La noche devora el mundo
Sinopsis de la película
Al despertarse una mañana, Sam se da cuenta de que está solo y de que las calles están plagadas de muertos vivientes. Aterrorizado, tendrá que protegerse y organizarse para seguir viviendo, sin saber siquiera si es el único superviviente de tan inesperada plaga.
Detalles de la película
- Titulo Original: La nuit a dévoré le monde aka
- Año: 2018
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
5.3
55 valoraciones en total
Puntuación: 5,5
The Night Eats the World es la nueva propuesta en el cine de zombies europeo. El sub-género de zombies está viviendo una fase de pérdida de interés en el panorama actual. Es normal tras haber vivido un periodo de sobre explotación del género cuyo punto álgido de popularidad ha sido la serie The Walking Dead. Así pues es normal que el género busque nuevas perspectivas desde las que tratar el tema del muerto viviente. Ya en la pasada edición del Nocturna tuvimos la cautivadora Los hambrientos. Pero la película de Domenique Rocher bebe de otros manantiales. La película sigue la estela del cine de terror independiente de zombies como The Battery o Pontypool. Ya que la película no trata de los problemas que suceden en un grupo de supervivientes, sino en como un individuo afronta la soledad.
Decía Tarkovsky que los jóvenes tenían que aprender a convivir con la soledad. De este modo profético el realizador ruso hablaba de la cada vez mayor necesidad que íbamos a tener la sociedad de estar permanentemente en contacto. Por eso es tan extraño ver personajes solitarios como el protagonista de nuestra película, Sam (Anders Danielsen Lie). La fiesta de inauguración de la nueva casa de su ex-novia es el punto de partida y emplazamiento de la película. Una fiesta en la que no se relaciona con nadie. Ese aislamiento es el que le salvará en primera instancia de la masacre zombie. Sam no es aventurero y su personalidad introvertida hace que se recluya a salvo en el mismo edificio. Durante el visionado vemos la rutina de Sam que nos hace ver que no es muy distinta de la de antes del holocausto.
Pese a que el maquillaje y el comportamiento de los zombies es excepcional, esto apenas se aprovecha en el film. A The Night Eats the World se le ven buenas intenciones pero no llevadas a buen puerto en ocasiones. Se ahonda demasiado en rutinas de Sam que tienden a lo repetitivo, valga la paradoja. En cambio otros temas interesantes quedan tagencialmente expuestos en la película. ¿Cómo era Sam antes? ¿Qué le llevó a su ruptura? son preguntas interesantes apenas respondidas. Los pocos momentos de interacción están bien llevados pero pobremente expuestos. Sobre todo la relación que tiene con el extraño personaje de Alfred (Dennis Lavant). También es remarcable el personaje Sarah (Golshifteh Farahani), que funciona como revulsivo de Sam pero que lo destroza el girito de guión que cansa.
Por último destacar que es una película de bella factura. A nivel técnico hay poco o nada que reprochar. La película se sustenta en una apabullante escena final. Pero el viaje hasta ese momento se hace un poco tedioso y eso que la duración de la película (93 minutos) no es excesiva. Puede ser un buen vehículo de promoción del realizador Domenique Rocher sobre todo a nivel técnico. Pero no dejamos de tener la sensación que The Night Eats the World aporta poco al género .
Escrito por David Domínguez Martínez
https://cinemagavia.es/the-night-eats-the-world-nocturna/
Interesante relato adaptado de la novela de Pit Agarmen, en un manual de supervivencia individual real y completa, de los peligros que te observan desde fuera, pero también de los peligros que te asaltan desde dentro. Un relato sobre el hombre, mas que sobre las bestias que aguardan fuera.
Un despistado joven llamado Sam se queda dormido en una fiesta, al despertar descubrirá aterrorizado que todo el mundo como lo conocía ha sucumbido bajo el terror de los muertos vivientes, sin tener información de lo que está ocurriendo o de si se ha salvado alguien más como él, decide tratar de sobrevivir en el edificio donde se encuentra encerrado.
