Laura
Sinopsis de la película
El detective Mark McPherson (Dana Andrews) investiga el asesinato de Laura Hunt (Gene Tierney), una bella y seductora mujer que ha aparecido asesinada en su apartamento. McPherson elabora un retrato mental de ella a partir de las declaraciones de sus allegados, algunos sospechosos como el cínico cronista Waldo Lydecker (Clifton Webb) o Shelby Carpenter (Vincent Price), prometido de la joven. Además el diario y la correspondencia de la fallecida, y sobre todo el sugestivo retrato de Laura, que cuelga de la pared de su apartamento, ayudan a McPherson a crear un perfil de una mujer por la que poco a poco cae hechizado.
Detalles de la película
- Titulo Original: Laura
- Año: 1944
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
8.1
67 valoraciones en total
El director vienés Otto Preminger firma aquí una maravillosa película en clave de thriller en el año 1944 (durante la segunda guerra mundial).
Dotada de un brillante y ágil sentido del ritmo narrativo, Preminger se vale de la voz en off del lenguaraz, despótico y esencialmente egoista periodista de artículos de sociedad y programas radiofónicos el inefable Waldo Lydecker (Clifton Webb) quien poco a poco y a través de las investigaciones llevadas a cabo por el autocomplaciente teniente de policía Mark MacPherson (Dana Andrews) describe con absoluto apasionamiento y sutileza lírico descriptiva sus experiencias vitales con la enigmática protagonista Laura (Gene Tierney) durante el largo fin de semana que supone el horizonte temporal de la película y en el que se desarrollan de manera vertiginosa los terribles y reveladores acontecimientos.
Preminger cincela sutiles trazos que describen con absoluta maestría narrrativa los poderosos personajes que llenan la trama.
MacPherson interroga a todos los sospechosos, desde el mencionado Waldo, pasando por un pusilánime playboy Shelby (Vincent Price), pretendiente de Laura y a su vez al amparo de la tía de ésta, Ann Treadwell (Judith Anderson) quien no duda en plantear a su sobrina la conveniencia de que la ceda el privilegio de usufructuar los servicios del apuesto playboy, ya que sólo a una persona mala como ella le conviene una persona tan mala y miserable como Shelby, un bala perdida y correveidiles de modelos de segunda.
Incluso la asistenta de hogar de Laura, Bessie es sospechosa de los oscuros acontecimientos de que somos testigos.
Una imagen para el recuerdo del cinéfilo, cuando MacPherson hace una especie de tercer grado a Laura bajo la potente luz cegadora de una lámapara proyectada sobre el bellísmo y delicado rostro de Laura.
Una escena fetiche, cuando MacPherson arroja el albornoz a un completamente desnudo Waldo mientras esboza una sonrisa burlona no se sabe bien por qué aunque se intuya el motivo.
Un retrato, un reloj de pared y miles de motivos más para no perderse esta historia intemporal y magistral de la sempiterna historia del cine.
1) Perdición (Double Indemnity, 1944)
– El cine en negro sobre negro.
– La puesta en escena puede ser un mecanismo de relojería.
[Atmósfera]
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2) El sueño eterno (The Big Sleep, 1946)
– Dos personajes masculinos en un invernadero: empatía y sudor a ras de plano.
– Dos personajes masculinos, una máquina de escribir y una bañera. La sonrisa oblicua de McPherson (Dana Andrews).
[Tono]
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3) El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950)
I shall never forget the weekend Laura died.
[Nunca olvidaré el fin de semana en que Laura murió.]
Así comienza la película, con la voz del ácido y cínico Waldo Lydecker. [spoiler(*)]
[Perspectiva]
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4) Vértigo (Vertigo, 1958)
Fascinación enfermiza [spoiler(**)]
[Hipnosis]
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5) La huella (Sleuth, 1972)
El arte de actuar. Desde Gene Tierney (el rostro) hasta Judith Anderson (la sobriedad), pasando por Vincent Price (el apuesto caradura), todos están maravillosos.
