Las horas
Sinopsis de la película
Historia de tres mujeres de épocas diferentes que tratan de encontrarle un sentido a la vida. A principios de los años 20, Virginia Woolf, en un elegante barrio de Londres, lucha contra su locura mientras empieza a escribir su primera gran novela: Mrs. Dalloway . En los años 50, en Los Ángeles, a Laura Brown, una mujer casada y con hijos, la lectura de Mrs. Dalloway le resulta tan reveladora que empieza a considerar la posibilidad de cambiar radicalmente su vida. En Nueva York, Clarissa Vaughan, una versión actual de Mrs. Dalloway , está enamorada de su amigo Richard, un brillante poeta enfermo de SIDA.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Hours
- Año: 2002
- Duración: 114
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Opinión de la crítica
7.2
78 valoraciones en total
La primera ventaja de la película es que la primera secuencia, magistralmente montada, consigue atraparte de lleno. Es cierto que esa intensidad no la vuelve a conseguir salvo en un par de ocasiones, pero aun así continua en un nivel altísimo por lo que resulta dificil salir de la película. Realmente, lo que no puedes es salir de los personajes. Primero porque los encuadres de Daldry, que muy rara vez sale del plano medio, no te dejan. Esa cercanía contínua te obliga a estar junto a ellas todo el tiempo, y te agobia, haciéndote partícipe de su sufrimiento interior. ¿Cómo consigue que ese agobio no sea excesivo hasta el punto de no poder aguantar la película? Dejándote respirar de vez en cuando con algún plano general (poquísimos de todas formas), e imprimiendo un dinamismo a las escenas sorprendente. En todas las secuencias hay mucho movimiento, ya de cámara ya de personajes, y cambios de plano rápidos.
La segunda razón por la que no puedes salir de los personajes es la magistral interpretación de los actores. Destacan las tres principales, porque están en estado de gracia, y entre ellas, y ya es mi opinión personal, a Julianne Moore en el mejor papel de su vida. Pero no se puede menospreciar a ninguno de los secundarios, en especial a Ed Harris.
El uso de la musica es continuado, pero de una manera sumamente acertada. Primero, la banda sonora es impresionante. Segundo, aunque la usa practicamente todo el tiempo, y eso normalmente me parecería un error que le haría perder el significado, su juego con el volumen de la música en según qué momentos me parece un virguería. Así, hay secuencias enteras en las que la música acompaña a la imagen todo el tiempo, pero en un volumen casi imperceptible, pero lo suficiente como para ayudar a enfatizar la tensión, que las imágenes por si solas ya ofrecen.
A veces, sólo algunas veces, el cine se convierte en un vehículo capaz de arañar lo más profundo de nuestro ser, capaz de adentrarse en las profundidades del alma y mostrarnos alguno de los grandes secretos de la existencia.
Las horas no es una obra maestra, ese adjetivo se queda muy corto para describir la profundidad, la sensibilidad, el arte y el buen hacer que esconde esta irrepetible película, pero, sobre todo, se queda corto para definir la gran verdad que revela y que resulta común para cualquier ser humano sobre la Tierra que alguna vez haya sentido la necesidad de elegir el camino que le conduzca a la felicidad.
Daltry hace un trabajo impecable, medido y rebosante de talento, y todos los actores y actrices, incluso los secundarios, alcanzan niveles de interpretación que serán muy difíciles de volver a ver en una pantalla en mucho, mucho tiempo. La perfección ronda por esta película de forma omnipresente, adueñándose de cada plano, de cada gesto y de cada segundo de metraje.
Las horas escupe ante nuestra cara el gran secreto de nuestra capacidad o incapacidad de tomar decisiones. Esas grandes decisiones que determinan los caminos por los que andamos y que nos conducen adonde queremos o no queremos estar. La felicidad es difícil de alcanzar, es sólo un instante, un tesoro precioso que llega de pronto y se escurre entre nuestros dedos, una sensación reservada sólo a unos pocos, a aquellos capaces de ser fieles a sí mismos, a sus deseos y a sus sueños. A los sinceros… y, sobre todo, a los valientes.
