La bella y la barba
Sinopsis de la película
Okajima, un hombre valiente y honrado que es invencible con la espada, no consigue adaptarse al mundo en el que vive. Es insociable y su barba provoca la hilaridad general. Cuando se deshace de ella, su vida parece mejorar: consigue un trabajo y atrae a las mujeres, aunque pronto se ve atrapado entre los intereses de tres de ellas: una matona callejera, una inocente proletaria y una chica de clase alta.
Detalles de la película
- Titulo Original: Shukujo to hige aka
- Año: 1931
- Duración: 75
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Opinión de la crítica
Película
6
32 valoraciones en total
Ni más ni menos. Con esa habilidad que siempre le caracterizó para lo mundano y humano, Yasujiro Ozu nos cuenta un cuento, sobre problemas sociales y hombres que se ven obligados a cambiar, física y emocionalmente, para lograr algo en el frío y cruel mundo en el que viven.
Antes de romper definitivamente los esquemas y reglas en los que se ha ido apoyando el cine de su primera etapa, con He Nacido, pero… , el director sigue probando géneros, tanto melodramas ambientados en la actualidad como sus muchas incursiones en la comedia o en el negro, siempre inspirado por una pronunciada influencia norteamericana (como era su costumbre antes de la llegada de la guerra y su participación en ella). Por esas fechas destacan los trabajos para los estudios de Tomikazu Miyata, Kenji Mizoguchi, Daisuke Ito, Hiroshi Shimizu o Heinosuke Gosho, algunos probando con las nuevas técnicas del sonoro.
Para Ozu, quien suele firmar sus guiones como James Maki, es una etapa fructífera, sin embargo casi todo lo realizado se perderá, The Lady and the Beard es, por tanto, un pequeño tesoro rescatado, uno de los pocos films de aquellos tiempos que sobrevivieron al desastre. Se trata de un encargo basado en una historia del respetado dramaturgo y guionista Komatsu Kitamura, y que cuenta con un elenco habitual de Shochiku con la estrella Tokihiko Okada (padre de la también futura estrella Mariko Okada) a la cabeza, quien ya había colaborado con el cineasta.
Como en Rakudai wa Shita, keredo… , la historia que nos ocupa se inicia también en un entorno estudiantil, concretamente en la exhibición de kendo de la universidad, donde, en poco menos de seis minutos, el nipón hace gala de sus cualidades para la puesta en escena y su habilidad innata para la comedia. A lo que asistimos es a un torneo, en parte sonoro y con marcadas influencias del humor de Lloyd y Keaton, en el cual Okajima es el campeón, pronto conocemos a este joven valiente, tímido, de maneras tradicionales y con una gran barba que provocará la risa de los demás.
Tal como hacía Chaplin, todos estos elementos y los tiempos en que se sitúa la historia, lleva a Ozu a servirse de ellos para echar una mirada mordaz al tiempo que agria a la sociedad del momento. Poco a poco se había alzado como uno de los cineastas más modernos y progresistas de entonces, y el tema de la confrontación entre mentalidades estuvo y estaría siempre en su obra, aquí es sin duda fundamental para comprender los devenires más dramáticos de la trama. Este Okajima parece no agradar a nadie y lo único que halla a su alrededor es burla e incomprensión (particularmente incómoda es la escena donde esas jóvenes imbéciles no dejan de reírse de él).
Los muchachos están inmersos en las nuevas costumbres dadas por la introducción de ideas occidentales, que incluso el protagonista acepta (atentos al póster de The Rogue Song , la primera obra en color y con sonido de la MGM) pero no con tanto ahínco, los ideales y las costumbres tradicionales se mantienen de todos modos. En un primer momento tanto la clase alta (el nuevo amigo de Okajima y su hermana) como la más baja (la delincuente y sus colegas) rechazan a este personaje anacrónico, sólo una chica, Hiroko, es capaz de aceptarle tras salvarla de ser atracada.
El héroe se resiste a cambiar su imagen (el presidente Abraham Lincoln, un americano, sirve de inspiración curiosamente), pero la intención de Ozu es que se deben aceptar las nuevas costumbres de la sociedad, por mezquinas que sean, para poder medrar en la vida. Cuando su aspecto cambie por completo la historia hará que a su alrededor pivoten un trío de féminas, cada una de diferente clase social y carácter, pero todas interesadas en él, pues ahora Okajima es un modelo del hombre moderno, los conflictos de ideales emergen de maravilla entre las mujeres, sobre todo entre Hiroko y la ladrona (unas Hiroko Kawasaki y Satoko Date que ya se enfrentaban de igual modo en Walk Cheerfully ).
La primera encarnando a la dulce y sumisa esposa japonesa de toda la vida, la segunda como imagen de las anti-heroínas del cine negro americano de la época, conviene detenerse por un momento en estas vicisitudes románticas pues ya asoma la idea del deber matrimonial de las hijas, uno de los temas por antonomasia de la carrera del cineasta en su futura etapa de posguerra. Aquí, por suerte, aparece de soslayo y no se nos sermonea demasiado tiempo con ello, lo importante es centrarse en las dificultades de Okajima para amoldarse a una sociedad llena de cinismo, desprecio y oportunismo tras salir del cálido refugio que representa la vida estudiantil.
Ozu narra estas situaciones con su particular velocidad y haciendo buen uso de una cámara vital y dinámica, brindándonos algunos travellings y movimientos dignos de elogio. No está por desgracia a la altura la virtud narrativa (que además intenta mezclar de un modo un tanto torpe el melodrama con la comedia) de las virtudes visuales, The Lady and the Beard esconde cierto tono panfletario que, como había hecho el director en anteriores ocasiones, aflorará en sus últimas conclusiones. Esto es: al igual que en Walk Cheerfully y en la futura Hijosen no Onna , la tradición, las buenas formas, la vida honorable y la asunción de la culpa es el modelo a seguir (la delincuente quedando prendada de la bondad de Hiroko…). Algo de buena intriga mal planteada, no hay tragedia final, no hay oscuridad, ni ambigüedad.
Todo queda en el humor, más agudo que anteriores propuestas, con el espíritu de Chaplin, y el melodrama de andar por casa al estilo de Shimazu o Gosho.
Con la presencia única y carismática de Okada, quien tristemente moriría poco después de tubercolisis, como principal reclamo, la película sería uno de los primeros éxitos comerciales de público y crítica del director. Aunque vista ahora su calidad y valor resultan menores en comparación con otras de aquella temprana etapa.