La cinta blanca
Sinopsis de la película
En 1913, en vísperas de la Gran Guerra (1914-1918), extraños acontecimientos, que poco a poco toman carácter de castigo ritual, se dan cita en un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania. Los niños y adolescentes del coro del colegio y de la iglesia dirigido por el maestro, sus familias, el barón, el encargado, el médico, la comadrona, y los granjeros conforman una historia que reflexiona sobre los orígenes del nazismo en vísperas de la I Guerra Mundial.
Detalles de la película
- Titulo Original: Das weisse Band aka
- Año: 2009
- Duración: 145
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Opinión de la crítica
Película
7.2
50 valoraciones en total
El blanco es el color de la pureza. Es inocencia y luz. El límite al que tiende la bondad.
En ‘La cinta blanca’ la blancura, con su pureza inalcanzable, es el comienzo y fin de lo terrible.
El blanco se transforma en la conciencia del pecado original. Su dignidad fermenta y se corrompe: leche agria, tormento físico y moral, humillación.
La fotografía sobrexpone el blanco de los campos, las coles, las espigas. Nubla el ojo del niño. Nos muestra un pueblo insano y venenoso.
El blanco desmedido termina en pura aberración. La inocencia se hace excepcional. La única persona que ríe abiertamente es el pequeño retrasado.
El espíritu del mal condena al hijo por la falta de los padres. El castigo preside la existencia, la risa está proscrita.
Todo es sermón y censura, susurro o grito, presagio de sanción. Todo es engaño o apariencia, violencia contenida o estallido. Se nos presentan los sonidos depurados: el vuelo de una mosca, el lamento del niño, la música desnuda. El silencio, en contrapunto, los hace resaltar.
Me parece muy bien que Haneke crea que una sociedad autoritaria generó una generación que aceptó de forma natural el nazismo, que es lo que nos venden dentro y fuera de las pantallas, pero eso no se le cree ni su padre ni la Historia, ya que todos los países fueron autoritarios y reprimidos y no generaron fascismo ni nazismo (el cual se explica mejor como humillación nacional más que como trauma infantil) y ahora se empieza a comprobar que los chicos violentos, más del 60% (entonces y ahora) no tuvieron abusos ni violencia ni problemas especiales que no tuvieran otros. Sólo con esos datos debiera haber cambiando el preámbulo, pero bueno, allá él con su marketing y su pajilla mental.
Quitando eso, la pelílcula se hace demasiado pesada por el tempo cinematográfico, que llega a hacerse monótono más que crear el ambiente que se supone quería crear. Con esa forma, asistimos a los abusos del intocable y tópico cacique sobre su servidumbre, apecto que se filmó mucho mejor en Los santos inocentes hace mucho, mucho tiempo (¡pero si incluso aparece un deficiente psíquico!), al más tópico todavía cura que reparte hostias de las dos clases a diestro y siniestro, al más tópico aún tema de la masturbación, al indispensable pederasta y al que no podía faltar: el de la cara de pasmado y bueno como él solo en el personaje del profesor, que desahoga la violencia contenida.
Y no contento con eso, el final lo acaba como, cuando y donde le sale de los huevos. Vamos, que lo terminó ahí como lo podía haber terminado en otro lado.
Eso sí, hay tres momentos estelares (la conversación del médico y la asistente, la conversación sobre la muerte con el niño y el interrogatorio) enmarcado en una fotografía preciosa en blanco y negro, pero para ver exposiciones fotográficas, prefiero a Eugene Smith o Sebastiao Salgado y no pago casi 8 euros. Para eso me voy a una sala de exposiciones.
Así, una película que ya estoy empezando a olvidar, que jamás volveré a ver y que no me entretuvo apenas.
El director nº1 se sentaba en la mesa de la izquierda, desde donde atendía amablemente a los periodistas. Sujetaba con las dos manos la Palma de Oro, que le habían otorgado unas horas antes. Su blanca cabellera le daba un aspecto de druida ancestral.
– Señor K. ¿De qué trata su película?
