La vida en un hilo
Sinopsis de la película
Después de enterrar con todos los honores a su difunto esposo, una joven viuda abandona la sórdida vida provinciana y se va a Madrid. Fue una etapa muy dura de su vida, que debió soportar con resignación, pero ahora está dispuesta a recuperar el tiempo perdido. En el tren coincide con una adivina.
Detalles de la película
- Titulo Original: La vida en un hilo
- Año: 1945
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
Película
7.1
47 valoraciones en total
Elegir marido no es sencillo. Muchas veces eliges a salto de mata, y claro, te equivocas. Eso le pasa a Mercedes. Un día, bajo la lluvia, dos hombres le ofrecen llevarla en su coche. Al primero le dice que no, por pudor, pero con el segundo acepta, por sentido práctico, y comete el error de su vida. Si es que el sentido práctico está muy sobrevalorado y, en ocasiones, es más conveniente hacer locuras.
Mercedes no tiene ni idea de su error, hasta que un día, tras enviudar, conoce a una adiestradora de patos, como lo oyes, que le esclarece su vida, la que pudo haber sido y no fue.
Tal vez esta historia te suene de haberla visto, así o parecida, anteriormente en cualquier otra peli. Mi abuela, una mujer con un lustroso repertorio de frases cañís, diría al respecto: Si es que está tó inventao
Efectivamente, Edgar Neville la inventó en 1945. Gerardo Vera hizo un remake costroso en 1992. Peter Howitt, el de la comarca, la versionó en 1998 (aquí la conocemos como Dos vidas en un instante) e, incluso, se la puede considerar como uno de los plagios posibles de Mr. Nobody, en su versión belga.
La vida en un hilo es una comedia, romántica, para más señas, cargada de fantasía, simpatía y creatividad. Y sale el reloj más feo del mundo.
Muestra de la frescura y originalidad del cine clasico español, que decenios antes de la británica Dos vidas en un instante fraguó esta castiza e inolvidable historia.
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LO MEJOR: La alegría que irradia toda la cinta y Conchita Montes
LO PEOR: Que la dictadura anquilosara nuestra industria y solo queden pocos filmes que destacar de aquellos años.
Una joven viuda (Montes) conoce en un tren a una simpática vidente (Lajos) que la cuenta lo que podía haber sido su vida de haber elegido a un muchacho bromista y vividor (Durán) en vez de aquel con quién se casó: un hombre bueno y honesto, pero aburrido y poco detallista (Marín).
El paso de Neville por Hollywood hizo que este, como siempre inquieto, buscara hacer aquí algo parecido a lo que allí estaba de moda. Por ello La vida en hilo es lo más parecido a una comedia americana de los 40 en España, es decir, una comedia que presta una gran atención a la elaboración de las situaciones, a la construcción de la película (el rasgo que más destaca al verla hoy), dónde el ritmo está muy bien medido en un ambiente elegante, sofisticado, afinado, cuidado, que busca la sonrisa eterna más que la carcajada pasajera.
El resultado es magnífico y plasma uno de los temas predilectos de Neville: la importancia del azar en la vida de las personas, tal es así que para la crítica, en general, es la mejor película de Neville, algo discutible si se la compara con la asombrosa y única La torre de los siete jorobados , lo que resulta indiscutible es que como casi toda la filmografía de Neville aventaja sobremanera al resto del cine español coetáneo. Excelente ritmo en las interpretaciones de los cuatro actores predilectos de su autor.
Edgar Neville es por méritos propios un director a reivindicar, su cine es uno de lo más interesantes y modernos que hay ocultos en la cinematografía española, sus películas son joyas deliciosamente rodadas que parecen sacadas de otro tiempo distinto al nuestro. Tras la insólita y estupenda La torre de los siete jorobados (1944), probablemente su mejor y más reconocido film, Neville siguió creciendo con una comedia romántica completamente adelantada a su tiempo (y cuya estructura posteriormente ha sido imitada hasta la saciedad), de brillante planteamiento y ejecución, que nos cuenta como habría sido la vida de una joven, recientemente viuda, si hubiera conocido a otro hombre y se hubiera casado con él en lugar de con su difunto marido.
La narración es completamente novedosa para la época por el constante y acertado uso de flashbacks y saltos temporales, amen de por el inteligente uso de las dos líneas de acción sobre las que discurre el film, la vida vivida y la que no se vivió, y que en varios momentos clave se entrecruzan otorgando un aire especial al relato. A ojos de nuestra época quizá el papel de la mujer en la película parece más que dudoso y tenga un regusto machista, pues la protagonista (aparte de carecer de personalidad) disfruta con ese papel de señora de la casa y de mantenida que no tiene más ilusión en su existencia que encontrar al amor de su vida, pero también son cosas que hay que aceptar por las circunstancias de época y que forman parte de la historia, no olvidemos el año en que se rueda y lo adelantada e innovadora que resulta en otros tantos aspectos.
El principal mérito del film, más allá de su alegre ritmo y de la originalidad de la propuesta, es su sentido del humor, destacando su candidez, pero sobre todo a través del sarcástico y crítico retrato que realiza de la clase alta de la época (y que aún me pregunto como pasó la censura), y por ese tono de fábula -casi mágico- o de cuento de hadas, como se quiera llamar, por el cual a nuestros ojos y los de la protagonista todo en la vida es aún posible, la mejor de las realidades y nuestros sueños están a nuestro alcance, incluso aunque estos pareciera ya habían pasado de largo, quedando ese final (quizá demasiado feliz) como reflejo de la cercenada ilusión de una época en la que poder cambiar de historia no era posible.
La película –cuyo argumento fue posteriormente estrenado en teatro– plantea una simpática y a la vez superficial indagación en la naturaleza del azar o el destino inexorable. Y lo hace a través, básicamente, de un sentido blanquito blanquito de la comedia, el ingenio liviano y el desparpajo –fundamental es ahí Conchita Montes y los diálogos–, con cierto e inofensivo retrato social que es más apoyatura en clichés de fácil digestión para obtener la aquiescencia del público a través del chascarrillo, que crítica satirizada.
La versión teatral incide más en un humor absurdo dialogado a lo Mihura, pero el Neville cineasta se conforma con una obra, ya digo, espontánea, que vive de las rentas de un punto de partida sugerente y se mantiene a base de sencillez, desenfado y cierto y leve apunte sobre las dos Españñññas, los visillos de media tarde o la esencia de la suerte.
Por lo demás, pues el estilo franco (de franqueza) y desaliñado típico en Neville. Película de escaso presupuesto que hoy día, no obstante, ofrece el aroma rancio de aquella época (ese papel cornucopiado de las paredes, esas lacas…) mezclándolo con un profundo poso de melancolía campechana y provinciana.
Aunque se desarrolle en la avenida Salamanca.