Las películas de mi padre
Sinopsis de la película
La protagonista no conserva ningún recuerdo de su padre. Sin embargo, a medida que ve las películas que él hizo antes de que ella naciera, en las que aparecen diversas niñas y jovencitas, empieza a sospechar si no habría habido algo entre su padre y ella. Para olvidar su soledad y mantenerse a flote lleva un diario. Los hombres empiezan a irritarla, cada vez se siente más atraída por las mujeres y busca con desesperación una madre, una amiga, una amante.
Detalles de la película
- Titulo Original: Les pel·lícules del meu pare
- Año: 2007
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
Película
3
61 valoraciones en total
Imagínense a un fracasado director de cine (Augusto M. Torres) de los años 70 (realizó alguna película y varios cortos), que deja de rodar y está casi dos décadas dedicándose a la crítica de cine (colaborador en El País, por ejemplo). Y de repente en el año 2007 se descuelga con esta película donde intenta darse un patético autobombo de quién fue y lo que hizo, ya que las películas de mi padre son aquellos cortos y el padre es él mismo.
La idea básica del guión no es mala, es más, tiene su punto de atracción: en la película van apareciendo imágenes de aquellos cortos y los actores son rescatados y aparecen ahora, cómo son ahora, en la película, y entonces se les entrevista y opinan sobre aquel su director.
El problema es que cinematográficamente la película es pésima. Más aún: es un auténtico bodrio, producto de varias decisiones erróneas:
-Haber elegido como hilo conductor una voz en off que resulta demasiado preponderante y encima es cansina y ridícula.
-El texto que oímos en off es horroroso, de un producto literario de un nivel de Secundaria.
-Los desnudos son descaradamente forzados, como si el propio director supiera que era la única forma de enganchar. Pero una vez vista la actriz en su desnudez, la horrorosa voz en off ya se encarga de que vayamos desconectando de ella.
-El autobombo es ridículo y patético… Si Bergman hubiese querido hacer algo de esto, tal vez quedaría bien. Que un genio introdujera en una de sus películas cosas que hizo en otras, tal vez se soportaría y aún así habría que verlo… Pero que esto lo haga precisamente un director de cine fracasado, cuyas obras que menciona en la película no conoce ni su pariente más cercano, no tiene ni nombre.
Del poco cuidado por el perfeccionismo nos encontramos con un buen ejemplo ya al principio de la película. Hay un tremendo baúl casi del tamaño de la mesa en la Biblioteca de la casa, baúl que aparece en unas cuantas ocasiones más, hasta que al tercer día por lo menos va la voz en off de la hija de su padre y dice que entonces vi un baúl en el que no había reparado. Para mí, esto es más que suficiente para saber si estamos ante una obra redonda o una caja de zapatos.
Una tontería tan pretenciosa que da vergüenza. Mala estructura, mala actriz protagonista… mala en general. De vez en cuando plantea argumentos interesantes pero no sabe desarrollarlos.
No ignoro los numerosos defectos de este regreso al medio de Augusto M. Torres, pero me gustaría que hubiera más gente que se percatara también de sus virtudes, que las tiene. Tocada con los ropajes propios del cine documental, y a la vez convenientemente intoxicada por mecanismos de ficción nada gatuitos, Las películas de mi padre deviene no sólo en un poderoso ejercicio de egocentrismo (toda autobiografía lo es en cierto sentido) sino en una incómoda, profunda y agresiva reflexión sobre la propia naturaleza creadora y sobre la necesidad de perdurar, asumiéndose, en un mundo -el cinematográfico de hoy- completamente reacio a cualquier signo de experimentación.
La mediocre trama de la hija, sostenida sobre una tediosa voz en off, queda atrás en cuanto empieza a aparecer la sombra del padre (el propio Torres), una sombra que crece y crece no con la intención, más bien simple, de reflejar una época concreta de nuestro cine o de ensalzar la propia figura del cineasta, sino con la mucha más noble y compleja de descubrirse , de verse dibujado en las palabras de los demás para poderse reconocer y, así, comprender su situación actual en tanto que forjador de imágenes.
Como en un diario, la clave está en el autodescubrimiento y en la asunción del yo. En este sentido, Torres se desnuda y expone hasta lo indecible, llegando casi a inmolarse delante de la pantalla. Deja intuir, entre muchas otras cosas, una pedofilia que pudo ser motor creativo o furtiva válvula de escape, dejando incluso sombras de sospecha respecto a la relación que mantenía con su hija. Así cobra sentido la relación erótica con la chica de filmoteca: el jugueteo entre ambas en la cama, mientras son filmadas por el director, remite al juego inocente de las dos niñas en la bañera en el corto Correo de guerra , revelando una latencia erótica oscura, mucha más oscura y peligrosa en tanto que ahora una de las protagonistas es su propia hija.
Insólito análisis personal, exposición impúdica de miserias y grandezas, estimulante juego de espejos entre realidad y ficción, Las películas de mi padre se convierte finalmente en una obra de autoafirmación: su autor vuelve al lugar del crimen para aceptar -y exhibir- la verdad de su propia vida y para darse cuenta, en última instancia, de que no ha cambiado nada. La simetría y la especulación, la realidad reflejada en los espejos (provocando rupturas de sentido), la pura necesidad erótica de vampirizar a su reparto (los desnudos, pasados y presentes, de Marisa Lull)… Son zonas de sombra que sólo se atreve a iluminar refugiándose en la muerte -su yo ficticio es un suicida- y tras las que se esconde la desesperación por un pasado que se fue.
Todo lo demás, su debilidad formal, la terrible voz en off o la escasa flexibilidad narrativa, quedan un poco en segundo término, porque bajo todos estos defectos late una película fracturada y herida, inflamada por la sinceridad de un creador que siempre se negó a traicionarse a sí mismo.
No va hacia ningún lado, el director lo único que se propone es buscar alguna escena donde desvestir a las actrices (por lo menos lo han intentado en esta película), tratan de insinuar erotismo y lo único que consiguen es una espera aburrida en busca del siguiente desnudo .todo para olvidar.
Película cuya estructura está tan pasada de moda como su director. Se hace aburrida, muchas veces no se sabe a dónde nos quiere dirigir. Lo peor de todo es el pedanterismo egocentrista del director, quien se ha hecho a sí mismo un homenaje por todo lo alto. Aunque hay cierta cosas que me quieren parecer interesantes, acabada la película sólo puedo pensar que desaprovecha las oportunidades de reconducir la obra. La palabra que la describe mejor: pretencionsa.