La ley de la fuerza
Sinopsis de la película
California, año 1900. Jim Fallon, un hombre sin escrúpulos que trabaja en una explotación forestal, y su amigo Yukon Baurns llegan a la tierra de las grandes secuoyas. El propósito de Fallon es estafar a los empobrecidos granjeros que acaban de enterarse de que las reclamaciones que han hecho de sus tierras carecen de validez.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Big Trees
- Año: 1952
- Duración: 89
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Opinión de la crítica
Película
5.5
23 valoraciones en total
¡Qué época aquella, los años 50, en que la abundancia de cintas de Oeste hacía que los guionistas buscaran desesperadamente la originalidad! Tiempos en los que podías clasificarlas en apartados como el medioambiental, porque había muchas cintas que denunciaban ya los abusos de la caza de búfalos o de la tala de los bosques. Una vez entrados los 60 nos dedicaremos a desmitificar y buscar nuevas orientaciones al género encadenando, eso sí, fracaso tras fracaso.
The big trees muestra la conversión de un simpático sinvergüenza, Jim Fallon (Douglas), un maderero sin escrúpulos dispuesto a talar los mejores ejemplares de las grandes secuoyas de los bosque californianos. Un hombre que lo mismo engaña con su palabrería y don de gentes a sus pobres asalariados, Yo no contrato, yo comparto el negocio, como a su propia amante, la bella Daisy Fisher (Wymore), a quien le hace firmar en blanco lo que quiere, Tienes suerte de que aprendí a escribir antes que a leer , para quien es solo una maleta más .
Por engañar engaña hasta a los incautos miembros de una congregación religiosa que tiene su iglesia bajo las ramas de estos mismos arboles. Y será precisamente la Hermana Alicia Chadwick (Miller) la que consiga derribarlo del caballo como a San Pablo, eso sí, con la inestimable ayuda de un magnífico Walter Yucon Burns (Buchanan), en uno de los grandes papeles de su carrera cinematográfica desarrollada básicamente en el rol de secundario de lujo.
También se luce Douglas quien, con sus ojos felinos y su dorada melena, hipnotiza y seduce a quien se le ponga delante. Un auténtico tramposo como años después demostrará en El día … (Mankiewicz, 1970).
Frente a lo comentado en otras reseñas, el guion no parece bastante regular y desarrollado con altibajos en el ritmo narrativo. Pasan muchas cosas, si, continuamente, también, pero sin una trabazón sólida en el desarrollo de los hechos. Algunas personalidades experimentan cambios no del todo bien justificados. En este sentido la muerte del bueno de Yucon llevará a Jim a fijarse más en las personas y menos en el dinero o en los negocios.
Los paisajes y la ambientación son impecables, el momento histórico que se trata completamente real, corría el año 1900 y el Congreso de EEUU aceptó una proposición que planteaba la necesidad de respetar las grandes masas forestales, pues El dinero crece también en los árboles . Por todo ello, pensamos, bien se puede dar un vistazo a esta bonita cinta.
Excelentemente ambientada y con unos escenarios perfectos, la historia se pierde por momentos en los vericuetos de una ley norteamericana sobre la explotación forestal, de la que se aprovecha un negociante sin escrúpulos para reclamarla en perjuicio de una comunidad religiosa que vive asentada en aquellos territorios, en medio de los bosques de California, donde se izan los mayores árboles del planeta: los secuoyas.
El pueblo querrá conservar los árboles más grandes pero el señor Fallen está dispuesto a derribarlos todos, a pesar de que surge el amor con la hija del predicador, mujer en contra de la tala indiscriminada. Ella se siente atraída por el recién llegado, pero la advertirán: Tú no te acercas a un felino estando en el bosque a pesar de que sus brillantes ojos te atraigan .
Los intereses se entrecruzan con otra compañía y los problemas aumentarán.
Los principios morales de los habitantes de esas tierras les impiden provocar violencia pero Fallen, desengañado tras la muerte de su amigo, intentará convencerlos finalmente para que luchen por sus intereses.
Es de destacar el dominio de la dirección para mover a los personajes con un ritmo perfecto, a pesar que la musiquilla de fondo chirría incesantemente sobre los diálogos.
