La nueva Babilonia
Sinopsis de la película
En el año de 1870, en pleno auge de la guerra Franco-Prusiana, el desarrollo del conflicto bélico dio lugar a que las tropas de Prusia avanzaran sobre la capital francesa. Ante la inminente invasión de París, el gobierno francés se apresuró a pedir una tregua, lo que pronto dio lugar a la capitulación total. El orgulloso pueblo francés, avergonzado por la pusilánime reacción del gobierno, se alzó enfurecido. El gobierno sustituto, la Comuna, duró menos de dos meses en el poder, y sus líderes fueron prontamente fusilados. Con estos hechos como referencia, los cineastas rusos Grigori Kozintsev y Leonid Trauberg concibieron un filme en el que siguieron un procedimiento bastante común: el narrar un hecho de importancia histórica universal a través de la visión de personajes individuales. En el caso del filme de Kozintsev y Trauberg, el personaje principal es Louise Poirier, dependienta de una la tienda parisina que da su nombre al filme, La Nueva Babilonia. Es a través de la mirada y las percepciones de Louise (interpretada por Yelena Kuzmina) que los cineastas narran esta historia, que es a la vez una presentación de hechos y una toma de posición frente a ellos. En este caso, esa posición está claramente anclada en la lucha de clases.
Detalles de la película
- Titulo Original: Novyy Vavilon (The New Babylon)
- Año: 1929
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
6.9
100 valoraciones en total
La nueva Babilonia tiene garantizada su importancia histórica, en primer lugar, porque para ella compuso Shostakovich su primera banda sonora, en su estilo juvenil, enérgico, anguloso y optimista (hay un momento en el que superpone en contrapunto irónico La marsellesa y el cancán de Orfeo en los infiernos de Offenbach).
Pero el interés de la película, por sí misma, rebasa esta circunstancia. Su rasgo más característico es que nunca muestra el todo (planos generales, grandes escenas de masas), sino una suma de pequeñas partes representativas, unidas a través del montaje. Frente a las grandes obras sinfónicas, por así decir, de protagonismo colectivo, de Eisenstein, Vertov o Dovjenko, esta es una obra de cámara, en la que el peso de la épica recae sobre un grupo limitado de solistas.
Uno de los dos directores, Kozintsev, provenía de la pintura, y la película ofrece una plasticidad impresionante, construida a base de múltiples recursos: la integración del movimiento dentro de planos estáticos, el contraste entre primeros planos perfectamente definidos y fondos difusos, potentes contraluces, composiciones diagonales, contrapicados extremos…
La calidad de la fotografía recuerda a las grandes películas de Eisenstein, y su capacidad para retratar la dignidad y la belleza de los hombres y mujeres que hacen la revolución (en este caso, el episodio de la Comuna de París): no se trata sólo de la belleza evidente de las grandes estrellas (como aquí Yelena Kuzmina), sino la oscura y cotidiana de los zapateros remendones y lavanderas que trabajan en los bajos de la Nueva Babilonia (centro comercial de bíblico nombre que simboliza todos los excesos e injusticias del capitalismo), de las ancianas que hacen cola ante las tiendas en la madrugada y donan unas monedas para la defensa de la ciudad, de las mujeres que llevan leche a los soldados que vuelven derrotados de Prusia, de las víctimas que esperan su destino bajo la lluvia tras la derrota final. Todos ellos aparecen retratados con un espesor y un aura casi religiosos, como los campesinos de los cuadros de Millet o algunos personajes de Rembrandt.
Frente a ello, como señala en su análisis David Bordwell (en el libro La narración en el cine de ficción , editado en España por Paidós), los déspotas burgueses son representados (atención, cinéfilos) como meros espectadores: asisten a la derrota de la Comuna como un espectáculo, al igual que antes acudían al cabaret, desde un espacio inconcreto (los intertítulos hablan de Versalles, pero sólo vemos primeros planos) que el montaje paralelo asocia misteriosamente al de la batalla.
Desde el punto de vista del contenido, y al margen de la habitual visión de trazo grueso de revolucionarios y burgueses, destaca la ambigüedad del personaje del soldado Jean (cuya figura encarna la tesis marxista de que la derrota de la Comuna se debió a su fracaso para asociar a su causa a los campesinos del ejército): cansado de la guerra, indeciso entre el compromiso revolucionario y el apoyo al armisticio propuesto por los burgueses, atraído por el personaje de Kuzmina, su posición de desequilibrio se expresa perfectamente en la escena final, a la que añade, si se admite una vez más la comparación musical, un acorde disonante, una tensión que no se resuelve -en la que consiste el núcleo doctrinal de la película.
