La casa de Jack
Sinopsis de la película
Estados Unidos, década de 1970. Seguimos a Jack durante un período de 12 años, descubriendo los asesinatos que marcarán su evolución como asesino en serie. La historia se vive desde el punto de vista de Jack, quien considera que cada uno de sus asesinatos es una obra de arte en sí misma.
Detalles de la película
- Titulo Original: The House That Jack Built aka
- Año: 2018
- Duración: 150
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Opinión de la crítica
Película
6.5
35 valoraciones en total
Nos encontramos ante una especie de ritual satánico, sin que El Maligno participe.
Matt Dillon interpreta el papel de un extraño criminal que cree diseñar una obra de arte en cada uno de sus perversos asesinatos.
Se inscribe en ese cine de metáforas, que puede gustar mucho a los pedantes, pero no a mí, que soy una especie de humano de mercadillo, y mis serias limitaciones intelectuales, me impiden entender complejidades al alcance, solo, de unos pocos privilegiados.
La media en esta página es de 6,7
La han votado en el momento de hacer mi comentario: 4.597, lo cual quiere decir que hay demasiadas notas altas…
El arte es un crimen, dijo alguien.
No existe eso de arte apto para todas las edades o políticamente correcto, porque está más allá de esos condicionantes.
Existe tal como es, se aprecia plenamente, o como buenamente se pueda, y luego ya se vomitará en algún medio digital que su responsable es un enfermo mental. Así se duerme tranquilo, pensando que los temas realmente jodidos no nos pueden tocar.
La Casa de Jack es una meditación al respecto, pero también un desenmascaramiento intencional por parte de Lars Von Trier.
Él, como su protagonista Jack, también se ha pasado la vida de incidente a incidente (en Cannes), profundamente metódico y perfeccionista, simplemente para mostrar esos lugares oscuros que nadie se atreve a transitar. No es una misión divina, no es ni siquiera una manera de mostrar una verdad suprema, simplemente es un punto de vista como otro cualquiera.
Porque es estupendo recrearse en los romances o dramas que gustarán a otros, pero también es sibilinamente cómico observar cómo una autoestopista con mirada cómplice de Uma Thurman puede dar tanta chapa sobre asesinos seriales, sin darse cuenta de que tiene uno delante a punto de abrirle su resabidilla cabeza.
Jack, al abrigo de la oscuridad, en un descenso al abismo que no vemos, desgrana su vida y no se disculpa por nada de lo que vamos viendo.
No tendría sentido, no hay una infancia traumática ni un comportamiento represivo, sino genuina curiosidad por el daño que puede soportar un cuerpo humano, la misma que tantos dictadores y monstruos ejemplares de la Historia han explorado: es un modo de vida, una lente a partir de la cual verlo todo, porque donde otros queremos la fotografía él se queda con el negativo de luces oscuras.
Durante el autorretrato dividido en varios incidentes, su confesor Verge le repite que ya se lo han contado de todo color y pelaje, que no hay ninguna obsesión que le pueda sorprender o ninguna justificación que se pueda aceptar, pero Jack, como todos, se empeña en que bajo su luz oscura el mundo realmente se aprecia diferente. Bonito paralelismo Von Trier así nos cuela hacia si mismo, esgrimiendo su habitual no saber hacer arte de otra manera y auto-homenajeando los aires de grandeza presentes en toda su filmografía.
Jack tiene razón, pese a que al principio te puedas resistir a verlo, o simplemente te rías con su perfeccionismo compulsivo (Von Trier tampoco es tonto, y sabe que hasta el más iluminado tiene patéticas fallas con gracioso resultado).
Es cierto, nunca se me habría ocurrido pensar en la matemática animal de una presa salvaguardando a sus crías, perfectamente aplicable a una mujer con hijos a la que le dicen que tiene bala ya reservada, haciéndonos evidentes como seres de costumbres genéticas. Tampoco imaginaba que fuimos tan retorcidos como para plantar sirenas innecesarias en aviones que desmoralizaban al enemigo, o que las balas de chaqueta metálica fueron desarrolladas en un alarde de inquina para ahorrar munición a cada matanza.
Aunque probablemente el detalle más cruel, el que inclina nuestro favor hacia la híper-cordura de Jack si no lo hemos hecho ya, es verle gritar junto a su víctima que hay un asesino en el edificio, solo para recibir el más aplastante silencio: a una gran mayoría de gente, en el fondo, se la sudan los demás y no se ensuciarían las manos si lo pueden evitar.
Algo muy parecido sucede siendo público de esta película, habiendo llegado tan lejos, y comprobando que pasados los minutos te conviertes en una especie de voyeur glorificado, progresivamente más desconectado de las atrocidades para soportar verlas, aunque con el suficiente interés en seguir viendo cuál será la siguiente.
Aquel policía incrédulo, aquel mecánico ausente, no hacen nada a la más leve sospecha porque gustan de ver como nosotros, no de meterse en problemas al ayudar: eso sería casi aceptar que visiones del mundo como la de Jack existen, y queremos blindarnos de ellas todo lo posible.
