero sea encargado de gestionar el negocio de la segunda, surgirá entre ambos una relación de complicidad, y es natural que ello sea así, pues ninguno de los dos acierta a explicarse qué es lo que ocurre a su alrededor, qué sentido tiene la locura desatada.
Rodada con verdadero talento, con una utilización elegante y efectiva del travelling, así como con una magnífica puesta en escena, la película rebosa autenticidad, desde la prodigiosa interpretación de la pareja protagonista hasta la más que correcta y creíble labor de secundarios y extras (muchos de estos no profesionales). El guión, adaptado por el autor de la novela original, refuerza esa sensación de absurdo e impotencia que presiden todo el argumento. Son secuencias destacables los ya mencionados travellings a lo largo de la Calle Mayor, y todas las que componen el último tercio del filme, en las que la angustia de los protagonistas, encerrados en la tienda, va en constante aumento hasta el desencadenamiento de la tragedia, precedida por toda una toma de conciencia, soberbiamente resumida en la palabra progrom .
La terrible conclusión que apunta la película es que el mal no tiene explicaciones complejas ni causas profundas, es tan absurdo, torpe y ridículo como la pirámide que erigen los fascistas en plena calle, tan vacío como las mentes y ambiciones de quienes lo desatan, y anida en el seno de cualquier ser humano.
La primera parte de la película parece casi de ambientación humorística, graciosa, simpática, pero poco a poco se va tornando en la realidad misma de lo que fue la historia, un drama sobre la actitud de los europeos normales y corrientes, cristianos, de buena voluntad, que de la noche a la mañana, se volvieron insolidarios, denunciadores de sus vecinos (dizque judios) y ciegos ante las injusticias que se empezaban a comenter con los ciudadanos de religión hebrea.
El carpintero protagonista (interpretado por Josef Kroner), es un tipo sencillo, cobardón, buena gente, capaz de darle un escarmiento oportuno o cantidad de bofetones a su esposa ante la efervescencia chulesca de ésta contra sus vecinos judíos del pueblo, pero un rato después, este mismo hombre que ha pegado a su mujer en un arranque de razón, nobleza e intento de frenar sus vergonzosos humos, la pifia queriendo entregar a una pobre anciana judía, no sea que las autoridades vayan a pensar que él es un defensor de esos segregados.
La película es una valiosa obra de denuncia de la condición humana, con desarrollo realista, refleja con exactitud lo que es el proceder, la idiosincrasia humana en general: hoy todos buenos como el pan, incapaces de matar una mosca, mañana si las circunstancias aconsejan lo contrario, insolidarios, canallas y desalmados repentinos.
Fej Delvahe