La fotógrafa
Sinopsis de la película
Durante una visita a la casa de sus abuelos, Kath encuentra unas fotografías de las revueltas civiles de Argentina de 2001. A su regreso a Buenos Aires intentará descubrir el vínculo que existe entre dichas fotografías y su madre recién fallecida, autora de las imágenes.
Detalles de la película
- Titulo Original: La fotógrafa
- Año: 2013
- Duración: 80
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Opinión de la crítica
Película
5.9
75 valoraciones en total
Ha nacido un cineasta.
Se trata de una opera prima, pero me imagino que antes habrán habido unos cuantos cortos, pues esta película exhibe una gran madurez por parte de quien la ha hecho.
Quizás resulte algo fácil decir que a uno le recuerda el cine de Jaime Rosales, pero creo que resulta evidente un parentesco en muchos sentidos –algo que puede estar en el ambiente de la época, sin dejar de ser una opción entre otras. Pienso en la frialdad casi documental con la que se conduce la ficción, la parsimonia con la que fluye, con algunos abruptos giros que dotan de sentido a lo que ocurre y hasta entonces parecía opaco, un sentido rítmico casi musical (y no por casualidad el mismo cineasta firma la música). También comparte una narrativa que no acaba de ofrecer todas las claves de lo narrado: no son aportadas todas las piezas del puzzle, y las sí aportadas no acaban de encajar. Es el espectador quien tiene que poner un resto de algo que no se le acaba de ofrecer completo. Él mismo es conciente de que tiene datos (e imágenes, escenas del pasado) a las que la protagonista no puede acceder en su búsqueda. Y es que la verdad está ahí, pero no plenamente asequible para nadie.
Esto, para una ficción de corte en parte político, es muy de agradecer. En el trasfondo está un hecho de la dictadura argentina, y la venganza contra un verdugo. Pero ello no está visto con dogmatismos ni grandes seguridades victimistas. El mismo verdugo, acaso el personaje más interesante, en una película que practica un realismo distinto al predominante en el cine, ofrece una autointerpretación digna de ser meditada: no le distingue el odio, sino la incapacidad de amar.
El personaje de la fotógrafa, que va apareciendo poco a poco, de una forma indirecta y soslayada (el espectador ve lo que su hija no logra rescatar en su pesquisa), está dotado de una extraña fuerza. Y hay que insistir: no con un retrato de realismo clásico, con todos los datos a la vista, sino de una forma elíptica, sugerente, de la misma manera que los humanos se perciben mutuamente a lo largo de sus vidas.
El salto de España a Argentina funciona muy bien, ayuda mucho para subrayar una búsqueda que nunca acaba de desentrañar lo que se persigue y lo cual se encuentra en el otro lado , donde no se dominan del todo las claves de aquella realidad.
Y en el fondo, tratándose de cuestiones de difícil manejo, como la complicada aclaración de lo que le pasó tan importante a la madre de la protagonista, en Argentina, o el caso de una tortura en la dictadura militar y una venganza, está la obtención de una profunda serenidad. ¿Por qué y de qué? No de la verdad, sino la de su indagación, y ello tanto la que persigue la hija –que es el eje de la película, de su movimiento– como la madre –su núcleo. La verdad no le hará a uno más libre, ni más feliz. Pero sí más sereno, en el mero interrogarse por ella. Y más honesto.
El plano inicial de La fotógrafa, debut en la dirección de largometrajes de Fernando Baños Fidalgo, ya nos pone sobreaviso acerca del tipo de película al que estamos a punto de asistir: un plano fijo de una hermosa y solitaria casa cerrada a cal y canto, que se transforma en una evocadora y atmosférica panorámica de 360º mostrándonos el yermo paisaje que rodea a la casa primero y a una mujer frente a ella, con expresión desconcertada, extraña, pero serena. La cámara vuelve a detenerse en el mismo plano fijo de la casa y una niña pequeña entra y sale de campo de manera un tanto ingenua. Aquí, en este preciso y detallado plano circular, se encuentra el germen de una película que revela, pronto, una admirable, serena e inteligente voluntad de estilo en su recién llegado realizador, que además de productor de la película, también es el responsable de su cautivadora banda sonora y de su cristalino montaje.
Dan buena cuenta de ello unas imágenes decididamente primorosas siempre, donde todo lo que se nos muestra con ellas parece cuidado y mimado al milímetro, generando una puesta en escena absolutamente transparente, limpia y sencilla, que no coarta en ningún momento, más bien al contrario, la enorme capacidad creativa que demuestra Fidalgo, que articula su primera película a través de elegantes y sinuosos planos secuencia, que no sólo dan fe de una forma casi documental y sin estridencias del espacio físico en el que se hallan los personajes, sino que además sirven a su realizador para realizar prodigiosos, magníficos saltos en el tiempo narrativo, funcionando como elipsis invisibles que fomentan la naturalidad y humildad de la narración al mismo tiempo que ponen de manifiesto la inventiva visual de su artífice. Y lo mejor de todo, es que todo el aparato visual que da forma y sentido a La fotógrafa se nos muestra siempre de manera casi inmaculada, sin estridencias, sin efectismos, sin las vanaglorias ridículas a las que nos tienen acostumbrados la mayoría de nuestros jóvenes debutantes con muchas ganas por destacar.
Fidalgo no. Es precisamente esta falta de ambición que se desprende de absolutamente todo el metraje de su película lo que hace de La fotógrafa el mejor debut cinematográfico en lo que llevamos de año y, probablemente, muy difícil será que no termine el curso entre los mejores. Porque, a pesar de no contarnos nada que no nos hayan contado antes en tantas películas sobre secretos familiares en difíciles períodos históricos, en La fotógrafa predomina la sana y honesta intención de contar bien la historia, con un guión perfectamente medido y calculado para aportar y desvelar siempre la información justa y necesaria, sin caer nunca en efectismos dramáticos ni complacientes con los personajes, y que se distingue de otras producciones por no andarse por las ramas, incorporando al metraje únicamente las historias y situaciones más adecuadas para lograr contar y transmitir su historia de la forma más clara y concisa posible. Todo ello, como decíamos al principio, benefiado por una concepción visual sumamente virtuosista y creativa, serenamente bella y dentro de la que brilla con luz propia la formidable transición temporal a la historia de la madre a través de un plano fijo de las fotografías colgadas de la pared y la banda sonora procedente del pasado incrementándose paulatinamente.
Lastra, no obstante, el alcance final de esta, sobre todas las cosas, hermosa película, el que el tono elegido para contarnos ese viaje emprendido por una hija al pasado oculto de su madre roce por momentos cierta gelidez emocional, frialdad que también se desprende de la interpretación de su actriz protagonista, una Zay Nuba que emprende su andadura en el relato a través de un trabajo decididamente ambiguo, que impide la implicación emocional de un espectador claramente sugestionado por la exquisita concepción formal de la película. Por suerte, para rematar el excelente catálogo de aciertos de La fotógrafa, a mitad de la misma aparece ese portento de actriz que es Susi Sánchez, que en pocos segundos caldea el nivel empático de la cinta, logrando además, con pocas pero decisivas escenas, componer un personaje de lo más potente, una mujer herida que busca venganza en su inefable verdugo, a través de un matizadísimo y ejemplar trabajo de exposición interpretativa, sin artificios, sobrio y contenido y que permanece en todo momento feliz y sentidamente apegado a una radiante naturalidad. Lejos de toda duda, el mejor y más premiable trabajo cinematográfico que este servidor le ha visto a la actriz hasta la fecha.
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