La jaula dorada
Sinopsis de la película
Maria y Jose Ribeiro viven desde hace treinta años en una pequeña portería en un buen barrio parisino. Esta pareja de inmigrantes portugueses son queridos en el barrio entero y, cuando surge la posibilidad de volver a Portugal, nadie quiere dejarlos marchar. Pero ¿qué quieren ellos?
Detalles de la película
- Titulo Original: La cage dorée
- Año: 2013
- Duración: 90
Opciones de descarga disponibles
Si lo deseas puedes descargar una copia la película en formato HD y 4K. Seguidamente te detallamos un listado de posibilidades de descarga disponibles:
Opinión de la crítica
Película
6
38 valoraciones en total
Tu país está bien jodido. Con la mierda hasta el cuello. Como siempre, el riesgo de ahogamiento sólo amenaza a los pringados como tú, aquellos olvidados por la clase gobernante. A los miembros de ésta última las cosas sí les van bien. Muy bien. Ni una mancha ha llegado a sus carísimos y muy elegantes trajes. Nada ni nadie puede tocarles… hasta que se alinean los astros y finalmente alguien les saca del trono… sólo para que otro totalmente idéntico ocupe su lugar. Por los siglos de los siglos… Afortunadamente, los banqueros que mandan en la unión de países donde vives, todavía no se han cargado una de las principales razones para seguir viviendo en ella. Afortunadamente, la libre movilidad de capital humano (capital humano… así hablan) sigue siendo una realidad. Hablamos, por supuesto, de la inmigración en el seno de la Unión Europea, ese paraíso de la justicia social donde al menos hacer las maletas y poner pies en polvorosa sigue siendo una necesidad fácil de llevarse a cabo.
La familia Ribeiro, por ejemplo, abandonó su amado Portugal hace ya mucho tiempo. Treinta años, para ser más exactos, han pasado ya desde que pusieron rumbo a Francia sin dejar nada atrás. Por aquel entonces el pueblo luso todavía no había entrado en la mencionada Unión Europea, la misma que por cierto seguía siendo una promesa de lo más tentadora. Ahora la situación ha cambiado. El desengaño invade cada nivel de la vida cotidiana y la gente sigue huyendo de la miseria. Incluso en el antaño país de acogida. Pero incluso en estas circunstancias de -insoportable- penuria prolongada, a los Ribeiro el destino parece haberles querido dar una tregua. Es más, parece haberles ofrecido la mejor de las sonrisas. De un día para otro, recibirán una noticia que, en principio (siempre en principio) hará que todo cambie para mejor. De repente, ya no tendrán que preocuparse nunca jamás por la (micro)economía. Por si fuera poco, en un abrir y cerrar de ojos se han convertido en los legítimos propietarios de algo que ni en sus más dulces sueños habían logrado ver: una señora finca en su tierra natal con hectáreas de campo y viñedos de sobra.
Llegados a este punto, y siempre que la Unión Europea siga permitiéndolo, las puertas del esperadísimo regreso se abren de par en par… todo listo para abandonar la humillante vida de París y disfrutar por fin de la tranquilidad y dignidad que tanto tiempo lleva escapándoseles. Pero… Pero… En esta tan extraña (y humana) tesitura se sitúa el actor Ruben Alves para firmar su primer largometraje como guionista y director. La jaula dorada es la historia de un posible retorno que a la vez sirve para ilustrar mucho más. Momento ideal para empaparnos un poco de sabiduría popular, porque resulta que Quien mucho abarca poco aprieta, porque de lo que se trata aquí no es sólo de seguir las -intrascendentes- aventurillas de los Ribeiro, sino más bien de ver qué relación tienen (y cómo evoluciona ésta) con el entorno en el que se han visto obligados a vivir / crecer. No sólo se trata la inmigración, sino también las siempre tensas relaciones entre la clase obrera y la privilegiada, lo intrincados que pueden llegar a ser los lazos afectivos… además de otros temas que orbitan alrededor de éstos últimos, como el sentimiento de pertenencia a una familia y/o una tierra.
Puede que las cartas dispuestas sobre la mesa pronostiquen el enésimo drama social con ánimos didáctico-moralizantes. Mire usted, a la pobre gente que se ve obligada a abandonar su país de origen y a venir aquí hay que tratarla ASÍ. ó Trate de comprenderlo, por favor, no es que sean una panda de maleducados, es que sus costumbres son diferentes. ó Sí, ya sé que huelen mal, pero piense que con lo poco que USTED les paga a final de mes, apenas pueden costearse unos pocos gramos de ese embriagador jabón de Marsella que tanto le gusta. El riesgo a caer en los discursos de siempre es más que latente… el de acudir a las mismas fórmulas de la comedieta de domingo por la tarde, también. Al fin y al cabo, y a pesar de lo que la sinopsis pueda sugerir, La jaula dorada son noventa minutos de ligereza fílmica que, a pesar de adentrarse en terrenos muy pantanosos, no le desea mal a nadie, es más, parece que lo único que pretenda sea estar a buenas con todo el mundo. ¿Alguien dijo Feel-Good Movie? Técnicamente no, pero no andaríamos demasiado desencaminados.
