La correspondencia
Sinopsis de la película
Una joven universitaria que trabaja como doble en escenas de acción de series de televisión y películas se ve constantemente expuesta a situaciones muy peligrosas. A primera vista podría parecer que se trata de una persona que se siente atraída por el peligro pero, en realidad, se trata de una forma de sublimar la horrible sensación de culpa que le causa el sentirse responsable del trágico destino de su pareja. Su profesor de astrofísica la intentará ayudar a recuperar el equilibrio perdido.
Detalles de la película
- Titulo Original: La corrispondenza aka
- Año: 2016
- Duración: 116
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Opinión de la crítica
Película
5.3
45 valoraciones en total
La onceava película de Giuseppe Tornatore (Nuovo Cinema Paradiso, Malena) se presenta con una historia por demás original, que hace reflexionar acerca de la forma en cómo han evolucionado las relaciones humanas en la actualidad, invitando también a reflexionar sobre aquellos momentos en los que algunas personas son incapaces de cerrar ciclos en su vida a pesar de no tener otra opción.
La película trata acerca de Amy Ryan, una estudiante de astronomía que para financiar sus estudios arriesga su vida trabajando como doble en películas de acción, tiene un romance con Ed Phoerum, un reconocido científico considerablemente mayor que ella. Debido a que Ed es un hombre casado, la pareja se ha resignado a mantener su relación a distancia, por lo que sus encuentros son esporádicos y determinados por ciertas fechas. La lejanía no es obstáculo para que Ed mantenga contacto con Amy por diversos medios, desde videoconferencias y correos electrónicos, hasta medios más tradicionales como cartas y postales. Después de su último encuentro, Amy continua recibiendo comunicaciones de Ed de manera regular, sin embargo, todo cambia cuando por azares del destino Amy se da cuenta de que continúa recibiendo los mensajes a pesar de que su amante ha muerto. Resignada, ella tendrá que decidir si continuar su relación con una persona que ya no existe o bien optar por cerrar el ciclo y continuar con su vida.
Aunque para muchos se trata de una cinta similar a PS I Love You, la realidad es que la película trata un tema mucho más profundo que el de un chick flick. Así, el hecho de que la relación de la pareja perdure aún después de la muerte de Ed mediante videos y correos electrónicos deja mucho que pensar acerca de una sociedad moderna en la cual las relaciones 2.0 son algo cada vez más frecuente, haciendo que uno más bien pueda comparar a esta cinta con Her. Asimismo, si se analiza a detalle, la cinta deja varias alternativas para que sea el mismo espectador quien decida cuales son las verdaderas intenciones de sus personajes: ¿Realmente el amor de Ed es tan grande o lo es más su deseo de trascender aún después de muerto? ¿Es Amy demasiado testaruda al insistir en continuar su relación con una persona que ya no existe o no le queda más remedio al no tener otra forma de controlar su propia vida?
En cuanto al reparto, destaca por supuesto la actuación de Jeremy Irons (Reversal of Fortune, The Mission) como el difunto Ed, realizando un excelente trabajo con la dificultad de que casi todas sus apariciones son a través de videos proyectados durante la cinta. Por otra parte, la ucraniana Olga Kurylenko (007: Quantum of Solace, Oblivion) demuestra que tiene capacidad para interpretar papeles más serios, logrando una actuación bastante convincente en el papel de Amy. Completa el reparto Shauna Macdonald (Swung) con una participación destacada como Victoria, la hija de Ed que decide confrontar a quien fuera la amante de su padre, personaje bastante interesante por tratarse de una persona que incluso reconoce envidiar la forma en cómo Ed amaba a Amy.
