La ruta de Corinto
Sinopsis de la película
Cuando una estación de radar estadounidense en Grecia es boicoteada con interferencias y un agente secreto de la OTAN es asesinado, todas las sospechas recaen sobre la viuda, que deberá buscar a los verdaderos culpables para probar su inocencia.
Detalles de la película
- Titulo Original: La Route de Corinthe
- Año: 1967
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
Película
4.2
63 valoraciones en total
Si este film no fuese de Claude Chabrol probablemente estaríamos hablando de uno de los mayores bodrios cinematográficos que en el mundo de los Lumière han sido. Pero la firma Chabrol marca y nos frotamos los ojos tratando de aguzar nuestra mirada y encontrar sentidos inteligentes, guiños del director a nuestras células grises, pero ni por esas… Como siempre pasa en estos casos, seguramente algún estudioso del francés nos sacará los colores y demostrará de forma contundente nuestra incapacidad para entender a Chabrol y por descontado nuestros nulos conocimientos del cine francés. Le quedaré muy agradecido y estaré encantado de rectificar.
Dicho esto, afirmo que seguiré viendo y degustando buen cine de Monsieur Chabrol, la sombra de Le Boucher es tan buena como alargada, pero de La ruta de Corinto hay que pasar página y olvidar. Y si, por un casual nos queda un recuerdo en el disco duro de nuestra memoria que sea el de la Grecia clásica, su mar, su cielo y Jean Seberg, ésta última por cualidades estéticas más que profesionales que, de tenerlas se pierden en la mediocridad del film.
Se ha dicho que Chabrol trató de emular a Hitchcock siquiera en temática e incluso que se apuntó a la saga Bond. Eso dicen los libros o las páginas web que uno lee -a pesar de que algunos piensen que hay que ver mas cine y leer menos- pero en cualquier caso, quisiese una cosa, la otra, o algo original y distinto la película es un fiasco, mas cercana a aquella parodia del cine de espías que se llamó Casino Royale (versión Huston) que a cualquier mal remedo del cine del orondo inglés
La búsqueda de cajitas negras capaces de interferir en los radares estadounidenses ubicados en Grecia, es un argumento demasiado endeble al que, sumando unos personajes tipo Mortadelo, Filemón y la TIA, la resultante es algo indefinible. Menos mal que al menos la trama se sigue sin demasiados manuales que si no…¡Apaga y vámonos!
No sé qué tiene Chabrol, pero no me gusta. No acabo de entenderle. Es el tono de sus películas, entre satírico y cómico, como para no tomárselo en serio.
Esta es un buen ejemplo de lo que digo: una trivialidad de trama, con personajes muy poco construidos, intercambiables por otros que hicieran lo mismo, con un guión que bien pudiera construirse de otra manera, más seria y canónica, un thriller clásico y convencional. Es un tono liviano, como si nada tuviera importancia, con algunos gag abracadabrante, entre cómicos y satíricos. Hay algo de los Coen aquí, no sé cómo decirlo… Es delirante pero sin risas, un humor sardónico, feo y centrados en los aspectos más triviales de la trama, los que tienen menos interés para el espectador. Todo es poco serio, nada relevante, nada importante, centrados en los aspectos menos interesantes de la trama.
De las pocas suyas que he visto solamente me ha gustado Los fantasmas del sombrerero (1982), que realmente es una película más lineal, más ortodoxa.
Hay un momento en la filmografía de Claude Chabrol, uno de los principales impulsores de la nouvelle vague, junto con Godard, Truffaut y Rohmer, en que se pierde y deriva por caminos peligrosos que habrían podido sepultarle en la tumba de los incompetentes. Es un período que abarca desde El tigre (1964) hasta Las ciervas (1968), cuando recupera el pulso narrativo y entrega una tras otra una colección de películas formidables. De esta infausta época es La ruta de Corinto, una presunta cinta de espionaje que parece rodada con una intravenosa de Pernod clavada en el brazo. El argumento, muy en la línea jamesbondiana del momento, no tiene ni pies ni cabeza. Eso habría podido pasarse por alto, pero la realización es pedestre, cuando no torpe y desaliñada, las interpretaciones dan grima, la música de Pierre Jansen es de juzgado de guardia, la cámara de Jean Rabier sufre convulsiones y temblores interminables (y eso que colaboraron ambos con él durante muchos años) y, en definitiva, el bodrio está servido. Chabrol debía padecer bajones cíclicos, porque a partir de la estupenda Al anochecer (1971) vuelve a chapotear en el fango de la mediocridad, alternando aciertos con errores garrafales hasta El infierno (1994). Es lo que tiene rodar una película tras otra: hay de todo, como en botica. La ruta de Corinto es un horror, a pesar de nuestra amada Jean Seberg, y nada puede indultarla. Para completistas de Mr. Chabrol.