Las canciones de amor
Sinopsis de la película
Todas las canciones de amor hablan de lo mismo: Hay demasiada gente que te quiere… No podría vivir sin ti… Sorry Angel… Las canciones de amor , la interpretación musical de tres amantes en París, habla también de estas cosas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Les chansons damour
- Año: 2007
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
6.7
67 valoraciones en total
No hay que trasladarse a la época de la Nouvelle Vague para encontrar maravillas en el cine francés. Más recientemente podemos encontrar películas como Les chansons damour, que pasan desapercibidas pero que resultan pequeños bombones al paladar de cualquier cinéfilo.
La historia: un lío amoroso, pero no al uso. Algo diferente esta vez. Esta película no va de encontrar al amor de tu vida, sino de lidiar con el amor y con el afecto que sentimos hacia los demás, bien sea correspondido o imposible. Y hasta aquí puedo leer. Se trata de un argumento original y muy bien contado gracias a unos personajes con vida propia y terriblemente reales.
La originalidad de la película no se queda solo en la trama. Les chansons damour tiene más elementos muy caracterísiticos y el más fundamental quizás sea que se trata de un musical. Está claro en el título: Las canciones de amor va de amor y de canciones. Pero este no es un musical habitual. No sigue para nada la estela de Broadway. Aquí no hay bailarines ni grandes coreografías ni temas súper pegadizos. Lo que nos ofrece a cambio son buenas canciones llenas de cotidianidad, interpretadas con una naturalidad que engancha.
Buena historia con buenos personajes (y magníficos actores encabezados por el siempre genial Luis Garrel) para una película musical que, además, es una delicia visual. La fotografía logra crear un ambiente maravilloso dentro de la melancolía, pero sin tristeza, huyendo de lo gris y la cámara se mueve como pez en el agua, entrando y saliendo del relato, moviéndose aquí y allá, pero siempre sin llamar la atención. Huye de grandes artificios pero está siempre en el lugar más oportuno.
Es un musical delicioso, con vida propia y diferente a las demás, con méritos que se pueden reconocer objetivamente, pero con una fuerza aún mayor que reside en su emotividad. Inevitablemente te engancha. Es una cinta preciosa que, además, cuenta con uno de los mejores y más oportunos finales que jamás haya visto.
Uno de los aspectos que más destacan los críticos del cine de Almodóvar es su capacidad por conjugar lo sublime con lo ridículo, una idea que se repite en casi todas las reseñas y que han tomado para sí todos los cinéfilos que intentan adentrarse en el complejo mundo fílmico del manchego. Esa idea también se podría aplicar al cine de Christophe Honoré: sus películas se debaten entre una tensión lírica y otra sexual, sin posibilidad de una narrativa convencional, en línea recta, con su particular sujeto, verbo y predicado, su presentación, nudo y desenlace.
Así, llena de fugas, contradicciones y digresiones discurre Les chansons damour, una película provocadora, caótica y desordenada, capaz de encandilar y enervar a partes iguales. Como ocurre con Almodóvar, hay ciertas escenas que uno no sabe si fueron concebidas para provocar la risa o invocar el llanto, y de hecho esa inestabilidad, ese no saber qué ocurrirá en la escena siguiente, es lo que sustenta un film frágil, homenaje a la chanson française y encantada del carácter libertino de su estructura y de sus protagonistas. Con Honoré nunca hay personajes en el sentido estricto del término: más bien conceptos, ideas, siluetas que esconden un alma inquieta, ángeles de formas etéreas (y heteras, y homosexuales) que se enredan y desenmarañan a gusto del realizador. Honoré vuelve al concepto y prescinde del cuerpo de sus criaturas: por eso sus escenas sexuales son tan sutiles, más insinuadoras que explícitas, más románticas que físicas, como si el francés estuviese enamorado del amor en mayúsculas, y no de sus enamorados.
La vida en su explosión más colorista y la muerte en su expresión más sombría se juntan como tantos otros antónimos que Honoré toma para sí, atrayendo todos los polos opuestos posibles. De esta mezcla de tonos y referencias sale una película que tiene mucho de la Nouvelle Vague y de Audrey Hepburn, de Jules et Jim y de Los paraguas de Chesburgo, del vodevil y del papel cuché, también de Almodóvar. Honoré viene a decirnos que todos necesitamos de alguien que nos dé cobijo en los momentos alegres y tristes, que la soledad es tan irremediable como terrorífica. Llena de rimas o de ripios según quien la mire, pero en todo caso portadora de una inconfundible personalidad.
Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities http://cachecine.blogspot.com
Christophe Honore lleva cinco años dirigiendo películas a un ritmo de una por año. Fue a raíz de la proyección en el Festival de Cannes de Las canciones del amor que el nombre del director empezó a sonar en los circuitos internacionales, y lo que le permitió ampliar horizontes más allá de las fronteras de su país. Sus dos últimas películas se han visto en el Festival de San Sebastián con una acogida cuando menos discutible por parte de la crítica española. Las canciones del amor tiene, en cambio, algo de película de culto en determinados círculos. Seguramente esta calificación sea excesiva, pero hay que reconocerle un cierto encanto que la hace bastante agradable.
