La vida de nadie
Sinopsis de la película
Emilio Barrero (José Coronado) es un economista que trabaja en el Banco de España. Tiene una esposa modelo, un bonito chalet y un hijo que le admira. Su esposa (Adriana Ozores) le está preparando una sorpresa para su cumpleaños, pero la sorpresa se la va a llevar ella, porque la vida de Emilio está basada en la mentira. Cuando conoce a Rosana (Marta Etura), una encantadora estudiante, el precario equilibrio de su vida se quiebra y todo se precipita hacia un inesperado desenlace.
Detalles de la película
- Titulo Original: La vida de nadie
- Año: 2002
- Duración: 103
Opciones de descarga disponibles
Si lo deseas puedes obtener una copia de esta película en formato HD y 4K. Seguidamente te citamos un listado de posibilidades de descarga directa activas:
Opinión de la crítica
Película
6.8
79 valoraciones en total
La vida de un don nadie, o por lo menos en su interior, ya que todo lo demás era carcasa, objeto de la mentira.
Esa mentira que, sin lugar a dudas, forma uno de los ejes más patentes en nuestra sociedad, pues desde el noticiario más imparcial hasta cualquier persona lejana a nuestros intereses, las esconden. Y aunque no lo parezca, nos corroen, nos extenuan, hacen de nosotros una simple y llana parodia de lo que eramos, puesto que, más que por impulsos o decisión propia, actuamos tras ellas, intentando que en ningún momento nos puedan perjudicar, y esquivando todos esos escollos que pueden hacer que salgan a relucir sin más, delatándonos. Así, vivimos encerrados en nuestras propias mentiras.
Agarrando esa base, el punto de partida de La vida de nadie es verdaderamente interesante, puesto que expone una de las problemáticas cada vez más patentes en esta sociedad, es decir, la mentira como válvula de escape, como recurso constante, y a través de ella nos introduce en la vida Emilio Barrero, un tipo que vive felizmente con su familia (¿?), se sacó la carrera de económicas (¿?), trabaja en un banco (¿?) y es totalmente honesto con sus amigos/conocidos (¿?).
Puede que la idea, ya de por si resulte buena, pero además de ello, Cortés hace de su personaje principal un ser que en ningún momento se torna apático, cosa que deja al espectador una libre opción para que conecte con la historia con mayor facilidad y así esté pendiente de ella en todo momento sin llegar a sentirse irritado por la presencia de un protagonista máximo tan poco honesto.
Es ineludible hablar del apartado interpretativo, puesto que Javier Coronado logra una actuación sobria sin excesos de ningún tipo, y Adriana Ozores realiza un papel tremendamente bueno y veraz, logrando de La vida de nadie un drama tan angosto como consistente y rotundo.
El cine es a veces pretexto para inventar historias que dificílmente pueden suceder en la vida real, y ese es uno de sus muchos encantos. Tal es el caso de esta película, en la que un José Coronado -que no nos había convencido hasta rodar Caja 507 – encarna con éxito a un mentiroso enfermizamente compulsivo (Emilio Barrero), que crea a su alrededor toda una complicada maraña de apariencias, con maestría tal que durante muchísimos años todo el mundo cree que es un avispado economista que trabaja en el Banco de España, engañando no solo a todos los amigos y familiares que le confían sus ahorros, sino incluso a su propia esposa Agata (Adriana Ozores). Parece realmente inverosímil que una cadena de embustes de tales dimensiones pueda mantenerse tanto tiempo, aunque han existido muchos casos de farsantes que lo han intentado sin éxito, porque en algún momento se produce el fallo que desenmascara al embustero. Para Emilio Barrero ese punto de inflexión se produce cuando se enamora de una joven estudiante, Rosana, interpretada convincentemente por Marta Etura, y desde entonces su mundo inventado comienza a derrumbarse, porque los equilibrios sobre la cuerda floja son cada vez más difíciles. Todos los espectadores pueden barruntar que llegará un final explosivo, aunque Eduard Cortés, director casi novato, juega con su paciencia, manteniendo un grado de tensión dificílmente sostenible para desvelar un final que, en cierta medida, defrauda*. Buena historia y magnífico trío de intérpretes.
Como ya es sabido por todos, mentir tiene un grave inconveniente, uno no recuerda del todo los pequeños detalles de la base de su embuste, por lo que a la larga las torpes contradicciones del embustero van cavando su propia tumba.
La vida de nadie pasa por alto este hecho. Y lo hace para imprimir el ritmo que desea su director, sin verse forzado a atender aquellos fatídicos descuidos que pudiesen acorralar al mentiroso. De lo contrario, la historia acabaría antes incluso de terminar de acomodarnos en nuestra butaca (o si es en la versión casera: butacón).
