Invictus
Sinopsis de la película
Adaptación de un libro de John Carlin (Playing the enemy). En 1990, tras ser puesto en libertad, Nelson Mandela (Morgan Freeman) llega a la Presidencia de su país y decreta la abolición del Apartheid . Su objetivo era llevar a cabo una política de reconciliación entre la mayoría negra y la minoría blanca. En 1995, la celebración en Sudáfrica de la Copa Mundial de Rugby fue el instrumento utilizado por el líder negro para construir la unidad nacional.
Detalles de la película
- Titulo Original: Invictus aka
- Año: 2009
- Duración: 134
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Opinión de la crítica
Película
7
99 valoraciones en total
Erase una vez un país al borde de una de las mayores crisis económicas (de origen internacional) de su historia, con una población cada vez más polarizada y crispada, pero con un lider optimista hasta la saciedad, al que se le mete entre ceja y ceja (esto es un pequeño chiste) que el logro de un éxito deportivo puede ayudar al país a mantener su autoestima. Y entonces repara en el futbol, deporte rey y pasión de multitudes, y en que su selección, La Roja hace muchos años que no consigue nada reseñable, siendo así como llega a fijarse un objetivo concreto: ganar la Eurocopa de 2008.
No está fácil a priori, la historia no nos da como favoritos, pero él nunca pierde su optimismo, y hacer llamar a su residencia a nuestro gran capitan, Iker Casillas, y le cuenta que el país está en sus manos, y le habla de la necesidad de derribar la maldición de los cuartos de final, y entonces Iker responde, y se convierte en un muro en la tanda de penaltis ante Italia, y una vez sobrepasada esa barrera psicológica ya nada nos detiene, y ganamos el torneo, y nuestro jugador negro (que también le tenemos) hace el campeonato de su vida, y todos juntos, altos o bajos, rubios o morenos, andaluces o inmigrantes sin empadronar, todos celebramos al unísono la victoria de España mientras suena nuestro himno nacional sin letra y El Lider no puede evitar que se le escape una sonrisa de satisfacción.
¿Qué les parecería esta historia hecha película? Una mier**, verdad?
A lo que voy es que la historia que se nos narra no dista mucho de la que acabo de contar . Por supuesto que el contexto es diferente, pero se desaprovecha. La situación que atraviesa Sudáfrica durante el año 1995 puede dar mucho juego, pero queda sin explotar. Las hazañas deportivas, las imágenes de un pueblo congregado ante el televisor, todo eso nos recuerda a películas tantas y tantas veces vistas. Lo único que hace algo especial Invictus es la figura de Nelson Mandela, muy bien interpretado por el gran Morgan Freeman. Pero también ahí me quedo con la sensación de que no se aprovecha del todo la magnitud del personaje, que no se nos da una visón tan amplia como se podría, aunque seguramente tampoco sea el objetivo.
Mi valoración es de un 5, porque no me parece ni mucho menos una mala película, pero no veo el sello de Clint por ningún sitio. Puede que con otro director el grado de exigencia fuese menor, y la puntuación algo mayor, pero es lo que sucede cuando sitúas tu listón cerca de los más grandes.
Mientras Dios lo quiera, la llegada de un nuevo año seguirá suponiendo nuevas producciones de dos de los realizadores que con más pasión atacan al séptimo arte anualmente: Woody Allen y Clint Eastwood. Ambos han realizado un gran número de películas, unas fallidas, otras menores, alguna pequeña joya y también sendas obras maestras, así que cualquier pequeño bache se les perdona, con la esperanza de que el siguiente intento sea mejor. Invictus no es un film menor en un sentido puramente cinematográfico, al contrario, está dirigida maravillosamente y los partidos de rugby tienen una fuerza arrolladora. Donde quizá falle es en no saber escapar a las convenciones de este tipo de películas, máxime cuando a pesar de basarse en hechos reales no consigue ser demasiado creíble. Sin embargo tiene fuerza, el relato atrapa, por unos segundos sentimos y padecemos esta historia clásica de perdedores, donde existe la redención y como meta una victoria. Una de las que cuesta alcanzar.
