Las furias
Sinopsis de la película
En el rancho Las furias viven T. C. Jeffords y sus dos hijos. Clay, que es un buen chico, no tiene carácter, Su hermana Vance, en cambio, es ambiciosa aunque justa. El patriarca desea expulsar de sus tierras a una familia de mexicanos, los Herrera, cuyo primogénito es amigo de la infancia de su hija.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Furies
- Año: 1950
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
7
30 valoraciones en total
Coincidiendo con el inicio del ciclo westerniano de Mann con James Stewart (probablemente, uno de los matrimonios artísticos más fecundos de la historia, comparable con Sternberg/Dietrich o Scorsese/De Niro), el cineasta rodó este hoy poco recordado western —seguramente por la gran fama de aquel ciclo triunfal—, pero a mi juicio excelente y a la altura de sus grandes obras.
El tipo de historia y su tonalidad, con un ambiente cargadísimo, que cantaría Serrat, de pasiones violentas y desatadas, recuerda muchísimo a Pursued o Duelo al sol , lo que no es casual, ya que detrás está la misma pluma literaria de Niven Busch. Más que con un western químicamente puro , nos encontramos también aquí con un exacerbado melodrama basado en este caso en la edípica relación entre una espléndida Barbara Stanwyck y su padre en la ficción, el no menos sensacional Walter Huston, en su última aparición en la pantalla.
Lo fundamental que me gustaría resaltar, no obstante, es que estos aspectos no vienen significados sólo a partir de los avatares argumentales (como puede suceder en muchos otros films y que, en este caso, encontraríamos en el hecho que el detonante latente de los conflictos siempre sea la no aceptación mutua del padre y la hija ante sus posibles nuevas parejas) sino en los detalles de la puesta en escena de Mann: unos planos, donde en el interior del encuadre vemos el rostro de padre e hija de perfil mirándose fijamente a los ojos, forman una exacta rima visual con otros planos de idéntica planificación entre Stanwyck y sus pretendientes (Gilbert Roland y Wendell Corey). O, en otro momento, ella y Corey también se mirarán a los ojos, pero esta vez de pie en plano general, señalando así con la abismal diferencia de estatura la asunción de la pareja por parte de ella también como figura paterna.
En este mismo sentido merece destacarse la madre de Roland, a quien veremos, en una imagen muy parecida a otra de Los pájaros , en un marcado primer plano con su hijo empequeñecido al fondo. Y, si ella aparece habitualmente en lo alto de un promontorio, asimismo la esposa/madre fallecida de la pareja de hecho protagonista, se visualiza en un gran cuadro en la que fuera su habitación en la parte alta de la casa. No es casualidad que sea precisamente allí dónde la hija se pruebe la ropa materna ni dónde se produzca un momento de gran tensión (para mí una de las mejores escenas del film) entre ella y la novia del padre, como no es tampoco casualidad que en la planta baja domine un gran retrato del padre. No obstante, lo crucial a efectos cinematográficos, en la línea que hablaba antes, no estriba sólo en la presencia simbólica de esos dos retratos, sino en la manera de mostrar dentro del plano a los distintos personajes en relación a ellos. (…)
Bueno, qué barbaridad de película. Entra como un elefante en una cacharrería en mi podio de westerns de Mann, que se dice pronto. La verdad, se me escapa la razón por la que este western está tan olvidado, pero desde luego, recuerdo pocas injusticias en este género más atroces que ésta. Y digo western por decir algo, por que esto es un drama donde el apelativo genérico western está de más.
Las Furias, imposible imaginar un título más adecuado, es una película furiosa, violenta sin apenas violencia, abarrotada de rayos y truenos, inyectada en odio, rencor y pasión, al igual que todos los personajes, cuyo motor son los instintos más bajos, cuyos odios se van retroalimentando. Y que viva el odio. Walter Huston nos regala una interpretación memorable y furibunda como pocas y Stanwyck no le va a la zaga, ambos están sencillamente soberbios. El único pero que soy capaz de ponerle a la función es que no gocen de compañeros a su altura en el arrebato, Wendell Corey cumple a la perfección pero le es imposible estar a su altura. Aunque ahora que lo pienso, este pero es un peral y yo me como esta pera. La labor de Mann es extraordinaria, de un vigor narrativo sin fisuras, uno puede imaginarse a Mann, también furioso y poseído tras la cámara, impregnando a la cinta de una urgencia y una épica arrolladoras, con el espectador en la palma de su mano, como en la memorable secuencia en la que Walter Huston reduce a una res y lo tiene a uno en vilo con una maestría tremenda.