Gran muestrario de bellos árboles con troncos increíbles.
Es una película pequeña, hecha para disfrutarla en un abrir y cerrar de ojos, breve y de ritmo elevado. Ciertamente, como bien apunta otro usuario, La ley de la fuerza (nueva espantosa traducción del original inglés) es un largometraje cuya principal virtud es que el trato del hilo narrativo es impecable. De principio a fin, desde la presentación del protagonista hasta el desenlace, no se puede protestar su coherencia interna. El guión fluye de manera impecable, otra cosa son los gustos y la simpatía por el contenido que se nos ofrece. En general, y esto ya es subjetivo, las películas próximas al western me atraen tanto como el western ortodoxo, y en este caso la presencia de elementos propios del género me ha encantado. Además, aparece Kirk Douglas como un lobo salvaje (más que tigre, cuestión de percepción) que acaba convirtiéndose en corderito.
Sin embargo el lucimiento de Douglas, con todo lo bueno que ello supone, es poca cosa aquí. La presencia innecesaria y constante de la Biblia entre las secuoyas con esos colonos tan pesados con la palabra de su señor siempre puesta en su boca me ha repelido, de hecho la apología de la buena moral cristiana es algo que me ha repateado porque sencillamente no hacía falta. Además: ¿cómo entender eso de defender el bosque cortando sólo los árboles más jóvenes y no cortando los viejos? Incomprensible…. En fin, tiene cosas buenas y cosas malas, como en toda película, pero en este caso me temo que lo negativo es más evidente y acaba explicando por qué La ley de la fuerza ocupa el lugar que ocupa. Es bastante prescindible y sólo encaja como relleno anecdótico de alguna tarde ociosa. Eso sí, los muy seguidores de Douglas no deberían perdérsela, se mueve en su salsa.
Ver de nuevo esta película es un pequeño gozo que se renueva sin desgastarse. De la primera vez que la vi me quedaron recuerdos imborrables y caprichosos: el del gato que se convierte en la mano inocente que incendia el registro de propiedad, donde se hallan las solicitudes amañadas del buitre estafador -que encarna el personaje de Kirk Douglas- para talar los grandes bosques de secuoyas.
Porque la película tiene un puñado de elementos que la hacen entretenida, trepidante, redentora -gracias al amor- y ecologista avant la lettre: Un estafador y explotador simpático (Kirk Douglas), capaz de engañar a los leñadores, a gente honrada y religiosa y hasta a una coquette. Una comunidad religiosa que quiere preservar los grandes bosques de secuoyas contra la rapiña. Una mujer valiente que no duda en utilizar los renglones torcidos de Dios para asuntos mundanos con los que los espectadores nos solidarizamos (salvar los bosques). Y una serie de alternancias en la historia que nos hacen estar pegados a la pantalla esperando que el bien gane a la avaricia humana.
Hay conversión in extremis de Kirk Douglas, e incluso el recurso a cierta violencia por parte de los colonos religiosos, estando la misma debidamente justificada. La guerra fría reinterpretaba el pasado.
El solvente guion de Twist y Webb crea personajes creíbles, que crecen coherentemente, con diálogos ingeniosos y vivos y con una alternancia vertiginosa de situaciones. La dirección de Fleist da a la película un ritmo trepidante con una aprovechamiento notable de la naturaleza grandiosa de los bosques de secuoyas y, en general, de la naturaleza.
Evidentemente la película me gusta mucho.
No la suspendo porque en general está bien narrada, tiene cosas interesantes como ver a Kirk Douglas interpretando a un ambicioso villano, exponer un tema poco habitual en el western… Sin embargo, se queda en un aprobado raspado ya que La ley de la fuerza tiene un gran problema: Todo el rato trata sobre lo mismo, no hay sorpresas ni giros inesperados que mantengan la atención del espectador. Al contrario, es una película que ayuda a dormir pese a sus seguras buenas intenciones.
No suelo ser tan escueto en mis críticas, pero es que no se me ocurre nada más que ensalzar en esta ocasión, simplemente no da para más.