Más de treinta años después de haber emigrado a Francia, una pareja recibe la oportunidad de regresar a Portugal. Esta agradable comedia es un homenaje a los emigrantes portugueses realizada por el hijo de una pareja similar a la de la película.
Puede pecar de amable, pues está realizada con cariño, sin miradas duras, con ternura y quizás una excesiva benevolencia, entre la realidad y el cliché, pero también con alegría y humor.
Es una película alegre y simpática, con buenas interpretaciones, un guión resultón, que aunque obvio es entretenido, que sabe meter pequeños personajes secundarios que cumplen perfectamente su función, pese a que las tramas ajenas a la principal sean excesivamente livianas y obvias.
Una película simpática y bonita.
Por desgracia o por fortuna, según se mire, los portugueses han sido y siguen siendo uno de los pueblos que más han tenido que emigrar en busca de un futuro. Su destino durante mucho tiempo era cruzar el charco y embarcarse hacia una nueva vida en Brasil o arriesgarse a emprender esa aventura en los Estados Unidos. Con el tiempo en el siglo XX se cambió esa tendencia y en plena dictadura de Salazar y a la par que el país se embarraba en las guerras coloniales los destinos preferentes fueron Alemania, Luxemburgo y sobre todo Francia. El país galo vivía en las décadas de los 60 y de los 70 un crecimiento económico importante que atrajo a en torno a un millón de portugueses principalmente en el cinturón industrial de las afueras de París. La mala situación económica y laboral en su país de origen y la mayor información que se tenía de la realidad en otros países vecinos donde se llegaba a ganar hasta 5 veces más de salario medio hicieron que muchos dejaran atrás sus raíces en ocasiones para toda la vida. La película que nos ocupa La cage dorée , debut en el largometraje de Rubén Alves nos introduce de un modo obviamente amable en la realidad de esos portugueses que siguen instalados en Francia o que descienden de aquellos que dieron el paso anteriormente. Largometraje con vocación de comedia amable La cage dorée es una película que eso sí reproduce tal vez en exceso estereotipos portugueses perfectamente identificables y que en torno a ellos construye muchas veces su discurso o busca resultados cómicos a través de recurrir al bacalao, al oporto, al fado o a una saudade algo descafeinada. La imagen que se construye es la de una entregada comunidad trabajadora, apreciada por sus vecinos franceses aunque algo explotada en sus puestos cliché de albañiles y porteras. Es una película construida para resultar comercial, con un tono simpático, sin grandes espacios para el riesgo, que tal vez abusa del por otro lado genio musical de Rodrigo Leao, quien realiza una banda sonora a base de reinterpretar temas de su carrera, que nos deleita con temas emblemáticos de la historia musical portuguesa como, no podia faltar, la voz de Amalia Rodrigues, en este caso con un tema de los 50 Uma casa portuguesa , en cuya letra se incluye una declaración de principios que se intenta reflejar en el carácter de la familia protagonista de la película y por extensión al portugués medio general La alegría de la pobreza está en esta riqueza de dar y ser feliz .
A quién esto escribe le encantan este conjunto de referencias y materias que envuelven el universo portugués pero como espectador uno no deja de tener la sensación de que está todo demasiado por la glorificación, por la complacencia y aunque es un trabajo solvente y probablemente con grandes posibilidades de empatizar con el gran público tampoco se sale demasiado de las líneas de lo que es hoy por hoy una comedia aceptable, justa, con cierta gracia.
El actor francés de familia portuguesa Ruben Alves se embarca en su ópera prima con La jaula dorada, una comedia que precisamente mezcla ambas nacionalidades. Nos sitúa en el seno de una familia portuguesa de cuatro miembros. Los padres, de nombres María y José (guiño, guiño) son respectivamente la portera de una pequeña urbanización habitada por gente de dinero y un jefe albañil. Ambos son portugueses afincados en París, aunque sueñan con regresar algún día en su país. Sus hijos, en cambio, pretenden vivir en el país galo como si fueran ciudadanos franceses, olvidándose de sus orígenes familiares.
El tema en cuestión es evidente: renegar de los orígenes o vivir en base a ellos. Durante estos últimos años ya hemos visto alguna comedia ligeramente similar, como aquella de Bienvenidos al Norte, también francesa, que nos mostraba el choque cultural y social entre los norteños y los sureños, que pese a compartir lengua incluso se les hacía difícil comunicarse. Aquí lo que está a debate no es tanto eso sino la relación de superioridad que se establece en los nativos del lugar respecto a los inmigrantes. Y la pregunta que hace Alves al respecto en esta película es: ¿los franceses son los que marginan a los inmigrantes o son realmente éstos quienes facilitan esa discriminación al renegar de sus orígenes?