Por las barbas del creador, cómo he gozado.
LAS FURIAS es un film del estilo western que si hubiese protagonizado John Wayne o James Stewart, como cointérpretes junto a Barbara Stanwyck, seguro que hoy estaría catalogado entre las diez mejores películas de este género, pero el hecho que de los protagonistas masculinos no calaran en el gusto del público ni tuvieran el encanto necesario, relegó este film a uno más, notable aunque sin pena ni gloria
Eso sí, el ya por entonces actor bien maduro, Walter Huston, que hace aquí el papel de T.C. Jeffords, terrateniente injusto y barbarazo propietario de grandes extensiones de terrenos, es el que destaca sobre los demás con brillantez y luciéndose en su interpretación genial con diferencia sobre el resto de actores y actrices que intervienen en la película.
Las Furias es el nombre del gigantesco rancho de este hacendado, que hace juego con la idiosincrasia furiosa de él y de su hija.
A destacar como Anthony Mann respeta que buena parte de los diálogos entre los personajes que representan a la gente pobladora de esa zona suroeste de EE.UU. cuyo origen es hispano-mexicano, se desarrollen en español sin doblarse a voces en inglés (algo singular a mitad del siglo XX en el cine producido en EE.UU.).
También son especiales las escenas con rotundas bofetadas ya de hombre a cara de mujer, ya de mujer a rostro de hombre.
En definitiva, una película poderosa, fuerte, con pequeños trocitos para la amistad y el enamoramiento, pero en su conjunto dura y negra como la vida misma.
Fej Delvahe
El cine de Mann es un prodigio de corrección y pulcritud. Si intentase hacer una lista con todos los defectos que he encontrado en sus películas hasta la fecha, probablemente no daría ni para dos líneas. Sin embargo, siempre percibo una carencia mucho más importante cuando me acerco a su perfecto cine, y es la falta de vida y tensión latiendo bajo esa economía narrativa. Esperaba redimirme de esta blasfemia con Las furias y encontrar por fin esa pasión. Una vez más, no ha sido así.
Bajo un análisis frío, Las furias está plagada de virtudes. Cuenta con un diseño de personajes estupendo, dotándolos de las suficientes aristas para conseguir un drama con densidad. Tienen la suerte además de ser encarnados por actores pura sangre como Stanwyck, Huston o Anderson, que están magníficos. El uso de los espacios brinda momentos brillantes, destacando los contrapicados en el fortín de los Herrera, con esos cielos crepusculares que dan la atmósfera de épica necesaria (ahora sí). Tan sólo se le pueden echar en cara muy pocos defectos (como esa beatificación final intolerable, muy burda).
Está claro que no quiero negar la calidad del cine de Mann con esta crítica, sino afinar una sensación más personal. Tomemos como ejemplo la escena que supone el punto de inflexión de la película.
Nunca me ha entusiasmado demasiado Anthony Mann. Sus legendarios westerns con James Stewart los encuentro buenos sin más. Pero Las furias es algo distinto. Claro que si nos fijamos que el guionista es Charles Schnee, que es el mismo de por ejemplo Río Rojo , Caravana de mujeres o Cautivos del mal pues puede que los tiros vayan por ahí. Es más, si algo falla en esta película para mí es la dirección, que no es tan electrizante como ese guionazo con diálogos de aúpa, y unas actuaciones magistrales.
La historia es de esas que si tienes un día insensible te sacudirá la sangre. Una protagonista entre Electra y Edipo, que no se sabe si quiere u odia más al padre o a la madre tierra, interpretada magistralmente por Barbara Stanwyck, a la que le da réplica un Walter Huston que cada vez que sale en pantalla te da un empujón en el sofá. La relación que tienen es tan abrasiva que todo el que se mete por medio sale chamuscado. Evidentemente la hija sólo puede enamorarse de alguien que la putee tanto como su singular papá, y no del amigo de la infancia que la trata demasiado bien. Y no creo que Wendell Corey haga mal su papel, es más tiene algunos diálogos con la Stanwyck que babeas por punzantes y pasionalmente cabrones. Pero es que lo de padre e hija es una mecha de la bomba atómica.
Al que le vaya sobre todo la parte artística del cine puede que no la saboree tanto, pero al que le guste disfrutar de una buena historia con personajes con furia en las venas, ésta es su película.