El film está protagonizado en su mayoría por un único actor en solitario, el noruego Anders Danielsen Lie quién de manera excepcional realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera, a la altura incluso de sus papeles anteriores en Reprise y Oslo, donde destacaba muy positivamente. Un papel en el que destacar o morir, con poco texto pero con una evolución psíquica importante donde podemos ver la degradación del hombre, encerrado en su propia cárcel y con fecha de caducidad. Con el único apoyo y consuelo de un curioso compañero de vida atrapado en el ascensor, un aliado al que el guionista le da un tratamiento bastante curioso, por lo menos Will Smith en Soy leyenda tenía a su perro.
A propósito de la referencia actual, comentar que hablamos de un film similar al anterior o incluso a 28 días después, con la similitud también de que los muertos vivientes no son excesivamente visibles en el film, siendo justos, el pretexto podría haber sido un tsunami o algo parecido para llevar al protagonista al estado y situación en el que se encuentra, no confundir supervivencia con el goteo de terror con romance o drama en su parte final, realmente no es así. Siento no poder añadir más información pero trato de ser cauto para no desvelar nada de la historia y mucho menos el giro final, realmente sorprendente. Un gran diferenciador de la película francesa de la que hablo, es la ausencia de héroes, no lo hay, solo un personaje que trata de sobrevivir con lo que le viene como haríamos tu o yo, un realismo que dota a la historia de credibilidad y calidad a la hora de empatizar con el sufridor protagonista.
Hay que saber lo que se va a ver, y creedme no es el film que podríais esperar por el tráiler, la opera prima del director Dominique Rocher es mucho más que matar a zombis, son momentos de auténtica genialidad y sorpresa y mucha desesperación contenida por ver hacía donde se dirige la historia, elementos que ha sabido plasmar el director en pantalla junto a la ayuda de la fotografía de Jordane Chouzenoux quién juega a su antojo con los espacios, además del plano aéreo que te sume en la total miseria.
Si la tomáis con calma os gustará, porque no todo es cine de acción.
http://www.terrorweekend.com/2018/10/the-night-eats-world-review.html
Adaptación francesa de la novela de zombis The Night Eats the World, que es el primer largometraje de su director, el cual sí ha realizado algunos cortometrajes. La cinta está protagonizada enteramente por Anders Danielsen Lie (Personal Shopper, 2016), ya que aunque sí aparecen más intérpretes, lo hacen de forma muy secundaria.
Al despertarse una mañana, Sam se da cuenta de que está solo y de que las calles están plagadas de muertos vivientes. Aterrorizado, tendrá que protegerse y organizarse para seguir viviendo, sin saber siquiera si es el único superviviente de tan inesperada plaga.
El film aborda el ya manido tema de un apocalipsis zombi desde un punto de vista realista, intentando mostrar el modo de vivir y sobrevivir que adoptaría una persona de a pie. En este sentido la película muestra su punto más fuerte al darle cierta originalidad a la trama. También nos pretende contar el daño que le puede causar a una persona la soledad, mezclando la trama zombi con elementos que recuerdan en ciertos aspectos a Náufrago (Robert Zemeckis, 2000), pero trasladando al protagonista a un apartamento. El problema de La Noche Devora el Mundo es que la propuesta empieza a agotarse cuando pasa la mitad del metraje, y la mitad restante no consigue ofrecer nada más, llegando incluso a desinteresar al espectador.
Con unas correctas interpretaciones, en especial de Anders Danielsen Lie, el cual es el auténtico pilar de la cinta, La Noche Devora el Mundo es una correcta propuesta zombi, que aunque resulte espesa en algunos tramos, es un film muy digno al que se le debe dar una oportunidad.
Nota personal 6/10
Los zombies ya están, antes de que pase la madrugada.
Al menos es así, para el protagonista Sam.
Zombies o amigos anónimos de su ex-novia, tanto da una cosa que la otra, la soledad es la misma.
Para cuando ya ha pasado la noche que devoró el mundo , parece que él nos está engañando en que hay algo que merezca la pena ser salvado.
La urgencia que hemos visto en millones de películas no cambia, los comedores de carne están fuera y hay que evitarlos, es cierto.
