Las chicas de la Cruz Roja
Sinopsis de la película
Paloma, Isabel, Marion y Julia, cuatro chicas madrileñas pertenecientes a distintas clases sociales, se disponen a postular para la Cruz Roja en el día de la banderita. Las cuatro serán pretendidas por otros tantos jóvenes.
Detalles de la película
- Titulo Original: Las chicas de la Cruz Roja
- Año: 1958
- Duración: 83
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Opinión de la crítica
Película
4.6
29 valoraciones en total
Típica película de la España de esa época. Del cine oficial me refiero, que por ahí andaban ya Berlanga, Bardem, Saura y alguno más haciendo otro tipo de películas, dándose de bofetadas con la censura. Nunca fue el caso de Rafael Salvia, uno de los muchos directores oficialistas de la época que parían como churros comedias inocuas, almibaradas y moralistas.
La película es exactamente eso: una comedia tontorrona, edulcorada, moralista y con final féliz (verbigracia: todas casadas por la Iglesia, de blanco e inmaculadamente puras). También tiene sus numéritos musicales, más cursis que un repollo con lazos, hay que decirlo, para gloria de la joven Conchita Velasco, que además de actuar cantaba aceptablemente.
Pero a pesar de todo eso, le doy el aprobado. Raspado, pero aprobado. ¿Por qué? Porque la peli es simpática y se deja ver, porque Tony Leblanc y Arturo Fernández bordan sus papeles, porque Conchita Velasco y sus compañeras de hucha eran guapas, pizpiretas y alegraban la vista … y porque hoy me siento contento y generoso, que diablos.
Si, le pongo un 6 a esta película. Y la califico de interesante y no de floja o mala por el simple hecho de ver a una jovencita Concha Velasco de 18 años, a Tony Leblanc en plena forma a sus 36 (y no como padre de Torrente), a Arturo Fernández, a Jesús Puente (¿os acordáis de lo que necesistas es amor ?), a Luis Sánchez Polack (el Tip de Tip y Coll) y a unos cuantos mas de los cómicos de nuestra historia del cine, y que forman parte también de nuestra memoria personal y colectiva. Por otro lado el guión es sencillo y previsible, y la realización y las interpretaciones todas correctas y agradables. Y aunque destaque por sus momentos de comicidad, lo importante hoy es ese viaje emocional por el tiempo que proporciona su visionado.
El uso del tecnicolor, la búsqueda de localizaciones chic como el hipódromo de la Zarzuela, de glamurosos bailes y orquestas, y ese humor blanco y sin maldad en la que las cuatro chicas, aunque de diferente posición social, buscan recogen donativos para la Cruz Roja y encontrar el amor de sus vidas, lo que pretenden es dar una posibilidad de evasión a una España que en el año 1958 había pasado lo peor de la posguerra, pero vivía todavía en blanco y negro , con muchas limitaciones y miserias, y que pretendía abrirse al resto del mundo y dejar atrás la autarquía. En ese contexto esta película representaba una ventana a la ilusión para esa mayoría de españolitos de a pie que empezaban a soñar con tener un seiscientos y dejar atrás los años de pa negre . Incluso la canción principal de la película se convirtió en un tema muy popular en aquellos días de radio en los que apenas se había iniciado la televisión, y eran los radioreceptores los transmisores de la información, de los concursos, de las músicas, de la vida más allá de la casa y del barrio…
Este film fue concebido y filmado a la americana, es decir, se dotó de importantes medios y se proyectó con una finalidad precisa, la de popularizar el postulado y los donativos en favor de la Cruz Roja, al tiempo que se pretendía demostrar la generosidad del público español, rompiendo así la imagen de país arruinado.
Al objeto de asegurarse los resultados deseados, se recurrió al empleo de fotografía en color, de música y letras pegadizas, y a un elenco de actores y actrices muy populares, junto a la incorporación de dos bellas actrices foráneas como Katia Loritz y Mabel Karr, ésta última precisamente debutaría en España con este trabajo. Para reforzar el grupo de actores se recurrió incluso a Ricardo Zamora, hijo del mítico futbolista del mismo nombre y por entonces también guardameta profesional.
