La batalla de las colinas del whisky
Sinopsis de la película
En el otoño de 1867, en la ciudad de Denver se plantea un grave problema: no les queda whisky para poder pasar el largo y crudo invierno. Preparan entonces un plan para traer un gran cargamento de bebida a la ciudad. El coronel Thadeus Gearhart (Burt Lancaster) es el encargado de custodiar la preciada mercancía frente a los indios sioux, que quieren arrebatársela.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Hallelujah Trail
- Año: 1965
- Duración: 167
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Opinión de la crítica
Película
6.4
30 valoraciones en total
Recuerdo ésta película desde niño. Una vez que la echaron por TV. Y recuerdo especialmente las risas que nos causó y la musiquilla que se quedó grabada para siempre. Ayer la volví a ver. Obviamente los chistes que de pequeño hacían que me partiera de risa, hoy son sólo carcajadas o risas por las situaciones cómicas que en la película aparecen. Pero lo que no ha cambiado es el buen sabor de boca que se queda tras ver una cinta así.
La música es impresionante, acompañando en todo momento a cada escena, soberbio trabajo de Elmer Bernstein, que recomiendo escuchar si se tiene ocasión. Los actores están en su sitio, haciendo el payaso como manda el guión, pero sin caer en el ridículo, (cuántos actores/actrices lo hacen en papeles serios….), y las escenas son de las que se quedan en la retina grabadas. ¿quién no recuerda o ha visto a Burt Lancaster metido en la bañera, puro en mano, enseñando los dientes cual caballo en las carreras, o a Donald Pleasance embutido en su traje, acurrucado en la tormenta, viendo pasar soldados e indios de un lado a otro, o los andares y gestos de Martin Landau como indio que no entiende nada de lo que se dice…
A destacar la tormenta de arena, las visiones del Oráculo , las arenas movedizas o la banda del ejército acompañando a las mujeres en todo momento…
Una película que, a pesar de ser de las largas, 2 horas y media, te deja una sonrisa en la boca, y cantando el Hallelujah durante todo el día.
Muy recomendable para ver en familia o si se quiere uno olvidar de los contínuos problemas diarios durante algo más de 2 horas. 🙂
Divertido western en clave de comedia sobre el año en que Denver estuvo a punto de ser devastada por la escasez de whisky y hubo que transportar cuarenta vagones del preciado licor a través de un árido territorio para abastecer de este preciado elemento a unos sedientos mineros. El lío está protagonizado por un inusualmente divertido Burt Lancaster, perfectamente risible en su grave autoridad, y secundado por un reparto brillante con Lee Remick, Jim Hutton (padre del actor Timothy Hutton), Pamela Tiffin, Donald Pleasence, Brian Keith y Martín Landau. Y no esperéis coherencia alguna, simplemente colocaros delante del televisor y prepararos a pasar un buen rato con tonterías de repertorio que, sin duda, harán que os sintáis culpables de haberos reído tanto al final de la película.
La banda sonora, una auténtica maravilla que merece la pena grabarse y escuchar una y otra vez, está a cargo de Elmer Bernstein, un habitual de los western de Sturges que nos ofrece aquí una composición alegre y desenfadada cuyo tema central es esa pegadiza canción que da título en inglés a la película: The Hallelujah Trail, la contagiosa energía del tema, escuchado ya durante unos prodigiosos y maravillosos títulos de crédito, nos da a entender el tono divertido que en que se nos presenta la película.
Impagables un montón de escenas que se nos quedan grabadas en la retina como la batalla final en medio de una nube de polvo en la que nadie ve a nadie y en la que te partes literalmente de risa, es tal la confusión en la batalla, que ni el narrador sabe la posición de cada uno de los grupos, sin duda una de las batalla más extrañas de la historia del cine, o la secuencia en las que todos buscan a todos en medio de una tormenta de arena, o las escenas en que la milicia ciudadana va a pedir consejo a ese oráculo cuya clarividencia va ligada a la cantidad de alcohol que ingiere.
Un maravilloso remedio contra la depresión, contra el mal humor. Dejaros apresar por el espíritu del desenfado, poneros a pegar tiros como descosidos sin ton ni son, dejad que el sin sentido invada unos pocos minutos de vuestras vidas y asistamos al chiste sobre un Oeste que, simplemente, nunca existió. Yo no me la perdería, forasteros.
Al western, género rudo donde los haya, no le sientan demasiado mal los aires de comedia ni las sátiras inteligentes. El humor no es incompatible con el salvaje oeste, como ya probaron suficientemente los Marx Brothers. La batalla de las colinas del whisky es otra muestra más de una simbiosis donde el muerde la bala y el yo soy la venganza son reemplazados por las visiones borrachas de oráculos borrachines, las alegres cantinelas de la liga de mujeres antialcohol y los otrora indómitos indios exhibiendo sus papeles que los acreditan como buenos ciudadanos.