Lo que sí cuenta, y lo hace de categoría, es cómo algo que comenzó como una pequeña bola de nieve sin importancia irá creciendo y creciendo hasta convertirse en una monstruosidad sin frenos, en la que al señor Barrero (protagonista y artista del engaño), le quedarán sólo dos opciones, o seguir con la falsa o desaparecer sin dejar huella.
Películas que propongan parcial o integramente la mentira como principal asunto de la trama las habrá a centenares. Pero apostaría aquello que nunca se debería apostar a que La vida de nadie es la que con mejores formas afronta el pecadillo del que por necesidad o por gusto todos hemos hecho uso alguna vez.
Véanla porque además de tener un argumento serio y coherente (dentro de la incoherencia), cuenta con una plantilla de actores que consiguen con su buen hacer que esta falsa parezca totalmente verídica. No les miento.
Esta inteligente película, de sorprendente nivel, se ciñe sin divagaciones a la narración del argumento, consigue por ello profundizar en el tema, y da que pensar, pensar acerca de la identidad existente (en teoría) tras la máscara de la personalidad.
¿Qué pasa con las apariencias entre las cuáles vivimos?
¿Cuadran con lo que envuelven y encubren?
¿Qué hay tras la máscara?
¿Cuánto coincide lo oculto tras la máscara con la imagen externa, la que los demás se forman?
En el caso del protagonista, el porcentaje de coincidencia se reduce prácticamente a cero. La simulación y la trola no tienen límites para él.
Propulsada por esta idea, que se exprime al máximo, la película avanza en dosificada progresión por ese viaje del cien al cero. Pronto parece ya imposible seguir adelante, y sin embargo el abismo continúa abriéndose.
Para el protagonista, sostener las coartadas que se acumulan se vuelve tan agobiante como para ese hombre del circo tener los diez o doce platos girando en lo alto de las varillas. A ese ritmo sin apenas respiración, la película apura la tensión de la intriga hasta un grado inusual.
La interpretación de Coronado es notable: su papel requiere actuar dentro de la actuación, y encarnar un constante estado de alerta. Lo consigue holgadamente. También brillan ambas actrices, Adriana Ozores y Marta Etura, representando convincentes las sorpresas pasmosas provocadas por el protagonista, una tras otra.
La cámara aprovecha el interior del Banco de España para filmar planos creativos y sugerentes, con dramáticos picados y juegos de sombras en los amplios vestíbulos.
Da que pensar y también que imaginar: a la salida el espectador comienza a preguntarse a dónde irán realmente sus familiares cuando salen de casa, y a dónde los compañeros de trabajo que dicen volver al hogar…
(7,5)
Eduard Cortés es un director valioso del que he visto otras dos películas, una de ellas es preciosa ( Otros días vendrán ) y otra interesante, trata sobre un chaval al que su padre está empeñado en convertir en estrella del baloncesto para compensar sus propias frustraciones ( El diez en la espalda ).
En la que estamos comentando, Cortés propone una interesante historia sobre la importancia de las apariencias, que a veces pueden llegar a comerse todo: tanto pareces, tanto eres, pero al final, si no hay esencia, no hay nada.
Éste es un tema que venía al pelo en 2002, cuando en la sociedad española del pelotazo y la burbuja inmobiliaria se estilaba mucho eso de que saber venderse bien era mucho más importante que el producto que vendías, eso de cultivar el marketing por el marketing, sin nada detrás, etc., y así nos ha ido.
Yo la vi por primera vez dos o tres años después del estreno, y lo cierto es que siempre me inquietó esa obsesión por venderse bien que se había adueñado de la sociedad de entonces, pues era algo que encajaba como en un guante con la mentalidad del español listillo tan bien retratado por Pajares, Esteso, etc. y que luego tomaron cuerpo en Jesús Gil, Roca, la Pantoja y familia, etc., y que, intuitivamente, no podía traer nada bueno.
En otros países también cayeron en la trampa, pero fue en el Sur de Europa donde esa obsesión por hacerse rico de un día para otro engañando por sistema se hizo religión.
Esa fue la huella que me dejó la peli, una especie de mensaje de que no se puede engañar a todo el mundo durante todo el tiempo, que el tiempo pone a cada uno en su sitio y que los atajos no siempre sirven.
A ver si lo aprendido en este batacazo que nos hemos pegado en este bendito país no cae en el olvido. Si te engañan una primera vez es culpa del que te engaña, pero si te engañan una segunda, es culpa tuya.