La mirada del amor
Sinopsis de la película
Nikki, una mujer que enviudó hace años de un hombre del que estaba profundamente enamorada, se encuentra un día con un desconocido cuyo parecido físico con su difunto esposo es tan extraordinario que se sentirá extrañamente atraída por él.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Face of Love
- Año: 2013
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
Película
5.3
81 valoraciones en total
Vi esta película por casualidad sin saber mucho sobre ella, y sin una idea clara de si me iba a gustar o no. Para mi sorpresa me encontré con una película romántica madura, que narra un hecho dramático que se encauza hacia una dirección de esperanza por volver a redirigir su vida.
Un mujer se queda viuda e intenta encauzar su vida como puede. Años después se cruza con un hombre que es exactamente igual que su marido fallecido. Ella mantiene una relación en secreto con él con el único fin de volver a sentir a su marido a su lado. Nadie sabe de su existencia, y él no sabe las coincidencias que tiene con el marido fallecido de ella.
La historia resulta muy interesante y engancha desde el principio. Como esa mujer que se ve perdida en un océano de dolor y pena, encuentra un nuevo faro de esperanza en ese hombre desconocido. Un hombre que la hace volver a creer en el amor, y empieza a vivir nuevamente. El problema es que vive una historia de amor irreal, ya que ella empieza a mezclar su pasado con el presente, y ella transforma a ese nuevo hombre tanto en su mente como en los sentimientos a su marido fallecido. Una historia de amor vivida de diferente manera por ambos protagonistas.
Annette Bening es la encargada de dar vida a esta mujer que solo ansía volver a tener a su lado a esa persona que tanto amó y que perdió de repente. Su actuación es impecable (como nos tiene acostumbrados) y nos ofrece un personaje roto por dentro, pero que sueña con poder vivir nuevamente. Un personaje que vive una realidad paralela para protegerse a ella misma, y así hacer realidad su deseo de recuperar su pasado.
Junto a ella, el magistral Ed Harris es el que da vida tanto al marido fallecido, como a ese hombre que tiene una nueva relación con el personaje de Annette Bening. Él da vida a un hombre que vive con gran entusiasmo este nuevo renacimiento del amor en su vida, mientras vive ajeno al pasado e ideas de su pareja, y mientras él guarda un secreto en su vida que no es capaz de decirle a su novia.
En fin, nos encontramos ante una película romántica madura que se basa en una montaña de mentiras para intentar que sus personajes se salven de una vida que los lleva al abismo. Un film que engancha desde el principio y que no decepciona ya que emociona y conecta fácilmente con el espectador.
Ausencia, huecos, soledades, amor. Posin y McDuffie, escriben una aparentemente sencilla historia de amor, emotiva y otoñal. Donde no se atreven a llegar los guionistas con las posibilidades que se abren ante esta historia imposible, llegan y sobrados, sus interpretes que dan un recital impagable. Bening y Harris hacen brillar sus dilatados curriculums y Robin Williams nos recuerda que hay que seguir contando con él.
Posin en este su segundo trabajo deja que la cosa fluya con elegancia y construye inteligentemente el marco para que se luzcan sus interpretes. Busca soluciones a escenas sin recurrir a recursos fáciles, mantiene la tensión psicológica de la trama y al final busca el equilibrio en un final que si bien pudiera ser menos dulce o más arriesgado, también pudiera haber caido en excesos de lágrima facil o happy end.
La sombra de Alfred Hitchcock y de su magistral Vértigo planea en todo momento sobre este drama romántico del director canadiense Arie Posin. Tampoco es que se pueda hablar de un remake, al menos en su sentido más ortodoxo. En su película, Posin nos habla del amor en la madurez, del poder curativo del sentimiento amoroso capaz de actuar en esa edad como motor para superar la pérdida del ser querido que nos ha estado acompañando toda la vida. El director es consciente de que al desarrollar esta historia se va a acercar mucho a los supuestos que manejaba Sir Alfred en su citada obra maestra. Da vértigo la verdad, pero Posin no se amilana y se enfrenta a ello con valentía. Como declaración de intenciones, no duda por ejemplo en colocar el poster del famoso clásico hitchcotiano decorando una de las paredes de la casa de la protagonista.
Luego está, claro, la premisa argumental, solo que cambiando el rol y el sexo de la pareja protagonista, aquí es una mujer la que años después de fallecido su marido se enamora de otro hombre físicamente clavadito a él. La apuesta es arriesgada y bordea el imposible y el ridículo, es más a veces no puede evitar caer en él. Hitch planteaba la historia de amor entre Scottie y Madeleine, que incluso al final tenía su justificación coherente, en el contexto de una película de género. Posin pretende dar a su historia un enfoque más realista. Y ahí es donde entra el problema de la verosimilitud.