El caos se abalanza desde el rellano, las calles son yermos basureros y la sangre mancha el techo.
Prescindir de música, además, confiere a los chillidos hambrientos y los gruñidos de esfuerzo cierta cualidad fantasmagórica, de que no hay vuelta atrás y toda humanidad ha desaparecido, habitualmente rota en otras películas porque hay que resaltar el drama de todo eso.
Pero que nadie se engañe: el drama no está en buscar supervivientes, sino en si Sam será capaz de sobrevivir consigo mismo.
Ya se retrata él solo cuando una de sus pocas frases iniciales es llamar idiota a los vecinos del edificio de enfrente, cuando corren a la calle para salvar la vida juntos.
Comienza entonces un desprendimiento de todas esas capas de inseguridad, miedo y furia que le han llevado a estar lejos de sus seres queridos durante el apocalipsis, a través de progresivas exploraciones del bloque que salen mal, o solos de batería para tratar de ensordecer ese silencio que ha invadido la ciudad.
La gente se pasó por encima cuando empezó a correr la sangre, y si él siguió con vida fue por pura chiripa: la clase de pensamiento que paraliza de miedo y refuerza las ataduras al refugio, acumulando y atesorando, por lo que pudiera pasar.
(Ya en su momento fue a por discos a casa de su ex, sin intención alguna de hablar)
Pero nadie puede vivir en un mundo de reflejos propios y objetos, tan muertos como los que están fuera, por mucha tranquilidad que haya entre sus paredes o belleza en lo que se tiene.
Gilipollas o no, solitario o no, siempre hay que tomar la decisión de saltar, de ver qué puede haber más allá… o no.
Porque un náufrago sigue siendo un náufrago hasta que sale del bote salvavidas.
El cine de zombies se desangra, tras haber vivido una nueva época dorada a principios del nuevo milenio, comienza a evidenciar graves síntomas de debilidad, provocados en parte por un exceso de exposición continuo, tanto en la pequeña como en la gran pantalla, que en los últimos tiempos, no ha sabido mostrarse tan contundente como se le suele requerir, pese a la infinidad de recursos potencialmente favorables que lo contemplan.
Lo que en origen fue creado como un subgénero gore dentro del terror, se ha encontrado siempre muy cómodo entre los presupuestos más limitados, es por ello, que su coqueteo con el cine independiente resulta del todo comprensible, como curiosa via de escape alternativa, que debe adaptar su concepto de autor, a la orgía de sangre y vísceras que todo buen aficionado suele esperar en este tipo de producciones.
Partiendo desde una base adecuada, y con un arranque sumamente enérgico y prometedor, el director Dominique Rocher construye un curioso híbrido entre el cine íntimo y el Género Z, entregando a la soledad de un personaje único, interpretado por un inconstante Anders Danielsen, casi todo el peso dramático de un trabajo, que bien podría resumirse como un relato de supervivencia minimalista, entre la cuatro paredes del edificio que protegen el último aliento vital de su protagonista.
Precisamente, la supervivencia es uno de los aspectos irrenunciables en el terreno que nos ocupa, por eso resulta cuando menos curioso, que muchas de las decisiones que se toman, tengan consigo un riesgo tan algo para la seguridad, mientras se añaden, con una visión bastante contemplativa, factores como el gusto por la música, o la arquitectura de los edificios parisinos, que recuerdan los peores defectos del generalmente aburrido y cargante cine francés.
Como problema principal, se apunta el no saber en que clase de Apocalipsis Zombie nos encontramos, ya que ésta noche que devoró al mundo, crea confusión entre infectados o meros retornados de la tumba, mezclando ambas tendencias sin definirse de forma concreta.
Finalmente, y con la sensación de asistir a un relato, cuyo enfoque narrativo se muestra más bien erróneo, cabe destacar la buena factura del film, y algún apunte interesante entre ese montón de ideas desordenadas que lo configuran, como es mostrar cierta mirada compasiva hacia los muertos vivientes, algo que tampoco sirve para apartar de la mente, ese deambular lento y moribundo que parece acompañar a un subgénero, que indudablemente, necesita volver a reinventarse con urgencia.