No obstante, hay que reconocer que en diversos momentos la película pierde muchísimo el ritmo, y aunque contiene elementos que logran imprimir fuerza a la trama para recuperar la atención del público, la realidad es que no lo consigue de manera satisfactoria, llegando a un punto en el cual las secuencias son repetitivas y llegan a cansar a la audiencia. Sin embargo, la cinta vale muchísimo la pena si se considera que es de aquellas que, a pesar de no ser tan populares, consiguen despertar la curiosidad del espectador y hacerlo reflexionar durante mucho tiempo aún después de que ésta ha finalizado, ya que trata de manera brillante temas de gran trascendencia en lo que se refiere a las relaciones humanas en la actualidad: amor a distancia, deseos de trascender, infidelidad, familias disfuncionales, entre otros. De hecho, el gran mérito de la cinta es que no ofrece respuestas concretas a los dilemas que presenta, por lo que el espectador tendrá que decidir por su propia cuenta si el deseo del científico era seguir ayudando a su amada o más bien prolongar sus años de vida, tal y como lo hacen las estrellas que a pesar de haber desaparecido hace varios años luz pueden seguir observándose desde la Tierra.
Calificación: TÚ DECIDES.
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Se echa de menos al Tornatore más inspirado de otras épocas, y no tan lejanas, La mejor oferta es de hace cuatro días como quien dice, es de 2013. No está mal el punto de partida que se dispone a desarrollar un tema ya clásico en el cine y en la literatura, el del amor que sobrevive más allá de la muerte, y que se ha visto ya muchas veces en pantalla, desde El fantasma y la señora Muir del maestro Mankiewicz hasta la más reciente Post data: Te quiero, pasando naturalmente por Ghost y otros ejemplos. El problema radica precisamente en ese desarrollo algo torpón que termina convirtiendo la propuesta en una paranoia absurda e insufrible.
Arranca la película con una escena que se antoja toda una declaración de intenciones, Jeremy y Olga comiéndose la boca apasionadamente en la habitación de un hotel dando alas a lo que parece un amor furtivo. Bueno, pues así toda la película, oiga. Jeremy y Olga dándose arrumacos, reales primero, cibernéticos después cuando ya no hay más remedio. La presunta gracia está en que resulta que él se muere, lo sabe, pero no quiere que su amada se entere. Ella es especialista de cine, es una especie de maniaco- depresiva que arrastra un sentimiento de culpa galopante, tiene más números para palmarla que él que es quien finalmente la palma. Y entonces, y para que no se sienta sola cuando él ya no esté, el hombre se encarga de dejarle en los meses previos al fallecimiento toda una serie de mensajes en los que a través del WhatsApp, del Skype y yo qué sé cuántas modernas tecnologías más, seguirá diciéndole que la quiere, la quiere y siempre la querrá. Todos estos mensajes serán distribuidos convenientemente y a su debido tiempo por los más diversos emisarios, cómplices elegidos a conciencia por el finado.
Y puede que a Jeremy y a Olga, el jueguecito les funcione y hasta les resulte entretenido por un tiempo y se sigan amando con locura y diciéndose te quiero y te quiero hasta el infinito y más allá. Para el sufrido espectador desde luego la experiencia resulta de lo más aburrida. Al principio la chica se queda más mosqueada que la del ramito de violetas de Cecilia, pero luego ya se lo toma como algo casi normal. ¿Suspense? Más bien suspenso. A Tornatore se le enreda el cable del teléfono y el del ordenador todo a la vez. A la película le falta algo de sutilidad y de filtro, alguna elipsis de vez en cuando no hubiese venido mal. Que cada vez que aparece Jeremy en la pantalla diciendo te quiero, mi niña no solo te entran unas ganas locas de invadir Polonia sino que además muere un gatito en el mundo. Cansino que eres, oye.