– Mi principal objetivo era presentar cómo se interiorizan valores considerados absolutos si son inculcados desde la infancia. De cómo la consideración de un valor o creencia como absoluto, sea este político o religioso, puede llevar al terrorismo y, por extensión, a lo inhumano. Por otro lado, la película, a pesar de desarrollarse en contexto alemán, no habla solamente del nazismo, la interpretación se extiende a una observación crítica del modelo del ideal, pero del ideal pervertido.
El director nº2 se sentaba en el taburete de la derecha, en el otro extremo de la sala de prensa. Respondía las preguntas mientras ordeñaba una vaca, que había sido trasladada al recinto a petición suya. Su blanca cabellera le daba un aspecto de friki anacrónico.
– Señor Y. ¿De qué trata su película?
– Es sobre una mujer en problemas.
– ¿Podría explicarse más?
– No.*
(*) Los personajes y los textos de esta crítica son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura alevosía.
Se suele decir de Haneke que es un cirujano que disecciona los males de la sociedad moderna y sin embargo, no hay apreciación más equivocada: ya que un cirujano abre el cuerpo y lo examina para que, una vez determinadas las causas del mal, proceder a extirpar la carne corrupta en vías de lograr la curación del paciente. Y sin embargo, lo que se hace en La cinta blanca no es una operación. Es una exhumación seguida de una autopsia.
El cuerpo tiene un aspecto impoluto (la tanatoplastia B/N hace milagros) pero una vez empieza a abrirse, asoma su verdadera naturaleza. A medida que la voz en off del narrador nos cuenta los extraños sucesos que acontecieron en aquel puritano pueblecito alemán poco antes del inicio de la Primera Guerra Mundial, se nos muestran los órganos y la lenta corrupción que ha ido devorando por dentro ese inmaculado cadáver. Así, mientras la disección se profundiza, el blanco de la imagen -el blanco del rostro, de la nieve, del incendio- se va a ir comiendo lentamente al negro. Al final, hay un infernal predominio de esa falsa inocencia que pregona la cinta blanca: para cuando llega el momento de asumir sus enseñanzas, es demasiado tarde. Si los padres desarrollaron sus vicios y pecados al abrigo de la oscuridad, serán los hijos quienes opongan con orgullo su propia concepción de la pureza, a plena luz del día. El triunfo de la voluntad.
Y no el único triunfo: hoy se ha estrenado en algunos cines de España una película austríaca de dos horas en blanco y negro. Sobre la génesis del nazismo. Sin holocausto. Sin discursos. Sin gafitas 3-D. Sin banda sonora. Sin trailer impactante. Sin estrellas.
Si esto no es la verdadera revolución, detengan la cámara, corten y déjenme salir, que yo me largo.
He de decir antes de empezar a escribir esta crítica, que fui al cine sin tener el menor conocimiento del argumento de esta película, ni de su concepción o planteamiento. Sinceramente, creo que es algo que ayuda mucho al visionado de este filme.
Ahora bien, la película en si, nos introduce poco a poco en la agobiante atmósfera de un pequeño pueblo de Alemania poco antes del estallido de la I Guerra Mundial. La historia, nos la narra el maestro local, no obstante, la cámara no se muestra partidaria de nadie, simplemente enfoca, con una frialdad absoluta todo lo acontecido en el filme.
No se muestra partido por nadie, todo el mundo tiene algo que ocultar en una atmósfera totalmente agobiante y opresiva en un lugar donde la moral y las apariencias externas lo son todo. El sobrio blanco y negro y la ausencia total de música (salvo por uno o dos momentos y por que algún personaje toca un instrumento) nos asumen aún más en el micro cosmos que forma este pequeño pueblo. La vida y miserias de todos los habitantes, se exponen ante nosotros y al final, el único juez, es el espectador.
Ahora para el que haya visto esta película, le recomiendo ver el spoiler para ver mis conclusiones, a todos los demás usuarios, no lo leáis por que os destrozo la película.
Película sumamente recomendable y que hay que ver varias veces para captar todos los detalles.