Esta es una visión superficial, sin duda, de un film que deja buenas vibraciones y al que se le ha criticado con cierta razón su duración excesiva. Más de dos horas y media es mucho tiempo cuando en realidad y como es el caso no hay tanto que decir. Las caricaturas del ejército, de las ligas femeninas, de los salvajes indios pero menos y de los honrados y sedientos ciudadanos de Denver están muy bien conseguidas aunque se dilatan mas de lo aconsejable con riesgo de cansar al espectador. Menos mal que la excelente música de Elmer Bernstein ameniza la velada con sus pegadizas westerns-melody
Un cargamento de whisky con destino a Denver es, por muy distintas razones, el clarísimo objeto del deseo de señoras intolerantes, indios aparentemente redimidos, oráculos con falta de gasolina (léase whisky) y ciudadanos sedientos, todos bajo el cielo protector del ejercito USA. Mezcla explosiva donde las haya, encendida por los conflictos laborales de los explotados conductores irlandeses y avivada por Jefe Cinco Barriles y su tribu.
Seguro que habrá quien considere impropia esta alteración de un género habitualmente tan purista como el western y especialmente viniendo de quien viene, de un John Sturges, figura señera donde las haya. Por mi parte agradezco la originalidad de un film que nos depara instantes humorísticos plenamente conseguidos y secuencias inolvidables, amen de una muy buena interpretación de Burt Lancaster, Lee Remick y Donald Pleasence entre otros. El caso de Lancaster puede ejemplarizar como un actor de los considerados duros puede encajar perfectamente dentro del cine club de la comedia . Claro que, como resulta evidente, estamos hablando de uno de los actores más capaces de la historia del cine.
Este tipo de películas suelen catalogarse dentro del cine familiar. Estoy de acuerdo. Sin embargo me niego asociar conceptos como cine familiar, cine de barrio, cine palomitas y siguiendo por esa línea, acabar en los conceptos estereotipados de siempre, con la calidad dejando más que desear. La batalla de las colinas del whisky ofrece interés, buen hacer y entretenimiento en un trabajo de Sturges que, sin ser una obra maestra, está perfectamente conseguida.
Eso sí, se les fue la mano con la duración.
Tal y como apunta la mayoría, yo también coincido al observar que sumar más de dos horas en cualquier película es demasiado cuando lo que se quiere contar ciertamente no es para tanto. Ese exceso de metraje para la mayoría es algo que se puede pasar por alto si se consigue el efecto necesario, y sanísimo, que es divertirse gracias a la historia de unos barriles de whisky. Si por desgracia, como me ha sucedido a mí, el punto de humor constante que tiene esta película no acaba de ser afín a los gustos personales, esas más de dos horas y media acaban siendo un defecto considerable porque aparece el aburrimiento inevitablemente. Una comedia de la mitad de duración puede tener mayor peso, mayor reconocimiento.
Por otro lado, no considero que ningún género deba ser obligadamente purista, el western es, desde que el cine es cine, de una manera muy determinada y para mí este tipo de desviación es bien recibida. Hay militares, hay indios, tiros, galopes, gente dura y escenas de acción bien rodadas, la firma de Sturges no es una firma cualquiera, y sin embargo desde el inicio la película se nos presenta esencialmente como una comedia. Con un humor nada afín a mí, qué le vamos a hacer, pero como resulta que las del oeste me gustan y las ortodoxias me resbalan, la compensación merecía la pena a priori.
Rescato y me quedo con Lancaster, poderoso siempre encarnando a todo tipo de personajes, haciendo de rufián cuando toca, de presidiario, de matón, de personaje típico del western y como aquí, de militar atípico del western. La música, cuando una película se hace larga, lamentablemente acaba siendo pesada, como este caso, con una melodía que se repite en exceso. El personaje de Lee Remick es para mí odioso mientras que los indios son geniales… En fin, tiene cosas buenas pero no encaja con lo que busco, no creo que vuelva a verla nunca, las comedias familiares no van conmigo.
Una historia absurda en un entorno inesperado. Al margen de ser, tal vez, un poco larga se deja ver y es entretenida. Tiene escenas memorables y Burt Lancaster encaja a la perfección es este papel, recupera así, en parte, los que le dieron fama del caradura conquistador. Lee Remick, sin estar brillante, hace un buen papel. Personalmente para pasar un buen rato la recomiendo antes que muchas estupideces que se hacen hoy y se visten de grandes obras.
Indudablemente lo mejor de la película son sus dos protagonistas (Burt Lancaster, Lee Remick), Pamela Tiffin tiene mejores películas («Un, dos, tres» de Billy Wilder), Martin Landau es un indio poco creíble y Donald Pleasence es, con mucho, el mejor de los secundarios. Impecable la banda sonora de un mito de Hollywood: Elmer Bernstein.