Morgan Freeman se entrega en cuerpo y alma para dar vida a Nelson Mandela, regalando una interpretación ejemplar que sólo puede ser disfrutada en su totalidad en versión original (con el acento surafricano y su forma, con pausas, de decir las cosas). Matt Damon también está creíble como el capitán de los Springboks, Francois Pienaar, funcionando igualmente bien el resto del reparto, un grupo de secundarios sólido, siendo mayoritariamente intérpretes desconocidos, lo que sirve para reforzar, en parte, la sensación de realidad . Los aciertos continúan con una potentísima puesta en escena, un sentido del espectáculo único que es capaz de interesar e incluso emocionar a quienes (como un servidor) no tienen ni idea de rugby. Lamentablemente falta algo en este relato, quizá cierta sobriedad, que habrían hecho de Invictus un film menos para pasar el rato y más para grabarse a fuego en la memoria .
Invictus es así un film perfectamente realizado, interpretado con convicción por Damon y especialmente Freeman, pero que dista de ser el peliculón que uno espera encontrarse firmado por Eastwood. Sorprenden además ciertos recursos (el uso de música pop en cierta escena), e incluso lo poco que se profundiza en los temas políticos, algo que aplaudo, pero que podría molestar a ciertas personas. Pese a todo, merece la pena: es terriblemente entretenida y, pese a no ser uno de los films del año, es una de las películas mejor dirigidas de 2009. Veremos qué nos ofrece Clint Eastwood en 2010 con Hereafter , que parte de una premisa no original pero que, en sus manos, puede convertirse en algo excepcional.
Guiado por las palabras de Kirk Honeycutt, del The Hollywood Reporter, quien afirma que es un placer encontrar una película que realmente habla de algo, me dirigí al cine a ver la nueva obra de uno de mis directores más preciados, Clint Eastwood. Después del visionado de la misma comprobé que las palabras del crítico eran las más adecuadas y las que mejor definían a esta cinta llena de mensaje, tan bella como poética, tan fiel a la realidad como correcta en la forma de ofrecernos lo que transmite, a veces con cierto temor a tocar algunos temas para no caer en la vulgaridad o crear polémica barata.
Eastwood prefiere hacer las cosas con el estilo del maestro, haciendo gala de su habitual elegancia y discreción, ofreciéndonos el lado más humano de Nelson Mandela -que no es poco- ajustándose a la realidad para contar cómo Sudáfrica vivió su gran cambio, dejando atrás el apartheid (la discriminación racial aplicada en el país susodicho por la raza blanca frente a la negra) e iniciando un nuevo curso político que pensaba en cicatrizar las heridas existentes reformando las cosas con buen temple y uso de la lógica, huyendo de las políticas vengativas y rencorosas.
Algo que se pudo ver en la decisión que tomó al contradecir a su ministerio de deportes y a la federación del mismo género, que tenían la intención de cambiar los colores, el escudo y hasta el nombre del equipo nacional de rugby (conocido como los Springboks) por considerarlo símbolo del apartheid. Viendo un partido de rugby, Mandela (interpretado extraordinariamente por Morgan Freeman) y tras comprobar cómo la población blanca anima alegremente a los Springboks mientras que la negra hace lo propio con equipos de otros países, afirma que ningún elemento simbólico del equipo debe ser cambiado, pues no se puede arrebatar a la población blanca lo que tiene, su equipo de rugby, y lo meritorio reside en conseguir que la escéptica gente de color se una a la pasión por los Springboks y con ello, todas las razas compartan una misma ilusión bajo los símbolos que representan la unión de todos ellos.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento por falta de espacio)
Tras un apartheid demasiado reciente, Nelson Mandela, todavía con las marcas de los grilletes en sus miembros, pudo conquistar democráticamente el gobierno del país que tanto lo ansiaba. Estaba claro que la mayoría de los ciudadanos de Sudáfrica lo querían, pero sabía que si no lograba la unión entre la minoría adinerada y la gran masa proveniente de los guetos y pueblos, esa paz podría tornarse en odio. Imaginaros el papel de Mandela, al darse cuenta que tras años de opresión, el pueblo negro debía perdonar y olvidar todo lo pasado.