No voy a descubrir a estas alturas la talla como cineasta de Giuseppe Tornatore. Su nombre, indefectiblemente, se asocia, se quiera o no, a uno de los grandes hitos de la Historia del Cine, Cinema Paradiso, la entrañable y emotiva historia de fascinación y descubrimiento de un niño embelesado por el poder de las imágenes del cinematógrafo y seducido por la imperial y humana lección de sencillez y honestidad otorgada por un proyeccionista de cine. Philipe Noiret estaba inmenso. Pletórico. Se comía la pantalla y devoraba a su personaje. Lo que transmitía era pureza y espiritualidad, en tiempos complicados, rugosos y feos, que gracias a la magia del cine, sobre todo norteamericano, y la amistad (a modo de padre) entre el adulto y el chaval, conquistó, por qué no decirlo, el corazón de muchos espectadores. De la misma manera, y salvando las distancias, que en 1972, el añorado y tristemente desaparecido prematuramente, François Truffaut, nos regalara, pese a su propensión al nostálgico y edulcorado anecdotismo de un rodaje de un filme en la estupenda, La noche americana, Cinema Paradiso, fue, en un tono poético y gracioso, un vivaz y melancólico homenaje a la vida y a las películas, siendo las cintas las que ayudaban, y de qué manera, a soportar y trasegar los rigores impuestos por una vida canalla y amarga que Tornatore quiso verla y ofrecérnosla sin las negruras groseras de la tragedia y el desaliento.
Ahora, tras el grato y, a la vez, sibilino, recuerdo que me dejó su anterior producción, La mejor oferta, con un anticuario/tasador, talludito, interpretado por perspicaz tono decadente por ese pedazo de actor que es, Geoffrey Rush, que se enfrentaba, como en tantos otros filmes de Giuseppe Tornatore, a un venenoso encantamiento por parte de la misteriosa, Sylvia Hoeks, llega a la pantalla grande su último trabajo, La correspondencia, envuelto también, como no podía se de otra manera, no sólo por un halo de romanticismo a la vieja usanza, sino que vuelve a dibujar a una pareja de amantes cuyas edades recuperan el eslogan otoñal.
Olga Kyrilenko, que, por cierto, está guapa, bella y sexy, además de atormentada, interpreta a Amy, una joven alegre y feliz, estudiante en la universidad, que en sus ratos libres actúa como especialista de escenas de acción en las filmaciones de películas. Está unida sentimentalmente a Ed, un fuera de serie, Jeremy Irons, profesor de astrofísica en la universidad, erudito, enamorado de las estrellas del firmamento y loco de amor por Amy. Forman una pareja atractiva y con mucho encanto. El carisma de Ed y su elevada cultura cautivan a una mujer deseosa de aprender y amar. Nada entre ellos se interpone. En la primera secuencia, que sucede en un hotel, les vemos arrullados, dichosos y ufanos. Se despiden con la promesa de volver a verse en cuanto Ed cumpla con sus compromisos de agendas.
Pero Ed fallece. Estaba enfermo. Amy se hunde y se muestra desconsolada y aturdida por el acontecimiento inesperado. Se queda, en un sentido figurado, muerta/matada. Podría pensarse que a los 10 minutos de inicio del metraje la película se ha terminado. Pues no. Todo lo contrario. Resucita, no el personaje de Ed,indudablemente, sino el misterio y la intriga. ¿Por qué? Muy sencillo. Ed, un tipo cabal, inteligente, ha organizado, aprovechándose de las nuevas tecnologías en mensajes y redes sociales y con la participación de otras personas (repartidores, abogados, albaceas, etcétera), una serie de avisos, comunicaciones, fraguadas de tal modo, que Amy, aparte de alarmada, a la vez que inquieta, comienza a recibir esos recados como si sintiera la presencia de Ed, como si no hubiera desaparecido.
Los mensajes, a los que alude el título del largometraje, la correspondencia, activan, como si de una gincana se tratara, o una especie de juego de pruebas que hay que completar sin fallo alguno para recibir el premio final, que mueven, con bastante emoción, al principio, contenida, luego, fascinada, a Amy, por varios lugares. Del corazón roto y el destrozo emocional, muy bien matizado por Olga Kyrilenko (vuelvo a repetir, está inconmensurable), se pasa a una curiosa y sorprendente road movie sentimental que va completando una especie de testamento o últimas voluntades de Ed (pese a estar fallecido, lo vemos a través de las pantallas del ordenador, sus memos en el móvil) que conducen a Amy a experimental sensaciones un tanto contradictorias (visita a su madre con la que no se lleva bien, se ve con la primera esposa de Ed y su hijo) que hacen que el filme, más allá de las alusiones a las estrellas y a la galaxia (el punto intelectual y científico de la película), tenga una propuesta de suspense. Que avanzamos y acompañamos a Amy de un lado a otro. Incluso se puede sufrir cuando Amy no acierta con el número de veces que debe pulsar determinada palabra en el Iphone. En fin, lo que pude parece una cursilada o ñoñería quiero que tiene mimbres más sólidos y bonitos para considerar La correspondencia como un filme curioso y elaborado, para nada baladí y efímero. Tiene algunos elementos o incursiones para descarrilar y convertirse en un paseo por el amor y la muerte artificioso. Pero no es así. Es una película que te enamora porque los personajes están verdaderamente enamorados.
