Juha
Sinopsis de la película
Juha es un granjero casado con Marja, una hermosa mujer mucho más joven que él. Un día, un hombre de negocios llamado Shemeikka, cuyo coche se ha averiado, llega a su casa para pedir ayuda. Mientras Juha repara el automóvil, Shemeikka intenta convencer a Marja para que se escape con él a la gran ciudad, prometiéndole riquezas y una vida llena de emociones.
Detalles de la película
- Titulo Original: Juha
- Año: 1999
- Duración: 78
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Opinión de la crítica
Película
6.7
47 valoraciones en total
[1] A la vuelta de un concierto punk-rock, ante su biblioteca Aki Kaurismäki piensa en adaptar otro clásico.
A la vez, en el Empíreo, Panteón de Escritores Ilustres, cesa el murmullo de las obras inmortales: expectación inquieta.
En su casa, Kaurismäki se adelanta hacia las estanterías y con el índice saca un libro.
—¡Ay! –se oye en la zona de Glorias Finlandesas del Panteón.
Juhani Aho (1861-1921), escritor nacionalista, cantor de la vida rural y denunciador de la urbana, amigo de Ibsen, ha empezado a temblar. Su novela predilecta, Juha, ya ha tenido en el cine tres versiones, siempre respetuosas. Pero ahora… (gemido)
Los augustos espectros de Shakespeare, Dostoievski y Murger se acercan flotando a consolarle. Le palmean su hombro astral.
—Míralo por el lado bueno, Juhani. Va a desfigurar tu novela, sí, pero a cambio se hará famosa entre los minimalistas.
—Yksi, kaksi, kolme, neljä… (Aho empieza a contar hasta cien mil.)
El eco de la serie numérica finlandesa permanece entre los jirones de niebla rasa.
[2] Kaurismäki presenta su Juha como ‘la última película muda del siglo XX’. En realidad tiene banda sonora, aunque los pocos diálogos se ofrezcan en intertítulos. Incluye ruidos y canciones de actores, y una sinfonía compuesta por Tikanmäki, que evoca al pianista acompañante de la proyección.
El ejercicio estilístico (que de paso parece ajustar cuentas con la profesora de literatura) recrea las estéticas arcaicas del cine mudo y la novela original, en clave de juego paródico, zumbón.
=Estampas de aldea:
-En una moto con sidecar, una robusta pareja de campesinos lleva al mercado un cargamento de berzas enormes y lo venden todo, llenos de contento, felices como niños.
-A la casita se acerca desde la ciudad un tipo trajeado, en deportivo de dos plazas. Bebe de una petaca que lleva en la americana a cuadros. Encandila con mundanas maneras de seductor.
-Si la campesina se enfada no cocina: calienta los platos en el microondas y lee revistas en pose respondona, de lado en el sillón.
-El campesino agarra tormentosas melopeas.
-La capital son antros donde jugadores de póker fuerzan a trabajar a mujeres de párpados hinchados.
-Juha es de los que afilan el hacha si se enfurecen.
La parodia es desenfadada, ágil, estruendosa. Y relativa: alguna mirada directa de los actores a cámara suspende la chanza, dejando aflorar el fondo dramático.
=En esquema:
La arcádica felicidad de una pareja de sencillos campesinos se ve perturbada por persona procedente de la ciudad, frívola, portadora de corrupción. La urbe es mundo frenético, nocturno, saturado por vehículos veloces, donde multitudes corretean de estaciones a oficinas sin conocerse, y el peligro acecha entre fiestas, luces y…
[3] Amanecer. Panteón de Cineastas Ilustres. Unos nudillos ectoplásmicos golpean el mármol….
—Murnau, ¿estás ahí?
Y bueno, Kaurismaki finalmente lo hizo. Después de ir cultivando un estilo tremendamente deudor del cine mudo, de absoluta escasez de diálogos, a través de toda su filmografía, aquí por fin se lanzó a la piscina y parió una película muda con todas las letras. Murnau es su máximo referente aquí y se agradece, aunque está lejos de acercarse a la grandeza del maestro. La historia me suena una barbaridad, juraría que se trata de un clásico, pero no acerté a recordar cual (¿hachís, por qué es tan confortable tu regazo?). A la película le falta el empaque, la energía y la agilidad de narración de la que hacen insultante gala sus referentes y Kaurismaki comete un exceso con la música, que de sutil tiene bien poco. Uno se da verdadera cuenta de lo díficil que es cocinar una película muda con las virtudes de los clásicos de la época, recrear el énfasis y esa pasión por comunicar prescindiendo del diálogo, pero el intento es notable y el magnetismo de la gran Kati Outinen es tan rotundo como siempre.
Lo de hacer cine mundo en el final del siglo XX fue una fuerte apuesta de Kaurismaki, que no tuvo el reconocimiento que se merece. En 2011, en cambio, The Artist fue mundialmente aplaudida, y con razón, gracias, dicho sea todo, al perrito.
Esta es una buena historia, magistralmente interpretada por dos clásicos del cine del finlandés: Kuosmanen y una siempre expresiva Kali Outinen. Quizá el seductor debería haber sido algo más joven y atractivo.
Como siempre en Kaurismaki, el guión no tiene una arruga. Todo avanza con facilidad, en el minimalismo a que nos tiene acostumbrado este director.
La única pega es que la banda sonora resulta excesiva y no da tregua, rimbombante a veces. Tendría que haber habido más mudo realmente mudo.
Lo que pasa es que el cine mudo, cuando no había sonoro, tenía sus propias formas de expresión, que aquí Kaurismaki no supo hacer, quizá porque es imposible habiéndonos criado en el cine sonoro. Y porque asociamos el mudo a los principios del cine, en un mundo y antiguo.
Al lado de las centenares de críticas de The Artist en FA, esta solo tres con la mía. Parece poco.