La pointe courte
Sinopsis de la película
La ópera prima de Agnès Varda, realizadora que se convertiría en madre de la nouvelle vague , se divide en dos episodios: el primero se compone de secuencias de la vida cotidiana del pueblo pesquero de La Pointe Courte. En el segundo se muestra la relación de una pareja: él vive en el pueblo y ella es parisina.
Detalles de la película
- Titulo Original: La pointe courte
- Año: 1955
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
Película
6.8
33 valoraciones en total
Al oriente de Marsella, en Francia, se encuentra el Lago Thau donde, la gente del barrio La Pointe Courte (La Punta Corta), en la ciudad de Sète, realiza allí su pesca. Con una idiosincrasia muy propia, los Pointus -como les llaman- son gente muy luchadora y solidaria, y hasta ese lugar viajó la directora, Agnès Varda, en plan de hacer algunas fotos de un viejo amigo que desde tiempo atrás no había vuelto con su familia. Al revelar las fotografías, la directora se entusiasmó con aquel lugar, y fue entonces, que decidió volver para localizar allí su primer largometraje, <>, un filme argumental que protagonizan, Philippe Noiret y Silvia Monfort, y el resto de los participantes son auténticos habitantes de la región.
La historia comienza con un hombre joven que, tras doce años de ausencia, regresa con su esposa a su lugar de nacimiento, pero, su relación no le está causando felicidad, puesto que su pareja no se siente ahora segura de la relación… y tampoco cree que, este barrio de pescadores ofrezca nada atractivo para vivir.
Mientras los moradores de aquel lugar se ocupan de sus tareas diarias… se cuidan de las autoridades del Estado que andan vigilantes con la pesca y la salud… lloran un hijo que de pronto pierden… o procuran que sus hijas tomen decisiones acertadas, la pareja que acaba de llegar, se debate entre continuar juntos o separarse… se cuestiona si es amor lo que todavía sienten… y tratan de definir si quedarse allí o marcharse.
En lo personal, me resulta mucho más grata e interesante la relación que se da entre la gente del pueblo: fresca, dinámica y recursiva, mientras que, las elucubraciones de aquella pareja -que apenas si cruza algunas palabras con la gente de La Pointe Courte-, se me hace un tanto plana y reiterativa, pues, además de estar recreada con una sucesión de poses de mohái -de las que solo se rescata el ambiente en el que se mueven-, los diálogos poco significan y su pretensión de hacer poesía difícilmente convence.
Sin embargo, también aquí quedaban asentadas las características esenciales de ese movimiento cinematográfico que se venía consolidando lentamente con Le Silence de la Mer (Jean-Pierre Melville, 1947), Les Dernières Vacances (Roger Leenhardt, 1947), Olympia 52 (Chris Marker, 1952)… y que, luego, se conocería como La Nouvelle Vague: Centrarse en la intimidad y hacer fluir el alma de los protagonistas, hacer un lugar al pensamiento que define los sentimientos y a las palabras que explican el ser, dar más ímpetu y trascendencia al ser interior que a las cosas externas…
Surgía, con <>, una realizadora que daría mucho de qué hablar y que, tanto en el documental como en la ficción -pero, sobre todo en el primer género-, lograría materializar obras que ya han hecho -y seguirán haciendo- historia.
En 1955, con muy bajo presupuesto pero con las ideas claras, Agnès Varda rueda su primera película. Se titula La Pointe Courte y para muchos críticos es la película que anticipa toda la nueva ola francesa. En esta película, la cámara de Varda sigue a una pareja cuando el chico regresa al barrio pesquero del sur en el que se crió. Su novia, de París, se encuentra por primera vez con ese lugar y también con nuevos sentimientos normales en las parejas que llevan tiempo juntos. La pérdida de la magia del enamoramiento y el adormecimiento de la pasión. Tú solo hablas sobre la felicidad, le dice ella en un momento dado. Cuesta creer la afirmación de Varda de que no había visto más de diez películas antes de ponerse a rodarla. Si algo brilla precisamente en su debut, es una estética brillante con algunas escenas de una belleza plástica indiscutible. Todavía le quedaba camino por andar al cine de la belga pero, para una primera película, La Pointe Courte es todo lo que se puede pedir y más.
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Hoy, viendo este film, descubrí mucho acerca de la película venezolana Araya , de Margot Benacerraf. La película de Varda tiene en su impecable fotografía con sus abundantes planos de objetos del medio ambiente, restos de despojo y basura, chatarra, mariscos, gatos, puertas y relieves de la madera de los botes más propio de un recogelatas (como la fallecida directora belga se define, pero en francés) que de un artista de la imagen, así como y ese blanco y negro con mucho contraste con que muestra la vida de los pescadores de Séte iluminados por un sol brillante.
Quizá la clave me la dio descubrir que el montajista fue Alain Resnais, quien ganaría unos años después, el Gran Premio de la Crítica con Hiroshima, mon amour, ex aequo con nuestra Araya, que se desarrolla en la salina de la península venezolana con ese nombre. La directora venezolana ha insistido en que su film no es un documental, como no lo es tampoco La Pointe Courte . Pero se ve que que hay un parentesco entre ambas películas, que proviene del llamado Espíritu de los tiempos (Zeigeist) que impregna los años en que se filmaron ambas cintas, una francesa y famosa, y la otra venezolana y desconocida, a pesar de haber sido ambas merecedoras del mismo premio. Una estética común y un destino diferente