Kolya
Sinopsis de la película
Franka Louka es un concertista de violoncelo y profesor de renombre en la Checoslovaquia ocupada por los soviéticos. Al perder su puesto en la orquesta, no le queda más remedio que tocar en los funerales para sobrevivir. Pero ha contraído muchas deudas y no puede saldarlas. Por eso, cuando el señor Broz, el enterrador, le sugiere que resuelva sus problemas económicos casándose con una joven rusa que quiere conseguir la nacionalidad checa, acepta. Ella se aprovecha de esta situación para emigrar con su amante a Alemania Occidental, dejando a su hijo de cinco años con su abuela. Pero cuando la abuela muere, Kolya deberá vivir con su padrastro.
Detalles de la película
- Titulo Original: Kolja (Kolya)
- Año: 1996
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
7.3
31 valoraciones en total
Sentimental y encantadora complementación de dos personas que se necesitan: un hombre sin hijos y un niño sin padre. Pero con la sazón genial de que encima el pequeño es un foráneo extranjero en el país del adulto que le acoge, y para mayor inri ambos hablan idiomas diferentes.
Las sucesivas circunstancias por las que tienen que pasar estas dos personas hasta despertarse en el interior de ambos el afecto de uno hacia el otro, es de una naturalidad, belleza y comprensión aptas para cualquiera. Conmueve profundamente ver como ese hombre que no sabe tratar con niños, ha de aprender de repente y con la ternura, paciencia y pedagogía tan espontánea que lo hace. Luego el final, debido a su gran realismo (como suele ser la vida: sí, la vida que no se casa con nadie), completa un film muy bueno y con méritos de sobra para obtener todos los premios y reconocimientos que ha obtenido en el mundo.
Felisísima exposición del hombre maduro y soltero, independiente, liberal, que eligió la soledad y no el matrimonio como la manera menos complicada de vivir a gusto, que no obstante para mantenerse más o menos feliz se busca de vez en cuando el mejor antidepresivo que existe: una amante. Porque una amante a la que amar, acariciar, abrazar… es lo que más apasiona y nos hace sentir dichosos o equilibrados, porque una amante, con la que acostarse y disfrutar piel con piel, ocupa terapéuticamente nuestro pensamietno antes de acostarnos e incluso después de quedarnos dormidos, o también en buena parte del estar despiertos, porque una amante, mujer, es lo que más nos hace sentir la vida, la felicidad y el sentido universal.
Fej Delvahe
Ganadora del Oscar a la mejor película extranjera, Kolya es una película checa que cuenta la historia de un músico en decadencia y donjuanesco que debe convivir y cuidar forzosamente a un niño ruso -Kolya-, hijo de la mujer con la que se ha casado por conveniencia para salir de sus problemas económicos, puesto que la madre lo ha abandonado.
Se trata de una comedia suigeneris o más bien de un drama político con genuino sentido del humor. La figura de este niño es una metáfora esperanzadora y de reconciliación, un puente, entre el invadido, resquemado y desconfiado pueblo checo, y el invasor pueblo ruso.
Escrita por el padre del realizador, también actor protagonista (una versión muy buena de Sean Connery en checo) es, sin duda, una noble, loable y buena película de una cinematografía ahora mismo parca en títulos pero que tiene dos importantes tradiciones artísticas dentro del cine que son muy desconocidas: el cine de dibujos animados y los teatros de marionetas.
Visto lo visto, a estas alturas, cuando uno se encuentra con una propuesta como Kolya, lo mínimo que puede hacer es atender, disfrutar y agradecer el esfuerzo realizado por llevarla a cabo.
Ya que, en el tercer largometraje conducido por el cineasta checo Jan Sverak, nos encontramos con unos engranajes tan simples como lúcidos, que logran aportar al espectador una buena dosis de melancolía y encanto al mismo tiempo, donde una trama sencilla funciona de modo notable gracias a los múltiples aspectos que se nos presentan en la cinta, desde las entrañables y penetrantes interpretaciones, hasta momentos de cine con mayúsculas, verdaderamente sensibles y delicados.