El duelo interpretativo entre Clifton Webb y Dana Andrews no tiene nada que envidiar al protagonizado por Michael Caine y Laurence Olivier.
[Actores]
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6) Twin Peaks, 1990
– El enigma, la obsesión y la locura.
– El pájaro, ‘testigo’ del asesinato de Laura Palmer, se llama Waldo.
– Diane [spoiler(***)]
– El asesino [spoiler(****)]
– Fetichismo: El diario de Laura Hunt / Laura Palmer
– Fetichismo (bis): El retrato de Laura Hunt / Laura Palmer
Un homenaje en toda regla por parte del genio de Missoula.
[Talento]
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7) El retrato oval, de Edgar Allan Poe
Y, en verdad, algunos que contemplaban el retrato hablaban en voz baja de su parecido como de una asombrosa maravilla, y una prueba tanto de la excelencia del artista como de su profundo amor por aquella a quien representaba de manera tan insuperable.
Había descubierto que el hechizo del cuadro residía en una absoluta posibilidad de vida en su expresión que, sobresaltándome al comienzo, terminó por confundirme, someterme y aterrarme.
[Literatura, en versión de Julio Cortázar]
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8) Laura, 1944
La transparencia en la dirección, lograda aquí por Otto Preminger, no está al alcance de cualquiera. Hay travellings tan certeros como un verso de Virgilio.
[Cine]
AVISO: En zona spoiler desvelo la identidad del asesino de Twin Peaks.
Críticas como la de Sevadac le hacen a uno tonto. Si bien no quiero leer crítica alguna hasta haber terminado la mía por no caer en la maliciosa tentación de ser arrastrado en ideas y pensamientos ajenos, el atrayente y certero título pudo más que mi quebrantable posición. Dentro ya, veo como pasan bisturís, pinzas y tijeras diseccionando la película de manera ejemplar.
Poco queda que decir. Creo que ni Waldo Lydecker, ese personaje charlatán, entrometido y fatuo interpretado magistralmente por Clifton Webb podría añadir un pero más. Aún así voy a intentarlo:
Laura posee unas cuantas cualidades que convierten la película en un ejercicio de altura. Sobre todo a nivel interpretativo. El nombrado Webb, una Gene Tierney que usa la ausencia como fuerza, y un detective necrófilo y por tanto, bastante onírico, al que da vida Dana Andrews. Si bien Price consigue una gran interpretación queda un peldaño por debajo de este trío de ases.
Más que el guión, al que siendo francos le vi el plumero en determinados momentos (me imagino que el tiempo no juega en este aspecto a su favor), me fascina esa planificación de escenas que Preminger consigue. Como capta toda nuestra atención un sofá, un cuadro y un detective soñando. Como desde el principio las horas marcan el camino, como una bañera y dos hombres se muestran tan sugerentes sin que una pizca de sexualidad pase por nuestras cochinas mentes (y más conociendo la ambigüedad sexual de Lydecker) o una invitación a un güisqui barato donde nada es lo que parece (aunque sabemos que parece lo que no es).
Laura es un cuadro, y como tal, cualquier detalle expuesto en él tiene su razón de ser.
Por debajo de su apariencia de cine negro Laura es, básicamente, una historia de amor. Un amor celoso, obsesivo, que acaba (o más bien empieza) desembocando en un crimen. En este sentido Laura tiene algunos puntos en común con Vertigo, de Hitchcock: en los dos casos encontramos el mismo elemento de obsesión amorosa, la misma fascinación por una persona a la que se cree fatalmente desaparecida, y en ambos casos, también, la supuestamente fallecida vuelve a aparecer de súbito entre los vivos, dándole un nuevo giro al argumento.
