La buena boda
Sinopsis de la película
Segunda película de la serie Comedias y Proverbios . Sabine es una joven de 25 años que tiene un affaire con Simon, un hombre casado. Cuando se da cuenta de que él nunca va a dejar a su esposa, impulsivamente decide que tiene que casarse. En una boda, su amiga Clarisse le presenta a Edmond, un joven abogado de su edad, y Sabine decide casarse con él.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le Beau Mariage
- Año: 1982
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
Película
6.8
52 valoraciones en total
La rodilla de Claire (de los Seis cuentos morales ), La buena boda (de las Comedias y proverbios ) y Cuento de otoño (de los Cuentos de las cuatro estaciones ) son quizás mis favoritas de cada uno de los tres grandes ciclos rohmerianos.
No es en absoluto una casualidad que en este trío ostente un protagonismo Béatrice Romand —a quién vemos desde la adolescencia a la madurez—, una de mis divinas feas predilectas (con permiso de Charlotte Gainsbourg). Me ocurre con el cine de Rohmer, dónde lo único que vemos es a gente conversando mientras se tejen tramas livianas como el vuelo de una hoja, que me importan mucho los actores. No hablo de las aptitudes interpretativas (que siempre mantienen un nivel homogéneo, transmitiendo una gran naturalidad) sino del hecho más primario y emocional de sentirse a gusto observando unos rostros, unas voces, unos cuerpos concretos, y no otros.
También me importan los ambientes, los interiores, las ropas… La conversaciones ante el lago Annecy, por las calles empedradas del casco viejo de Le Mans o entre viñedos, no tendrían el mismo encanto en una moderna urbanización o en una multitudinaria avenida de París. Ninguna luz en su cine me proporciona tanta placidez como la acogedora de La buena boda .
Y todo ello es independiente del grado de adhesión que a priori sea susceptible de provocar el carácter de cada personaje. En la vida real, sobre las líneas de una novela o en la pantalla con otra actriz, seguramente encontraría insufrible e irritante a Sabine, nuestra protagonista. Pero con los rasgos y gestos de Béatrice Romand, todo ese infantilismo, esa tozudez, esas reacciones imprevisibles, inmaduras y caprichosas, se impregnan de una gracia y una ternura que me llevan a una mirada cándida y cómplice. No me parece en absoluto que sea una arribista: su interés manifiesto por casarse con un hombre que la sitúe socialmente no deja de ser parte tópica de ese cuento de hadas de color de rosa que quiere construir.
Precisamente ¿Quién no hace castillos en el aire? es el acertado epígrafe proverbial del episodio. Pocas veces en esta serie se hace tanto honor al genérico de Comedias y proverbios . Hay mucha comedia: el propio punto partida de obstinarse en casarse antes de saber con quién ya es jocoso, abundan los diálogos hilarantes y las escenas que en su fondo no dejan de ser humillantes y patéticas para la protagonista, y que bien podrían trastocar el film en drama, se resuelven también en clave de comedia.
Y está el proverbio. Sabine sólo aprenderá a construir con cimientos sólidos a partir del reconocimiento de la alteridad, desde la aceptación que los demás no pueden ser sólo personajes que cumplan el papel predeterminado en su propia ensoñación.
Que lo consiga o no, ya escapa a la historia que hemos presenciado, y tampoco importa demasiado. El cine de Rohmer no está hecho para los personajes, sino para que nosotros, los espectadores, aprendamos un poco más de nosotros mismos.
Entretenida película en la que Rohmer consigue un efecto muy airoso a pesar de la dificultad que entraña su propuesta.
No siempre representa tarea sencilla trasladar al lenguaje cinematográfico un planteamiento de carácter psicológico o sociológico. Ni siquiera costumbrista o intimista.
Y menos que el producto resulte creíble.
Menos todavía, que se pueda calificar como entretenido.
Los muchos momentos en que se hacen dueños de la pantalla párrafos cargados de sentido filosófico, que en otro autor podrían parecer pedantes o pretenciosas, suenan en la boca de estos protagonistas bastante naturales.
Y eso se agradece.
Es lo que tiene saber cómo se maneja cada lenguaje
Rohmer, Éric Rohmer o el arte de la transparencia. De la sencillez bien estudiada. De la naturalidad. De la alergia al efectismo y sus oscuras servidumbres. De la querencia por actores desmañados -no tanto por ellos mismos como por lo que el director les solicita-, tan cercanos y creíbles.
Sin embargo, en esta ocasión, la receta no funciona por falta de sal y exceso de levadura adolescente. André Dussollier da muy bien el papel de incómodo perenne, aunque le falta atractivo. Béatrice Romand está lejos, lejísimos de ser mi actriz preferida, le sobran pelos (en el cuerpo y en la lengua) y le falta encanto femenino, no maneja bien las inflexiones de la voz (cuando habla por teléfono, al otro lado de la línea está el vacío) y sólo me convence en ciertos arrebatos de ternura. Arielle Dombasle es rubia, guapa y bien plantada, pero no encaja en esa cháchara de niña de colegio.
La estructura del espléndido edificio de Comedia Humana (con mayúsculas y sordina) que constituye el cine de Rohmer apenas sufriría si se obviara este pequeño ladrillete.
Lo dicho, que sobra levadura en el registro adolescente y falta algo de sal en el aliño.
