Bokeh
Sinopsis de la película
En una escapada romántica a Islandia, una joven pareja americana se despierta una mañana para descubrir que cada persona en la tierra ha desaparecido. Su lucha por sobrevivir y reconciliar el misterioso acontecimiento los lleva a reconsiderar todo lo que saben de sí mismos y del mundo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Bokeh
- Año: 2017
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
Película
4.8
70 valoraciones en total
Al final, me pareció interesante. Uno pasa por todos los conceptos con esta peli. No es cierto el argumento de que el tema está muy visto, ni que bla bla bla…porque si no, entonces no podrías ver películas de cowboys, ni de robo a bancos, ni de infidelidades, ni de asesinos sicópatas que torturan niñas impuras y toda esa historia conocida, porque también está muy visto. Acá, más allá de parecer un filme patrocinado por el ministerio de turismo de Islandia o de tener una bonita fotografía, venos un momento apocalíptico, pero distinto. No hay virus, ni zombies, ni ARMAS !!. Ni siquiera esa desconfianza sobre la maldad del otro, en nuestro instinto de supervivencia. Hay mucha belleza, hay mucha filosofía urbana, hay una ausencia total de peligro inminente, hay una lógica práctica, hay un instinto primitivo, que a diferencia de otras tramas similares, no se basa en el contigo hasta el fin del mundo y decenas de detalles más que la diferencian de pelis post apocalípticas. Digamos que no nos gustó, que nos dormimos, pero por favor, no confundamos.
Esto no es The Day, 28 Days later, I Am legend, Contagion, Melancholia, The Book of Eli, The Road, (ahora, si alguno de ustedes vio en este peli, algo similar a algunas de las señaladas, perdón, vimos cosas distintas), ni tiene nada que ver con series como TWD ni mucho menos con The Last Men on Earth . Tiene para mí, algo que la diferencia y eso me dejó pensando. Realmente se puede debatir y mucho después de verla. Después de probar que no hay belleza en la soledad. Después de verla sin pre conceptos, obvio.
Una actriz antipática, depresiva, preguntona y con cara de acidez de estómago.
Un actor bobalicón sin más.
Un guion de dos páginas que se lee a los 5 minutos.
Una dirección etérea y pedanturria con musiquita omnipresente subrayando no sé qué.
Una idea buena con pequeños aciertos que dejan completamente insatisfecho al espectador.
La psicología de los personajes a ratos creíble a ratos ridícula.
Mala elección de los personajes, demasiado insulsos y bastante antipáticos.
Si verdaderamente es un hermoso paseo turístico por Islandia. Un paseo fotográfico de primera calidad. Pero uno se pregunta. ¿A eso se le puede llamar una película? Y por supuesto absurdo de clasificarla de ciencia ficción. Más bien de excusa para mostrarnos la geografía de Islandia. Y no es que no me guste. Me parece fantástica. Es EL país preferido por mí. Pero no por eso voy aceptar cualquier cosa. Tampoco voy aceptar de considerarla un poco mística por algunos diálogos sobre Dios. Y menos sobre la interesante problemática de ser la última pareja sobre el planeta. Etc… Tan solo nos muestra una pareja que pasea por Islandia. NADA MÁS.
El ministerio de Turismo de Islandia debe haber pagado muy bien por la película. Me parece bien.
Pero el que va a verla que este avisado. La película está vacía de otro contenido.
Un Apocalipsis silencioso para dos jóvenes, comunes y prototípicos, que no pudieron pensar su existencia hasta este momento. Vemos cómo encajan la nueva situación y la vida, cada uno a su manera, buscando el sentido a vivir y a sobrevivir.
Un análisis psicológico que nos pregunta cómo nos enfrentaríamos al fin del mundo, mientras nos regala un viaje repleto de imágenes de enorme sensibilidad. Recomendable para quienes busquen una película intimista.
El apocalipsis solitario no es especialmente una novedad.
Siempre está la figura del superviviente autosuficiente, que tras una gran catástrofe debe sacarse las castañas del fuego, y empezar a vivir sin todas las ventajas que la sociedad nos provee.
La novedad de Bokeh, sin embargo, está en el silencio y la incomprensión: por una vez, no hay cataclismo, ni aliens, ni zombies, ni bombas nucleares a las que echarles la culpa.
Jenai y Riley se despiertan un día para encontrar una ciudad fantasma, durante unas vacaciones en Islandia, y lo primero que buscan es alguna causa, porque no pueden soportar el desamparo que supondría no tenerla.
Después buscan un recordatorio de su propia existencia: alguna notificación en redes sociales, una llamada a un familiar, cualquier cosa que les recuerde que siguen allí.
Nada. Silencio. Todo silencio.
Lo más interesante de esta historia no es solo su condición de hecho aleatorio, sino la sutil reflexión que se desprende de que, una vez apagado el ruido del mundo, tenemos poca razón para volver a encenderlo.
Los días de la pareja primero se consumen en desconcierto y terror, más tarde en ocio y disfrute, pero sutilmente se aprecia el elefante en la habitación que empieza a separar sus mentalidades: Jenai busca un sentido religioso en lo que está pasando, mientras que Riley se encoge de hombros ante el azar, los dos tratando de aferrarse a un objetivo que se les escapa.
Y a medida que pasa el tiempo, la posibilidad de que ni siquiera haya un objetivo no parece aterradora… sino tranquilizadora.
El latido del mundo se aprecia ahora, en los valles de ruido que antes transportaban una información más inútil de lo que parecía.
Riley en el inicio hablaba de la fotografía como la captura de un momento que debe verse, ahora no le merece la pena ni hacer una mísera foto, para capturar un momento que solo él podrá ver. Jenai escucha los audios de su hermana como frágiles monumentos a un futuro que ya no le pertenece, se la comprende en esa necesidad, pero también se ve la inutilidad de su gesto.
Cuando no pueden vivir el uno para el otro intentan vivir para cualquier otra cosa, mientras el espectáculo silencioso que les rodea se renueva delante de sus ojos, ajeno a sus intentos de perdurar en la nada.
Con modestas maneras, esta historia nos habla de cómo nos aferramos a la vida, aunque no le encontremos un sentido que el gran ruido que hacemos nos dice que tiene.
Porque se nos olvida que, en el gran esquema de las cosas, solo somos una especie, un elemento más dentro del gigantesco cosmos, que quizá en determinado momento deberá aceptar el final de su vida útil.