La locura del dólar
Sinopsis de la película
Tom Dickson ha sido durante 25 años el leal y honrado presidente de un banco. Ante la caída de la bolsa, la junta directiva le arrebata el poder y exige la devolución de los préstamos. Un empleado del banco sin escrúpulos y un presunto robo de cinco millones de dólares ponen su carrera y su matrimonio al borde del desastre.
Detalles de la película
- Titulo Original: American Madness
- Año: 1932
- Duración: 75
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Opinión de la crítica
Película
7.1
81 valoraciones en total
Película de las que ya casi no se filman, y que debería primar sobre otras obras sin mensaje alguno en su divulgación. Ésta a diferencia de los citadas nos envía un mensaje implícito y de gran fuerza, siguiendo la premisa que nos dejaron Rousseau y Sócrates de que el hombre es bueno por naturaleza , y en base a la misma, nuestro querido protagonista (director del banco) Dickson, invierte su confianza y sus fondos en las personas que menos fiabilidad económica presentan, pero que más necesitan de su ayuda como banco de préstamos.
Esta perspectiva contrasta fuertemente con la filosofía de los banqueros, bien reflejada en la célebre frase un banco es un lugar donde te prestan dinero si puedes demostrar que no lo necesitas , de Bob Hope. Pero pese a que tanto la actitud como el modo de dirigir el banco de Dickson resulten utópicas, la moraleja que nos deja el gran Capra es de naturaleza bondadosa y humanista (en su vertiente más positiva), lo cual supone un aliciente para su visionado.
En resumen, un film de corta duración, bien dirigida, bien interpretada, entretenida y que me ha dejado con esa sensación de nostalgia por el cine clásico y de buen gusto.
Film importante dentro de la filmografía del realizador Frank Capra. El guión es de Robert Riskin, que en esta ocasión colabora con Capra de modo completo, tras dos colaboraciones parciales anteriores. Se rueda en los Columbia Studios durante un mes de la primavera de 1932. Producido por Harry Cohn para Columbia, se estrena el 4-VIII-1932 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar durante un par o tres de días en NYC, en 1932. El director de Union National Bank, Tom Dickson (Huston), aplica en la concesión de créditos a clientes criterios basados más en la confianza que merecen las personas consideradas una a una que en la solvencia de las mismas. Contra este criterio se manifiesta una parte del Consejo de Administración, que propone su destitución. La decisión se ve paralizada temporalmente cuando a causa del robo de 100.000 USD de la caja de la entidad se produce una crisis de pánico entre los clientes. Tom Dickson es un hombre entregado al trabajo, diligente, riguroso, ordenado e idealista. Cyril Cluett (Gordon) es el jefe de caja, aficionado a los juegos de azar acumula pérdidas del orden de los 50.000 USD. Dude Finlay (Ellis) es el jefe de una banda mafiosa dedicada al robo y al asesinato. Phyllis Dickson (Johnson), ociosa y aburrida, se siente insatisfecha porque su marido dedica muchísimo tiempo al trabajo y a ella la tiene descuidada. Matt Brown (OBrien), uno de los cajeros, fiel a Dickson, entregado al trabajo, no encuentra el momento adecuado para casarse con su novia de siempre.
El film es un drama ambientado en tiempos de la Gran Depresión, en el año electoral de 1932, en el que el presidente republicano Hoover fue derrotado por el demócrata Franklin D. Rooselvet, que prometía una nueva política (New Deal) contra la crisis. En los momentos del rodaje la confianza del público en las instituciones financieras se encontraba deteriorado y erosionado, a causa de las quiebras y cierres registrados en los 2 años anteriores (1930 y 1931). Los Consejos de Administración de los bancos supervivientes deseaban, no sin razón, extremar la prudencia en la concesión de préstamos, teniendo en cuenta sobre todo la solvencia del cliente, la viabilidad del negocio y la capacidad de pago.
El film esquematiza la situación y carga el peso del argumento en disputas personales y enfrentamientos entre idealistas y pragmáticos, que dan pie a un relato de fácil comprensión, de interés general y capaz de suscitar entre el público adhesión y complicidad. Se trata de un film importante de Capra por varias razones. En primer lugar porque la colaboración que inicia con el guionista Ruskin implica la superación de las trivialidades argumentales habituales hasta entonces y la incorporación de temas relevantes y, con frecuencia, relacionados con las turbulencias del país. A partir de entonces no cesa esta práctica, que asume como propia.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
Si, a pesar de lo provocador del título, considero que nos encontramos ante la obra que mejor describe nuestra crisis financiera actual.
Un director de banco, Tom Dickson, interpretado por Walter Houston se enfrenta a su Consejo de Administración respecto al papel que un banco debe adoptar en una situación de crisis, abogando por la concesión de préstamos a los clientes en pos de la generación de riqueza y la circulación de dinero.
Dicho en sus propia palabras, (o mejor dicho, las del guionista de marcado signo demócrata, Robert Riskin) Eso es lo que va mal en Estados Unidos, hay demasiado atesoramiento, demasiado dinero improductivo en latas de café y calcetines. Ese dinero necesita ser prestado para que circule en la economía, para que la gente pueda ser contratada y los proyectos completados .
Todo un ideario, una forma impecable de actuación hacia sus clientes, que amplía a sus empleados preocupándose por sus vidas e inquietudes.
Y también, porque no decirlo, toda una apuesta ideológica por parte de Riskin, que manifiesta una clara intención de propaganda, basándose en el director del Bank of Italy Amadeo Giannini, y destinado a hacer propagenda de las políticas progresistas de préstamos que sostenían buena parte de la industria de Hollywood, en un momento de inicio de recuperación tras el crack del 29, pero que en el año del film. 1932, aun tuvo que soportar el cierre de 1400 bancos.
