La tumba de Ligeia
Sinopsis de la película
Tras la muerte de Ligeia (Elizabeh Shepherd) su marido Verden Fell (Vincent Price) la entierra en una abadía, a pesar de la oposición de un sacerdote. Años después, en una cacería del zorro, la pelirroja Rowena (Shepherd) conoce a Verden e inmediatamente se siente atraída por él, sin detenerse a pensar en su extraña e inquietante conducta.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Tomb of Ligeia
- Año: 1964
- Duración: 81
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Opinión de la crítica
Película
6.2
86 valoraciones en total
Con qué poca cosa era capaz de montar un largometraje tan completo Roger Corman. Por lo que se dice, el texto desde el que se inspira la película La tumba de Ligeia , de Edgar Allan Poe, por supuesto, consta de unas veinte páginas únicamente. A día de hoy es impensable que aparezca en el mercado un producto así, por lo bueno y por lo malo, empezando por su duración (parece que una película de menos de noventa minutos a día de hoy es un timo) y acabando por la actuación del soberbio Vincent Price. Ya no se hacen cosas así, ya nadie propone una historia de ochenta minutos escasos, ya nadie interpreta como Price, aunque lo tildaran de sobreactuar , era un pedazo de actor… Ya nadie se atreve a rescatar del olvido la literatura de Poe.
Tenenos suerte de que el prolífico Roger Corman ocupara parte de su tarea creativa en recuperar parte de lo que el escritor estadounidense ofreciera a la cultura. De esta manera podemos disfrutar, por ejemplo, de esta historia de ultratumba acerca de la muerte, la no muerte también, de una mujer llamada Ligeia, que es capaz de protagonizar cada minuto de la película y aparecer en contadas ocasiones, siempre oportunísima, para jugársela a quien sea. Cae en sus propios tópicos en muchas ocasiones, no es una película excepcional por su originalidad, y es que con la firma de Corman encontramos varios títulos semejantes. Sin embargo es más que correcta, Corman sabía crear unos ambientes correctísimos y con los escasos medios que contaba era capaz de sacar adelante películas como esta.
Lástima que eso de quemar castillos con Price dentro ya se haya visto otras veces, como tampoco es único lo de cavar una tumba para descubrir, o no, el cadáver de un fallecido. De todas formas, los 81 minutos que he empleado hoy en ver La tumba de Ligeia han valido mucho la pena. Ay!! Y qué cierto es aquello de que el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren…
El trío Poe-Corman-Price se reunió por última vez en La tumba de Ligeia en un trabajo meritorio pero alejado de las mejores obras de esta conjunción que durante el primer quinquenio de los años sesenta ofreció algunos de los mejores momentos de toda la historia de la serie B.
No sólo hicieron buen cine, sino que esas películas animaron a leer y recuperar a ese tardío y magnífico escritor romántico norteamericano que fue Poe.
La película en sí, tiene algunos defectos más propios de cierto cansancio que el inexorable paso del tiempo hace mella en aquellos que se repiten. Y no es que Corman se repita en sí, pero es cierto que los elementos en común de estas obras son tan cercanos que pueden saturar al que no lo disfrute genéticamente.
Además tiene otro problema, y es que al igual que le sucedió ya con La máscara de la muerte roja, la mayor parte del equipo técnico ya no es el mismo, y eso se nota para mal. Las ves y no tienen la misma factura que La caída de la casa Usher o El péndulo de la muerte, aquellas tienen menos medios, pero mucho menos encanto.
Corman puso punto y final a este cine, había llegado el momento de variar, y lo hizo de la mejor forma posible. Dos años después nos brindaría esa obra maestra que es La matanza del día de San Valentín.
E.A. Poe, R. Corman y V. Price.
Mencionarlos juntos produce escalofríos y, desde los primeros fotogramas, la película ofrece lo que se espera de ella.
No hay lugar para el sosiego o la comodidad.
Los renglones del escritor bostoniano resuenan como un eco en la voz del apuesto actor para sembrar el desconcierto en el patio de butacas.
Lo onírico, lo real y lo hipnótico forman una yuxtaposición maligna que la cámara del director recrea con intención aviesa y efectividad contrastada y sólo en contadas ocasiones la objetiva dificultad del texto representa obstáculo insalvable.
A veces el terror es el mejor modo para aprender que la belleza de la vida consiste en aceptar sus limitaciones.
De un relato de no más de veinte páginas, arma Roger Corman una película de ochenta minutos. Sentada esta premisa no es necesario que diga que la mayor parte de lo que vemos en pantalla es fruto de la calenturienta mente del de Míchigan.
Podría destacar no pocos valores positivos del film, pero haciendo honor a la justicia, se verían abrumados por aquellos de dudosa calidad que ensombrecen un producto acaso condenado a la catástrofe desde el principio. El arranque es más que prometedor, orquestado por un actor de la talla de Price, que aunque comúnmente excesivo, aporta ese toque egregio del cine de antaño que de olvidado se ha vuelto ilusorio, pero rápidamente decae arrastrado por la sombra de un tal vez que no llegó a materializarse. Ligeia, encarnada en la bestia doméstica pulula leonina por unos decorados nostálgicos, pero poco más: devaneos, ambages y vaivenes rematan esta obra en tres actos que parece suspirar aliviada cuando concluye.
Lo siento por el gran Vincent Price e incluso por Corman, quien realizó buenas adaptaciones sobre relatos de Edgar Allan Poe, pero La tumba de Ligeia es una película fallida, mal narrada – los protagonistas se casan de una escena a otra, sin romanticismo -, aburrida, lenta y donde todo parece sucederse en base a mucho lirismo poético sin más pretensiones. Tomando como referencia un argumento muy similar – la obsesión por la esposa fallecida – tendríamos Berenice o Morella (esta última formaba parte también de las Historias de terror de Corman) y no hace falta tanto – ¡ochenta y tantos minutos! – para contar algo comparable.
Lo único a destacar es ver al inquietante Vincent Price ocultar sus ojos tras esas gafas de sol anticuadas de profesor malvado.