No tenía ninguna referencia de esta película antes de haberla visto, y la verdad es que me ha sorprendido muy gratamente. Otra muestra de que a finales de la década de los años 20 se hicieron muy buenas películas, y que no sólo Eisenstein hacía grandes obras en la URSS. La nueva Babilonia es otra gran película épica narrada con el fin de educar al pueblo en los primeros años tras la revolución. El cine tiene una finalidad marcadamente didáctica, y para ello se utilizan de manera muy inteligente todos los recursos de este medio: el montaje, el punto de vista, el primer plano, la iluminación… No es el Acorazado , pero desde luego es una obra que poco tiene que envidiar a aquélla en cuanto a fuerza de las imágenes, dirección de actores, simbolismo, composición de planos, etc. Una de esas obras que han sabido envejecer. A pesar del evidente maniqueísmo de los planteamientos argumentales, es un goce ver esta película en pantalla grande y dejar que las imágenes te vayan golpeando…
De verdad, merece la pena.
Новый вавилон (Nueva Babilon, 1929) se trata de una película soviética dirigida por Grigori Kozintsev y Leonid Trauberg. La película, utiliza un argumento histórico para servirse de plataforma ideológica. Como muchos otros filmes de la intelectualidad soviética del momento, la intención del filme es la mostrar los nuevos valores de la revolución soviética, utilizando el cine como herramienta. En este caso, el argumento nos traslada a la icónica fecha del 1870 (algo habitual en el cine soviético es la de rememorar y utilizar la historia como arma didáctica), durante la desastrosa (por lo menos para los franceses) Guerra Franco-Prusiana. No es casual que se elija este tema de la historia, puesto que dentro de la historiografía marxista tiene una importancia capital. Después de la derrota francesa, en París se estableció un gobierno que Marx calificó como el primer gobierno socialista de la historia (aunque entre otros historiadores socialistas coetáneos ha habido controversia en calificar a este gobierno como efectivamente socialista). Rápidamente fue aplastado por los poderes reaccionarios, que actuaron desde el sur de Francia como un rodillo. Obviamente la historia está contada desde una perspectiva contemporánea, y tiene una clara relación con la propia historia de la revolución soviética. Aún así, es una película interesantísima, quizá una de las últimas películas mudas en las que el lenguaje cinematográfico empleado resulta de un gran interés.
La historia se centra en un argumento aparentemente intimista, aunque de fondo la historia trata un acontecimiento histórico, como comentábamos. La comuna de París. El caso individual es el de una de las mujeres (atención porque el papel de las mujeres en el filme es bastante importante, tal y como remarca la secuencia en la que todas juntas se enfrentan a los soldados, intentando quitar los cañones apostados contra el propio pueblo, como importante fue el papel durante la propia revolución soviética) que mantiene una relación amorosa como uno de los soldados
La película bebe de manera evidente del cine y el montaje del director soviético Einsentein. La película combina un atrevido metraje que en los momentos más dramáticos demuestra un uso del montaje ejemplar. Por ejemplo, cuando el cineasta nos presenta a los soldados franceses siendo engañados por los líderes burgueses para que ataquen a su propio pueblo, es en ese momento cuando la película combina un acelerado montaje para acentuar la sensación de tormenta que está a punto de empezar y que puede palparse mediante el recurso empleado. Y a lo largo del montaje nos encontramos con numerosas secuencias parecidas, realmente el filme no tiene nada que envidiar a otras películas coetáneas.
La música es un elemento clave en el filme y una de sus grandes bazas. No en vano, la música la compone el mismísimo Shostakovich, uno de los referentes musicales de la primera etapa soviética (recordemos que el propio Shostakovich escribiría años más tarde una sinfonía durante la segunda guerra mundial, como oda a los defensores). Pero la banda sonora no se limita a una música programática que compone unicamente una música que acompaña a la historia, sino que en realidad juega un papel experimental muy interesante. Para empezar, la banda sonora pretende condicionar ideologicamente al espectador, siguiendo con la propuesta argumental. El mejor ejemplo de ello es la deformación que se realiza sobre el himno nacional francés. La película pretende presentar a los soldados como marionetas en manos de la burguesía, y el momento en que uno de los políticos suelta una soflama llena de nacionalismo pero vacía de contenido, es el momento en el que Shostakovich mezcla las notas del himno francés con las del can can de Offenbach, en una befa que resulta muy anticipada a su tiempo. En definitiva la película utiliza la música para denunciar el absurdo del nacionalismo, en contraposición con la lucha de clases.
En definitiva nos encontramos ante una obra que desafortunadamente es poco conocida pero que merece la atención de los más cinéfilos. Imposible rechazar un tándem en el que se mezcla lo mejor del cine soviético con Shostakovich.