Sin embargo, nada funcionaría igual sin la cuidada y trabajadísima realización de Sverak, que combina a la perfección planos detalle que sugieren más que muestran, una banda sonora gratamente racionada a lo largo de toda la película, sin caer en los peores excesos sensibleros, una fotografía magníficamente manejada, en la cual ningún encuadre parece estar fuera de lugar o un tempo llevado con estabilidad y fuerza, pese a lo largo que se pueda llegar a tornar dicho trabajo en el tramo final.
Detrás de esa gran labor, también hay alguna que otra falencia, como un final que parece poco trabajado, aun y sin caer en los abusos sentimentaloides, un relato al que le falta algo más de dedicación durante ciertos puntos o algunas secuencias que no parecen tener cabida dentro de esta deliciosa historia.
Tampoco le faltan intérpretes competentes (todos cumplen su parte del compromiso con sencillez y amabilidad) y un tema, que se podría haber tratado con mas pericia, y se deja en un segundo plano, en detrimento de la historia principal.
Ojalá de vez en cuando pudiesemos contemplar y aplaudir simpáticas crónicas como esta, aunque hoy en día el cine parece más empeñado en sorprender con forzada originalidad o torpones giros que no con naturalidad y lucidez.
Un aplauso para Jan, y otro para su guionista y protagonista, que pese a no tener un gran guión, pone empeño y fuerza, obteniendo un más que encomiable resultado para los amantes del arte cinematográfico más clásico.
Doy mi voto y manifiesto mi simpatía por esta película en la que un solterón consumado, carente de todo compromiso por nada que no fuera su música, rehuye sistematicamente, -como si de una efermedad contagiosa se tratara-, la paternidad y la familia.
Circunstancias imprevista, -un matrimonio de conveniencia que se le complica-, le colocan ante el cuidado de un niño de 5 años, al que ningún afecto le une, …
Cuarto largometraje del checo Jan Sverak, que consiguió el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa. El guión es de Zdenek Sverak, protagonista de la película y padre del director.
Frantisek Louka es un afamado violoncelista, de 55 años, soltero y donjuan, que ha sido excluído de la Orquesta de Praga por su desafección al régimen pro-soviético. Ha de ganarse la vida tocando el violoncelo en funerales y dando clases. Vive solo en una buardilla, donde cultiva con empeño su condición de donjuan. Gasta más de lo que gana y contrae deudas que le llevan a aceptar, por dinero, una propuesta de matrimonio de conveniencia con una joven rusa, madre de un niño de 5 años, que quiere obtener el permiso de residencia en Checoslovaquia para pasar, de inmediato, a Alemania Occidental, donde reside su amante. Deja al hijo, Kolya (Nicolás), en Praga al cuidado de la abuela. Cuando ésta cae enferma y muere, los funcionarios gubernamentales entregan el niño a Frantisek. Pese a la resistencia inicial de éste y a las dificultades derivadas del hecho que el niño sólo habla ruso, nace entre ambos una relación de afecto que les une fuertemente y que llena el vacío afectivo y emocional de Frantisek.
La narración se desarrolla con gracia, ironía y ternura, mientras el espectador es testigo de la antipatía que los checos sienten por los rusos, de la ostentosa presencia militar rusa en las calles de Praga y de las acciones de protesta que se suceden hasta la caída del régimen en 1990. La interpretación del niño rebosa simpatía y una naturalidad entrañable. La bonita historia que cuenta la película se complementa con la visión de una Praga monumental y espléndida, rodeada de paisajes idílicos. A ello se añade una banda sonora magnífica que recoge numerosos fragmentos de Dvorak, uno de Mendelshonn y reserva para el final una pieza de Smetana. A destacar la secuencia en la que el niño se pierde en el metro, mientras Frantisek lo busca con desesperación.