Al final, es el trabajo de los actores lo que logra sacar adelante el film y hacer que superemos esos problemas de credibilidad. Fundamentalmente, por parte de su pareja protagonista, la maravillosa Annette Bening y el siempre solvente Ed Harris – el tercero en discordia es un desaprovechado Robin Williams cuyo personaje termina siendo poco menos que episódico. Bennig es el principal activo del film, luce orgullosa sus incipientes arrugas, y tampoco es que Harris tenga demasiados problemas al respecto. La mirada del amor es también la mirada de Anette que asiste entre sorprendida y escéptica a su descubrimiento- ni siquiera se atreve a preguntarle a su enamorado si tenía un hermano gemelo del que nunca fue informada, por si las moscas. Una mirada que termina siendo limpia y serena como observamos en la brillante escena que cierra el film. La película fracasa cuando quiere explotar la parte morbosa de la historia con una Benning empeñada en vestir a su novio como a su difunto esposo o en llevarle a los sitios que frecuentaba con él. Eso que con Hitchcock, Novak y Stewart funcionaba, aquí está a punto de hacerlo saltar todo por los aires.
Lo mejor de la película es que nos presenta ligando, en un entorno visualmente muy agradable, a dos personas maduras, mayores. Y es que la arruga puede ser bella, también para el sexo.
Lo malo es que, aceptando la artificial premisa de que una viuda que sigue añorando a su marido, encuentre a una persona físicamente idéntica de la misma edad, la inevitable disparidad en la expresión, los gestos y no digamos en el carácter, marcarían muy pronto las diferencias, salvo que la viuda se engañe víctima de un fuerte desarreglo mental emocional. Pero en ese caso, el otro, un hombre culto y con mucha vida a sus espaldas, lo lógico es que reaccione con más suspicacia y menos entrega e ingenuidad que la que aquí se presenta. Sin embargo, el director y los guionistas parecen haber pasado de sutilezas y complicaciones, y confiando en los actores, han tirado por lo fácil. Y los espectadores nos lo tenemos que tragar.
Los actores cumplen muy bien, aunque Annette B. a veces casi traspasa la raya de la falta de naturalidad, de lo afectado. También está muy bien en su papel de secundario, reprimiendo el histrionismo de otras películas, Robin W,
Por último, el director, quizás para compensar su anterior desidia, pretende un final especial, sutil, con mensaje, y no le sale. El final es malo.
De todas formas yo he pasado un buen rato viendo la peli, así que en atención a eso y a lo dicho en el primer párrafo, le he dado una valoración de 6, interesante.
Está claro que cualquier película con Annette Bening dentro siempre es mejor. Eso es un hecho. Pero repasando su carrera apenas encuentro dos grandes películas en la lista de títulos en los que lleva apareciendo desde hace veinticinco años, American Beauty y Los timadores. Y esto que acabo de escribir me lleva a pensar que había una época en mi vida en la que todavía no conocía a esta actriz, lo que me hace sentir muy mayor. Y es que aquella joven, sensual y pelígrosa mujer a la que descubrí en Los Timadores, es hoy una estupenda señora con los 55 ya cumplidos.
Como en tantas otras películas hasa la fecha, Annette Bening vuelve a ser lo más destacado de la película La mirada del amor, que el Festival de San Sebastián ha incluido, muy generosamente, en su sección Perlas de otros festivales. Y es que La mirada del amor de perla tiene más bien poco.
La mirada del amor es una película de un director desconocido para mí, Arie Posin, al que le descubro una película previa, también desconocida por mi, nada menos que con Glenn Close. La película parte de una premisa más que interesante, y que muchos han relacionado con Vértigo de Hitchcock, y es lo que pasaría si una persona se encuentra con alguien idéntico al ser amado ya fallecido. La inquietante obsesión de James Stewart por Kim Novak es ya parte de la historia del cine. La que vive Annette Bening por Ed Harris acaba resultando bastante desangelada.
Nikki es una mujer que cinco años atrás perdió a su marido ahogado en una playa mexicana durante unas vacaciones. Pese al paso del tiempo su ausencia sigue llenando de vacío su vida. Hasta que un día cree ver a un hombre idéntico fisicamente a su marido. Inquieta, Nikki provoca un encuentro casual con este hombre, comenzando así una relación sentimental en la que ella cree estar reviviendo la relación con su fallecido marido. Entre tanto este buen hombre se enamora de verdad, sin saber cuales son las verdaderas motivaciones de ella.
Con la trama tal y como la contado, tendríamos una, más o menos, aceptable película romántica. Pero el director, y también guionista, se empeña en envolver toda la historia con un velo inquietante y misterioso que al final se queda pura y simplemente en agua de borrajas.
La música, omnipresente, la fotografía en tonos fríos, y la planificación de las secuencias nos están diciendo constantemente que detrás de esta historia de amor y obsesión hay tensión y misterio. Y lo único que La mirada del amor ofrece es romance salpicado de alguna secuencia de cierto dramatismo, intentos de comedia infructuosos (protagonizados por un Robin Williams más soso que nunca), y una sucesión de flash-backs bastante obvios y repetitivos.
En definitiva, una película que pretende ser estilosa y no pasa de vulgar, protagonizada, eso sí, por dos actores de nivel, que aguantan los primeros planos de sus ajados pero atractivos rostros con auténtica maestría. Quizás este sea el engañoso motivo por el que el público asistente a la proyección oficial de la película en San Sebastián se rompiera las manos aplaudiendo al final. También puede ser que el aplauso fuera dirigido a Annette Bening, presente en la sala, y no a la película.