Y cuanto más miramos, más comprendemos su preocupación por dejar sin limpiar la más pequeñita manchita de sangre, o le compadecemos por las chapuzas amontonando cuerpos en su cámara frigorífica, esperando que supere cualquier obstáculo en su camino. Será proscrito, será brutal, será perverso… pero a su retorcida manera es un artista, que no puede dejar de crear a su paso, construyendo una casa cárnica en hueso que le representa mucho más que cualquier conjunto normalizado de madera y teja.
Habrá gente horrorizada al observar semejante cuerpo de trabajo, y está bien. Pero también habrá otra gente que sienta lo repulsivo, lo sobrecogedor y el sufrimiento, y sea capaz de ver cómo forma parte definitoria de este mundo.
Como Jack, Lars Von Trier también trabaja para que no nos olvidemos de que el infierno está presente, entretejido en las vísceras de todo lo que es bueno y divino.
El descenso a los infiernos que se muestra parecería entonces una redundancia, pero es necesario como reflexión silenciosa sobre lo que dejamos atrás, sobre lo que nos espera y sobre lo que nos hemos negado al avanzar, recordando lo humilde que es el recorrido de Jack, y por extensión el del adorado, multipremiado director Lars Von Trier.
Hay un ingeniero en cada uno de nosotros, asumiendo las órdenes de nuestro propio arquitecto. Siempre nos saldrá una casa distinta, pero casa a fin de cuentas: puerta de nuestro infierno particular, y maltrecho legado a todo lo que quisimos lograr.
Jack es un arquitecto fallido y un exitoso psicópata. La película comienza con Jack contando su trayectoria a un confesor que no vemos. El criminal narra a su oyente cinco crímenes al azar, cometidos a lo largo de su vida, para defender el asesinato como arte. Sin embargo, todos y cada uno de sus argumentos serán cuestionados y rebatidos por el misterioso acompañante, dejándole en total evidencia.
Cabe decir que es totalmente comprensible que la gente se marchase de la proyección. Es una película violenta, desagradable y antipática. Además, dura dos horas y media. Sin embargo, aquel que aguante verá su proeza recompensada, pues pasado el shock de los crímenes de los que tanto se ha escrito, la revelación final del film, la cuestión que quiere alcanzar von Trier con el despropósito inicial, es sin duda una de las más interesantes de su carrera.
El danés se ha marcado una paja a cuatro manos mirándose en el espejo, y sin ningún tipo de complejo, ha realizado una película por y para el gusto de sí mismo. Y a quién no le agrade, a tomar por c***.
Con una curiosa mezcla entre la comedia negra(tirando a carbón) y un surtido de secuencias marca de la casa(desde escenas a cada cuál más retorcidas, hasta su característico estilo documental desarrollado en sus últimas obras), Lars Von Trier consigue que el público se descojone a mandíbula abierta mientras nos muestra a un protagonista (que en definitiva es su alterego) cometer las más absolutas de las barbaridades..
A estas alturas es ya difícil que este cineasta consiga sorprenderme, pero he de reconocer que esta obra, como punto de reflexión sobre su trayectoria artística, y por ende, su persona, es toda una revelación (ultra-onanista) sobre un artista que se confiesa abiertamente sin ningún tipo de reparo ni cohibición, y eso en definitiva, es lo que uno espera de este cineasta. Quizás no es de las más perturbadoras de sus obras, pero si es probablemente la película más sincera y de la marca Trier de toda su filmografía.
Esta cosa está compuesta por una serie de estratos:
– Bromas: aunque la cosa no es para bromas, Lars las hace, con un humor cavernoso y travieso. Una serie de bromas que hacen entretenido el arranque de la función.
– Repeluzno: cuando se le acaban las bromas, Lars se pone meramente desagradable, y aquí la cosa empieza a hacerse pesadita. No es que no dé en el clavo a la hora de asquear, que eso lo borda, es que el clavo cambia tanto el tono de repente que se oxida y chirría.
– Monserga: Lars aquí tampoco se priva de dar la tabarra, que le encanta. Así pues, volvemos a encontrarnos con las ya conocidas peroratas culturetas de pacotilla, que son una cosa estupenda para alargar inexorablemente el metraje, no vaya a quedar por debajo de las dos horas, que sería una desgracia.
– Arte: a mogollón, sobre todo en la escritura, llena de poesía y cosas de esas, si. Parece que el guión lo ha escrito el tonto del pueblo.
– Personajes: pura quincalla.
– Misoginia: cosa recurrente en las pelis de Lars y que no hay que tenérselo a mal. A mi entender, una de las pruebas irrefutables de que el pobre es imbécil.
– Narcisismo: hay que apreciarse a uno mismo, faltaría más. Me parece una cosa estupenda que Lars, en un momento dado, agregue un montaje de momentazos de sus hits, que viene muy a cuento y era muy necesario. Sin esto, faltaría algo.
– Epílogo: como en esta ocasión no hay prólogo, pues hay epílogo. Si me das a elegir prefiero prólogo, porque para cuando llega el epílogo has aguantado ya tantas sandeces durante tanto rato, que encuentras de un sadismo imperdonable que el buen Lars te regale el abigarrado ratito que aún te queda por delante para dar por concluido el visionado de su cosa.
Para mi gusto, una de las mejores pelis de Lars von Trier.