La vida en rojo
Sinopsis de la película
En la España de los 60, en plena agitación universitaria, cuando son expulsados de sus cátedras Aranguren, García Calvo y Tierno Galván, el viejo profesor Julio Denis, sospechoso de colaborar con la policía, se ve implicado en un confuso asunto que provoca su expatriación. La reconstrucción de su vida revela episodios de la lucha antifranquista protagonizados por estudiantes, uno de ellos desaparece de modo inexplicable tras ser detenido e interrogado en la Dirección General de Seguridad. Su abuela y su novia lo buscan sin tregua, pero no dan con su paradero, la única persona que podría aclarar lo ocurrido es el comisario Ramos.
Detalles de la película
- Titulo Original: La vida en rojo
- Año: 2008
- Duración: 105
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Opinión de la crítica
4.6
36 valoraciones en total
Me ha parecido que la película es de candente actualidad por abordar con veracidad y emoción el tema de la represión durante el franquismo, con sus secuelas de torturas y desaparecidos. A los más mayores les recordará ese período negro de nuestra historia reciente, y a los jóvenes les abrirá los ojos. Tiene secuencias escalofriantes, en especial los interrogatorios conducidos por el personaje que encarna con maestría Miguel Ángel Solá, o el reencuentro a la salida de la cárcel entre Pilar Bardem e Ingrid Rubio, ambas soberbias, pero posiblemente el personaje más logrado y la mayor víctima de todas, precisamente por no querer implicarse en nada, es el del profesor Denis, basado aparentemente en un personaje real, del que José Luis Gómez, un actor desaprovechado por nuestro cine, hace una gran creación.
La vida en rojo es un film político sobre los métodos policiales empleados durante los años 60 en España, basado en el formato de falso documental.
Un grupo de universitarios revoltosos e idealistas, dirigidos por un enlace del PCE y cuya peligrosidad no pasa del reparto de octavillas en el Madrid de 1965, cae en manos de la policía militar. A partir de esta presentación vivimos, por un lado la descripción de los métodos coercitivos puestos en práctica en la DGS, y por el otro, la tragedia personal de Julio Denís, el hombre desasistido hasta su autoextinción.
El film denuncia la existencia de desaparecidos en aquellos interrogatorios y de sus abuelas del mayo español. Juega con símbolos como las flores siempre frescas en la tumba de Machado, reflejando lo que París significó para aquellos y, finalmente, muestra que el triunfo es para quien no se significa.
Sus puntos fuertes son las interpretaciones del elenco protagonista. Excelso José Luis Gómez, personifica la Desolación, la absoluta soledad de un hombre que no elige bando, que no desea que su nombre aparezca en ningún escrito, que no se integra, que habla poco y con voz trémula. A partir de su comunicación no verbal, de sus miradas y sus hombros arqueados, Andrés Linares, el director, nos presenta el desamparo del equidistante.
El segundo elemento es el torturador, ese oficio. José Sacristán presta su excelente vozarrón a la descripción de su método y Miguel Ángel Solá borda el papel de tan condenable figura, de quien odia tanto la debilidad como el avance científico, mientras se arroga el origen del progreso. Solá llena la sala con su pausada voz, su cinismo, su trágico sentido del humor, creando la duda sobre los cimientos de todo régimen totalitario. Porque éste descansa sobre la maldad de seres violentos, que disfrutan con el sufrimiento ajeno y reciben su reconocimiento como abnegados fieles.
El defecto del film nace de su estructura de collage propia del documental. La continuidad entre escenas fluye con dificultad y los personajes, con la excepción de Julio Denís, no crecen. El film se queda en una dimensión excesivamente política que no gustará a los que se sientan denunciados, aunque aporte el valor de información a quien no lo vivió o no quiso ser consciente. Apuesta claramente por la recuperación de la memoria histórica en su dimensión pública, pero pierde la oportunidad de ahondar en la familiar. Reconocía Sergio Perís-Mencheta que su padre había tenido una intervención en la revuelta y sin embargo, le había hablado poco de ello. Falta la película española que profundice en esa intrahistoria, que desvele la razones del silencio dentro del propio hogar.
Me ha sorprendido agradablemnte esta película dura y valiente, pues por mi edad, 31 años, me ha descubierto aspectos de nuestra historia reciente, de la generación de nuestros padres, de los que yo sepa no se habia hablado hasta ahora. Como me comentó mi acompañante, una chica algo más joven que yo, me ha hecho revivir cosas que ni tan siquiera he vivido .
