La orilla que se abisma
Sinopsis de la película
Incursión del director Gustavo Fontán en la obra del poeta Juan L. Ortiz. Se trata de un homenaje al gran escritor entrerriano, que retrata las palabras, la cadencia del discurso y la mirada del poeta. Tomando como referencia los versos de Juan L. Ortiz, la película propone la recuperación del asombro por lo cotidiano a través de detenerse en los pequeños elementos naturales.
Detalles de la película
- Titulo Original: La orilla que se abisma
- Año: 2008
- Duración: 64
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He tenido el gusto de conocer a Gustavo Fontán a través de El árbol. Recuerdo que no me había quitado el sueño pero sí me había hecho experimientar la calma de sus personajes. Sentirse inmerso aún dentro de una historia ausente. Con La Orilla que se Abisma, el director me había generado una expectativa sutil pero intensa. Quería ver cómo trasladaba toda esa sustancia dentro del paisaje entrerriano y las palabras de su escritor.
Quiero decir que Fontán en este caso desaprovecha una buena oportunidad, olvidándose de resaltar lo maravilloso de la naturaleza. Su cámara no es certera y a veces apunta y falla. La elección de sus planos no es la mejor y el documental pifia donde debe acertar.
El pecado más importante radica en recrear un arbusto cuando se tiene una orilla cerca, desaprovechar el sonido de la lluvia en un bosque, desestimar un río que pide a gritos protagonismo. Y ahí se queda la película, flotando a la deriva, sin más méritos que no mostrar nada de nada…Una pena.
En el marco de una experiencia atípica en el cine argentino, la mirada del realizador Gustavo Fontán, introduce contundentemente un tiempo que borra contornos, se expande o se concentra y se dilata hasta el borde mismo de la exasperación, para entregarnos un film contemplativo y subjetivo, que generará impresiones también subjetivas y por lo tanto diferentes.
Conviene aclarar que La orilla que se abisma , más que un film sobre Juanele es un film a partir de Juanele, o mejor dicho de su particular cosmovisión. Es la búsqueda de una traducción en imágenes de sus versos, para descartar las palabras (primera paradoja riesgosa al abordar a un poeta) y privilegiar al máximo los sonidos naturales.
La pantalla funciona como soporte de imágenes que parten del paisaje fluvial, tan caro al exquisito poeta, y se impregna de un espíritu panteísta, fluyendo con el ritmo de todo lo que registra: un gato en un jardín (tan desconcertado como el espectador), un pájaro que se posa cerca, siluetas humanas que se alejan desde una antigua galería, callecitas de ladrillo, caminos de arena, un viejo almacén con paredes gastadas por el tiempo.
Estamos ante el producto de 3 años de trabajo donde se capturaron imágenes de los lugares en los que el poeta nació y vivió. Pero donde se tomó la decisión de apartarse de los rumbos de un documental convencional y sustituir los aspectos informativos, las anécdotas biográficas y la obra escrita del escritor entrerriano, para reemplazarla por una poética cinematográfica lo más cercana posible a la mirada del poeta, a la cosmovisión de Juanele.
Como espectadores se nos ofrece embarcarnos en un recorrido por el paisaje profundo de lo cercano, acompañados de las huellas sonoras de la lluvia y el viento, insectos, ranas y pájaros que parecen formar una suerte de coro cósmico, donde la pantalla se transforma en el lienzo de un pintor para reflejar cielos y nubes, pero particularmente la textura del río y sus márgenes que entrecruzan lo brumoso y luminoso. Aunque a veces la luz es tanta, que los reflejos del agua o del cielo parecen diamantes suspendidos sobre la lente, las tonalidades se inclinan finalmente hacia lo oscuro y nebuloso.
El riesgo y la experimentación, tanto en el terreno narrativo como en el visual, caracterizan a La orilla que se abisma , un trabajo contemplativo que intenta traducir (y por momentos lo logra) el espíritu de celebración y misticismo inefable, de comunión con la naturaleza omnipresente en la obra del poeta argentino Juan L. Ortiz.