La esencia de la película está en su título. Es una película de amor, en muchas de sus variantes, en la que este sentimiento se expresa cantando. O sea, un musical de esos en los que los actores se ponen a cantar de vez en cuando de forma absolutamente natural. Los protagonistas son una joven y atractiva pareja. El es guapo, ella es guapa, tienen buenos trabajos, una vida acomodada, y como curiosidad comparten su relación con una tercera persona. Así que en realidad estamos ante un trío. Todo ello mostrado con una ligereza casi naif. Agradable pero leve, muy leve.
Lo curioso es que la historia en un determinado momento da un giro verdaderamente dramático. Pero, en cambio, la película se mantiene fiel a ese agradecible tono ligero que tenía desde el principio. Este hecho nos lleva a que el horizonte de las relaciones afectivas se amplíe más si cabe, sin perder en ningún momento ese buen rollo muchas veces impropio de la supuesta gravedad de las situaciones narradas. Pero resulta que uno en lugar de mosquearse con la historia, va y se deja llevar, y hasta consigue disfrutar moderadamente con esas canciones a media voz por las calles de París.
El actor Louis Garrel protagoniza la película con esa cara de estar por allí de casualidad, con la que suele hacer casi todas sus películas, pero que aquí hasta le sienta bien. Y lo mejor es que se hace acompañar de un grupo de actrices espléndido. Ludivine Sagnier, Clothilde Hesme, Chiara Mastroini y la veterana Brigitte Rouan, que protagoniza uno de los mejores momentos de la película cuando, cariacontecida, intenta mantener la compostura ante la confesión de su niña, de que comparte a su novio con otra chica.
Supongo que en un marco tan serio como Cannes esta película puede sonar a broma, pero la película tiene un punto entre melancólica y divertida, que la hace muy agradable para ver una tarde lluviosa.
Quiéreme menos, pero quiéreme durante mucho tiempo, es una frase agridulce y mensaje de una película que quiere dejarse colgada de esa forma: tiene la parte de jugueteo pero también de restarle importancia a las cosas, trivializar lo grave pero sin dejar de lado lo hondo, porque la tristeza sigue ahí. El protagonista no pretende reemplazar el vacío que deja la pérdida de su amada, pero trata de seguir con el gesto de quien sonríe de lado, mueca afirmativa, condescendiente. Se deja llevar como un barco de papel a la deriva.
Ahí entran los otros personajes y las búsquedas y zigzags de las vivencias que se turnan por chocar contra él, el protagonista que se deja caer como una piedra en una pendiente. Y no se cierra la oportunidad de que una mirada o un cruce de palabras de paso para tocar la epidermis del protagonista, que se dejará consolar aunque no dirá nunca a estos personajes lo que nos dice a nosotros cuando está solo. Como la canción de tristeza y cara triste que ejecuta caminando por las mismas calles y recordando a su chica.
Las canciones no están pegadas tras cortes abruptos, son suaves y naturales y de gran calidad musical. La lluvia, el amor y la tristeza son sus temas.
No me suelen gustar los musicales, pero esta película calza las canciones de forma tan real que pudiera imaginar que si la película fuera una grabación de la vida, cada canción sería un descubrimiento (como si abriéramos la cortina) de las mentes de sus personajes, verdaderos monólogos silentes musicalizados.
Acabo de ver Les chansons damour , del director francés Christophe Honoré, y me ha dejado atrapado en su mundo de historias tristes pero con sabor a esperanza. Ese sentimiento de que pase lo que pase, la vida sigue, y hay que continuar siempre hacia adelante.
Es un musical, pero he tenido durante todo el visionado la sensación de estar viendo un musical diferente. Las canciones no irrumpen de modo repentino, sino que parece que fueran una parte natural de los diálogos, ensamblados con éstos de una manera tremendamente ágil y natural, o también una aclaración del interior de los personajes, algo así como la explicación de sus sentimientos.
La película transmite un estado continuo de melancolía, pero, aunque parezca contradictorio, lo hace en un tono ligero y de una manera muy agradable y con encanto. Además, las canciones me han parecido fantásticas, todas en una línea musical similar, e interpretadas con mucha naturalidad.
Por otra parte, el film no necesita ni bailarines, ni números coreográficos, tan solo la presencia de los actores que están en escena en ese determinado momento, lo cual creo que juega a favor de la comprensión de los sentimientos y de la historia personal de cada personaje.
En el aspecto técnico, la cosa no se queda atrás. La fotografía logra crear un ambiente maravilloso que le viene como anillo al dedo a la historia contada, y la cámara sabe muy bien de que manera moverse para contárnosla.
Los actores y actrices están todos algo más que correctos, con mención especial al protagonista, el gran Louis Garrel, que está perfecto en su papel lleno de dudas y contradicciones.
En definitiva, creo que sin lugar a dudas es un musical diferente y lleno de encanto, me repito, pero son las palabras que me vienen continuamente a la mente. Aunque creo que no es de esas películas que te deja indiferente, pues o te gusta mucho o no te gusta nada.
Y supongo que, como en muchos otros casos, han de abstenerse los amantes del cine comercial, porque esto no tiene nada que ver. O a lo mejor me equivoco, pero no creo.