La vida, frágil e irrecuperable, mantiene su férreo latido como un pulso ininterrumpido, con su lento devenir hacia esa muerte que, irremediablemente, nos espera a todos al final del camino. Y todos tenemos la capacidad de elegir cómo vivir, de elegir con quién queremos vivir y lo que queremos hacer. Ser felices depende de nosotros, y no serlo también… y ser infeliz es la mayor tortura del ser humano, una tortura que puede conducir a la peor consecuencia de la infelicidad: desear la muerte.
Las tres mujeres de esta película afrontan el reto de forma muy diferente. Una elige la muerte, otra la huida y otra la resignación. Y al final sólo queda esa vida vivida que jamás volverá, con el fin definitivo para Nicole Kidman, con el premio que no supimos ver ante nosotros en el caso de Meryl Streep y con el merecido perdón en el caso de Julianne Moore. Tres senderos diferentes, tres senderos forjados en el tiempo con cada uno de los años, los días y las horas de nuestra preciosa e irrepetible existencia.
La literatura es mucho más que un montón de palabras escritas en un libro. Un libro es el umbral del universo. Todo lo que puede existir, todo lo que puede suceder, cabe en sus páginas.
Quien escribe abre una puerta al infinito, a una historia que cobra vida por sí misma.
En este tributo a Virginia Woolf, duro hasta el estremecimiento, triste hasta más allá de las lágrimas, profundo como las profundidades insondables del espíritu, observamos con el corazón en un puño el paralelismo entre vida y literatura, las semejanzas entre las personas que aparecen en las tres tramas paralelas, golpeándonos con la apabullante fuerza de sus sufrimientos y de sus destellos de felicidad efímera…
Tres mujeres, tres épocas distintas, envueltas en circunstancias dispares y a la vez tan afines. Creadora y criaturas se funden para demostrarnos que ficción y realidad van de la mano.
Richmond, Inglaterra, 1923. Virginia Woolf, poetisa y novelista atormentada y suicida, va desgranando en su mente visionaria una obra, Mrs. Dolloway , cuyos personajes escaparán a sus confines para vivir sus vidas reales.
Los Ángeles (EEUU), 1951. Laura Brown, esposa y madre, lectora de Mrs. Dolloway y personaje huido de la misma, se debate en una crisis existencial que la pondrá al borde del suicidio.
Nueva York, 2001. Clarisa Vaughan, editora, consagrada a su vida de pareja y de familia, a su trabajo que la hace moverse en la vorágine del mundillo literario y editor, y al cuidado de un escritor enfermo de SIDA con el que conserva un fuerte vínculo sentimental que es el vestigio todavía candente de una antigua relación.
Tres mujeres (increíbles actrices protagonistas) que remueven los cimientos de esta espectadora que soy yo, mostrándose ante mí en toda su dolorosa y palpitante amplitud, con sus desgarradoras dudas, sus más ocultas pasiones, las ataduras (voluntarias e involuntarias) que las aprisionan, sus titubeos, sus equivocaciones, sus ansias de liberación, su búsqueda constante de sí mismas en la incertidumbre de las horas… Y, junto a ellas, secundarios de lujo. Los ojos del pequeño hijo de Laura, que taladran con un destello de premonición, que ven mucho más de lo que él puede asimilar, absorbiendo la agonía interior de su madre… Un Ed Harris al que duele mirar y escuchar… Incluso una Toni Collette que, en su breve aparición, deja en el aire un perfume a eterno femenino y a fatalidad… Nadie desentona en esta obra de arte que trasciende la literatura y el cine para volar hacia ese lugar indefinido al que van a parar las creaciones inclasificables y de valor incalculable.
Una mano temblorosa escribe y, de pronto, nos damos cuenta de que estamos lejos del mundo cinematográfico. No sé como lo logra, pero Daldry lo hace, y me traslada a un mundo literario más cercano de lo que jamás servidor haya conocido. Sí, lo reconozco, no soy un adepto a la literatura aunque me gustaría… que digo me gustaría, me encantaría, y aunque mi bagaje es escaso en este ámbito, sí he logrado sentirme hipnotizado y subyugado por la lectura, igual que aquí lo logra el cineasta inglés.
Digo que me parece literaria, porque en Las horas nos encontramos con una narración más descriptiva y visual de lo que habría cabido pensar, sin necesidad de voces en off (sólo las necesarias, para describir transiciones) y sin necesidad de remarcar o enfatizar cada escena más que con imágenes: en definitiva, confiriendo el mismo valor a la imágen, al detalle sutil, al preciso gesto o al plano conciso que para la literatura tienen las palabras.