Laura podría ser considerado, también, como un magnifico ejemplo del cine con el que nos obsequiaba Hollywood en su época dorada. Con todas sus virtudes, pero también con sus defectos. Entre las primeras se encuentra, a mi juicio, la fascinación y el glamour que desprende su protagonista, una Gene Tierney en la cumbre de su belleza (y que triste y trágica fue su vida, tal como se cuenta en el documental incluido en los extras del DVD). También habría que señalar elementos tales como la sobresaliente dirección artística, la espléndida fotografía, la mítica y evocadora banda sonora, etc.
Y llegados a este punto, me pregunto si una película como Laura tiene algún defecto que se pueda destacar. Pero antes de responder a esta cuestión habría que precisar que esos defectos -si es que los tiene- tendríamos que atribuirlos mayormente a ciertas características y hábitos a los cuales era proclive la industria de Hollywood en aquella época, más que a la película en sí considerada como obra individual. Entre ellos podríamos hacer mención, quizá, a un cierto estatismo producido por el peso excesivo de los diálogos en detrimento de la parte visual y de la acción. Con todo, esta preponderancia de los diálogos podría ser considerada, también, como totalmente natural si nos atenemos al origen teatral del argumento en el que está basado el guión. Otro factor que a mi juicio también sería mejorable tiene que ver con cierta sutil artificiosidad que planea sobre toda la película, atribuible básicamente a que –como la mayoría de las películas que se hacían en Hollywood por esa época- fue rodada íntegramente (incluso los exteriores) en decorados de estudio.
A pesar de estas leves objeciones, hay que reconocer que nos encontramos ante de una magnifica, además de mítica película. Una película cuyo elemento central es la irresistible fascinación suscitada por una mujer de misterioso encanto y belleza. Una criatura que conseguirá hechizar no solo a los personajes masculinos de la película, sino también al público de sucesivas generaciones.
Un dato curioso y ¿significativo?: la gran cantidad de películas cuyo título es solo un nombre de mujer, así, sin más especificaciones, sin ser personajes históricos, mujeres de ficción que, de alguna manera, alteran el universo masculino con su mera presencia. Sin tener que esforzarme mucho, me vienen a la memoria: Alice, Amélie, Annie Hall, Bámbola, Betty Blue, Carmen, Chloe, Fedora, Gertrud, Gilda, Gloria, Jezabel, Juno, Kika, Laura, Lola, Lolita, Loulou, Malena, Ninette, Ninotchka, Rebeca, Rossetta, Sabrina, Shirley Valentine, Tess, Tristana, Viridiana. Si buscan películas con solo un nombre masculino, sin ni siquiera el Sr. delante, les llevará más esfuerzo.
Y es que la mirada del cine fue y sigue siendo masculina, y las mujeres en el cine se ocultan tras el tópico del objeto de deseo, el supremo y ancestral trofeo para el hombre (la hermosa, la femme fatale, la Eva bíblica). Se nos presentan como semidiosas, seres extraordinarios, con mágicos ascendentes sobre los hombres, a los que privan del libre albedrio, si caemos en sus redes no será porque no han puesto empeño en avisarnos a lo largo de nuestra vida. Cualquier cosa antes que percibirlas como reales y, por tanto, iguales a los hombres, porque en ello radica la cuestión.
Pero con todo, y gracias a este tópico, han sido posibles obras tan fascinantes como este thriller onírico que tiene la hechura de las películas inmortales, de las que siempre recompensan en sus visionados posteriores. Soberbio guión –algunos diálogos son dignos de memorizarse- de engañosa sencillez, que avanza de sorpresa en sorpresa, desmontando certezas absolutas con efectividad, sin menoscabar con ello la credibilidad de la historia. Si la banda sonora es mítica, la voz de Waldo, flotando por las estancias, estremece. La fotografía ganadora de un merecido Oscar. Los actores sobresalientes dando vida a cuatro personajes para el recuerdo: una mujer superlativa hechizando, en el súmmum del embrujo femenino, desde la misma ausencia, y tres hombres dando tumbos por la vida, con una sola obsesión: poder decir solo ese nombre de mujer, así, sin más especificaciones, y que alguien responda.