La cuestión viene planteada a raíz del comportamiento de María y José. Ambos abarcan mucho más trabajo del que en realidad les retribuyen económicamente y pese a ello sus jefes les niegan las pocas peticiones que tienen. Además, ambos no dudan en hacer un favor a los vecinos rechazando cualquier compensación por ello. La película arranca de verdad cuando María y José reciben la noticia de que han recibido una herencia importante de parte del hermano de éste, pero para disfrutar de ella deben establecer su residencia en Portugal. Inmediatamente, los allegados de la familia se movilizan para impedir su marcha concediéndoles todo lo que anteriormente les habían negado.
Todo este planteamiento lo irá desgajando La jaula dorada en clave de comedia. Aquí no debemos olvidar, eso sí, que comedia no tiene por qué ser sinónimo de escenas que hagan reír por su absurdez o estupidez, sino que simple y llanamente se libera a la película de casi toda carga dramática y dota a los personajes de un carácter peculiar, que hace que los apreciemos más que si se tratara del enésimo drama existencial. No falta tampoco el plantel de secundarios cuya personalidad es todavía más extrema, caricaturizándoles en demasía para que el espectador pueda soltar una carcajada de vez en cuando.
Sobre el papel parece que podemos estar ante una gran comedia. Sin embargo, La jaula dorada acaba pecando de vacía. Llegado el momento, el giro de guión (si se puede llamar así) que se produce no resulta demasiado convincente y la película termina de una manera ya demasiado vista en este mundo del cine. Se echa en falta un poco más de mordiente, mayor mala leche al menos con dos personajes concretos en vez de pintarlo todo de un color exageradamente maravilloso. La sensación que queda tras ver La jaula dorada es la de haber echado una entretenida hora y media de cine gracias a una comedia ligera, pero no invita a la reflexión acerca del tema inmigratorio que se plantea. Desconozco lo numerosa que será la colonia portuguesa en tierras francesas y las condiciones de vida que tendrán. Si la película es cien por cien ficción, la actitud de Alves puede ser loable en tanto que la obra se basa más en algo inexistente y que se puede tratar de manera más ligera. En cualquier caso, y dejando de lado estos pormenores, hay que reconocer que como comedia para echar el rato funciona muy bien. Dependerá de cada uno ponderar ambas cuestiones para adivinar si puede generar o no la suficiente satisfacción cinematográfica.
Álvaro Casanova – @Alvcasanova
Crítica para http://www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Comedia amable, que tras su aparente placidez y cortesía no deja de reflejar la explotación despiadada a la que sometemos a nuestros semejantes, sobre todo cuando éstos tienen un carácter hacendoso y servicial, siempre prestos a ayudar, apoyar, colaborar, olvidarse de sus propias necesidades en favor de las necesidades de los demás, negando la verdadera naturaleza de los hechos y censurándose como egoísta lo que no deja de ser mera supervivencia y mínima atención hacia las prioridades personales. Es tan fácil abusar del prójimo cuando éste no pone freno y límite ni dique a ese abuso socialmente aceptado y que solemos aplicar con ciertos semejantes (el servicio doméstico, ciertas profesiones de ayuda social, la tía solterona y sin hijos, la hermana comprensiva, etc.).
No es oro todo lo que reluce, sobre todo cuando nos dejamos birlar nuestra dignidad, nuestra vida, nuestras ilusiones para alimentar con el sudor de nuestra afrentada frente los fatigosos y maniáticos caminos de los demás… Y todo ello se refleja en esta amable comedia franco-lusa que nos trae un relato de nostalgia, añoranza, amor por las raíces, deseo de retorno y gusto por lo propio e íntimo. Lo dicho, en apariencia demasiado blanda y comedida, ayuna de maldad o doblez, sobradamente calmosa, desmesuradamente obsequiosa, fatigosamente amable, afable y atenta, inmoderadamente complaciente y servicial. Pero las apariencias engañan y tras tanta benigna urbanidad y benévola sumisión se encuentran dos amantes corazones que sufren aprisionados ante obligaciones falaces, hasta que consiguen parar el círculo vicioso y entrar en contacto con su auténtica necesidad. Y dan el gran salto hacia sí mismos y su deseo.
Solemos – como espectadores – hacer de menos a las comedias, o creemos que tras la sonrisa, dulzura, llaneza y jovialidad no pueden tratarse temas de calado o trascendencia. Es uno de tantos prejuicios bobos que nos atan a los dramones y hacen caja con nuestra cortedad de entendederas. Por ello es de agradecer ver una comedia expansiva, tierna, dulce y hogareña, tratando temas trascendentes y vitales con frescura, amabilidad, encanto y emoción. Y si además escuchamos un fado hacia el final de la proyección – que emociona hasta al más desalmado – que nos hace comprender muchas de las intuiciones apenas formuladas… No queda sino dar las gracias por este regalo deleitoso y exquisito que llega hasta el corazón.
Ofrece más de lo que parece, promete menos de lo mucho que alcanza: una joyita entrañable y deleitosa.