A parte de controlar diversas secciones sociales más radicales, entendió que la mejor forma de eliminar las diferencias era transmitiéndoles a todos una sensación de patria, consiguiendo que tanto negros, blancos, ricos o pobres se sintieran, ante todo, sudafricanos. Para ello vio en el deporte la clave: una forma apolítica de conseguir que toda una sociedad se uniera por una sola causa, el rugby.
Aquí es donde puede surgir la disyuntiva respecto al deporte y sus capacidades, ¿fue usado como opio del pueblo o como arma política? Sacad vuestras conclusiones con la película o informándoos, pero yo me creo su capacidad de unir. Recuerdo cuando España ganó la Eurocopa 2008, daba igual la parte del país en la que estuvieras, Cataluña, Galicia, el País Vasco, Andalucía, Valencia, etc. sólo se veía felicidad. Durante semanas los medios de comunicación dejaron de hablar de nacionalismos, de separatismos, de enfrentamientos, todo el país estaba unido, por una sola razón, por un montón de tipos dándole mejor patadas a un balón.
Como yo me lo creo, entonces valoro positivamente el mensaje del filme, pasando por alto la poca credibilidad que se transmite en el desarrollo del equipo nacional de rugby en la película y un cierto tufo de grandilocuencia en la figura de Mandela, pero que acepto, gracias, en parte, a mi ignorancia sobre su biografía.
Evidentemente, Eastwood está fantástico en todas las labores técnicas y su capacidad de narrar mantiene una historia que en manos de cualquier otro hubiera sido un fracaso total.
Con casi 80 tacos y un buen puñado de muescas en el revólver (El jinete pálido, Los puentes de Madison, Sin perdón, Mystic River, Gran Torino y las que me olvido) supongo que al viejo Clint se la tiene que traer más bien floja lo que algunos, en estos momentos, puedan decir de él. Demasiados años y pelis han pasado ya para que Sansón Eastwood (su primer apelativo en Hollywood) vaya a inmutarse ahora ante la sarta de chorradas de quienes, a buenas horas, pretenden desprestigiar su calidad artística y humana.
Y aunque a mi, personalmente, me importa más bien poco el número de hijos ilegítimos y la cantidad de rubias a las que se habrá podido cepillar este portento de hombre durante toda su vida, lo que sí me jode -y mucho- es que, a estas alturas, alguien ponga en entredicho su talento. Entre otras muchas cosas porque no es de recibo machacar a un cineasta por la sencilla razón de que no ha respondido a las expectativas. ¿Expectativas? ¿qué expectativas? ¿estamos hablando del tipo que el año pasado firmó Gran Torino? ¿o estamos hablando de un novato al que le sonó la flauta en su debut y debe reivindicar su valía? ¡Pero si seguir trabajando con 80 tacos ya es un puto milagro, coño! Yo flipo, en serio. Flipo porque no entiendo cómo se puede condenar una peli técnica y narrativamente impecable y sigo flipando porque tampoco entiendo qué tiene de malo apelar a la fibra sensible (e incluso a la épica) si lo que se pretende y se consigue, además, es construir un sincero, emotivo y merecidísimo homenaje a Nelson Mandela. Un homenaje cuyo presunto delito -agárrense- radica en recurrir a lo fácil, idealizar en exceso al prota y otorgarle demasiado protagonismo al rugby. Chorradas, chorradas y más chorradas. Intentaré explicarme.
Considero, en primer lugar, que reprobarle a Eastwood su simplicidad es una verdadera estupidez. Sobre todo porque de todos es bien sabido que a quien se le achaca tal defecto es un cineasta que siempre ha huido del artificio y la virguería y que siempre ha optado por una caligrafía cinematográfica absolutamente inteligible y diáfana.
En cuanto a lo de idealizar a Nelson Mandela, más de lo mismo. Yo diría, incluso, que hacerlo es casi casi una necesidad. Un acto reflejo natural e inevitable. Y si no que alguien me diga qué político o estadista actual le llega a este hombre a la suela de los zapatos.
Pero si algo me parece verdaderamente de chiste es que se le recrimine a la peli de Eastwood un excesivo protagonismo deportivo. Me parece de chiste porque quien no haya pillado la metáfora del rugby y no la haya sabido extrapolar a la situación política y social de aquellos turbulentos años en Sudáfrica es para darle de ostias hasta en el carnet de identidad. Con perdón.