Pero no sólo de una lección de economía se trata, nos encontramos con una multitud de personajes con vidas propias, ingeniosos gags, un atraco, intriga, traición, una amor que empieza a consumarse, y otro que casi se consuma, excelentes escenas de masas perfectamente planificadas, las interioridades de un edificio bancario, … y todo esto en una película que dura poco más de una hora, toda una lección de cine y vida.
Pero aun hay más, ya que desde el punto de vista estrictamente cinematográfico la carrera del Capra que todos conocemos, empieza aquí, ya que podemos considerar esta película como la primera en un estilo de cine lleno de emoción, buenas intenciones, mensaje y héroes anónimos y cercanos que define el cine de uno de los grandes maestros de su ya centenaria historia.
Resumiendo, y a pesar de ser una película no muy conocida, una obra imprescindible, recomendable, bien contada, frenética en sus desarrollo y perfecta en su intepretación, necesaria en los días que corren, y digna de ejemplo y seguimiento en algunos de sus mensajes, y sobre todo en la admirable actuación ante cada circunstancia del protagonista que no solo es un director, sino un auténtico líder, primero ante sus empleados y después ante sus clientes, en los que cree, y por tanto ellos confían.
La prueba de nuestro progreso no es que añadamos más abundancia a aquellos que tienen más. De lo que se trata, es de dar lo suficiente a aquellos que tienen poco para que puedan vivir con dignidad. Franklin Delano Roosevelt
En 1931, cuando los EEUU venían sufriendo La Gran Depresión, el director Frank Capra cayó en la cuenta de que, con sus películas, sólo estaba divirtiéndose y tratando de divertir a los espectadores. Oir hablar al aspirante a la presidencia Franklin D. Roosevelt sobre el New Deal (Nuevo Acuerdo) con el que pensaba transformar a su país sirviendo con justicia a los desfavorecidos, y viendo a las incontadas familias que estaban quedando en la ruina con los reveses de la economía, sintió que era hora de hacer un cine comprometido con los problemas que afectaban a su nación, y al mundo en general, y entonces vino al paso su relación con el brillantísimo guionista Robert Riskin. Éste tenía una visión social humana y objetiva, y una pluma fluida e indeleble para asentar historias imposibles de olvidar. Se unían así dos liberales de corazón sangrante y, con La mujer milagro, comenzó un ramillete de películas que tienen el sello de la perennidad.
Para 1932, la crisis estaba en todo su pináculo y ya el señor Roosevelt se hallaba en el solio presidencial. El New Deal comenzaba a hacerse realidad y muchos norteamericanos empezarían a encontrar trabajo y comida. Sólo había que animar a los avariciosos bancos para que prestaran dinero a anteriores sólidas empresas que ahora estaban en seria crisis.
LA LOCURA DEL DÓLAR se la juega en este propósito y el binomio Capra-Riskin crea una historia sobre la solidaridad, la amistad, la participación ciudadana, la responsabilidad política y la lealtad, que no deja objeción alguna sobre su prístina propuesta y sobre su capacidad para tocar el alma del más escéptico de los espectadores.
Tom Dickson es un banquero de cuento de hadas: generoso a rabiar, con profunda fe en la gente y en su país, eficaz empresario, pródigo en camaradería… Y Capra no nos dice que así son los banqueros de Norteamérica. Nos dice que ¡así jamás han sido! pero que así deberían ser. Cuando uno ve la magnífica interrelación gerente-empleados que se da en el Union National Bank, se siente en otro planeta. Descartando al infortunado Cluett, el resto es gente de primera, engrandecedora de la sociedad humana.
Una palmeteada en la mejilla y uno se da cuenta de que acaba de presenciar un bello sueño. La realidad, penosamente, todavía no es así, pero Capra sabe ilustrar muy bien la suerte de convivencia que todos nos merecemos… ¡y algún día llegará! ¡No vayan a perder la fe!
La abuelita Capra, como despectivamente se le llamó por sus cuento-películas, nos deja otra muestra más de su talento (y ya van muchas). En plena depresión, una película sobre bancos y dinero era un reto, que Capra superó con buena nota. No con matrícula de honor pero sí con notable alto.
Es cierto que la película tiene sus lagunas. Pero son lagunas puestas al servicio de lo que en definitiva se quiere contar. Ó si lo prefieren: Exageraciones. Es cierto que hay buena gente ¿Pero tanta?. Es cierto que las masas son manipulables ¿Pero tan rápidamente? Ahora bien, de lo que no hay duda es que la única manera de salir de una crisis es moviendo el dinero y no encerrándolo a buen recaudo. La clase de economía que Dickson le da al consejo de dirección es absolutamente magistral. No porque la entienden los expertos sino, todo lo contrario, porque llega a la gente corriente, a los Juan Nadie, a esa buena gente que está siempre en el centro de su filmografía.
Otra escena notable: El montaje de primeros planos corriendo el rumor de la crisis bancaria. Evidentemente exagerada, pero efectiva, que es de lo que se trata. En definitiva, es otra lección económica que podría denominarse: Influencia de la información sobre los mercados financieros, ó algo así.
Repito: Lo increíble al servicio del fin. En este caso el fin justifica los medios. La aparición (exagerada) de acreditados ciudadanos en el último instante, dinero en mano, para devolver la confianza a los inversores es otro capítulo del cuento macro ó microeconómico, según se mire, que Capra narra con la voz inflada de esperanza en el futuro y sobre todo en las personas.
Las tramas accesorias del film, son eso, simplemente accesorias, el robo, la complicidad, el flirteo de la mujer del director, la lealtad del amigo, son solo instrumentos al servicio de una melodía. Por ejemplo, aquella de Viva la Gente. Acabamos tarareándola…