Lo mejor es la forma en que pasa de escenas de gran dureza, los interrogatorios dirigidos por un Miguel Ángel Solá impresionante, o las torturas, solo sugeridas, pero en las que bastan las imáenes de como es conducido el estudiante al que van a torturar ( Mariano Alameda ), para mi toda una sorpresa pues solo le recordaba de Al salir de clase y una voz en off para sugerir todo el horror de métodos tan bárbaros.
Pero la película ofrece también grandes dosis de ternura, sobre todo en los personajes femeninos, ¡ que grande es la Bardem de la que Ingrid Rubio sabe estar a la altura! y conmueve la trayectoria vital del profesor , un magistral José Luis Gómez, empujado al exilio y la miseria. Su primer plano en el refugio para mendigos es un poema a la desolación.
Me gustaría que se hiciesen más películas como ésta, que a pesar de no ser perfecta y resultar algo embarullada los primeros minutos, cuando arranca te engancha con fuerza y te tiene en vilo hasta un final desolador en el que, a diferencia de tanto cine de happy end , fracasan los buenos y triunfan los malos.
La redondez de la película no es perfecta, pero no es una más sobre el asunto posguerra . La historia que nos cuenta, y que sería necesario que haya más, continúa siendo un agujero negro de nuestra trayectoria vital. De la guerra aún sabemos poco y encima con los nuevos pseudos escritores (Pio Moa, Cesar Vidal…) que se dedican a confundir y enturbiar la realidad, aún sabemos menos. Pero sobre la Posguerra-Los años grises y la Transición existe un vacío programado que es muy preocupante. Parece como si todavía pesase sobre nuestras cabezas la losa del olvido en que todos, derecha e izquierda, se han puesto de acuerdo desde el más vergonzoso de los consensos. Esta película sin ser una obra maestra da un paso valiente para mostrar aspectos tan relevantes como: De quien es deudora la monarquía en su regreso a España, el papel de las fuerzas represivas en la dictadura y en la democracia, encarnados en la misma persona, el papel de la pseudo izquierda que se enseñorea en nuestro país y finalmente el papel de los perdedores, unos perdedores que se les quiere negar lo más elemental saber qué pasó con sus desaparecidos, que en el franquismo fueron unos cuantos. Pero la película va más allá y nos muestra la figura de los exiliados (o expatriados, para el caso es lo mismo) de segunda, porque en todo hay categorías y todo su drama y soledad, ahí el papel de J. L. Gómez es de quitarse el sombrero y aplaudir hasta no poder más. En resumen, una película con ciertas carencias cinematográficas, pero de un valor y una honestidad histórica que deben ser resaltados y admirados.
El maniqueísmo hace daño a los ideales, pero sobre todo destruye cualquier veracidad del relato. Esta película no parece tener otra función que buscar la adhesión político-nostálgica por la vía rápida: los buenos sufren y lloran un montón. Los malos no tienen remedio.
Que Franco murió en la cama, que la transición dejó heridas que nunca sanarán y que la democracia se ha escrito con la sangre de héroes anónimos, eso ya lo sabemos todos.
La vida en rojo sólo presenta esa baza. Pero no es un documental, aunque juegue a serlo no siéndolo. Por lo menos, como recreación histórica es un desastre: actores sobreactuados, montaje pesado, anacronismos en la dirección artística, ausencia de referencias espacio-temporales…
Y como ficción presenta los mismos problemas. Sobre todo molestan los cambios de narrador. Algunos, la mayoría, gratuitos. Lo peor, sin duda, es la dirección de actores. Sólo Ingrid Rubio y Pilar Bardem superan las deficiencias de sus personajes. José Luís Gómez hace más de lo que puede, pero actuar bien bajo ese guión es un imposible. El resto de actores queda a su merced. ¿Qué hizo el realizador con ellos? Ensayar no, desde luego.
Al final, todo queda en un empacho con sabor televisivo y notas grandilocuentes, desde la música hasta los flashbacks sobre flashbacks pasando por los discursos llorones.
El que quiera ver buen cine, que elija otro film. Quien se sienta rojo, que vote a Izquierda Unida, o revise el cine de Costa Gavras, mucho más potente, útil y bello, porque se trata de narrar buenas historias y no de reunirnos en torno a un experimento subvencionado con dinero público y contarnos lo guapos y sufridores que somos.