La buena boda de Éric Rohmer es un drama y una comedia romántica basada en una joven que vive encuentros ocasionales con hombres comprometidos y decide ella al fin buscar un marido para poder casarse, aunque forzando las situaciones. Dirigida con un ritmo tranquilo y con el estilo característico y reconocible del director, es una obra remarcable dentro de su filmografía que vuelve a centrarse en las relaciones humanas, en esta ocasión en una joven soltera que solo tiene amantes casados y se propone muy seriamente conocer a alguien y casarse con él, concluyendo un notable film que deja claro una vez más la forma particular de hacer cine del director por sus actuaciones y narrativa.
La fotografía es lumínica y evocadora al lugar en una labor estéticamente muy natural y sin añadiduras, logrando una tarea cualificada y bien cuidada en detalles confortantes. La música es escasa y es usada en pocas ocasiones como es habitual en el resto del films del director, y cuando se usa es ochentera de fiestas y poco atractiva. Los planos y movimientos de cámara consuman una labor técnica habitual del director a través del uso del avanti, retroceso, subjetivos, generales, planos-contraplanos, cámara en mano, primeros planos, seguimiento, tercera persona y detalles que se centran en sacar lo mejor de las interpretaciones.
Las actuaciones son señaladas y cumplidoras. Como protagonista absoluta Béatrice Romand está destacable como joven algo inestable y de carácter difícil e insolente, siendo buenos los acompañamientos de André Dussollier, Arielle Dombasle, Huguette Faget, Thamila Mezbah, Féodor Atkine. Emplea para estos la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones elegantes y formales por un lado y más comunes de diario en otros en una decente labor que junto con los exteriores te transporta a la época y lugar en cuestión.
El guion, escrito por el director, sigue la línea habitual suya de otros films y toma como base de nuevo largas conversaciones de una joven que hastiada de llevar una vida sentimental y sexual con hombres casados, busca entonces a la fuerza un hombre para casarse lo antes posible, finalizando un notable film que es rescatable dentro de las mejores películas del director. Esto se lleva a cabo con una narrativa impoluta y profunda que para no variar es intimista y marca bien las preocupaciones e inquietudes de la protagonista, teniendo de nuevo largas conversaciones con quienes la rodean y en especial con su compañera y mejor amiga. Cabe señalar también, el montaje lineal y seguido que se va mostrando poco a poco a un ritmo constante y sin prisas.
En conclusión, la considero una obra esencial dentro de la mejor filmografía del director que vuelve a tomar temas personales como el amor y el casamiento de una joven que vive desesperada por casar a un hombre, logrando crear con esa premisa un ambiente provocador y personal que gustará a todos los seguidores del director. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, montaje, planos, movimientos de cámara y narrativa que convierten a La buena boda, en un film en la línea del director que gustará a todos sus incondicionales.
Segundo título de la serie Comedias y proverbios, del realizador francés Éric Rohmer. El guión, original de Rohmer, se basa en ideas elaboradas por él antes del inicio (1981) de la serie, hecho que le permite escribir el film con mayor rapidez de lo habitual. Se rueda en escenarios reales (interiores y exteriores) de Le Mans, Bollon, Paris y la campiña francesa. Fue nominado al premio César al mejor guión original. Producido por Margaret Ménégoz para Les films du Carrosse y Les Films du Losange, se estrena el 19-V-1982 (Francia).
La acción dramática tiene lugar en las poblaciones de Le Mans y Ballon (Sarthe) y en Paris, a lo largo de varias semanas del otoño de 1981. Sabine (Romand), de 25 años, estudiante de Historia del Arte, pendiente de terminar la tesina de fin de carrera para graduarse, mantiene una relación amorosa con Simon (Atkine), pintor, separado y padre de dos hijos. Un día decide romper unilateralmente la relación porque desea casarse. Su prima Clarisse (Dombasle) le presenta a Edmond (Dussolier), de 35 años, abogado en ejercicio con despacho abierto en Paris. Sabine es soñadora, ingenua, fantasiosa y de personalidad adolescente. Busca estabilidad, seguridad y ascenso social. Edmond es apuesto, gana mucho dinero y está libre de compromisos sentimentales. Acaba de dejar atrás una relación tumultuosa y vive volcado en el trabajo profesional.
El film suma comedia, drama y romance. Rohmer reflexiona sobre el ser humano y sus relaciones con el mundo contemporáneo. Le interesa poner de relieve la importancia que en las relaciones humanas tienen los equívocos, las sorpresas, las casualidades y los imprevistos. Se interroga sobre las diferencias que separan las relaciones de pareja estables y las relaciones amorosas efímeras y circunstanciales. Explora los secretos del complejo mundo del amor y de las relaciones humanas. Se refiere a uno de sus temas preferidos: la importancia del azar en el amor. Contrapone la concepción tradicional de pareja con las concepciones liberales en boga.
La construcción de personajes se presenta elaborada con coherencia y densidad. Se ocupa sobre todo de moldear la personalidad de Sabine, que sitúa en un contexto de posiciones plurales y contrapuestas. Entre ellas se dan cita el conservadurismo de una madre luchadora (Mezbah), la personalidad superficial e idealista de su prima Clarisse, los compromisos familiares de un padre inseguro y egoísta, el trato seco de un antiguo novio juvenil, las frustraciones de una anticuaria indolente e insincera, las interrupciones impertinentes de su hermana menor, Lise (Renoir), y el pragmatismo contradictorio, poco transparente e hipócrita de un joven profesional acostumbrado a defender a sus clientes, pero inexperto a la hora de defenderse a sí mismo del asedio imprevisto de jovencitas aspirantes a casarse con él a toda costa.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)