Por otro lado, el segundo film de Daldry resulta técnicamente impecable, y no, no hablo de la técnica como un vacuo y ampuloso ejercicio por intentar que cada plano resulte trascendental, sensible y artístico, sino de la técnica como el manejo idoneo de los recursos cinematográficos para que una narración resulte compacta, cada plano tenga su determinada función y la música entre cuando deba.
Las interpretaciones, encauzadas por un Ed Harris espléndido, una Julianne Moore que, como de costumbre, traza un fabuloso personaje (sin palabras lo de esta mujer) e, incluso, una Meryl Streep acertadísima, confirman que Daldry no sólo es un gran cineasta por sus formas, sino que en lo principal tampoco falla, y es que la dirección de actores es estupenda, no rechina ni una sola pieza: desde el papel más corto (Jeff Daniels) hasta el de más brío (una Nicole Kidman que va más allá de ese postizo -como muchos le achacaban-, que palpa el desazón de esa escritora con esa turbia mirada y ese sombrío posado) obtienen una fuerza tremenda.
De todos modos, qué sería hablar de Las horas , sin hablar de esa terrible huída emprendida por personas (en este caso, mujeres) en un mundo que no saben como afrontar, ni donde encajar: qué sería hablar de este film, sin hablar de los temores de Laura, de la terrible inseguridad de Clarissa o del irremediable peso que debe llevar Virginia por una vida que no ha terminado de girar en la dirección que buscaba.
Seguramente, todo ello no sea causa del mundo que les rodea, sino de su afán por huir de aquello que, por una causa u otra, las ha mantenido suspendidas en un lugar sin aparente escapatoria, como esos universos literarios donde se crean unas normas, unas premisas, unos estandartes, y ya no hay vuelta atrás.
Coincido con la mayoría de vosotros en lo elemental: las actrices están soberbias, Ed Harris puede llegar a conmoverte y la concatenación de las tres historias está tan bien hilvanada que dulcifica las dos horas hasta convertirla en una visualización estética, poética y cargada de dramatismo.
Drama el de la mujer que vive por y para los demás y que, cuando se percata… o es demasiado tarde para salvar a su amigo del suicidio (por el que lo ha dado todo sintiéndose aún más frustrada… ¿en qué he fallado?) o a la que apenas le quedan fuerzas para luchar contra un sistema y un siglo que constriñen su libertad, como un corsé tan apretado que apenas te permite respirar.
Eso es lo que le sucede a Nicole Kidman, dando la batalla por perdida… no es deprimente como decís algunos, es la única elección que le queda a una mujer que tiene que firmar sus obras literarias con seudónimo masculino.
La única de las tres que elige no vivir la vida que está impuesta desde la cuna para ella es Julianne Moore y por eso, el público la percibe como monstruosa, capaz de abandonar… ¿el qué? ¿su maravillosa vida? Años 50 en Estados Unidos: soy un florero, mi marido me ha comprado una lavadora, tengo dos hijos estupendos, me reúno con mis vecinas para hacer tartas de cumpleaños y mi esposo me quiere. Pero antes de casarme, he dejado los estudios, no opino sobre política sino sobre costura, no leo la sección de economía sino la de cómo decorar el salón, soy el ama de mi casa? o de la de mi marido? En fin, si no soy capaz de hacer una tarta de cumpleaños y sonreírle a mi esposo cuando llegue, cansado, de trabajar, habré fracasado como mujer.
Julianne Moore no es el monstruo… es la mujer que abre camino a las demás, a la revolución sexual de los 60 y a la emancipación femenina que no acaba de concretarse. ¿Qué elegir entonces? ¿Tú propia vida? ¿O la muerte? Ella lo dice… aquello era la muerte, yo elegí la vida.
A quienes no os haya gustado. Vedla de nuevo, es mi único consejo, pero con la empatía suficiente como para ponerse en el papel y en las circunstancias de todas y cada una de esas mujeres.
No le doy un 10 porque hay descontextualización en la historia de Virginia Woolf y eso hace que muchos penséis que simplemente está loca y amargada.