Estoy desconcertado, no por esta película que ya adelanto mi opinión de que es bastante mala, sino por el tenor de las mayoría de las reseñas que se han publicado en FilmAffinity.
En primer lugar, la modelo ucraniana Kurylenko nadie puede negar que es muy bella pero… ¿actriz? Suponer que su trabajo refiere a una mujer muy enamorada de un amante anciano no me parece. Me da la sensación que dio con el rol de una víctima de acoso y violencia de género. Y esto, me trae inmediatamente a considerar el quid de la trama que la inmensa mayoría de los foristas considera en forma lineal que el personaje interpretado por Jeremy Irons borda un profundo enamorado que pretende seguir presente aún después de la muerte, pero a mí me transmitió a un psicóptico egocéntrico que, despreciando a su amada por el bajo nivel intelectual de la misma que no está a su altura, la somete a una persecución diabólica en un entramado de dominación y manipulación —valga la cacofonía— lanzado desde ultratumba. ¿Qué empatía puede provocar en el espectador este cursi enamorado que construye todo un ardid despreciable de sometimiento?
Y ni hablar de la enamorada. Esa insoportable levedad de importarle un carajo el prójimo concurriendo a espectáculos públicos con el celular encendido y usándolo desaprensivamente, como suelen hacerlo los adicto-móviles de esta digital era moderna, y estableciendo una relación cuasi virtual de mensaje va y mensaje viene.
Una historia que recurre a cuanto clisé psico-emotivo puede imaginarse como la reconstrucción del vínculo roto con la madre, la visita a la mujer de su amante y, ya en el colmo del ridículo, las razones por las cuales se dedica a ser una doble de riesgo en su trabajo.
Es claro que no me gustó este filme, pero no por ello es que hago esta última reflexión como modo de enterrarla irónicamente, sino porque francamente es lo que he sentido con su visionado:
con sinceridad no me pareció haber presenciado un drama sino una auténtica película de terror por la encerrona y el martirio que el amante le inflinge a su querida luego de la muerte. Parece mentira don Giuseppe Tornatore, que habiendo sido el responsable de Cinema Paradiso también lleve su firma este despropósito.
Acudí al preestreno un tanto alerta ya que mi última experiencia con amores imposibles fue horrible (ANTES DE TÍ). No obstante, me ha parecido una película bella, bonita y muy sentida. Quizás algo larga, se podrían haber recortado minutos de metraje pero está muy bien llevada, te mantiene intrigado y desde luego, en mi caso (y en lo que percibí a mi alrededor) la pareja formada por Jeremy Irons y Olga Kurylenko llega al espectador, cae bien, te los crees y crees en la historia de amor que tienen. Logran despertar empatía.
Dejando aparte al gran Jeremy Irons que está genial, mi gran descubrimiento ha sido ella, que pese a mostrarse triste, pálida, demacrada en ocasiones y pasándolo fatal sigue siendo una auténtica belleza natural. Sus dotes artísticas me impactaron, transmite verdadero dolor con la mirada sin tirar de sobreactuación cargante (como Emilia Clarke en ANTES DE TI).
La BSO de Ennio Morricone al principio me resultó un tanto extraña pero acabó por cumplir el objetivo de sumar un plus a la hora de emocionarse con algunas escenas.
En resumen, para los amantes de las historias de amor trágicas y románticas, es una buena película. Pese a lo duro de su argumento, a mí me dejó un sabor más dulce que amargo en el paladar.