En cualquier caso constituyó un enorme éxito popular y de taquilla, sin duda ayudado por el carácter casi coral del film y por la presencia de cuatro guapas y modernas protagonistas principales, visibles en el florido color de la fotografía y partícipes de algunas escenas muy inocentes pero algo aperturistas para la época. No obstante, la película ha envejecido considerablemente, a lo que ha ayudado un argumento muy ligero y previsible así como el tratarse de una producción coyuntural que pretendía mostrar una imagen de prosperidad de la sociedad española y de modernidad del régimen.
La historia se desarrolla en el Madrid de los cincuenta, el Día de la Cruz Roja. Paloma, Isabel, Marion y Julia, son cuatro bonitas muchachas de la capital que ataviadas con lindos vestidos piden, hucha en mano, alguna aportación para la insigne institución.
El director Rafael J. Salvia resuelve con solvencia esta película, rodada al estilo americano, con importantes medios técnicos y por supuesto económicos. El objetivo, seguramente dictado desde arriba, era promocionar a la Cruz Roja, que la gente se animara a aportar, y por sobre todo, hacer propaganda de un país al que se presenta generoso y que nada tiene que ver con la leyenda de nación pobre y pauperizada. O sea, la imagen de una España próspera, que ya había pasado lo peor de la posguerra, aunque aún vivía en blanco y negro, todo ello en un boyante régimen franquista que pretendía abrirse paso al resto del mundo y progresar de la forma que fuera, sobre todo con la ayuda de los norteamericanos, claro. El guión de Pedro Masó y del propio Salvia está bien escrito y trata un relato sencillo, sin mayores pretensiones y absolutamente predecible, una historia sin maldad, amable, sin estridencia, lo cual que en cierto modo se agradece en los tiempos que corren de tanta explosión y cacharrería en el cine. Lo importante es la liviandad de las guapas jóvenes intérpretes, el uso del tecnicolor y, pues, una bonita fotografía de Alejandro Ulloa, y por supuesto una música pegadiza e inocente de Augusto Algueró donde las chicas de la Cruz Roja son las protagonistas.
El reparto es muy llamativo y reluciente. Lo fue para la época y lo es hoy plan nostálgico para ver de muy jovencitos a actrices y actores como Concha Velasco, que entonces tenía 18 años, un Tony Leblanc pletórico con 36, Arturo Fernández elegante, buen mozo y con sus trazas de galán, Jesús Puente, Luis Sánchez Polack (el Tip de Tip y Coll) y más cómicos de la época, amén de algún deportista afamado como el conocido futbolista Ricardo Zamora.
La película tiene una buena y cuidada puesta en escena con localizaciones chic en el hipódromo de la Zarzuela, de glamurosos bailes y orquestas. Además, ver la vestimenta bonita (a mí me gusta) de aquellas chicas de la época, los automóviles, las maneras de trato hacia las mujeres, y en fin, mil pequeños detalles de una cultura que se ha volatilizado ya, que resulta de gran interés social y cultural para entender mejor aquella época. Pero claro, el film presenta una sociedad que distaba mucho de la realidad de entonces.
Ahora, tras ver de nuevo esta película, imagino que en su momento esta cinta representó una especie de bocanada de aire fresquito, una ilusión para tantos españoles corrientes y molientes que empezaba a soñar con dejar atrás los años del hambre, del pan negro de centeno, que aspiraban en comprarse un Seat Seiscientos y vivir una vida más cómoda e incluso alegre. El propio tema central del film (Las cicas de la Cruz Roja, novias de la primavera, la, la…) fue un tema súper popular que sonaba a todas horas en aquel tiempo de radio, y la gente la cantaba como una especie de himno primaveral ante tanta densidad social y política.
¿Qué voy a decir? Que disfruto viendo Madrid de 1958. Esa panorámica con que empieza la película mientras suena la canción. Y luego toda la música son variaciones de ella.
Una trama mínima, para una buena causa. Y que se resuelve en 80’. Además, me gusta ver a Antonio Casal (tan bueno en películas anteriores), a secundarios de primera como Gómez Bur o Vicky Lagos. Además, Tony, Arturo, Lado, Cancio y hasta Tip y Top.
El Hipódromo, Moncloa, el Palacio de Oriente, la Gran Vía, ¡la Cibeles! Digan lo que digan estaba todo muy bien en 1958. Bien cuidado.
La moda femenina, esos trajes entallados y con falda de vuelo…
Es como un viaje en el tiempo.